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3.16.2013

LA MUERTE Y LA BRUJULA [3]


Por Giovanni Bottiroli







5. CONFUTACION DEL TIEMPO. DE ZENON A EPICURO

El lector podría admitir la superioridad de estas argumentaciones, y con todo, sinceramente, declararse ligeramente decepcionado. Por muy arbitraria e infantil que sea, la hipótesis de Hillis Miller ofrecía cierta sugestión; la hemos recortado, la hemos eliminado, en nombre del Principio Freudiano de Realidad. Al parecer ha salido ganando la perspectiva estéticamente más triste. Pero ¿De veras es así? En absoluto. No vamos a concluir esta interpretación de Borges con la realidad efectiva. El desquite de la realidad con respecto de la proliferación de las posibilidades solamente es estratégico y tiene un valor provisional: apunta a desenmascarar la falsa complejidad de lo posible, una complejidad en la que el aspecto numérico es determinante. 

En efecto, el conjunto de posibles es numéricamente superior al de los posibles hechos realidad, lo mismo que sobrepasa ampliamente el conjunto de las posibilidades necesarias (o de los entes y de los sucesos necesarios). Pero la complejidad no se deja expresar con valoraciones de orden cuantitativo. Una narración de Borges, de pocas páginas, puede ser infinitamente más compleja que una novela, que se desarrolla a lo largo de centenares de páginas.



LA MUERTE Y LA BRUJULA

Así pues hay que retomar la perspectiva que hemos introducido desde el principio, y que no contrapone la realidad a la Lógica, porque la realidad tiene una Lógica, se puede describir mediante Estructuras Lógicas. Otra vez: el verdadero conflicto no se refiere a lo (lógicamente) Posible y a lo Real, sino a los Estilos de Pensamiento. Para desplegar plenamente el conflicto entre Estilos de Pensamiento es necesario antes que nada que el abanico de las Categorías Modales vuelva a su Amplitud original volviendo a acoger a la necesidad –la Categoría, cuyo nombre está prohibido en los “relatos de lo posible” [25]–, y sobre todo que la Esfera Modal sea extendida y articulada más allá de las Categorías Clásicas. 

Poner de relieve el hecho de que los hombres de lo Posible o del Infinito (Hadlik, Albert, Lönnrot) son asesinados no quiere ser una referencia melancólica (y frustrante) a la finitud; al contrario, es la confirmación de un Espacio Conceptual y Lógico más Amplio. En los relatos que se han ido mencionado la muerte de un personaje parece tener diversas funciones: 

a) Le impide al Posible reabsorber lo efectivo, y inutilizarlo completamente. 

b) Manifiesta indirectamente la presencia de una selección en el Caos de los Posibles aludiendo a la distinción entre un Confusivo Inferior (privado de selección) y un Confusivo Superior (filtrado por la racionalidad matemática o por la estratégica); 

c) Desplaza el acento del Principio de Proliferación a las Formas del Conflicto; 

d) Invita a una reflexión sobre el problema del Tiempo, tanto el Narrativo como el Histórico o en cualquier caso “no ficticio”. 

No es necesario subrayar el nexo entre Tiempo y Laberinto: el último laberinto, en La muerte y la brújula, se presta a una lectura no únicamente espacial sino también temporal; el jardín de los senderos que se bifurcan es, de acuerdo con las palabras de Albert, “una enorme adivinanza, o parábola, cuyo tema es el tiempo” (F, 109); El milagro secreto describe una dilatación temporal, obtenida mediante una Técnica de Descomposición y Multiplicación típicamente laberíntica; no sería difícil encontrar otros ejemplos. Sin embargo, sigue siendo difícil aclarar la relación entre Laberinto y Tiempo desde el punto de vista conceptual, porque muchos problemas se encabalgan. En primer lugar, el mismo problema del Tiempo: problema inmenso, para la Filosofía y para la Ciencia. Luego, la reflexión sobre el Tiempo en Borges, y la relación entre la reflexión explícita (por ejemplo Nueva refutación del tiempo) y la implícita en los Relatos y en la Poesía. No puede darse por cierta una plena coherencia entre los varios textos; además las ideas de un escritor son casi siempre inferiores a la riqueza semántica de sus creaciones. Con esto no queremos decir que las páginas de la Nueva refutación no sean extraordinarias.


Estas consideraciones, y una invitación a la prudencia, parecen indispensables, antes de intentar ua ulterior exploración en los Laberintos borgianos. Comencemos de nuevo con la muerte de Erik Lönnrot. Aparentemente inscrita en una concatenación lineal, no es solamente el vértice de un rombo; es decir el punto en el cual convergen líneas geométricas. Aquí también convergen diversas líneas de pensamiento. Dos regímenes lógicos cruzan sus espadas en la villa de Triste-leRoy, y en el duelo entre Confusivo y Distintivo pierde lo Confusivo. Examinaremos ahora la Refutación del Tiempo desde esta perspectiva, que no es una Clave de Lectura porque no hay una Puerta, ya dada, que deba abrirse, sino probablemente una Puerta Velada –un Velo, tal vez imaginario que no puede levantarse, como en la célebre anécdota de Zeuxis y Parrasio. 

Refutar el Tiempo: desafío imposible. En cualquier caso, un duelo de naturaleza Lógica, y Borges lo reconoce de inmediato en la Nota preliminar a la Nueva refutación: 
Una palabra sobre el título. No se me oculta que éste es un ejemplo del monstruo que los lógicos han denominado contradictio in adjecto, porque decir que es nueva (o antigua) una refutación del Tiempo es atribuirle un predicado de índole temporal, que instaura la noción que el sujeto quiere destruir. (OI, 236). 
¿Se trata de una Contradicción o de una Paradoja? En principio la distinción es clara: una Contradicción bloquea el pensamiento en el mismo acto, y en el mismo instante, en que se formula y tiene por lo tanto un carácter aporético. Si la Nueva refutación del tiempo fuese verdaderamente, y totalmente, contradictoria, el texto debería detenerse aquí, en la Nota preliminar y en la toma de conciencia del bloqueo lógico insuperable; si esto no ocurre, es porque estamos frente a una Paradoja, cuya forma y cuyo tipo debemos examinar. Hay Paradojas simples, como la Paradoja típicamente barroca para la cual “constante es solamente la inconstancia”, o aquella que satisface las mentes débiles de los escépticos para quienes “la única verdad es que no hay verdades” [26] Y hay Paradojas más complejas, capaces de expandirse y de abrir nuevos horizontes de pensamiento: sin embargo, desde un punto de vista exterior, pueden parecer simples como las precedentes, como en el caso de “medianoche es también mediodía” [27],

Refutar el tiempo: desafío imposible. En cualquier caso, un duelo de naturaleza lógica, y Borges lo reconoce de inmediato en la Nota preliminar a la Nueva refutación: 
Una palabra sobre el título. No se me oculta que éste es un ejemplo del monstruo que los lógicos han denominado contradictio in adjecto, porque decir que es nueva (o antigua) una refutación del tiempo es atribuirle un predicado de índole temporal, que instaura la noción que el sujeto quiere destruir.
Una de las fórmulas con la que Nietzsche anuncia una visión no lineal del Tiempo. Este es también el problema de Borges: sustraerse a la sucesión inexorable, a la continuidad, al tiempo-continuidad. Intentará –aunque la empresa parezca imposible– separar el Tiempo del concepto de Sucesión [28]. Así pues Borges parece pensar en una Escisión, una Escisión de lo inseparable. La Meta se podrá alcanzar dirigiéndose allí donde la Filosofía idealista no ha sabido dirigirse, por falta de lucidez, o poca coherencia: por ejemplo Berkeley ha disuelto la materia, es decir la existencia continua de los objetos, Hume ha disuelto la identidad personal en un “haz de percepciones”. Ambos, sin embargo, afirman el Tiempo (OI, 239). 

Borges quiere ir más lejos: 
Niego, con argumentos del idealismo, la vasta serie temporal que el idealismo admite. (OI, 241). 
En esta afirmación no debemos descuidar la referencia a la técnica: aquí lo esencial no es la adhesión al idealismo (adhesión que podría revelarse efímera, irónica o burlesca [29] y que se desmiente en las líneas finales, ya citadas: "El mundo, desgraciadamente , es real; yo, desgraciadamente, soy Borges," 256), sino más bien la forma de la argumentación. 

¿Qué es lo que caracteriza el Idealismo como estilo de pensamiento? Los Argumentos del Idealismo apuntan a la disgregación. Querría ayudar al lector, dice Borges, a penetrar... 
En ese inestable mundo mental. Un mundo de impresiones evanescentes; un mundo sin materia ni espíritu, ni objetivo ni subjetivo; un mundo sin la arquitectura ideal del espacio; un mundo hecho de tiempo… un laberinto infatigable, un caos, un sueño. A esta casi perfecta disgregación llegó David Hume. (OI, 240). 
Obsérvese que el efecto de disgregación no se provoca con argumentos separativos. El Idealismo es, en muchos aspectos decisivos, una Filosofía Conjuntiva, que exalta la interdependencia, la reciprocidad, lo no separable. El argumento más fuerte de Berkeley, “no puedo pensar un objeto como no pensado por una mente: la mía, la de otro sujeto, o la del Espíritu Eterno”, se funda en la imposibilidad de separar el Objeto de su Representación. Esse est percipi, inseparablemente, conjuntivamente. De manera análoga Hume no permite que el Yo exista fuera de la multitud de percepciones, que se suceden unas a otras con increíble rapidez. Hemos pues individuado un carácter esencial del pensamiento idealista: la inseparabilidad del todo respecto de las partes, que no se limita a significar que las partes lo agotan (negación de un subjectum).

Del vertiginoso Laberinto de Zenón hemos pasado al tranquilo jardín de Epicuro: efectivamente, en el procedimiento de Borges no se puede no reconocer una de las Argumentaciones decisivas con las que Epicuro creía poder llevar tranquilidad al ánimo de los hombres: “la muerte no nos concierne”, porque cuando existimos, la muerte no existe, y cuando existe la muerte, nosotros no existimos.

En efecto, de esta Tesis se pueden derivar dos visiones: una disolución completa (no existe el todo, ergo tampoco existen las partes; o viceversa), o bien la disolución del todo en nombre de la autonomía de las partes. La primera es la posición de Sexto Empírico, la segunda es la de Borges, en cuanto seguidor de Hume. Algunos, como dice Borges, “niegan las partes para luego negar el todo; yo rechazo el todo para exaltar cada una de las partes” (OI, 255). Hemos abordado así otra Paradoja: al escoger la vía (Idealista) de la conjunción absoluta, se llega a la disyunción absoluta. El cambio es vertiginoso, y puede inducir a recorrer de nuevo todas las Fases de la Argumentación, y a controlarlas; pero no se hallará en ellas ningún error. Esta es la visión que nos propone Borges, por medio de Schopenhauer: “cada estado que vivimos es absoluto”… Cada instante es autónomo (OI, 242). 

El Tiempo Metonímico deroga la Sucesión y hasta la contemporaneidad. Y si es inútil obstinarse contra el pasado –pero éste es un argumento no borgiano, compatible con la visión tradicional del tiempo–, igualmente vanos “parecen la esperanza y el miedo, que siempre se refieren a hechos futuros; es decir, a hechos que no nos ocurrirán a nosotros, que somos el minucioso presente” (OI, 242). Confesémoslo, estamos algo desconcertados. Nos encontramos frente a una disgregación que no parece derivar de la aplicación de la Técnica de Zenón: no es la división infinita, sino la separación absoluta quien ha generado “este inestable mundo mental”, infinitamente saturado de presente. Del vertiginoso Laberinto de Zenón hemos pasado al tranquilo jardín de Epicuro: efectivamente, en el Procedimiento de Borges no se puede no reconocer una de las argumentaciones decisivas con las que Epicuro creía poder llevar tranquilidad al ánimo de los hombres: “la muerte no nos concierne”, porque cuando existimos, la muerte no existe, y cuando existe la muerte, nosotros no existimos [30]. Argumentación muy apreciada por Schopenhauer [31]. de quien Borges recoge, yendo ya hacia la conclusión, este pasaje: 
“La forma de la aparición de la voluntad es sólo el Presente, no el Pasado ni el Porvenir… Nadie ha vivido en el Pasado, nadie vivirá en el Futuro: el Presente es la forma de toda vida, es una posesión que ningún mal puede arrebatarle” (OI, 255) [32].



6. EL TIEMPO DIVIDIDO

La seducción del jardín de Epicuro: en él el Tiempo y la Muerte se desvanecen, porque en él, salvo en el momento en que moriremos, somos Inmortales. También aquí los Senderos Se Bifurcan, disgregándose en una infinidad de instantes absolutos, autónomos, impenetrables. En este Jardín somos Inmortales, instante tras instante –no, esta expresión es contradictoria–, somos Inmortales en cada instante. Un día deberemos morir, pero aquel día, en aquel momento, nosotros no existiremos.

La argumentación es perfecta, pero muy ilusoria; por mucho que desee adherirse a su forma lógica, nuestra mente no puede alejar el temor –que se convierte inexorablemente en una certeza– de haber ideado uno de aquellos “consuelos secretos” (OI, 256) que podemos compartir con algunos personajes de Borges, hasta el punto de identificarnos con su privilegio: criaturas de papel, seres de escritura, les vemos moverse dentro de mundos construidos por paradojas lógicas con una agilidad que a nosotros se nos niega, porque nosotros, desgraciadamente, somos reales. Pero el límite de estas argumentaciones, el límite de lo lógicamente Posible –vale la pena repetirlo una vez más– no es la realidad. La realidad misma es una clase de Lógica.

La realidad es separativa. Está gobernada por el principium individuationis, como ha dicho 
Schopenhauer. A pesar de que la microfísica nos muestre paradojas que una ontología de lo real debería tener en cuenta, nuestra realidad inexorable, cotidiana, consiste en un mundo y un tiempo separativos, en los cuales, diría el autor de la Nueva refutación: 
Yo soy Borges y sigo siéndolo.
En lo separativo no hay sitio para las Paradojas, que son figuras conjuntivas. Si la eficacia de los argumentos del idealismo tiene una duración reducida, ello depende de un límite de naturaleza Lógica: la Lógica de los idealistas es solamente un tipo de Lógica, y su fuerza se muestra irresistible solamente en el horizonte del pensamiento que define. Sobre este límite, sobre este borde que ciñe misteriosamente un estilo de pensamiento, se detiene y naufraga toda tentativa de refutación.

Y con todo, la tentativa de refutar el Tiempo no es arbitraria o presuntuosa: nace de la 
necesidad, del pluralismo de los estilos al que no podemos escapar y en el cual solo raramente somos capaces de reconocer nuestra identidad y nuestros conflictos. Por ello la Nueva refutación del tiempo no es simplemente una contradictio in adjecto, y puede desarrollarse más allá de las páginas que forman la Nota preliminar. Más allá de estas páginas, y superando la oposición entre posible y real, Borges crea el espacio de un análisis: pertenecemos al tiempo de la realidad separativa, en el cual somos individuos, pero ¿No pertenecemos tal vez, al mismo tiempo, a una “realidad” confusiva, a un Tiempo Confusivo? ¿Hasta qué punto podemos pertenecerle? ¿Hasta qué punto lo Confusivo nos pertenece? ¿Hasta qué punto puede llevarse la Exploración de un Tiempo dividido en este Espacio Lógico? Son las preguntas que inspiran a Borges.

En el idealismo de Berkeley y de Hume falta la conciencia del estilo argumentativo: en estos Autores la Lógica Conjuntiva no sabe convertirse en Dialéctica, como sucederá en Fichte y en Hegel.

Pero aun la dialéctica hegeliana, que más bien se apoya en la oposición entre el Intelecto {Verstand} separativo y la Razón {Vernunft} conjuntiva, no alcanza una diferenciación adecuada de esas posibilidades necesarias que son los estilos del pensamiento.

Por ello la empresa –imposible y contradictoria– de refutar el Tiempo debía ser y deberá ser intentada. Nuevamente.Se deberán llevar a cabo otras tentativas, indagando y experimentando el pluralismo lógico.

Rápidamente, algunas observaciones más:

a) El lector podría juzgar oscuro la relación entre exceso de conjunciones y exceso de
disyunciones. ¿En qué modo el tiempo confusivo de Borges se disgrega en los instantes absolutos que ya no forman una serie? Pues bien, hay que comprender la diferencia entre lo separativo y la separación absoluta: en la separación absoluta se desvanece aquel Principio de Individualidad que gobierna lo separativo, y que permite que las diversas partes se conecten. Para poder discurrir, para poder asumir su forma lineal, el tiempo necesita articularse en microsegmentos contiguos y sucesivos. Es decir: sin separación entre los elementos que lo componen (y cuya identidad puede definirse mediante una convención), el Tiempo no puede discurrir. Se detiene, se bloquea en su desarrollo mismo, entra en putrefacción, como ocurre en el Valdemar de Poe. O bien se disgrega, renunciando a la “voluntad” de asumir una forma lineal. Pero ¿Qué es lo que –o mejor, qué tipo de Lógica es lo que– convierte en “pensable” la disgregación del tiempo? La Lógica Confusiva, ya que aquí la conjunción y la disyunción coinciden. Las fronteras entre los segmentos temporales se desvanecen, el Tiempo se hace uno. Lo múltiple se excluye, podríamos decir, usando un término de Lacan: es abolido, expulsado, no simbolizado. Pero lo que ha sido excluido regresa, como Multiplicidad Absoluta, es decir liberada y disgregada. Excluyendo lo múltiple, el Uno se priva del poder de reunirlo y someterlo.

b) El régimen Confusivo es el régimen Paradójico y Laberíntico por excelencia. Si Existiese, o si se manifestase, al margen de las implicaciones con los otros regímenes, no sería describible, y su presencia tendría un carácter enteramente nouménico. Son las implicaciones con los Regímenes lo que hace que sea visible.

Algunos rasgos generales son fácilmente individualizables: lo Confusivo es sin duda la
Dimensión de la Simetría y de los Dobles, de los Reflejos Especulares, en resumen de la duplicidad como Duplicación, pero también de la duplicidad como escisión interminable, división que retrocede al infinito. Otras distinciones son más sutiles; pero la diferencia entre la Paradoja de Zenón y la de Epicuro, la diferencia entre un crecimiento vertiginoso, que no puede no ofrecer un carácter numérico, y la separación absoluta, donde el aspecto numérico no es relevante, sigue siendo decisiva;

c) A diferencia de lo que aseguran algunos filósofos, entre los cuales está Josiah Royce, el Tiempo no está hecho solamente de Tiempo (cfr. OI, 245); su estatuto ontológico está determinado por las implicaciones con el Lenguaje, los Regímenes del Sentido, las Modalidades. [33] Las escisiones modales, que podemos analizar en el Lenguaje, vuelven comprensible la idea de una temporalidad dividida, que no siempre, ni inevitablemente, elimina la sucesión –tan difícil de pensar como distinta del Tiempo (OI, 248)–, pero que reajusta su importancia y rebaja su rango. Que exista un Tiempo Laberíntico, del que la Literatura sabe dar interpretaciones admirables, es un motivo más que suficiente para no creer en la Unidad del Tiempo, en su continuidad y sucesión, y para volver a recorrer los caminos de la Refutación.







Arte: Rob Scharein
Diseño & Diagramación: Pachakamakin



CITAS:

[25] “…en una adivinanza cuyo tema es el ajedrez, ¿cuál es la única palabra prohibida?” (Borges, El jardín de senderos que se bifurcan, cit., p. 109). 
[26] Tesis que conlleva fácilmente su contrario: si nada es verdadero, entonces es también falsa la aseveración de que nada es verdadero. 
[27] F. Nietzsche, Also sprach Zarathustra, 1883-1885, El canto del noctámbulo, 10. 
[28] El tiempo, fácilmente refutable en el plano sensitivo, no lo es igualmente en el Intelectual, de cuya esencia parece inseparable el concepto de sucesión. (OI, 247). 
[29] "Dejo esta contradictio in adjecto," dice Borges, “para que su ligerísima burla pruebe que no exagero la importancia de estos juegos verbales” (OI, 236). 
[30] Diógenes Laercio, Vidas de los filósofos, X, 27. 
[31] A. Schopenhauer, Die Welt als Wille und Vorstellung, 1819, Libro IV, cap. 41. 
[32] Ibíd., libro I, cap. 54. 

[33] Borges pone parcialmente de relieve estas implicaciones cuando escribe: “Por lo demás, tan saturado y 
animado de tiempo está nuestro lenguaje...” (OI, 236).