Por Roberto Daniel León
Hace unos dias, el Jueves 20 de Enero de 2011, el canal de televisión Crónica TV reeditó imágenes y audio del intento de toma del regimiento de La Tablada, hace 22 años. Lo lamento por los fanáticos de los milicos (miliqueros, que ni para eso sirvieron, pero tienen la ilusión), pero lo que vi por enésima vez es un elefante en un bazar. De ninguna manera se trató de la recuperación organizada e inteligente de una propiedad del estado. Vi muchísimos individuos totalmente fuera de control, amparados en la habilitación para el uso de armas, aprovechando para disparar sin ton ni son contra árboles y paredes además de todo lo que se moviera, incluido un caballo. Vi la vieja técnica de “reventar” el nido, un para nada valiente método que, lejos de constituir una lucha cuerpo a cuerpo como al borde del paroxismo relataba un cronista (Daniel Hadad), consiste en destruir literalmente mediante el uso de armas pesadas y explosivos la “propiedad” que se pretende defender. Y se hace a considerable distancia. La confusión es la verdadera reina del suceso y no me extrañaría que algunos “camaradas” se mataran o hirieran entre ellos. La gran vedette del momento, como en la actualidad, fueron los “medios” de comunicación–incomunicación (con pocas honrosas excepciones), plagados –plaga es la palabra- de cronistas que hacen impune alarde de ignorancia y torpeza, cuando no de perversión, contradiciendo flagrantemente en el relato lo que muestran las imágenes de sus propias cámaras. No me los imagino, sinceramente, relatando un partido de fútbol televisado, ya que en tal caso estaríamos en presencia de dos competencias: la que se ve y la relatada.
Nada ha cambiado, la torpeza, la ignorancia supina y las múltiples falacias, siguen estando en boca de quienes nos “informan”. No es extraño: los contratan para hablar; escuchar no es algo que se cuente entre sus prioridades.
Sinceramente, equivocados o no, los guapos de verdad estaban del otro lado. Hombres y mujeres coherentes que le pusieron el cuerpo a sus convicciones personales. Lucharon en inferioridad de condiciones numéricas e ideológicas y pagaron con su vida. Esas personas dignas, fueron todo el tiempo descalificados por el cronista, sindicados como terroristas (cuando no habían atacado población civil), subversivos (¿qué es la subversión, sino la versión de abajo, de los que están abajo? ¿Qué los espanta tanto como para condenar la voz de los de abajo?), delincuentes (¿delincuentes? ¿no es demasiado minimizar? ¿de qué no quiere que nos enteremos el “informador” público?). Las fuerzas armadas de la nación secuestraron, torturaron, robaron propiedad privada, desaparecieron personas y endeudaron calamitosamente al país. ¿Qué palabra usaría ese cronista para describir a esas hordas?
Ahora bien, para qué el elefante? Porqué no un grupo entrenado que, o negocie o neutralice a quienes ocuparon el cuartel? Pues no: hay que aplastar (es la palabra más utilizada por los milicos). Y porqué aplastar? Para que sirva de ejemplo, para que a nadie más se le ocurra rebelarse y resistir, para que quede claro que el orden establecido y la versión de los de arriba no se discute. Y cómo se debe “aplastar”? De la manera más sangrienta posible, con la mayor crueldad y ostentación de imágenes de terror. Quemando, pasando por encima con el tanque de guerra, mutilando, exponiendo vísceras, y asegurándose de que las cámaras lo muestren. Destrozar y/o quemar cuerpos, ocupándose de destacar que algunos son individuos de sexo femenino, constituye de paso un mensaje para la mujer, para que recuerde que su lugar es la cocina (siempre cerca del fuego, por las dudas) y que en caso de salirse de ahí, ellos están dispuestos a reeditar la inquisición y prenderlas fuego literalmente (símbolo de purificación religiosa), después de violarlas, torturarlas y humillarlas sin misericordia, dado que quienes han sido entrenados culturalmente en los valores “cristianos” administrados por curas, no podrían carecer de serios problemas con la sexualidad.
Estas “fuerzas” que nos han tocado en desgracia son cultoras de la patota, una antítesis del honor, la lealtad, la valentía. El único “cuerpo a cuerpo” posible, se da con el enemigo reducido, esposado, maniatado. Después sí, se tornan tan valientes como para pegarles. Son taimados, traicioneros y cobardes. Incapaces de sostener una posición estando en inferioridad de condiciones, no tienen honor, aunque les gusta hablar de ello.
Digo todo esto porque la reedición de Crónica me pareció de muy mala leche, expuesta y titulada para sostener la confusión: “atentado a la democracia”. ¿De qué democracia hablamos? Nadie (ni Alfonsín) se tomó el trabajo de escuchar a los rebeldes. Fueron simple y cruelmente aplastados de una. Un brillante ejercicio de la democracia, sin duda. Y de paso, sospecho también una maniobra de aviso, de advertencia, no sea cosa que se queden sin esclavos.
Advertencia a los “subversivos” de hoy: los movimientos barriales, los tercerizados del Roca, los ateos organizados, los cooperativistas, los obreros que toman y tornan productiva una fábrica, los funcionarios que detienen la vieja injusticia de la explotación de los “changos”, cualquier grupo minoritario que pretenda libertad. Eso aún, parece no negociable.
Ilustración: Oscar Chichoni
Diagramación & DG: Andrés Gustavo Fernández