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5.24.2013

HIMNO A LA VIDA EN EL UNIVERSO

Por Don Lago

En el corazón del desierto, donde la arena y la roca y la tierra desnuda, que parecerían ser todo a lo que la Tierra puede aspirar a convertirse, aún se levanta una pequeña Torre de la Vida. Su firme tallo se eleva desde el suelo roto admitiendo una estructura de células vivas cuyo intrincado Orden contrasta fuertemente con la crudeza del desierto a su alrededor. Entre las piedras cuyas formas escarpadas contienen -como si se tratara de la Memoria Planetaria- la huella de mil millones de años, la impecable figura de la planta se asemeja a una presencia en verdad extraña.

Sí, cosas extrañas están sucediendo aquí: las cosas que el desierto nunca podría comprender. Las hojas reciben la misma Luz que hornea a las piedras dispersas, pero en vez de desperdiciar su valioso calor cada noche, la planta mantiene el Sol por Sí Misma. La lluvia golpea a la indiferente suciedad y se filtra muy profundo, pero las raíces alcanzan a concebir toda el Agua que podrían alojar. El Viento arremolina fácilmente a las nubes de arena del suelo del desierto, pero las hojas, sin embargo, permanecen fuertemente vinculadas a la planta aleteando en el Viento las banderas verdes de la nación de la Vida.

Aunque podría parecer que la planta no pertenece a este lugar, el desierto, sin embargo, fue el Vientre del cual nació. La Vida fue tanto una expresión del desierto al igual que la arena o la piedra. Si la Vida desafía el Caos, todavía es creada a partir de él. Esta es la paradoja de toda clase de Vida, no sólo en el desierto, sino en todo el Universo. No sólo por lo que el Universo era sino por el desierto cuyas Fuerzas aumentaron vertiginosamente de aquí para allá con masiva crudeza, lanzando Estrellas alrededor como granos de arena en el Viento, con imprudencia temeraria, moliendo Planetas, y en todas partes, vertiendo su Energía en un Vacío que la tragará para siempre. Sin embargo, a partir de esta bárbara prodigalidad emergen Mundos en los que crecerán Formas de infinita delicadeza.

La planta no se halló tan solitaria en el desierto, como podría parecer, durante el tiempo en el que la totalidad del Planeta desde el cual creció fue cubierto con Vida. El desierto fue un pequeño remanente que la Vida no había podido llenar. Sin embargo, aún cuando el Planeta era un hervidero de Vida, seguía siendo tan pequeño y frágil en medio de la rigurosa intensidad de las Estrellas así como la planta lo era en medio de su propio desierto de arena y piedra.

La planta extiende sus hojas integrándose a la Transmisión de Luz Solar, absorbiendo en sus millones de esponjas celulares una cantidad infinitesimal de la masiva Energía que el Sol arroja al Espacio. Las hojas abren sus puertas al enjambre de pululantes fotones; sin embargo, aun  llenándose a sí misma con el Caos universal, la planta no deviene en Caos, sino que a través de la extraña Alquimia de la Vida se transforma en Orden. La planta convierte a la Luz en Sí Misma, canalizándola dentro de arremolinantes patrones celulares, donde todas las moléculas y orgánulos vitales flotan sobre la Fuerza de su Caudal, moviéndose en sus intrincadas corrientes y contracorrientes siempre que el río de Luz fluya a través ellos. La planta era un puñado de tierra bailando alrededor en un torbellino de Luz capturada, moviéndose en patrones que atrajeron más y más Luz y mantuvieron la Danza intacta.

La Vida absorbe y transmuta el Caos de la Tierra así como el del Cielo. La planta contiene el desierto, aunque seguramente no reconocerías al desierto dentro de la planta. Se había fusionado con el Flujo de la Vida y comenzado a trabajar con una Maestría nunca antes conocida.

"Si la Vida desafía el Caos, todavía es creada a partir de él. Esta es la paradoja de la vida."

La planta se compactó de las moléculas esparcidas por el suelo y que volaban sueltas en el Viento, sin forma y silvestres, moviéndose con el enorme océano de las arenas del desierto cuyas olas requieren de mil años hasta hincharse, encresparse y desaparecer. A partir de esta tierra lenta y ondulante, que se mueve con su laborioso y ancestral pulso, un repentino metabolismo, más veloz, tornó al informe desierto en Sí Mismo, estableciendo que fluya en formas elegantes y elaboradas, dejando la materia que una vez fue danza entre las piedras, como una vibrante Canción proveniente de su lado áspero e inarticulado.

La planta también incorporó el Agua del desierto en la Vida. Durante millones de años las tempestades azotaron salvajemente el suelo, tallando la roca hasta que barrancos y cañones se arremolinaron a través del piso desértico. La helada de un millón de Inviernos penetró las rocas y grietas y las hizo pedazos, dejando las piedras con las caras retorcidas o de pie, en precario doblez. Sin embargo, el Agua que inflige esta cruda cirugía a la Tierra ahora se ha integrado a una Estructura más delicada en el Planeta, una forma que creció y cambió su aspecto desde adentro, dirigida por su propia Artesanía interna.

El Viento también había entregado su furia a las necesidades de la Vida. El Aire se había desplegado desenfrenadamente sobre la Tierra, revolviendo locamente el polvo y dispersando las nubes, sin embargo, ahora algunas de sus moléculas abandonaron aquel Mundo a cambio de uno que contenía su propio paisaje de Vientos, un torbellino autónomo que absorbió la materia y le dio vueltas hacia un Orden mayor y mayor, arriba por la escalera caracol del ADN, arriba de los patrones entrelazados de las células, arriba por la superestructura de  hojas y raíces. Las moléculas que sólo podrían alborotar la Tierra iniciaron un fino tejer y entretejer con otras moléculas que habían salido del mismo Caos, produciendo junto a la inigualable fábrica de la Vida.

Este es el poder y la paradoja de la Vida, surgir del Caos y contener el Caos sin devenir en Caos, dibujar el resto del Mundo en su Danza convirtiendo un pequeño parche del desierto del Universo en un flujo especializado y majestuoso. Este poder permaneció oculto en el interior de la materia durante miles de millones de años como Estrellas avivando sus furiosos Ciclos, sin embargo, en un punto aislado, la Tormenta se calmó y permitió que la Vida surgiera, conteniendo a su vez el Caos que la había contenido durante miles de millones de años, domando la Tormenta que no la dejaría libre, tomando las Energías crudas del Universo y haciendo de ellas algo hermoso y vivo, convirtiendo la electricidad surgente en cada átomo en Conciencia, y el Aire volando salvaje sobre la Tierra desnuda como una Canción.


A lo lejos, más allá de la planta desértica se situó otra estructura cuya forma la delató como otra obra de la Vida. Esta también era una hoja apuntando en dirección al Cielo para absorber la Energía de las Estrellas. Sin embargo, esta hoja era mucho más grande que las de la planta, y estaban compuestas no de las arremolinantes moléculas de las células, sino de sólido acero. La planta capturó la Energía en cloroplastos, mientras que la hoja metálica utilizó una variante electrónica súper masiva. La planta solamente quería impregnarse con el Sol, pero la hoja gigante quería absorber las Energías de las galaxias más lejanas, muchas de ellas tan antiguas que habían muerto hacía mil millones de años, dejando sólo sus espectros electromagnéticos rondando en el Universo.

Las hojas hechas de células y la gran hoja metálica interceptaron la misma Energía desértica, pero con diferentes propósitos. La planta deseaba la Energía para ella misma, mientras que la metálica estaba destinada a canalizarla hacia algún otro propósito. Las hojas saciaron el hambre de la planta para mantener su forma y crecer, pero la gran hoja metálica se alimentó con una clase de hambre que la planta nunca podría sentir dentro de sí misma, un hambre no del cuerpo, sino de la mente, no en la vía elemental conque las plantas llenan su Estructura y se elevan hasta la Forma Potencial contenida dentro de su Semilla, sino como la necesidad consciente de una mente que busca llenar sus propios espacios vacíos.

Ambas, la planta y la mente buscaron llenarse con el Universo, sin embargo, una quería someter a la Luz, mientras que la otra deseaba ser iluminada por ella. Las plantas buscaron la Luz en la Energía para potenciar la Danza en el interior de sus células, pero la Energía cayendo en el cerebro humano apagó la actividad fuera de toda proporción en relación a su débil cuanta; para el hombre, fue que ha buscado, no para añadir Fuego cinético a sus células, sino para energizar su mente con una clase muy diferente de Poder. Para el Hombre, la Energía contuvo una nueva Dimensión, una en la que las plantas no podían percibir, pero sin embargo, una necesaria para construir el Orden de la mente humana así como la Luz lo fue para alimentar la Arquitectura en expansión de las plantas. El Hombre intentó atrapar la lluvia de la Energía Cósmica por lo cual se reveló al Universo: para alimentar su hambre de Conocimiento.

Este hambre nació de la misma Danza primitiva ocurrida en cada célula de la planta, y a pesar de que la mente humana había trascendido con vastedad el simple entretejido de moléculas, su Vida todavía cargaba con el trabajo de ordenar el Caos a su alrededor. El Hombre emergió en un mundo plagado de eventos desconcertantes e intentó encontrar patrones en ellos. Vio la Luna Creciente y notó cómo se emparejaban las mareas ascendentes; observó el Cambio de Estaciones y notó cómo se correspondían con el Cielo cambiante. El Hombre sostuvo un fósil en la mano y vislumbró la historia de su Planeta. Observó a los animales alrededor suyo y vio que compartían muchas de las mismas Emociones que sentía en su interior. Estudió la caída de los objetos y adivinó la naturaleza de la Fuerza que guía a los Planetas en su vuelo. Vio a una Semilla convertirse en Arbol y a un bebé convertirse en adulto, se maravilló de la Fuerza del trabajo que se hallaba en el interior de la madera y de la carne, y miró dentro de  la oscuridad del Universo, y se preguntó si esta Potencia también se hallaría en el trabajo que tiene lugar entre las Estrellas.

Para ayudarse a ordenar el Mundo en su mente, el Hombre ha tenido que ordenar el Mundo con sus manos, levantando toneladas de metal de la Tierra donde yace desde hace millones de años y plasmarlo dentro de máquinas sensibles. El Radiotelescopio del desierto había surgido de la desolación de la Tierra para investigar la desolación del Cosmos.

Desde la desolación de su propio Planeta, el Hombre estudia la desolación del Espacio, absorbiendo en su gigantesca hoja las crudas Energías flotando a través del Cosmos. El ve la agitación en todas las Estrellas y la violencia inherente al crecimiento de todas las Galaxias. Testimonia los dolores del parto y la agonía de las Estrellas, la condensación de gas de las fértiles nubes desde donde sus Estrellas nacieron y las Novas que marcan su paso. Escucha los latidos del Corazón de los Púlsares y la trama en la Danza feroz de las Estrellas Binarias. Percibe del Universo todos sus contrastes: desde la intensa profusión de los Cuásares hasta el hambre insaciada de los Agujeros Negros, de las multitudes pululantes de Estrellas en el centro de las Galaxias hasta el Vacío que se abre entre ellas. Observa las masivas Tormentas violentándolo todo a lo largo y a lo ancho del Universo y siente los Vientos radioactivos brotando desde ellos hacia el interior del Espacio.

Y, sin embargo, desde afuera de este Caos el Hombre todavía aguardaba detectar una Energía cuyo pulso no podría nacer en cualquier Estrella. A la noche, los Humanos verían por sobre el Universo y sentirían, con toda seguridad, que estaba ahí, en algún lugar de la Oscuridad y dirigiéndose hacia ellos, buscando ciegamente las Estrellas, pasando sin ser escuchada sobre los Planetas del desierto desnudo y Astros de puro hielo, atravesando Cometas cuya significación jamás podría reconocer, barriendo a través de un mar de Energía fútil vomitada por las Estrellas, mezclándose con las Energías de un billón de Estrellas, y sin embargo, sin extraviarse, propagándose a través de la Galaxia como las ondas en un lago, al igual que la Primera Luz de una nueva y valiente Estrella.

Algún día, esta ola encontraría a la Tierra y al Hombre. Esto aparecería en sus Radiotelescopios como una orden muy clara y sutil que el Hombre podía asegurar que no había surgido del corazón de cualquier Estrella; no desde las explosiones desenfrenadas de Novas o Púlsares, no desde la furia de los Cuásares o Agujeros Negros, sino a partir de la misma Fuerza palpitante de sus propias células y cada célula en la Tierra. La única Fuerza en el Universo capaz de crear tal Orden.

Entonces el Hombre sabría, Más Allá de toda duda, que en algún otro Lugar del Universo la Danza de la Vida había comenzado y había triunfado, atrayendo el Caos de su entorno dentro de su flujo hasta el momento de darle Forma, elaborando esa Energía desde su más baja crudeza hasta que brillara con toda su Sabiduría, y llamara a través del Vacío que existe entre las Estrellas a alguien con quien compartir su asombro.




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