¿Para tí la verdad ya no es
verdad? Es que sufres.
Las Troyanas, Eurípides
En un breve texto llamado: Sobre la verdad y la mentira en sentido extramoral, Friedrich Nietzsche comienza su escrito presentándonos una fábula. Se podría decir que no es manera de empezar, y menos tratándose de la verdad. No dejemos de lado la indicación, "si vas a hablar de la verdad comienza por una fábula", sentencia que cual las gnómicas, son anteriores a la filosofía griega, o lo que es lo mismo a sus inicios oficiales, pero resulta que la acabamos de acuñar y allí la dejamos. La verdad inicio de la fábula. La fábula inicio de la verdad.
Dice Nietzsche que "...hubo una vez una estrella en la que inteligentes animales inventaron el conocimiento. Fue ese el más orgulloso y mentiroso minuto de la 'historia universal', pero sólo un minuto... tras pocos resuellos de la naturaleza, la estrella se congeló y los inteligentes animales hubieron de morir".
Una manera contundente de arrojarnos que el conocimiento humano nada vale... en la naturaleza. Una manera contundente de decirnos que el conocimiento humano no interesa nada más que a los humanos y, si somos rigurosos, a algunos de entre ellos (sus consecuencias luego de la ciencia ya conciernen a todos). Una manera eficaz de plantear los límites del conocimiento y lo ilimitado de nuestro yo, que ya quisiera extenderse por todo el universo.
Agreguemos lo siguiente, hablando del conocimiento, "hubo eternidades en las que no existió; si desaparece nada pasará. Pues no hay para ese intelecto otra misión fuera de la vida humana".
Afirmación hecha con un martillo; hecha para hacer añicos las esperanzas en el conocer y recordatorio eficaz de nuestra vanidad vana. Pero hay más, recomendamos una lectura atenta e íntegra del artículo citado, y nos aventuramos a hacer dos preguntas, ¿Por qué ese momento duró un minuto? y ¿Por qué los animales murieron? Respuestas a producir.
EL PSICOANALISTA OBRA LA VERDAD
Decir que el psicoanalista obra la verdad no es decir que el psicoanalista hace ‘la’ verdad y menos decir que hace ‘la verdad’. Hay una gran distancia entre el obrar y el hacer. La verdad no es mas que la permanencia en un nombre de una extraña resonancia (que quisiéramos nuestra) que nos da una leve e imperceptible idea de lo que no hay. Absoluto. Eso es lo que no hay. Permanencia absoluta y constante: religión. Aunque nos enojemos (por ‘falsa’) con la etimología ciceroniana (por Cicerón) de la religión como aquello que re-liga o lo intenta, seamos prudentes y pacientes y aceptemos el sesgo verdadero que ella conlleva (la ‘falsa’ etimología). Lo absoluto es lo ilimitado por no ‘estar atado’, sigamos en el juego de las etimologías, y lleguemos a que las religiones por medio de sus re-ligaduras, vuelven a unir lo que se desata, en nosotros y eso nos hace bien. Religión: ‘volver a reunir’ y así se vuelven a hacer absolutos constantes. Potencias de los íconos.
Dos campos se extienden ante mí, por eso me detengo y observo. Hasta aquí he llegado, me detengo y examino ¿Qué camino seguiré? Hagamos, aunque nos cueste, abolición de las trascendencias supuestas y elijamos las inmanencias de la labor.
En el inicio de Freud, el descubrimiento del inconciente, O. Mannoni escribe:
"La obra de Freud apunta a una verdad, aquellos que la comentan tienen que elegir entre diferentes perspectivas de acceso, según su propia concepción de la verdad".
Destaquemos que apuntar a una verdad no es llegar a la verdad, presunción que percute los tímpanos, llegar a ‘la verdad’. Desgarremos: no a la verdad, sí, una verdad. Si una verdad surge es con la palabra, si una verdad aparece es originando más palabras que velarán su surgir y desplazarán a diestra y siniestra sus retoños.
No hay verdad más que la de la palabra (verdadera). Inútil es anticiparse, nunca sabremos cuáles lo lograrán. Ser verdaderas (en nosotros). Aquel que comente tendrá que acceder a una obra según su concepción de la verdad. Brevemente, la verdad nos hace concebir. De allí, concepción de la verdad. La verdad concibe algo en nosotros y luego hacemos, y luego pensamos, y luego damos razones. Pero, la verdad no es una idea. No pensamos con la verdad, pensamos a la verdad. Y eso no es verdad. Ahí, sólo pensamos. Nada de verdad.
LA VERDAD NO ES LO QUE QUEDA LUEGO QUE TODO SE VA
Inútil discutir la aporías del todo si ya no se está en lo parcial, en lo provisorio. Inútil discutir las aporías de lo universal si ya no se está en lo fragmentario. Por eso no alargaremos innecesariamente nuestro camino. Queda la verdad cuando lo que es del todo ya no está. Destáquese del todo y quizás surjan las lecturas correctas.
Queda la verdad cuando lo que es del todo no está. Y no es que no está porque se ha ido, hemos hecho mucho para que no esté (aceptar lo fragmentario, lo provisorio de todas nuestras pretenciones; cada enunciado es un fragmento, hay allí una pista para los despistados). Claro que siempre vuelve, pero no es cuestión de que no lo echemos de nuevo (la aspiración al todo, la presión del todo). Insistiremos.
Ahora, ese es un lugar; la verdad queda establecida en un lugar de despejamiento. Instante fugaz y repentino, vislumbrado y perdido, jamás permanecemos ahí.
La verdad es una cuestión singular en el asunto humano. Y aún más, logra su eficacia una vez que surgida se olvida. No contaremos esa novela.
En el apéndice de la Presentación autobiográfica (1924), nos dice Freud [**]:
"Dos temas recorren el presente trabajo: mi peripecia de vida y la historia del psicoanálisis. Están unidos del modo más estrecho. La presentación autobiográfica muestra como el psicoanálisis se convirtió en el contenido de mi vida, y obedece al justificado supuesto de que no merece interés nada de lo que me ha sucedido personalmente sino se refiere a mis vínculos con la ciencia".
Me pregunto: ¿Qué hizo Freud para que su vida sólo tenga interés -para nosotros- en relación al psicoanálisis, su obra?
Me respondo, enfrentarse.
¿Con quién? No con otro que consigo mismo. Claro está, que enfrentarse consigo mismo no fue sino enfrentarse con otro (que era él mismo; hagámos aporías de los reflejos). Con todo lo que no sabía de sí, con lo Otro (desconocido) que era él para sí mismo (aquí se sitúa la hipótesis de Lo Inconciente). Con las ‘verdades’ (que eran tales antes que cayeran) que habían sido erigidas para que él no supiera; aquellas que no se encontraban más a disposición. Desalojadas de un sitio accesible.
No podemos más que exhumar las armas herrumbadas de ese combate. Testimonio de ello son las cartas Nº 69, 70 y 71 de Sigmund Freud enviadas a W. Fliess.
Destaquemos de la primera lo siguiente:
"Y en seguida quiero confiarte el gran secreto que poco a poco se me fue trasluciendo en las últimas semanas. Ya no creo más en mi neurótica".
"Ya no creo más" -proseguimos nosotros- en lo que antes creía.
¿Cuántas veces estamos dispuestos a no creer más en lo que antes creíamos? En lo que creemos es en lo que nos sostenemos.
Firmes creencias sostienen firmes convicciones que nos proveen de firmes actitudes para ser firmes en la vida. "¡Mantente firme!", insistía un padre ante su pequeña hija, tratando de corregir militarmente lo que la naturaleza había hecho al "darle" un representante del sexo "débil", que para cumplir con el exhorto, se mantenía "firme"-mente atónita cada vez que un atisbo de agresión verbal llegaba a ella.
Prosigue Freud: "Ahora no sé dónde estoy, pues no he alcanzado la inteligencia teórica de la represión y su juego de fuerzas..."
"¿Y si éstas dudas no fuesen sino un episodio en el progreso hacia un conocimiento ulterior?"
Poder no saber adonde se está, o adonde se va. Es toda una virtud. Una fuerza. Poder estar aún sin saber dónde se está. Es toda una cuestión. Poder no saber; permanecer en una ignorancia provisoria preparando un alumbramiento, es toda otra cuestión.
"Desde hace cuatro días, mi autoanálisis, que considero indispensable para el esclarecimiento de todo el problema, ha proseguido en unos sueños y me ha proporcionado los más valiosospuntos de apoyo y aclaraciones".
"Ser completamente sincero consigo mismo es un buen ejercicio..."
"Mi autoanálisis es de hecho lo esencial que ahora tengo, y promete volverse de supremo valor para mí cuando llegue a su término".
¿Dónde apoyarse sino es en uno mismo se dirá? Se dirá apresuradamente, pues, no es sino ajenizándose que se puede llegar a hacer de sí una cuestión, pregunta, examen, problema. Por eso, agrega Freud en la carta Nº 75:
"Mi autoanálisis sigue interrumpido; ahora advierto porqué. Sólo puedo analizarme a mí mismo con los conocimientos adquiridos objetivamente (como lo haría un extraño); un genuino autoanálisis es imposible, de lo contrario no existiría la enfermedad. Puesto que todavía tropiezo con enigmas en mis pacientes, es forzoso que esto mismo me estorbe en el autoanálisis".
El enfrentamiento consigo mismo no es sino, enfrentarse a la peligrosa oportunidad de recorrer el territorio de uno siendo otro, no es mío es del Otro, dirá Jacques Lacan, de un Otro del lenguaje, de la historia, de los recovecos, de los agujeros, las ausencias, lo que se perdió y lo que nunca llegó a estar y que jamás podrá estar porque hablamos y estamos partidos, perdidos, arrojados. Lo que Natura non da... es lo pleno (lo absoluto, lo ilimitado que debe reunirse para que pueda apacentarme en ese lugar). Siempre chatos y miopes, insatisfechos y angustiados, siempre con esas posibilidades de nuestra fragilidad inherente y de nuestra fortaleza posible. Ambas por hablar. Ambas por decir.
Hablo y cada palabra cae de mí, por delante y por detrás, creando escenografías, esas palabras y esas escenografías forman aquello que será mi "visión del mundo" o "cosmovisión", palabra acuñada filosóficamente por Dilthey, que no agradaba mucho a Freud, él prefería mantenerse "en torno a una cosmovisión". Prefería girar alrededor de ella para encontrar sus imperfecciones, sus senderos inexplorados, todavía no surgidos.
Absolutos o fragmentarios. Partidarios de la ‘cosmovisión’, imagen del universo, o imagen del mundo (según Heidegger) o practicantes del fragmento, de lo provisorio; el combate es inútil (si creemos que lo es). Ya está presente en lo que se ha opuesto en Parménides (Ser) y Heráclito (la dinámica), nuestro origen griego y occidental. Otra fábula. Otra manera de ‘hablar’, fari en latín, fabulari, conversación. Blá–bla-blá. A veces se producen choques con los escollos que podemos llamar ‘palabras verdaderas’ (J. Lacan) o verdaderas ‘palabras’ (palabras-piedra) que nos hacen tropezar y caer y entender que lo que era verdad hasta allí ahora pasa a ser creencia y creencia revocable (o sostenida). Y el olvido. Y el lugar de las nuevas verdades. Ligadas a los nuevos decires. Somos fragmentarios porque cada palabra lo es y porque nuestra conciencia lo es y también porque nuestras potencias son discretas. Necesitamos de la vigilia tanto como del dormir. Y del sueño. Somos absolutos y mínimos, según la ocasión que no ocasionamos, que nos ocasiona absolutos y mínimos.
NO VOLVEMOS AL INICIO. VOLVEMOS A LA FABULA [***]
Dice F. Nietzsche que "...hubo una vez una estrella en la que inteligentes animales inventaron el conocimiento. Fue ese el más orgulloso y mentiroso minuto de la 'historia universal', pero sólo un minuto... tras pocos resuellos de la naturaleza, la estrella se congeló y los inteligentes animales hubieron de morir".
DOS NOTAS DOS Y TRES ASTERISCOS
Uno. La hipótesis bio-antropológica no verificable en tiempo y lugar, se habla de 70.000 años a 60.000 años antes de Cristo, y no cuantificable, se plantea entre 600 y 1.000, al grupo originario que da como resultado en la actualidad, a miles de millones de humanos sobre la Tierra (más de seis mil millones). O sea, para especificar: descendemos de un grupo de no más de esa cantidad de personas que en alguna región de Africa (se habla de seis regiones posibles) pudieron pasar por el llamado ‘cuello de botella’ biológico que representó las modificaciones de las condiciones clímáticas de esa época y sobrevivir. El homo sapiens no tiene más de 200.000 años de existencia y esa ‘prueba’ modificó sustancialmente también las posibilidades simbólicas de los mismos, pre-determinando nuestro futuro. Agreguemos simplemente que pudimos no existir. Lo cual no es muy importante. Lo importante es que existimos y lo que compartimos todos los seres humanos. Todos. El 98 punto 98 por ciento de ADN. ¡Los monos tienen más diversidad biológica que nosotros! Esperemos que eso (nuestros comunes ancestros) alguna vez tengan alguna consecuencia político-cultural entre nosotros. Que nuestro lejano origen común nos haga tener destinos ‘humanos’ y no ‘inhumanos’ (a desarrollar y debatir y plantear: una pista sobre ello sería la ampliación de la consideración histórico antropológica y no comenzar los relatos siempre en las mismas ‘historias’ de dominación que aparecen con la escritura, con la geo-mensura y la contabilidad de los imperios, el famoso escriba tenía esa función).
Dos. Dijimos que la indicación de F. Nietzsche –a nuestro entender- era: "si vas a hablar de la verdad comienza por una fábula", sentencia que proponemos como las de antes de la filosofía, cuando había hombres sabios, según los griegos. En el mismo texto citado anteriormente el autor propone:
“¿Qué es entonces la verdad? Una hueste en movimiento de metáforas, metonimias, antropomorfismos, en resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas que han sido realzadas, extrapoladas y adornadas poética y retóricamente y que, después de un prolongado uso, un pueblo considera firmes, canónicas y vinculantes; las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son; metáforas que se han vuelto gastadas y sin fuerza sensible, monedas que han perdido su troquelado y no son ahora ya consideradas como monedas, sino como metal”.
El ubicar a la verdad en el lenguaje es la gran operación de Nietzsche (por consiguiente: amar a los sofistas y detestar al personaje Sócrates junto con Platón). El sumergirla allí hace que el lenguaje transforme a la verdad en una forma retórica más. Y que por ese motivo se derrumbe la ilusión universal que la misma Verdad (bajo la forma del religar) porta en sí misma como posibilidad. Claro está que ese derrumbe no es (ni será) universal. La verdad será una cuestión individual y el religarse también. Lo cual traerá otras consecuencias, el psicoanálisis será una de ellas.
[*] “Es por su relación con la verdad que el psicoanálisis se desmarca de toda psicoterapia no a nivel de su finalidad sino de sus medios, y ante todo de su material: síntoma, asociación libre, interpretación … Sólo hay curación pensable bajo la condición de la verdad –el psicoanálisis se niega tanto como es posible a practicar la sugestión. No hay curación sin la verdad”.
Curación y verdad, François Balmes, pág 47.
Inmensa frase (‘No hay curación sin la verdad’) que condensa tantos apretados hilos que nos costaría demasiado espacio seguirlos uno por uno en sus desarrollos posibles. Elegimos, (siempre tenemos que elegir) destacar esto: el psicoanálisis no es sin la verdad. Y el problema surge en pensar una verdad como condición y no como finalidad (lugar de llegada o arribo). Un punto desde donde ampliar esta cuestión está dado por la propia metodología de la práctica del psicoanálisis en su racionalidad inclusiva del inconciente y en el producto que de ella se recibe. Una razón conjetural e inclusiva no es una racionalidad exacta y científica.
Por lo anterior, que dejamos en estado de bosquejo, pudimos llamar a este texto, en tono irónico pero no por ello menos verdadero, ‘un verdadero comentario acerca de la verdad’. Si la racionalidad no incluye lo paradojal se mutila de lo que más nos interesa: una eficacia de la cura (que no es cura).
[**] Nos hemos referido ya, en este texto, a la Presentación autobiográfica (1924), de S. Freud, lo hacemos una vez más:
“No se tenga la impresión de que en este último período de mi trabajo yo habría vuelto la espalda a la observación paciente, entregándome por entero a la especulación. Más bien me he mantenido siempre en estrecho contacto con el material analítico, y nunca he dejado de elaborar temas especiales, clínicos o técnicos. Y aun donde me he distanciado de la observación, he evitado cuidadosamente aproximarme a la filosofía propiamente dicha. Una incapacidad constitucional me ha facilitado mucho esa abstención. Siempre fui receptivo para las ideas de G. T. Fechner, y en puntos importantes me he apuntalado en este pensador. Las vastas coincidencias del psicoanálisis con la filosofía de Schopenhauer -no sólo conoció el primado de la afectividad y la eminente significación de la sexualidad, sino aun el mecanismo de la represión- no pueden atribuirse a una familiaridad que yo tuviera con su doctrina. He leído a Schopenhauer tarde en mi vida. En cuanto a Nietzsche, el otro filósofo cuyas intuiciones e intelecciones coinciden a menudo de la manera más asombrosa con los resultados que el psicoanálisis logró con trabajo, lo he rehuido durante mucho tiempo por eso mismo; me importa mucho menos la prioridad que conservar mi posición imparcial”.
¿Es ese rehusamiento una decisión? Pensamos que sí. Y sin embargo, siempre hay un ‘pero’ se dice, agreguemos que siempre hay un ‘sin embargo’. Sin embargo una decisión puede ser interrogada. No lo haremos. Dejaremos las herramientas para ello. Uno, las Actas de la Sociedad Psicoanalítica de Viena, editadas (parcialmente, vol. I y II) en castellano por la editorial Nueva Visión. Recomendamos del Tomo I, la reunión 45 del 1 de Abril de 1908, Lectura y discusión Nietzsche: el ideal ascético. Tercera parte de la Genealogía de la moral. Y del Tomo II, la reunión 56 del 28 de Octubre de 1908, Presentación: Ecce Homo de Nietzsche, cuyo orador fue Häutler. De esta última reunión queremos destacar el párrafo siguiente:
“El profesor Freud desearía mencionar que nunca pudo estudiar a Nietzsche, en parte a causa de la semejanza de sus descubrimientos intuitivos con nuestras laboriosas investigaciones y en parte a causa de la riqueza de sus ideas, que siempre le impidió a Freud pasar de la primera página en sus tentativas de leer a Nietzsche”.
Dijimos que no interrogaríamos la decisión, no lo hacemos aún cuando le encontramos una nueva base del rehusamiento de Freud en leer a Nietzsche, que es la que prosigue: no leo a F. N. “en parte a causa de la semejanza de sus descubrimientos intuitivos con nuestras laboriosas investigaciones y en parte a causa de la riqueza de sus ideas”. Es desde esa nueva formulación que se puede interrogar la decisión. Oponiendo por ejemplo, “descubrimientos intuitivos” a “laboriosas investigaciones”, y así en más.
Agregamos tres recomendaciones. A la ya citada de las Actas la relacionamos con Los miércoles por la noche, alrededor de Freud (La construcción del discurso psicoanalítico a la luz de las Actas de la Soc. Psic. De Viena), de Mauro Vallejo, editorial Letra Viva, Buenos Aires, Argentina, 2008.
Otra se reúne en un autor, Paul L. Assoun. De él recomendamos: Freud, la filosofía y los filósofos, Editorial Paidós Ibérica, Barcelona, España, 1982. Y Freud y Nietzsche, editorial Fondo de Cultura Económica, México, 1984.
[***] Como hemos citado en la nota dos la extensa respuesta a la pregunta de qué es la verdad se amplia en la pluma de G. Aganbem; la proponemos también, porque queda bien en claro que la verdad es siempre con el lenguaje y es siempre asunto del lenguaje y de nosotros con esa creencia insólita de que la mesa (desiganada) es la m-e-s-a (nombrada). Agreguemos que sin esa creencia insólita la vida, la nuestra, y la de aquellos que no pueden compartir esa creencia (insólita) se hace muy dificil.
“¿Qué es pues la verdad? Una multitud en movimiento de metáforas, de metonimias, de antropomorfismos, en una palabra: una suma de relaciones humanas que han sido poéticamente elevadas, traspuestas, ornamentadas, y que, después de un largo uso, parecen a un pueblo firmes, canónicas y vinculantes... Mientras que toda metáfora de la intuición es individual y sin par, y por eso puede siempre huir de toda determinación, el gran edificio de los conceptos muestra la rígida regularidad de un palomar romano y exhala en la lógica la severidad y la frialdad que son propias de la matemática. Quien esté impregnado de esta frialdad, difícilmente creerá que el concepto, óseo y octogonal como un dado, y como éste inamovible, no es en cambio otra cosa que el residuo de una metáfora... Sólo a través del olvido de este mundo primitivo de las metáforas, sólo a través del entiesamiento y la cristalización de lo que era en el origen una masa de imágenes surgentes, en una oleada ardiente, de la capacidad primordial de la fantasía humana, sólo a través de la creencia invencible en que este sol, esta ventana, estamesa es una verdad en sí, en una palabra: sólo porque el hombre se olvida en cuanto sujeto, y en particular en cuanto sujeto de la creación artística, puede vivir con un poco de reposo y de seguridad ...” (los fragmentos del Philosopbenbucb están contenidos en el Vol. X de la edición Króner de las obras de Nietzsche).
Giorgio Aganbem, La imagen perversa (La semiología desde el punto de vista de la Esfinge) del libro Estancias.
Portadas: Pinturas de Lucian Freud
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