Por Raúl Corral Quintero [*]
Durante siglos, los físicos han trabajado con la ilusión de que el universo es una máquina gigantesca que podemos comprender desarmándola y ensamblándola cada vez que se quiera. Pero aunque el universo esté infinitamente interconectado, existen ciertos fenómenos (por ejemplo, los sistemas subatómicos) para los cuales ciertos enfoques y modelos teóricos han perdido validez. Debido a esto, David Böhm [1] concluye que las correlaciones entre las partículas subatómicas indican que estamos cerca de un nuevo y revolucionario concepto de "orden". Un concepto según el cual el universo ya no debe ser entendido como una máquina ni mediante la relación lineal causa-efecto,sino como un holograma multidimensional [2].
Un holograma es una fotografía tridimensional confeccionada con ayuda de un rayo láser. Para producir un holograma, los científicos primero proyectan un haz láser hacia un objeto y a continuación hacen rebotar un segundo haz láser en el reflejo de la luz del primero. Lo que se registra en un trozo de película para crear un holograma es el patrón de interferencia creado por los dos haces láser. A simple vista, la imagen registrada en ese trozo de película es un torbellino carente de significado; pero si a través de la película revelada se proyecta otro haz de láser, la imagen reaparece en toda su plenitud original y tridimensional. Además de ser tridimensional, la imagen registrada en un holograma difiere de una fotografía convencional en un sentido muy importante.
Si se corta una fotografía normal por la mitad, cada parte contendrá sólo la mitad de la imagen contenida en la fotografía original. Esto se debe a que cada diminuta sección de la fotografía, tal como cada punto de una pantalla de televisión en color, contiene nada más que un sólo bit (fragmento) de información de la imagen entera. En cambio,si se corta un holograma por la mitad y se proyecta un haz de láser a través de una las secciones, se comprobará que cada mitad contiene la imagen completa del holograma original. Cada diminuta parte del holograma contiene no sólo su propio bit de información, sino también todo otro «bit» de información correspondiente al resto de la imagen; en consecuencia, se puede cortar un holograma en pedazos y cada porción individual contendrá una versión borrosa pero completa de la imagen entera. Dicho de otro modo, en un holograma cada parte de la imagen interpenetra todas las demás partes, de la misma forma que en el universo no local pensado por Böhm todas sus partes se interpenetran.
Si Böhm está en lo cierto en sus conjeturas y el universo es un gigantesco holograma multidimensional, semejante orden holográfico subyacente no puede menos que tener profundas consecuencias para muchas de las nociones de la realidad basadas en el sentido común, por ejemplo, en un universo holográfico el tiempo y el espacio ya no serían considerados fundamentales debido a que el universo sería entendido como poseedor de un nivel más profundo, donde conceptos como el de "localización" pierden su consistencia; el tiempo y el espacio tridimensional, como las imágenes del pez en los receptores de televisión, tendrían que ser vistos como proyecciones de este nivel más profundo.
Dicho de otro modo, en el super-holograma del universo el pasado, el presente y el futuro se pliegan estrechamente entre sí y existen en forma simultánea. Esto sugiere que incluso sería posible, alguna vez, rescatar del olvido el pasado más distante a partir de la noción del universo como un súper-holograma [3].
En la década de 1960, mientras Böhm miraba un programa científico televisado, él descubrió otra metáfora que permite visualizar un orden plegado. En dicho programa, el relator presentó un interesante fenómeno en que intervenían una gota de tinta y un jarro de diseño especial que contenía un cilindro rotativo y un estrecho espacio relleno de glicerina. Primero, el narrador depositó una gota de tinta en el cilindro. A continuación, hacía girar una manivela por cuyo efecto el cilindro rotaba y la tinta quedaba plegada a la glicerina hasta desaparecer. Empero, cuando se hacía girar la manija en sentido contrario, la gota original de tinta reaparecía como si se desplegara de la glicerina y recobraba su forma inicial. Este hecho ofreció a Böhm una metáfora para explicar con exactitud el tipo de proceso que conceptualizaba [4].
En términos de tiempo, el universo tal como lo percibimos, con su sucesión de momentos aparentemente separados, sería la gota de tinta una vez que la manija la haya estirado hasta untarla bajo forma de una larga cinta. No somos capaces de percibir que el tiempo en el nivel del super-holograma posee una estructura coherente y continua, debido a que esa estructura está plegada o implicada en el nivel del universo que conocemos "secretamente". El tiempo y el espacio tridimensional no son, a juicio de Böhm los únicos procesos que se entienden mejor si se los ve como plegados y desplegados al interior y al exterior del "orden implicado".
Tal vez el aspecto más enigmático de la teoría de Böhm es la forma en que puede aplicarse a nuestra comprensión de la mente humana. Según él ve la cuestión, si cada partícula de la materia se interconecta con todas las demás, el cerebro mismo puede ser visto como infinitamente interconectado con el resto del universo. Böhm cree que semejantes interconexiones, ante cuya concepción misma la mente vacila, podrían incluso proyectar luz sobre el La respuesta de la ciencia es que no existe ninguna distinción última entre mente y cuerpo. Conciencia es sinónimo de cerebro y aun cuando el cerebro muere, todas aquellas cosas que asociamos a la conciencia (la percepción de nosotros mismos y de otras cosas, los actos del entendimiento, etc.) mueren con él. El punto de vista opuesto sostiene que somos más que la suma de nuestras partes y que cuando morimos algún aspecto de nuestra conciencia sobrevive.
EL ORDEN IMPLICADO Y SU CONEXIÓN CON LA MENTE HUMANA
Tal vez el aspecto más enigmático de la teoría de Böhm es la forma en que puede aplicarse a nuestra comprensión de la mente humana. Según él ve la cuestión, si cada partícula de la materia se interconecta con todas las demás, el cerebro mismo puede ser visto como infinitamente interconectado con el resto del universo. Böhm cree que semejantes interconexiones, ante cuya concepción misma la mente vacila, podrían incluso proyectar luz sobre el La respuesta de la ciencia es que no existe ninguna distinción última entre mente y cuerpo. Conciencia es sinónimo de cerebro y aun cuando el cerebro muere, todas aquellas cosas que asociamos a la conciencia (la percepción de nosotros mismos y de otras cosas, los actos del entendimiento, etc.) mueren con él. El punto de vista opuesto sostiene que somos más que la suma de nuestras partes y que cuando morimos algún aspecto de nuestra conciencia sobrevive.
Si aceptamos esta perspectiva, ahora la pregunta sería la siguiente: ¿qué es ese "algo" que sobrevive? Un gran pensador que articuló con inusitada claridad en qué podría consistir ese "algo" fue el filósofo y matemático René Descartes. Descartes describió la materia como "sustancia extensa". Evidentemente por "sustancia extensa" Descartes entendió la materia como algo que está hecho de distintas formas y existe en el espacio. En contraste con esto, dijo que la conciencia es "sustancia pensante" y al establecer una distinción tan nítida entre ambas, consideró claramente que las distintas formas que se presentan en el pensamiento no tienen extensiones o separaciones en el espacio tal como lo conocemos.
Böhm se muestra particularmente interesado en esa distinción y señala que las diferencias que Descartes establece entre conciencia y materia son precisamente las mismas que él señala entre el orden implicado y el orden explicado; sin embargo, Böhm observa: "Es difícil decir mucho acerca de facultades tan sutiles como éstas" [5]. No obstante, Böhm cree que mediante las reflexiones y el examen cuidadoso de lo que sucede en algunas experiencias es posible obtener nuevas y valiosas claves acerca de la probable conexión entre la conciencia y el orden implicado.
Böhm sugiere, por ejemplo, que consideremos el proceso que se opera cuando se escucha una bella composición musical. En algún momento dado, es posible que sea ejecutada una sola nota, pero de alguna manera la mente conecta cada nota en el seno de una sensación de totalidad.
Según Böhm, uno no experimenta la realidad de la pieza entera aferrándose al pasado o comparando alguna nota determinada con el propio recuerdo de las anteriores.
Más bien cada nota causa una "transformación activa" de lo que hubo antes. Dice Böhm: "Uno puede así obtener una sensación directa de la forma en que una secuencia de notas se pliegan en muchos niveles de conciencia y de cómo en cualquier momento dado las transformaciones que fluyen de tantas notas plegadas se penetran y se mezclan entre sí para dar origen a un sentimiento inmediato y primario de movimiento" [6]. Böhm sugiere además que ésta es una manera en que cada uno de nosotros adquiere experiencia de primera mano acerca de la naturaleza holográfica e implicada de la conciencia. Esta no es la única prueba disponible que sugiere la posibilidad de que la conciencia sea holográfica.
Trabajando simultáneamente y sin tener contacto directo con David Böhm durante los años de 1970 a 1980, el neurofisiólogo Karl Pribram de la Universidad de Stanford propuso también un modelo holográfico de conciencia. En apoyo a sus conclusiones, Pribram menciona pruebas de que la memoria no aparece localizada en ningún área particular o célula individual del cerebro, sino que parece distribuirse de tal manera que coincide con la totalidad del cerebro. Uno de los avances fundamentales de la neurofisiología ha consistido en el descubrimiento de relaciones directas entre ciertas áreas cerebrales y funciones corporales específicas. Se han descubierto así centros del habla, de la visión, etc.; sin embargo, ya en la década de los años veinte, el neurofisiólogo Karl Lashley había establecido que el daño cerebral parcial no impedía a una persona ejecutar funciones controladas por las partes faltantes. Cuando una de las áreas localizadas era destruida, se alteraban las funciones de los órganos sensoriales regulados por ella; sin embargo, Lashley descubrió que el funcionamiento de nivel superior, como en el caso del recuerdo de acontecimientos específicos, no era perturbado. Hoy neurofisiólogos como Pribram interpretan ese fenómeno como prueba de que las estructuras responsables de memorizar y recordar no están localizadas en ninguna parte específica del cerebro, sino que se distribuyen por cualquier zona del mismo en forma muy parecida a como la imagen de un holograma está comprendida en todas las partes de éste [7].
[1] David Böhm Físico teórico y ayudante de Albert Einstein. Profesor de la
Universidad de Princeton. Publicó una explicación acerca de los mundos que a su juicio existen más allá del «cuanto» y sus asombrosas sugerencias sobre lo que pueden ser esos mundos. Böhm entabló una gran amistad con Jiddu Krishnamurti en 1961 y esa relación
parece haber tenido un importante efecto sobre el pensamiento de aquél, pues lo ayudó a desarrollar más aún sus ideas sobre las variables ocultas. De esta nueva evolución resultó en 1981 la publicación de su libro Wholeness and the Implicate Order, que contiene ideas más recientes sobre lo que las correlaciones entre las partículas subatómicas sugieren acerca del universo.
[2] Böhm, David, Wholeness and the implicate order, p. 145-47.
[3] Gliedman, John. Mind and Matter, en Science Digest, Marzo de
1983, pág. 70.
[4] Böhm, op. cit., p. 13
[5] Ibid., p. 198.
[6] Ibid., p. 199.
[7] Véase Pribram, Karl, Languages of the Brain, comp. G. Globus y
otros, Nueva York, Plenum, 1971; Karl Pribram, Consciousness and
the Brain, Nueva York, Plenum, 1976.
• GLIEDMAN, John. Mind and Matter, en Science Digest, Marzo de 1983.
• PRIBRAM, Karl. Languages of the Brain, comp. G. Globus y otros, Nueva York, Plenum, 1971.
CITAS:
[*] Raúl Corral Quintero.
Profesor-investigador de tiempo completo de la UAM-Iztapalapa.
[1] David Böhm Físico teórico y ayudante de Albert Einstein. Profesor de la
Universidad de Princeton. Publicó una explicación acerca de los mundos que a su juicio existen más allá del «cuanto» y sus asombrosas sugerencias sobre lo que pueden ser esos mundos. Böhm entabló una gran amistad con Jiddu Krishnamurti en 1961 y esa relación
parece haber tenido un importante efecto sobre el pensamiento de aquél, pues lo ayudó a desarrollar más aún sus ideas sobre las variables ocultas. De esta nueva evolución resultó en 1981 la publicación de su libro Wholeness and the Implicate Order, que contiene ideas más recientes sobre lo que las correlaciones entre las partículas subatómicas sugieren acerca del universo.
[2] Böhm, David, Wholeness and the implicate order, p. 145-47.
[3] Gliedman, John. Mind and Matter, en Science Digest, Marzo de
1983, pág. 70.
[4] Böhm, op. cit., p. 13
[5] Ibid., p. 198.
[6] Ibid., p. 199.
[7] Véase Pribram, Karl, Languages of the Brain, comp. G. Globus y
otros, Nueva York, Plenum, 1971; Karl Pribram, Consciousness and
the Brain, Nueva York, Plenum, 1976.
• BOHM, David. Wholeness and the implicate order, Londres, Routledge and Kagan Paul.
• BOHM, David y WEBWE, Renée: The Physicist and the Mystic - Is a Disloque Between Them Possible?, en Ken Wilbur, The holographic and Other Paradoxes, Boston, Massachusetts, New Science Library, 1982.• GLIEDMAN, John. Mind and Matter, en Science Digest, Marzo de 1983.
• PRIBRAM, Karl. Languages of the Brain, comp. G. Globus y otros, Nueva York, Plenum, 1971.