Por Daniel Muchnik
Una vez más el sangriento conflicto entre Israel y Gaza, ahora en tregua, ha exigido nuevos replanteos sobre esta brutal cuestión.
Israel exige que se comprenda su desplazamiento militar. Si recibe cohetes lanzados por Hamas desde el Sur tiene el derecho de atacar, dice. Como el país es cuestionado por las matanzas que se producen, especialmente de niños, como las fotos muestran destrucción y bombardeos en ese inmenso gueto que es Gaza, los israelíes apelan a la solidaridad. Y por su lado exhiben las corridas y los peligros de las bombas lanzadas sobre su territorio.
¿El tema es de ahora o viene de arrastre? ¿Los sionistas de comienzos del siglo XX ya lo sabían. La instalación de judíos en las tierras de Medio Oriente no sería fácil porque impondría el desplazamiento de los árabes que allí moraban por muchos siglos. La Shoa, el fin de la Segunda Guerra Mundial y la conocida “culpa de Occidente” empujaron a la creación del Estado de Israel, en 1948, para dar refugio a los expoliados por los nazis y a todos los judíos del mundo. Pero los árabes se resistieron y pelearon contra Israel, una y otra vez. Convirtieron a Israel, el refugio soñado por los socialistas pioneros del kibbutz, en un país blindado, guerrero, aliado al líder del mundo occidental (en plena Guerra Fría). Muchos políticos israelíes se vanagloriaron de ser nacionalistas belicistas, de lucir como hombres fuertes y omnipotentes, y actuaron con soberbia. Uno de ellos es Netanhayu. Hasta se escucharon voces racistas, de un odio inconmensurable. Transmitieron esa imagen a gran parte de su pueblo. Un pueblo que justificó el asentamiento de colonos religiosos en tierras árabes, vulnerando acuerdos.
En la vereda de enfrente de esta soberbia armada estaban los pacifistas. Escritores, intelectuales y académicos, que lideraron los movimientos de paz y de entendimiento con los palestinos. No fueron escuchados y hasta los maltrataron. En el ínterin Israel comenzó a formar parte del sistema productivo capitalista, en el centro de un admirable desarrollo tecnológico. Brillaron sus universidades, sus inventos y creaciones. Hoy, empero, cincuenta familias son las dueñas de la economía israelí.
Siguieron las guerras y Amos Oz, un premiado gran escritor, pacifista, llegó a decir:
“Nos mataron y nos echaron de Europa porque no nos querían. Ahora nos quieren echar de aquí. Esto no tiene fin”.Pero la injusticia, del mismo modo, la vivían los palestinos que fueron despedidos de su territorio. Eligieron el Líbano y Jordania, donde fueron marginados y luego masacrados. Deambularon por el mundo, con un odio que empezó a canalizarse en atentados, en intifadas, en provocaciones constantes. En territorio israelí se los encerró últimamente en un gueto territorial: Gaza. Del otro lado, en el oriental, los israelíes construyeron un muro más alto que el de Berlín para evitar que pasaran los dinamiteros, pero separaron a las familias y forjaron más resentimiento. En los momentos críticos, cuando Israel está en peligro, una gran cantidad de sus habitantes pide la comprensión del mundo y la solidaridad del “pueblo judío”.
¿De qué pueblo están hablando? Hay judíos proxenetas, mafiosos, estafadores y perversos. Hay judíos solidarios, comprometidos con las grandes causas sociales. Hay judíos religiosos. Los hay ateos. Hay judíos negros en Estados Unidos. Hay judíos etíopes, con otro color en la piel, rescatados en su momento pero luego sometidos a discriminación en Israel. Hay judíos entre los nativos andinos. Y en tribus del corazón del Africa. Hay judíos que provienen o que vienen de Europa oriental. Otros salieron del norte del Africa, de los confines asiáticos. Entre ellos hay declaraciones despectivas. Hay judíos norteamericanos, los hay venezolanos y argentinos. Todos muy diferentes.
No hay un “pueblo judío”. Es un conglomerado heterogéneo. Yo soy judío de tercera generación en la Argentina y ateo. ¿Qué me une al judío religioso que se viste, piensa y actúa como en el siglo XVII? ¿Qué me hace ser judío? ¿El recuerdo de mis ancestros, la comida, las vidas compartidas? ¿O acaso, como diría J.P. Sartre, lo soy cuando los otros me señalan? No lo sé. No termino de entenderlo. Como tampoco entiendo, ni apoyo, ni justifico y sí cuestiono a los belicistas israelíes, que no buscan o no quieren acuerdos de paz con los palestinos y que han presenciado en silencio hasta el asesinato de un ex militar que sí quería la paz, como fue Yitzhak Rabin.
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