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12.11.2013

SABERES LOCALES: UN APORTE CLAVE

Por Sarah-Lan Mathez-Stiefel, 
Stephan Rist & Freddy Delgado []
+Notas de Sarah-Lan Mathez-Stiefel, Stephan Rist 
Freddy Delgado en ADNCreadoreS




El presente Artículo, fue realizado en el marco del NCCR Norte-Sur,
que es una Red de Investigación a nivel mundial que incluye Seis Instituciones
asociadas en Suiza y unas 140 Universidades, Institutos de Investigación
y Organizaciones para el Desarrollo en Africa, Asia, Latinoamérica y Europa,
del que la Universidad Mayor de San Simón, a través del Centro Universitario
AGRUCO es parte. Aproximadamente 350 Investigadores en el mundo
entero contribuyen a las actividades del NCCR Norte-Sur.




Los Resultados de Investigación presentados a continuación fueron realizados en dos países: Bolivia y Perú, y refleja que los Saberes locales son de suma importancia tanto para el desarrollo humano sustentable como para la conservación ambiental. 


En los Andes, la vida de las poblaciones locales depende en gran medida de sus Saberes. Estos Saberes son vigentes y dinámicos, y responden a los cambios socioeconómicos y ambientales mediante un proceso de resistencia cultural y de adaptación. Sin embargo también son vulnerables y, consiguientemente, es importante apoyar su fortalecimiento. 

Los Saberes locales deben ser integrados efectivamente en los Proyectos de Desarrollo. De hecho, un diálogo entre los Saberes locales y los denominados “científicos” permite dar paso a soluciones novedosas a los nuevos retos socioambientales que enfrentan las Comunidades andinas en un mundo globalizado.


EL DISCURSO INTERNACIONAL 
Y REGIONAL SOBRE LOS SABERES LOCALES

La importancia de los saberes locales tanto para el desarrollo humano como para la conservación ambiental es reconocida desde el Informe de la Comisión Brundtland, 1987, ratificado en la Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo1992, la Convención sobre la Diversidad Biológica, 1992 y en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible Río+20, 2012:

“Somos conscientes de que los conocimientos tradicionales, innovaciones y prácticas de los pueblos indígenas y las comunidades locales aportan una contribución importante a la conservación y el uso sostenible de la diversidad biológica y su aplicación más amplia puede impulsar el bienestar social y los medios de vida sostenibles” Río+20.  
El futuro que queremos, art.197, 2012.
Los saberes de los pueblos indígenas y campesinos son también reconocidos por las constituciones de Bolivia, Ecuador, Perú, Colombia y Venezuela. Además, los Saberes locales constituyen el núcleo del concepto de diversidad biocultural que emergió en los años noventa en respuesta a la pérdida convergente de la diversidad biológica y linguística-cultural.




UN ROL FUNDAMENTAL EN LA VIDA
DE LAS COMUNIDADES ANDINAS

En los Andes, la vida de las poblaciones rurales, mayormente indígenas u originarias, depende en gran medida de sus Saberes locales. 
Ellos son la herencia de una larga co-evolución entre la Naturaleza y las Sociedades. 

A lo largo de milenios, las Comunidades andinas y amazónicas han transformado sus Ecosistemas de acuerdo a sus Cosmovisiones, Valores, Prácticas y Conocimientos. Desarrollaron Sistemas complejos de manejo de los Recursos Naturales que resultaron en altísimos niveles de Agrobiodiversidad. 

En la actualidad, la seguridad alimentaria y la salud de los pueblos andinos siguen dependiendo de sus Conocimientos de predicción del Clima, de su manejo de Suelos y de Cultivos nativos, así como de la Flora y Fauna medicinales. 

Los Saberes locales, que constituyen un Cuerpo de Cono­cimientos propios, son parte de su Identidad cultural, son intercambiados y transmitidos mediante relaciones de Reciprocidad y reflejan su propia Cosmovisión.




SABERES EN LOS ANDES: 
¿VULNERABLES O RESISTENTES?

Un preconcepto común es que los saberes locales son un Conjunto de Conocimientos transmitidos desde Tiempos inmemoriales de forma inalterada de una Generación a otra, haciendo que con el tiempo queden cada vez más obsoletos. 


Otro preconcepto opuesto es que estos Saberes se están erosionando rápidamente ya que son muy vulnerables a los Procesos de “modernización” -Sistemas de Educación y Salud formales, inclusión en la Economía de Mercado, Procesos de Migración hacía los centros urbanos-. 

Sin embargo, Investigaciones recientes señalan por ejemplo que los Saberes de Medicina Tradicional son vigentes y dinámicos en los Andes: estos Conocimientos no están siendo erosionados y, más bien, responden a los Cambios socioeconómicos y ambientales, mediante un Proceso de resistencia cultural y de adaptación. 

Los Resultados de la Investigación muestran que los Conocimientos respecto a Plantas, Animales y Minerales medicinales se están transformando de una Generación a otra, sin que ello implique una pérdida en términos de número de Especies y Usos. 

El traspaso de Conocimientos de padres a hijos se mantiene muy fuerte, sugiriendo que estos Saberes seguirán vigentes durante las próximas décadas. Además, el Análisis de las Estrategias terapéuticas familiares indica que la mayor presencia de la Medicina alopática en términos de calidad y accesibilidad no lleva al reemplazo de la Medicina andina, sino más bien a una coexistencia de los dos Sistemas médicos. 

En cambio, los Resultados también señalan que los Conocimientos especializados, tales como los de los yatiris o yachayniuq -curanderos tradicionales-, probablemente se están perdiendo porque no están siendo transmitidos a las Generaciones jóvenes.




DIALOGO DE SABERES 
E INNOVACION PARA EL DESARROLLO

El Programa BioAndes muestra que varios Sistemas de Conocimientos pueden enriquecerse mutuamente mediante un diálogo de Saberes. Este permite establecer Procesos de Innovación basados en la Complementación de los Saberes de los pueblos indígena-originarios y campesinos. Los mismos dan paso a soluciones novedosas a los nuevos retos socioambientales que enfrentan las Comunidades andinas en un mundo globalizado.


En Comunidades andinas de Bolivia, la Investigación transdisciplinaria permitió revalorizar los Saberes locales con relación a los Cultivos nativos mediante Actividades que involucraban a toda la Comunidad, tales como Concursos de Saberes. 

Asímismo, el Diálogo y Aprendizaje mutuo entre Campesinos y Técnicos permitió innovaciones tecnológicas enfocadas en la Transformación de Cultivos, la misma que es importante para la alimentación de las poblaciones andinas y tiene un alto potencial para la comercialización, como en el caso de la Cañahua {Chenopodium pallidicaule}. 

En el Sur andino peruano, se recuperaron las Técnicas de Tejido Tradicional, incluyendo el Teñido con Tintes naturales y la Iconografía tradicional, como base para mejorar su Producción y Comercialización.

En las diversas experiencias del Programa en la Región andina, las Actividades de Revalorización e Innovación de los Saberes locales tuvieron un impacto importante sobre el fortalecimiento de la Identidad cultural de las Comunidades locales, además de contribuir a mejorar su calidad de vida.




MECANISMOS DE INTERVENCION

¿Cómo integrar los Saberes locales en las iniciativas de Desarrollo y/o de Conservación ambiental? Recomendamos varias Líneas de Intervención:

1] Integrar los Saberes locales en las Políticas de Desarrollo en los Niveles Municipales, Nacionales y Regionales. En el caso de Bolivia, se ha promulgado recientemente la Ley Marco de la Madre Tierra y Desarrollo Integral para Vivir Bien, donde se reconoce la necesidad de revalorizar los Saberes locales y el Principio del Diálogo de Saberes.

2] Diseñar conjuntamente con representantes de las Comunidades locales los Proyectos de Desarrollo mediante un Diálogo de Saberes intercultural, que abarque tanto los Objetivos de los Proyectos como sus Procesos de Implementación y Evaluación.

3] Desarrollar Herramientas y Capacidades de fomento al Diálogo de Saberes en los Sistemas de Extensión Estatales -por ejemplo, en los Sectores Salud y Agricultura- y de la Sociedad Civil. Se recomienda incluir en la Formación del Personal técnico currículos de tipo intercultural, así como realizar Talleres de Aprendizaje Social donde participen tanto repre­sentantes de Comunidades locales como actores de apoyo externo.

4] Fortalecer los Saberes locales mediante la vigorización de sus Procesos de Transmisión y Recreación cultural a través de acciones específicas, tales como Talleres de Revalorización, Concursos de Saberes e Integración en el currículo educativo formal.

5] Realizar Investigaciones para comprender mejor las Dinámicas de Transmisión y Recreación de los Saberes locales y los Factores que les están afectando. Una Investigación participativa transdisciplinaria nos parece la más adecuada para obtener Datos contextualizados sobre los Saberes locales y apoyar su regeneración.



IMPLICACIONES POLITICAS:

Reconocer el rol estratégico de los saberes locales. El rol estratégico de los Saberes locales, que son de suma importancia para el Desarrollo Humano Sustentable y para la Conservación ambiental en la Región andina, debe ser debidamente reconocido por las Autoridades y Expertos gubernamentales, los Técnicos de Proyectos y otros Actores de apoyo externo, e integrados efectivamente en los Proyectos de Desarrollo.

Integrar Sistemas de Saberes locales 
y “cientificos” en un mismo Marco de Políticas. Solo la Integración creativa de los Saberes locales y de los denominados “científi­cos” en un mismo Marco de Políticas, puede proporcionar Respuestas innovadoras a los nuevos retos que enfrentan las poblaciones andinas y sus entornos naturales, como resultado de su incorporación creciente a un mundo globalizado.

Fomentar un Diálogo intercultural y Procesos de descentralización. La definición de un Marco de Políticas integrado como el mencionado, basado en Objetivos definidos conjuntamente, y su implementación operacional por las Poblaciones locales, Autoridades y Actores de Desarrollo, necesita de un Diálogo intercultural contínuo construido sobre la base del respeto mutuo. Ello implica también un cierto grado de descentralización de la Toma de Decisiones, Evaluación y Control de los Procesos de Desarrollo.

Apoyar el Fortalecimiento y la Regeneración de los Saberes locales mientras que los Saberes locales muestran sorprendente resistencia y capacidad de adaptación a un contexto de rápido cambio, son a la vez vulnerables a los Procesos de Desarrollo actuales. Su Capacidad de Regeneración y Transmisión de las valiosas experiencias de las poblaciones locales debe ser apoyada a través de acciones revalorizadoras. La Investigación transdisciplinaria permite no solamente sistematizar y difundir estos Saberes locales, sino también entender su Dinámica.





DEFINICIONES

Diálogo de saberes: Diálogo intercultural entre los Saberes de los Actores locales, indígenas o campesinos, y los Saberes de los Sectores de la Sociedad que han asumido las visiones de la Ciencia Occidental moderna o los denominados Sistemas de Conocimientos globales.

Diversidad biocultural: La variabilidad total expuesta por los Sistemas Naturales y Culturales del mundo. Este Concepto se basa en el reconocimiento del vínculo íntimo que existe entre la Biodiversidad -Diversidad de Genes, Especies y Ecosistemas- y la Diversidad cultural -Diversidad de Idiomas, Cosmovisiones, Normas y Valores, Prácticas y Sistemas de Conocimientos-.

Investigación transdisciplinaria: Tipo de Investigación que apunta a contribuir a la Producción de soluciones a problemas sociales. Un Enfoque Transdisciplinario se caracteriza por la Interdisciplinariedad -interacción entre varias Disciplinas- y la inclusión de Actores no-científicos en el Proceso investigativo -interacción entre Ciencia y Sociedad-.

Saberes locales [también denominados Saberes Tradicionales, Indígenas, Originarios o Campesinos]: Un Conjunto de Conocimientos, Prácticas, Normas y Visiones transmitido culturalmente de una Generación a otra, así como entre Miembros de la misma Generación. Incluyen, por ejemplo, Conocimientos sobre Plantas, Animales, Clima, Manejo de Cultivos, etc.




Diseño|Arte|Diagramación: Pachakamakin
Portada: Tejido indígena 


[] SOBRE LOS AUTORES

Sarah-Lan Mathez-Stiefel [CDE Universidad de Berna]. Investigadora Senior del Centre for Development and Environment [CDE] de la Universidad de Berna, Suiza; Líder del Grupo Gobernanza de la tierra y recursos naturales.
Stephan Rist [CDE Universidad de Berna]. Docente Investigador del Centre for Development and Environment [CDE] de la Universidad de Berna, Suiza.
Freddy Delgado [AGRUCO-UMSS]. Director Ejecutivo de Agroecología en la Universidad Cochabamba [AGRUCO], Docente de la Facultad de Ciencias Agrícolas, Pecuarias, Forestales y Veterinarias de la Universidad Mayor de San Simón, Bolivia.

7.22.2012

EL EXPERIMENTO EN PARAGUAY

Por Juan José Oppizzi
Sus Artículos en ADN CreadoreS



El derrocamiento del Presidente constitucional de Paraguay, Fernando Lugo, mediante una maniobra parlamentaria, debe encender una luz roja en toda América Latina. Ya ni es motivo de debate la premeditación: el reemplazante, Federico Franco, antes Vicepresidente, nunca dejó de traslucir la idea de sustituirlo. Casi desde el momento en que Lugo asumió, Franco fue su enemigo. No es materia de este comentario el porqué de que una dupla tan dispar accediera por el mismo riel a sillas gubernativas. Las complejidades de la sociedad paraguaya hicieron que estos dos hombres, tan opuestos, se ubicaran en sitios claves para que los hechos transcurriesen como transcurrieron. Lo cierto es que Fernando Lugo encarnó una esperanza, la primera, de que Paraguay comenzara a ir por el sendero de la reconstrucción social y de la modernización económica.

La historia de ese país fue una sucesión de tragedias que lo hundieron en situaciones extremas. La más famosa de ellas fue la llamada “Guerra de la Triple Alianza”, de 1865, hoy certeramente llamada por muchos “Guerra de la Triple Infamia”, en la que se hicieron trizas los logros de una nación dueña de la primera vía férrea y de uno de los primeros emprendimientos metalúrgicos de Sudamérica. Enfrentado a Argentina, Brasil y Uruguay, el pueblo de Paraguay resistió heroicamente durante cinco años los embates de ejércitos mucho más poderosos y de propósitos mucho más sangrientos que los que ya supone una guerra. Por la parte argentina, reveladora correspondencia privada de y entre los dos máximos responsables del conflicto, Mitre y Sarmiento, deja al desnudo que los objetivos no eran la mera derrota militar del país guaraní, sino su aniquilamiento integral. Y si quedaba alguna duda, la finalización de la contienda se encargó de borrarla: la población paraguaya quedó reducida a un cuarto de lo que era, su infraestructura quedó hecha una tierra vacía y su futuro quedó hecho un pago de deudas de guerra cuyo volumen hubiera sido gravoso aun para una potencia europea. De ahí en más, Paraguay dejó de tener una presencia relevante en el concierto de las naciones del Cono Sur.

El ascenso de Fernando Lugo al sillón presidencial no significó su ascenso al poder. En la primera mitad del siglo XIX se formó una burguesía de pocos que esclavizó y depauperó al proletariado de muchos. Y en la segunda mitad, se produjo la llegada de Alfredo Stroessner que, durante más de treinta años hizo la labor de gendarmería necesaria como para que esa situación se mantuviera. Los partidos Colorado y Liberal, tan derechistas como astutos en maniobrar en bien de la conservación del viejo orden, no le dieron tregua al fornido ex sacerdote. Lo primero que explotaron fue su vida íntima: la existencia de un hijo suyo hizo que la propaganda multiplicara los casos y que aparecieran no menos de diez mujeres (acaso muy bien pagas por los detractores) reclamando por igual motivo. La premisa de Goebbels (aquél ministro de Hitler que esgrimió la consigna “miente, miente, que algo quedará”) se cumplió a satisfacción de los enemigos de Lugo: para gran parte de la opinión pública, los testimonios –algunos, de una inconsistencia ridícula– de las mujeres acusadoras se erigieron en verdad absoluta, porque, claro, no se difundieron las demostraciones en contrario halladas, o demoradas, por la Justicia. Otro de los aspectos que atacaron las fuerzas reaccionarias fue la constante preocupación de Lugo por las capas más bajas de la ciudadanía. En su desempeño sacerdotal ya se había movido en la franja progresista de la Iglesia Católica; había tenido actuación destacada y conocimiento apropiado de la situación paupérrima de la mayoría de los paraguayos (añadamos que el abandono de los hábitos le trajo la condena feroz de la Iglesia y que el hecho de que fuera el Vaticano el primer estado en reconocer al fraudulento gobierno de Franco, transparenta una abierta venganza). 


Desde el cargo mayor del país, siguió –con severas limitaciones de diverso tipo– bregando para que más de la mitad de la población pasara de la categoría de entes marginados a la de seres humanos con derecho a algo. Y ya se sabe que elevar el nivel de vida de un grupo de postergados implica quitarle herramientas extorsionadoras a los que medran con sus necesidades. Por lo tanto, los propagandistas del conservadorismo no tardaron en acusarlo de “exacerbar el odio entre los paraguayos”. Pero el punto que colmó la paciencia (ya suficientemente escaldada) de esos sectores fue la firma, por parte del gobierno de Lugo, de la “Cláusula democrática” del MERCOSUR, un artículo que fija como condición de permanencia en esa prometedora sociedad regional el ejercicio irrestricto de los mecanismos de soberanía popular en cada país miembro. Por supuesto, uno de los motivos enumerados en la parodia de juicio político que el Parlamento de Paraguay ejecutó en tiempo relámpago sobre su Presidente constitucional fue que la firma de tal artículo era “lesiva para los intereses del país” (¡Como si no fuera mucho más lesiva para cualquier país la interrupción del funcionamiento democrático!).

Aquí llegamos al punto relacionado con la calificación del título: “Experimento”, porque es eso lo que en realidad condujo todo el proceso de sustitución de Lugo por Franco. Tanto el MERCOSUR como la UNASUR son formaciones de bloques inéditas en la historia de nuestra América Latina, y constituyen un abierto desafío al orden vigente durante cien años. No es necesario aclarar quién fue la cabeza de aquel orden, pero sí es necesario recalcarlo para que esa verdad se afirme una vez más: Estados Unidos de Norteamérica. Tampoco es necesario aclarar a quién beneficia que uno de los miembros de estos bloques cambie de orientación política y busque reanudar los antiguos vínculos tutelares. No fue casualidad que uno de los primeros contactos del elenco golpista paraguayo fuese con el gobierno estadounidense y contuviera la promesa de vía libre para la instalación de una base militar yanqui en la región del Chaco boreal. 

El “Experimento” consiste en testear qué sucede con esta movida ajedrecística de la Mayor Potencia Mundial (le queda el título en el plano militar, y a duras penas). Ellos ya dieron un primer golpe en Honduras, y les salió bien porque la modalidad fue nueva, no implicó el involucramiento de fuerzas militares y se armó con el disfraz de un mecanismo legal. Ése es el modus operandi de ahora. La intervención en Paraguay tiene la misma forma, sólo que en este momento implica el ataque a una alianza regional, y el avance sobre una de las zonas más ricas del mundo (a tiro de misil corto les quedaría el inmenso acuífero del Amazonas y las fertilísima Pampa). La respuesta debe ser proporcional a la osadía. Por lo pronto, el ingreso de Venezuela (de la condenada, odiada y combatida por la CIA, Venezuela) es sumamente auspicioso; también, la propuesta del presidente uruguayo Mujica de unificar la UNASUR y el MERCOSUR. Una labor cuidadosa también debe ser la neutralización de las avanzadas internas de Estados Unidos en cada uno de los países involucrados, es decir aquellas organizaciones, corporaciones o sectores que trabajan para restaurar o crear circunstancias propicias a sus intereses.

Que el “experimento” les resulte exitoso o desastroso, depende de nosotros, los habitantes de esta parte del mundo.


Portada: Pintura de Larkin
Diagramación & DG: Pachakamakin

4.04.2011

EL SOBRINO DE LA TÍA JULIA

Por Juan José Oppizzi


Sus Artículos en ADN CreadoreS




El escritor Mario Vargas Llosa publicó en estos días de Marzo de 2011 una carta dirigida a protestar por lo que él llamó un “pedido de censura”. Fue por la anterior carta pública del director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, sugiriendo a los organizadores de la anual Feria del Libro de Buenos Aires que no lo incluyeran como invitado para abrirla. Tal misiva está impregnada de ese lloroso quejido que emiten los que siempre desean ser víctimas de la censura. El asunto es: ¿a qué censura se refiere el señor Vargas Llosa? Nadie le impide asistir a la Feria del Libro. La posición de Horacio González no pasó de ser una sugerencia a los organizadores a fin de que no se lo invitara a encabezar la apertura, no para que se le impidiera asistir. En todo caso, lo que el director de la Biblioteca Nacional hizo fue usar de su derecho a cuestionar las ideas de cualquier persona, según los principios de libertad que Mario Vargas Llosa dice defender. Salvo, claro, que el señor Mario se crea incuestionable. No voy a juzgar acá la conveniencia o la inconveniencia de tal expresión de deseos de González (aunque pienso que le dio a Vargas Llosa un libreto que no era necesario darle); lo que me interesa es la retorcida argumentación que despliega el escritor ex-peruano (se nacionalizó español).

Primeramente debo hacer notar que me parece una ingratitud de parte de Vargas Llosa el criticar a Jorge Rafael Videla. La dictadura del Proceso, y las de todos los países latinoamericanos triturados en la década de los setenta, cumplieron –bajo la sabia dirección de Henry Kissinger– con el trabajo sucio que les permitió a los liberales hacer sin mucha resistencia el horroroso experimento socioeconómico de los noventa, al que el señor escritor ex-peruano defiende con tanta pasión. Vargas Llosa pertenece a una organización internacional que maneja el franquista (reciclado en el discurso) ex Presidente del Gobierno de España, José María Aznar, encargada de difundir los idearios más cavernícolas del capitalismo mundial y de disfrazarlos con argumentos buenitos. En su momento también colaboró con la oscura y fanática secta fascista del reverendo coreano Moon. Además, convendría recordarle a este campeón de la libertad el poco (el ningún) brío que sus colegas de ideología liberal (Fraga Hiribarne, Aznar, Büchi, Alsogaray, Sormann, Fukuyama, etc) pusieron en criticar las barbaridades cometidas en los años de plomo de América Latina. La censura de su libro La tía Julia y el escribidor bajo la bota de Videla fue una de las torpezas medievales de alguien que, como el obtuso militar argentino, no tenía la agudeza ni la astucia como para ver el panorama a largo plazo (¡Perjudicar a alguien que luego estaría en el mismo segmento político de tantos seguidores del Proceso!). Convengamos, también, en que Vargas Llosa en esa época aún no había puesto decididamente su talento literario al servicio de una siniestra derecha internacional, y que, por eso, la condena a las “horrendas dictaduras militares” le es a él mucho más cómoda que la que puede emitir algunos de los otros liberales con conciencia sucia.

La calificación de “piqueteros intelectuales” y “kirchneristas” al grupo de intelectuales de “Carta abierta” me parece de una cortedad burda. Se entronca con el criterio que muchos ideólogos argentinos de orientación parecida a la de Vargas Llosa utilizan para medir a cualquier opinante: si no descarga sobre el gobierno los dardos que consideran obligatorios, recibe motes despectivos. ¿Se puede calificar de “piqueteros intelectuales” y “kirchneristas” al recientemente fallecido David Viñas, a Osvaldo Bayer, a Vicente Battista? (ya sufren, en otros ámbitos, las estampillas de traidores Víctor Hugo Morales, Horacio Verbisky, Eduardo Aliverti, Liliana Daunes, Ricardo Forster, Teresa Parodi, León Gieco, etc.) ¿Se puede embolsar a un grupo de intelectuales que sufrió –mucho más que el señor Vargas Llosa– la persecución de la dictadura argentina de 1976-1983 en el mismo criterio censor de los criminales que los acosaron? ¿No es una injusticia flagrante, un sarcasmo destructivo?

El cuerpo principal de la carta de Mario Vargas Llosa está dedicado a criticar al nacionalismo. Nada más fácil y redituable, expositivamente hablando, en virtud de los antecedentes que se registran de la confusión entre amor al terruño y xenofobia; especialmente si se lo hace desde un falso punto de vista de la libertad. Y él apela a argumentos falaces: involucra a San Martín y al Che Guevara en el palabrerío sofístico. ¡Tan luego al Che!, a quien su hijo Alvarito no duda en tachar de “idiota delirante” en ese panfleto irrespetuoso y mendaz llamado Manual del perfecto idiota latinoamericano y que papá Mario avala en un vistoso prólogo. Dice en un párrafo de su misiva: “Si tal mentalidad hubiera prevalecido siempre en la Argentina (se refiere a lo que llama “estrecho nacionalismo de los intelectuales kirchneristas”), el General José de San Martín y sus soldados no se hubieran ido a inmiscuir en los asuntos de Chile y Perú y, en vez de cruzar la Cordillera de los Andes impulsados por un ideal anticolonialista y libertario, se hubieran quedado cebando mate en su tierra...” ¡Increíble!; justamente él, Vargas Llosa, encomia el ideal “libertario y anticolonialista”, cuando, por su credo neoliberal, al mismo tiempo apoya las rapacidades colonialistas y antilibertarias del capitalismo. Y no menos absurda es su alusión al Che: dice que, de seguir las directivas kirchneristas, “...se hubiera eternizado en Rosario, ejerciendo la medicina en vez de ir a jugarse la vida por sus ideas revolucionarias y socialistas en Guatemala, Cuba, el Congo y Bolivia.” ¡Nuevo hallazgo!; usa de arma lo mismo que en otras ocasiones –las más– se desgañita en descalificar; habla admirativamente de las ideas “revolucionarias y socialistas”, cuando otras veces se llena la boca con el libreto de que los ideales sólo deben alimentar el arte y no pretender influencia sobre la sociedad.

Pero, como todo sofista, puede tropezar en piedras desconocidas. Habla de su admiración por Juan Bautista Alberdi y le adjudica que “...llevó su amor a la justicia y a la libertad a oponerse a la guerra que libraba su propio país contra Paraguay, sin importarle que los fanáticos de la intolerancia lo acusaran de traidor”. Allí parece tener un bache referencial. ¿Sabrá don Mario que la Guerra de la Triple Alianza tuvo como artífices y sostenedores fanáticos a Bartolomé Mitre y a Domingo Faustino Sarmiento, sucesivos presidentes argentinos? ¿Sabrá que esas veneradas figuras del “período liberal” del siglo XIX intercambiaban correspondencia confidencial en donde se planeaba el exterminio de toda la población paraguaya y la destrucción del Paraguay como país? ¿Sabrá que los motivos de la guerra no fueron ni el nacionalismo (al que, obviamente se usó para justificar la matanza) ni ideal alguno, sino el pedestre deseo de eliminar a un creciente competidor comercial, es decir la muy capitalista costumbre del monopolio económico?

El gran escritor ex-peruano cae luego en la remanida selección (muy propia del discurso neoliberal de los noventa) de las izquierdas latinoamericanas: rescata los regímenes que estuvieron o están en el poder en Chile, Brasil y Uruguay. Les adjudica haber sido “capaces de renovarse, renunciando no sólo a sus tradicionales convicciones revolucionarias reñidas con la democracia ‘formal’ sino al populismo, al sectarismo ideológico y al dirigismo, aceptando el juego democrático, la alternancia en el poder, (y aquí viene la inevitable exposición de colmillos) el mercado, la empresa y la inversión privadas, y las instituciones formales que antes llamaba burguesas”. Hace lo mismo que ciertos sectores de la derecha argentina: pondera de lejos lo que aborrecería de cerca. Me pregunto qué calificativo le merecería a la muy puntillosa camarilla neoliberal vernácula la presencia en el sillón de Rivadavia de un José Mujica o de un Lula Da Silva. Seguramente dirían que José Mujica es “ese tupamaro bruto” y que Lula Da Silva es “ese negro resentido”. Para los Vargas Llosa la única izquierda potable es la remota o la inexistente. Ni soñar con tocarle un pelo a la insignes empresas e inversiones privadas, al dios Mercado y a las venerables instituciones burguesas. Por supuesto, las frutillas del postre son los gobiernos de Cuba y de Venezuela: ahí la argumentación parece calcada de “Selecciones del Readers digest” (tal vez una de las fuentes formativas principales de su etapa liberal, sea ese pasquín afortunadamente desaparecido).

La penúltima parte de la carta de Vargas Llosa adquiere el suspenso de una mala película yanqui, en donde el populacho enloquecido, en Rosario, asaltó un ómnibus e intentó asesinar a los asistentes a una conferencia de liberales (entre los cuales estaba él). Según su conclusión, eso ilustra “la triste vigencia de aquella confrontación entre civilización y barbarie que describieron con tanta inteligencia y buena prosa (si bien con grandiosa injusticia y parcialidad, diría yo) Sarmiento en su Facundo y Esteban Echeverría en ese cuento sobrecogedor que es El matadero”. ¡Qué horror! ¡Hordas salvajes, asaltando un vehículo en donde viajaban los más civilizados representantes de las más modernas y elevadas concepciones filosóficas del mundo, que la masa ignorante no comprende! ¡Menos mal que ese linchamiento no se produjo! (como suele suceder en los relatos que requieren la presencia del autor para difundirse).

Y la última parte de la carta es increíble. Llega al extremo de presentar –con pena, eso sí– a Horacio González como un eventual destructor de libros de la Biblioteca Nacional que no coincidan con sus convicciones políticas o que desentonen con las corrientes progresistas del pueblo argentino.

Lo que debería apenar a Mario Vargas Llosa es haber tirado por la borda un pasado lúcido y haberlo cambiado por un presente lleno de dogmatismos fósiles a los que ve en los adversarios pero no en su propio razonamiento.





5.22.2008

LA CONTAMINACIÓN MUNDIAL

Por Juan José Oppizzi
Sus Artículos en ADN CreadoreS



Hay sectores que alertan sobre las consecuencias que traerá para el futuro del planeta la constante polución que provoca el hombre. Desde hace unos treinta años, más o menos, nacieron organizaciones ecologistas empeñadas en luchar por la preservación del medio ambiente. Formaron partidos políticos (llamados en Europa “los verdes”) y lograron introducir en las Naciones Unidas su temario. Sus llamados no se interrumpen y, cada vez que sucede una catástrofe climática o un derrame de sustancias químicas, aprovechan para desplegar una estrategia que consiste en poner esos hechos como ejemplo de la devastación que se produce a cada minuto.


Esta labor empeñosa y no siempre entendida en su verdadero alcance benéfico derivó, entre otras cosas, en la firma de un tratado internacional que se bautizó con el nombre de la ciudad donde fue hecho: el Protocolo de Kyoto. En el texto, un numeroso grupo de naciones se comprometió a disminuir la emisión de gases tóxicos a la atmósfera, acción considerada un paso ínfimo, pero paso al fin, para amortiguar el efecto invernadero. Desde ya que varios de los principales emisores de elementos dañinos no suscribieron el pacto y no se molestaron en dar muchas explicaciones que justificaran las negativas. Una de las naciones más reacias a estampar la rúbrica fue Estados Unidos de Norteamérica, y su actitud resulta muy problemática, ya que emite a la atmósfera el treinta por ciento de las emanaciones que el mundo deja escapar. Sumado a otras naciones industrializadas que se negaron a aceptar el compromiso, el volumen de polución que seguirá estropeando el aire reduce el tratado a un gesto poco menos que inútil.

Sin embargo, hubo un aspecto muy útil en las deliberaciones, en los conciliábulos previos a la firma del tratado y en todas las reuniones que las Naciones Unidas continuaron realizando alrededor del tema: el esclarecimiento de cuáles son los verdaderos obstáculos que impiden un acuerdo unánime sobre algo que nos concierne a todos. Siempre que los miembros de organizaciones ecologistas investigaron los procesos de contaminación, se estrellaron con el muro de los grandes capitales, que no le dan importancia alguna a nada que no sea su propio crecimiento. Plantear la necesidad de freno al derrame de líquidos en ríos, de vapores nocivos, a la contaminación sonora, encuentra de parte de las empresas industriales un alerta por los posibles gastos que insumiría la colocación de mecanismos depuradores. Ni nos molestemos en imaginar la respuesta si se trata de una sugerencia más profunda, como la de repensar los sistemas productivos.

Desde la Revolución Industrial, el capitalismo funciona en base a la misma dinámica: crear objetos en series, de diferente grado y utilidad, para venderlos. Con ese fin se reencauzó la explotación de la clase obrera. La falla intrínseca del sistema se reveló a poco de andar: los millones de individuos esclavizados no podían, a su vez, acceder al consumo de los productos que velozmente fabricaban, y como la finalidad del capitalismo fue siempre el mantenimiento de una élite dominadora y el aumento de la masa proletaria, empezó a haber exceso de objetos producidos y falta de consumidores. En esa instancia, la plutocracia tuvo que aflojar algunos de sus postulados. Las convulsiones de 1848 en casi toda Europa, la Comuna de París, las revoluciones Rusa, Mejicana, China y Cubana, por mencionar algunos hechos de los siglos XIX y XX, fueron encendiendo alertas que significaron una mejora en las condiciones de los trabajadores por parte de los capitalistas; éstos se dieron cuenta de que así, amén de prevenir rebeliones, también podían obtener consumidores entre los explotados. Más tarde, el crecimiento de la tecnología le dio a los grandes propietarios del dinero y de los bienes otra ilusión: ya no tendrían que depender de la masa proletaria en los mecanismos productivos; las máquinas reemplazaron a los obreros. Sin embargo, los hombres y mujeres echados del sistema fueron componiendo un sector nuevo: los desocupados, una multitud que tampoco podía ser consumidora de nada, a pesar de que su condición la volvía muy dócil a cualquier propuesta laboral, por humillante que fuera. En la Argentina, por ejemplo, alrededor de diez millones de personas quedaron al margen de las estructuras laborales y sociales en la siniestra década de los noventa. Los pregoneros del neoliberalismo sostuvieron que eso era lo correcto y, pateando futbolísticamente la cuestión hacia delante, dijeron que los desocupados irían incorporándose poco a poco, a medida que el sistema encontrara sus inevitables reacomodamientos. El derrumbe de 2001 dejó en claro el disparate de esa filosofía. La realidad le quitó al capitalismo la validez del cómo.

Ahora, la contaminación mundial le plantea una última sentencia al capitalismo: le quita el para qué. Y esto proviene de su misma idiosincrasia. Un mundo que exhibe dudas enormes en cuanto a la supervivencia de la humanidad es un mundo que comienza a perder sentido; pero, por primera vez en la historia, comienza a perder sentido para todos. La burguesía que gobernó el planeta desde la Revolución Francesa, pudo en todo ese tiempo manejar el destino de gran parte de los habitantes del globo, condenarlos a la miseria y la muerte, sin que su futuro como clase tuviera un final visible. Ahora, una eventual catástrofe ecológica dibuja el corte cierto del camino: ya no habrá nadie libre de las consecuencias.

La actitud de los grandes centros económicos es la peor: ignorar las advertencias y ponerse en contra de las medidas preventivas. Sigue la tala de bosques, el agotamiento de las tierras por laboreo indebido, el envenenamiento de las capas freáticas por los herbicidas, el exterminio de especies animales que cumplen fines equilibrantes. Tal vez su criterio es el único que pueden tener. Una maquinaria que funciona automáticamente en procura de riquezas no conoce el margen de libertad y de imaginación como para pensar otra cosa.. Lo llamativo es que durante siglos los grandes capitalistas se jactaron de ser prácticos, de no perder el tiempo en lirismos inútiles, y en este momento demuestran ser ciegos ante una eventualidad más que previsible.

En algún momento de los años venideros, la humanidad en su conjunto se preguntará con desesperación si no será hora de modificar drásticamente los sistemas que la rigen. Ya no la conducirán a esas reflexiones los ideales filosóficos, políticos o humanísticos que sembraron en otras épocas el ansia de cambio en muchos hombres; será pura y simplemente el instinto de conservación.




Ilustración: Ernst Fucks
Diagramación & DG: Andrés Gustavo Fernández