Páginas

Mostrando entradas con la etiqueta Profesor Golber. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Profesor Golber. Mostrar todas las entradas

8.11.2013

EL ESPEJISMO








Lo de aquella tarde fue apoteótico, deslumbrante, diría yo. Es ese tipo de suceso que te transporta más allá de todo y te hace sentir parte de la historia; te corren hormigas por las venas que te dicen que estás haciendo historia. Y yo estuve ahí, fui parte en ese instante de tiempo, cortado al azar, escribiendo con gritos roncos, casi afónico, ese trazo de ostentosa prosa para la posteridad. Yo estuve ahí, nadie me lo va a contar. 


Mi descendencia llevará, orgullosa, la trayectoria de mi presente. Será recipiendaria de mis manos alzadas al cielo acompañando ese grito de júbilo al escuchar el silbato que pitaba el final. Ahí tuvimos consciencia de lo trascendental del momento; cuando gritamos todos, nos abrazamos, lloramos, saltamos como locos. Ahí comprendimos que éramos artífices constructores de la historia, que sin nosotros la maquinaria futbolera no se hubiera puesto en marcha. Porque también, y esto es justo que se reconozca, sin nosotros el fútbol no es nada. 

Somos los muchachos del tablón los que le damos vida, luz y color a este deporte de multitudes. Y ahí tenés. Deporte de multitudes. Multitudes ¿Por qué?, ¿Por 22 pelotudos que corren detrás de una pelota? No, querido. Deporte de multitudes porque somos nosotros la multitud. El hincha, aquel que deja a su familia por esta pasión, aquel que cabildea el sustento necesario para seguir la casaca de sus amores, el que se enfrenta a los cabeza de tortuga que no entienden la ideología de los trapos. 

Somos nosotros los que les ponemos el pecho a las balas de goma. ¿Qué me van a venir a contar los dirigentes y jugadores, de sus angustia por la derrota, si soy yo el que no puede salir a la calle, el que se encierra deprimido al borde del suicidio por ese gol sobre la hora? Que no me la cuente, el fútbol es lo que es por nosotros. Un partido sin público es el símil de un circo sin payasos, intrascendente, casi invisible, exasperante para la voluntad popular.

Y sí, macho; yo estuve ahí y lo puedo contar.

La cosa venía mal en lo económico. En el bar hacíamos una suerte de revisionismo histórico preguntándonos que mierda había pasado entre la familia fundadora del pueblo que se dividieron y se instalaron a ambos lados del camino fundando Colonia Elisa y Santa María Elisa. Durante muchas décadas esos 10, 12 o 15 metros que puede tener de ancho el camino, formaron una muralla invisible infranqueable. 

Odios, rencores, celos, gritados de vereda a vereda. Para las nuevas generaciones, ajenas a esa vindicta historia, nos parecía una locura la división, así que no nos sorprendimos cuando las autoridades comunales presentaron el plan de unificar los tres estadios de fútbol -dos en Colonia Elisa y uno en Santa María Elisa- en uno solo y de índole comunal, para abaratar gastos de mantenimiento.

Viste que en Colonia Elisa tenemos dos clubes: Italiano Fútbol Club y Club Atlético Colonia, lo que dificultó la formación del equipo comunal, y, vos sabés, en un pueblo existen rivalidades internas a veces mayores que las amenazas externas, y son rivalidades que pueden llevar a perder el pueblo antes que lucir la casaca del club contrario. 

Luego de una descomunal batalla campal en la plaza, nos pusimos de acuerdo y formamos para la ocasión el Club Atlético Italiano Colonia de Fútbol. Para Santa María Elisa fue mucho más sencillo, ya que, ellos, a la cola de todo, tienen un solo club: Club Sportivo Rivadavia M. S. y C. El ganador le daría el privilegio a su comuna de levantar el estadio comunal.

Así fue. Te cuento que todo comenzó con el silbato del árbitro, tal cual como empieza cualquier partido de fútbol, aunque subrepticiamente ese inicio supuso las rivalidades históricas, ensalzando las hipotéticas virtudes de los unos y vilipendiando las supuestas taras infames de los otros. 

Los pocos espectadores que hicimos historia esa tarde -no te olvidés que entre los dos pueblos no sumamos más de seiscientos habitantes- nos repartimos en una alocada ola que ahogaba más por su angustia que por su tamaño. Transcurrido el tiempo reglamentario de juego, el partido estaba cerrado en 2 a 2. 

Como todo futbolero que se precie de tal, al advertir que la trascendencia del evento se iba a definir por tiro desde los doce pasos, todos pusimos el grito en el cielo. Los pingos se ven en la cancha y es de marica ganar un partido a los penales, no me digas que no. 

¿Con qué cara mirás, después, a la gente que con sus ojos te están diciendo puto, ganaron a penales? ¡Eh! No, querido, a penales no. Así que se jugó un alargue. Formalizados los cambios de reglamento, algunos jugadores comenzaron a mostrar síntomas de abatimiento físico. Otra vez el marcador igualado, pero ahora 3 a 3. 

Fue entonces cuando se propuso cambiar las reglas de juego y permitir que gente de las hinchadas pudieran reemplazar a los jugadores afectados físicamente y que el cotejo finalizara cuando uno de los dos equipos ganara por dos goles de ventaja. Como en el barrio, macho: a dos gana.

Se dio un pequeño alboroto, minúsculo si se quiere y la mitad de los jugadores fueron reemplazados por hinchas. El Moncho Galíndez trajo del potrero sus diabluras y puso a Atlético 14 a 13. A un gol de la verdadera victoria -cualquier otro fulbito no contaba en ese momento-. De pronto Sportivo jugó mal al off-side y esta vez el Rata se escapó con pelota dominada. 

La hinchada –o lo que quedaba de ella- contuvo el aliento, con el alma pendiendo de ese jugador que entraba al área a liquidar el pleito; punteó la pelota por encima del arquero, buscando el segundo palo. Todo ese deseo acumulado en nuestras gargantas se cortó de pronto en un silencio irreconciliable con la parábola de la pelota que besaba el travesaño y se iba a morir al techo de la red, ya inútil, ya sin sentido, ya con el árbitro pitando el saque de arco. Rata y la concha de tu madre. A mí me bajó la presión.

Bueno, lo demás ya es conocido. Tres años enteritos, con todos sus días y todas sus noches estuvimos disputando el estadio comunal. Es que si lo pensás bien, ahora, te digo, fue un error no aceptar los penales, de última no hay mal que dure cien años y con el tiempo la gente se olvida de los penales; o me vas a decir que vos te acordás que Brasil ganó el mundial ´94 a los penales. 

No. Te fumás que los brasucas tienen cinco copas del mundo, pero no te acordás que una la ganaron de pedo a los penales. A esa altura nos turnábamos para ir a laburar y así no dejar al equipo sin jugador. También vinieron de pueblos vecinos a darnos una mano, bue, en realidad un par de piernas que traían cada uno de los que iban llegando. 

42 a 41 ganábamos cuando el Rata, ese ser celestial; ese “barrilete cósmico” que tuvo la decencia de nacer de este lado del camino; ese traficante del balón que se sustrae clandestinamente de las defensas más férreas; sí, ese, ese mismo que pateábamos, tuvo la amabilidad de hamacarse en el área y elevarse cual gigante de Tebas para clavar un certero cabezazo al rincón derecho de un pobre arquerito que ni siendo el Hombre Elástico podía llegar. 

La explosión fue total. Una marea humana descendió las tribunas para ingresar al raleado césped y abrazar a esos gladiadores que nos daban la victoria. Un caos de frenesí; llantos; risas histéricas. Y como te dije, yo estuve ahí, nadie me lo va a venir a contar.


¿Lo otro? Y sí, son cosas que pueden pasar. Tres años a hacha y tiza, absorbidos por ese gran partido nos cegó. Con tantas emociones juntas quién iba a prestar atención a las máquinas que hacían movimiento de suelo en esa zona que después se loteo en un fangote. Que se yo. Tampoco me voy a poner en moralista. En el fondo no se puede negar que es un hermoso barrio privado el que se construyó y el hospital comunal puede levantarse en otro lugar. 
Si acá lo que sobra es espacio físico. 

¿Vos sabés algo?, porque dicen que el jefe comunal se llevó una buena tajada de ese emprendimiento inmobiliario. Que importa, yo estuve ahí y lo puedo contar. Una victoria futbolística no se compara con nada y el fútbol tiene esas cosas… a veces sirve para ocultar la verdadera realidad.


Arte: Revista el Gráfico
Diseño|Arte|Diagramación: Pachakamakin

4.08.2013

PRESENTACION DE "SILUETAS"






El 21 de Marzo de 2013, Rodrigo Guidi, Amigo y Colaborador de ADN, presentó su anunciado Libro de Poesías Siluetas. Lejos de las extravagantes disquisiciones que mantienen en vilo la curiosidad del Profesor Golber, Rodrigo Guidi ha logrado un libro inaugural Altamente Original. Una vez finalizada la presentación nuestro Amigo no dudó en transmitirnos lo que había sucedido esa noche, y en sus propias palabras, las Cualidades Creativas de su Primera Obra impresa:

"Con el libro Siluetas intento romper con las estructuras preestablecidas, tanto de escritura como de lectura. Es un matrimonio entre la imagen y la palabra. Los versos están escritos de tal manera que forman un dibujo, una silueta. Además, se distribuyen en el papel de forma tal que algunas poesías se leen de derecha a izquierda, o se entrecruzan los renglones de una hoja a otra. Bajo esta idea, la presentación se generó como una acción multimedia: la lectura del libro se hizo a través de una pequeña intervención teatral (donde dos albaceas de poetas muertos increpaban al autor por plagio); fotografías de nuestra geografía y un cierre con saxo de por medio."
La siguiente es la crónica fotográfica de la Presentación se hizo el Jueves 21 de Marzo en el Restó Rumalé del Hotel Altos Ushuaia. 



Amanecer austral

El Puerto y la Ciudad de Ushuaia


El hotel Altos Ushuaia

Rodrigo Guidi

Luis Cimi, Rodrigo Guidi y Sergio Araque

Tano Facini y Rodrigo Guidi

¿La sombra de la Justicia?

Luis Cimi [izq.] es representante de la Editorial Cultural; 
Sergio Araque, es el Secretario de Cultura Provincial

La presentación multimedia de Siluetas

El actor Manuel Lopez

Manuel López y César Rosso Castellaro en plena actuación.

La enunciación de los cargos contra el Autor...

El público 

Dos albaceas de poetas muertos increpan al autor por plagio...

Diálogo y discusión entre las partes.

Que finaliza cordialmente...

Y la sangre no llega al río...

El Arte ha ganado (y si no ha ganado ha empatado)...

Cimi, Guidi y Araque: artífices.



La hora de las dedicatorias.

Una extensa dedicatoria en uno de los ejemplares.

Mónica Díaz y Rodrigo Guidi

Y continúan las dedicatorias...



Diseño & Diagramación: Pachakamakin




8.26.2012

LA PRESENCIA

Por El Profesor Golber






Nuestro objetivo fue dejar presencia. Sembrar sus fértiles campos con nuestras semillas y retirarnos. Ellos solos harían el resto cuando fuera la época de cosecha. Para ese momento, tal vez un poco antes, daba lo mismo, verían su derrota. El camino silencioso, subterráneo, de las semillas llevaba a una conquista plena sin que ellos, aún con toda la tecnología a su favor, pudieran detener. Sesgar sus campos o inundarlos con una solución salina concentrada hubiera terminado de cuajo con las mies que estaban creciendo; pero eso sería su propia muerte. No se expondrían con un genocidio de esa naturaleza ante el mundo entero. Deberían resignarse y agachar sus cabezas…

Así comenzó su relato Wenceslao (nunca supe su verdadero nombre, por obvias razones). Habíamos acordado reunirnos en el bar de Sarmiento y Santa Fe. Yo venía haciendo un trabajo de investigación sobre la Guerra de Malvinas que luego publicaría en formato de artículo en el diario de la ciudad. Me interesaba hacer un relato cronológico, aséptico, objetivo; en definitiva, una recopilación histórica de los sucesos y nada más (en el fondo, ¿Qué más se podía decir de una guerra perdida?). Cuando el jefe de redacción me hizo la oferta, para mí fue como recibir una bocanada de aire fresco y recuperarme del ahogo que me producía mi trabajo. Sentado en uno de los últimos escritorios de la redacción, mi computadora personal se resistía, empachada, de monótonas crónicas policiales ordenadas en cronológicos archivos. Y esto me daba la oportunidad de hacer algún tajo en mi rutina. Tampoco es que me obsesionara el éxito literario (una historia sobre Malvinas no dejaba de ser una crónica más en el mismo estilo que la práctica ya había transformado en costumbre), pero al menos podía darle a mi pluma ribetes de cronista histórico.

Lo que nunca imaginé es con qué me iba a encontrar. Mi aseptisismo inicial sucumbió a la infección que provoca el germen del interrogante sin respuestas. Y para eso no hay otro antídoto que sumergirse en mares de ansiedad braceando respuestas hasta encontrar la correcta.

Es que a medida que avanzaba en la investigación, una idea empezó a rondar mi cabeza; muy descabellada, por cierto, pero para nada ilógica. Los documentos, artículos y libros consultados, no hacían más que regar mi mente con aguas de sospechas. Los involucrados en la gesta que entrevisté para la ocasión, solían mirarme como si yo estuviera loco y algunos se empecinaban en construir diques de argumentos para contener esas aguas, que a esas alturas ya desbordaban por todos mis poros. Adentrado cada vez más en los sucesos de abril del ´82, sus momentos previos y aún los posteriores, me resultaba incomprensible, hasta raro diría, tanta movilización y propaganda de nuestra parte para una guerra de tan corta duración. Por más que lo buscara no le encontraba sentido a un enfrentamiento bélico entre dos fuerzas tan disímiles, que desde el comienzo hacía presuponer su desenlace. Algo había. Algo se estaba ocultando. Las verdaderas intenciones no estaban en la guerra. Ese silencio posterior a la guerra, salpicado de vez en cuando con algún grito de recuerdo, con alguna escaramuza de verba diplomática; esa carencia colectiva de memoria, casi como destierro de la historia; me decía que algo más debía haber. No tenía dudas. Porque, tampoco, resultaba lógico un rebrote patriótico en estos momentos, más allá de conmemorar sus treinta años (si de reivindicación de actores se trata, se podrían haber conmemorado sus diez o sus veinte años).

Fue entonces cuando apareció Wenceslao y su historia de ribetes épicos.

Por azar había dado con un documento que de manera muy escueta mencionaba una sigla: O.S.A.C. Durante varios días esas cuatro letras me dieron vueltas por la cabeza. El documento, simplemente, refiere: “Autorizamos O.S.A.C. ¿Qué era O.S.A.C.? ¿Qué significan esas letras?

Volví al archivo del Batallón, donde había tomado contacto con el documento, para escrutar sobre su contenido. Es información clasificada y usted no tendría que haber tomado contacto con ella, por favor retírese; me dijo de manera muy seca el Suboficial que me atendió. Las sospechas se transformaron en realidad. La acción bélica fue una cortina de humo para algo más grande y ese algo era O.S.A.C. Ahora debía averiguar que significaba.

Estaba saliendo del Batallón y alguien detrás de mí, con una voz casi inaudible, me dice:

-Operación Salir A Cenar. Es momento que se sepa. Yo me contacto con usted.
No alcancé a darme vuelta que el sujeto había desaparecido por los pasillos del edificio. Su voz quedó resonando en mi cabeza: Operación Salir A Cenar. Es momento que se sepa.

Unos días después recibí un llamado telefónico y quedamos con Wenceslao en vernos en el bar.

¡Debían resignarse! –su voz de nostalgia y satisfacción soltaban las palabras en el aire- Por eso debíamos movernos en silencio; vivir de sombras en sombras y dejar la semilla germinada convirtiendo esa tierra esquiva en una fértil estepa. La guerra fue parte del plan general, pero simplemente como un acto de distracción al verdadero objetivo, la Operación Salir A Cenar. Mientras un grupo de valientes soldados asaltaba las islas y escupía a diestra y siniestra balas de plomo soberano y el inglés imperialista y chupasangre, herido en su orgullo real, creía reagrupar sus fuerzas en una contraofensiva desaguisada; nosotros cruzábamos sus campos sigilosamente, invisibles, imperceptibles, para depositarles en el seno mismo de su sangre real la mancha que nos daría la victoria irrefutable en su destino mediocre. La presencia que teníamos que dejar, le diré, encadenaría sus más bellas flores; salpicaría sus horizontes europeos y les arrancaría sus mañanas en un aborto feroz de la historia...

Wenceslao acariciaba cada palabra que salía de su boca y sus ojos se esparcían en el tiempo en una mirada tan poética como su relato. Veía en el a un hombre apacible pero enérgico.

-No entiendo, Wenceslao, por qué si la verdadera misión fueron ustedes, se ocultó hasta ahora.
-La Operación Salir A Cenar debía guardarse en el más estricto secreto. Era fundamental para su éxito. Las flores del imperio debían ser polinizadas y nosotros fuimos las abejas encargadas de tal misión. Exogamia, amigo. ¿Sabe qué es? -No, no sé; solté, haciendo un esfuerzo por entender.

Cruzar nuestra sangre con la de ellos y esperar que el tiempo haga su trabajo. Toda conquista –reconquista en nuestro caso- deja vencedores y vencidos, teje odios y rencores que imposibilitan el entrelazamiento de los unos con los otros dando lugar a sociedades divididas. En cambio la vinculación de sangre tiende a homogeneizar los componentes sociales. Si los isleños eran mestizados, más temprano que tarde se convertirían en uno de nosotros. Entonces se ideó la operación: mientras les vendíamos humo con la guerra, un comando especial formado por los mejores seductores de nuestro país y adiestrados en la consigna, sedujimos a sus mujeres en una cópula soberana. Cuando lo advirtieron ya era tarde y, derrumbados en su amor propio, comenzaron a llorar el gen argentino que dejaron nuestras flechas cupidescas.
-No salgo de mi asombro, Wenceslao. Es un plan magnífico el que me está revelando; pero no entiendo el silencio. ¿Por qué se sigue manteniendo en secreto?
Ya no, amigo. Treinta años. Una generación necesitábamos, nada más. Treinta Años, amigo. Aquellos primeros hijos compartidos nacieron mitad argentinos y, entre ellos, algunos, formaron familias entre sí. La ecuación es simple: ya empezaban a tener ciudadanos tres cuarto argentinos. Ni la guerra, ni la diplomacia, pudieron lo que pudo el derecho de familia. La savia filiatoria de su árbol genealógico le dio la estocada mortal...
-El ius sanguinis, dije yo emocionado.
…Exacto. El derecho de sangre que es el orgullo real de su existencia, le juega en contra. Después de los sucesos nuestro comando viajó, de vez en cuando, en estos treinta años para llevar una gota más de la pureza nuestra. Hoy podemos gritar que Malvinas fueron, son y serán argentinas y usted será el encargado de revelar esta historia…

Después me dio algunos pormenores de cómo llevaron a cabo la misión, aunque me pidió reserva en los detalles. La Operación Salir A Cenar se puso en marcha algún tiempo antes del ´82 y continuó hasta nuestros días. Aparentemente cuando la corona entendió que había perdido las islas, negociaron una salida decorosa. De ahí esa dialéctica discursiva entre ambos gobiernos; los pedidos internacionales de una solución pacífica y el cierre de la historia con el referéndum del año que viene que tiene un resultado cantado: si los isleños son argentinos, el voto está definido y el imperio haría la pantomima de aceptar la voluntad de aquellos fueguinos.

Exogamia; un arma biológica que ellos no esperaban. Ataca sigilosamente étnica, social, cultural y luego políticamente. Lo hicieron muchos países invasores. Lo hizo Gran Bretaña entre sajones y normandos. Al sur del sur la historia le jugó en contra.



Portada: Ilustración de Oscar Chichoni
Diagramación & DG: Pachakamakin

7.22.2012

EL GRINGO TORNICH


Por El Profesor Golber





El tema es cuando la cosa toma estado público y lo del gringo Tornich no escapa a esa lógica.


La noticia saltó anoche en radio, te cuento. Y como todas las noticias con un trasfondo escabroso, se extendió rápidamente por todos los ámbitos futboleros y no futboleros, ávidos estos últimos de escándalos con los que dañar la ya de por sí dañada imagen de un deporte que cada vez tiene menos de deporte y más de negocio. Parece, te digo, que el afamado centre forward del arrollador San Palomino de Laverni -equipo que disputara 17 veces la final de copa sin ganarla nunca- el gringo Tornich, ¿Te acordás?, fue denunciado ante el Fiscal de turno por falsedad ideológica de documento público. Si se comprueba el delito, el gringo Tornich, sufriría la máxima sanción penal. Ahora, como hay gente mala, y vos sabés que sí las hay, ya empezó la carroña y la prensa mal intencionada, ávida de escándalos, ya está diciendo que esto es una cortina de humo para tapar otros problemas del San Palomino, ya que toda vez que al gringo se le dio un penal, el solito se encargó de malograrlo.

Escuchá bien, que te cuento. Cuando el gringo llegó al clú hace algunos años atrás, inmediatamente todos supimos que era un jugador que prometía: prometía jugar el fin de semana, prometía ir a los entrenamientos, prometía bañarse. Lo que nunca nos imaginamos o tal vez no quisimos ver, obnubilados por su endiablada gambeta inconducente que le acarreaba los insultos de la tribuna, es qué tan lejos podía llegar. Y fue bastante, te digo: es el centre forward que más off sides le han cobrado en la historia del clú.

Yo sé que se le puede criticar su extravagancia en el juego, que más de una vez nos ha dejado perplejos en el tablón al no encontrar insulto que comprendiera su accionar; como aquella vez –te acordás- que se fracturó el mentón al arrojarse en palomita tras un centro al rastrón del wing derecho. Pero ¡Ojo!, nunca, nadie, podrá negar que es un jugador de los que le gusta a la barra; que es un tipo siempre atento a las sugerencias que los muchachos le hacíamos y que siempre estuvo dispuesto a colaborar con el sostenimiento económico del grupo que seguimos al clú a donde fuera.

El gringo Tornich tiene esas cosas. Vos sabés. De a momentos balancea su cintura, de un lado al otro, cruza su pierna derecha de adentro hacia fuera por encima del esférico y sale jugando por el lado contrario al que había amagado, desprendiendo virutas de césped y generando el clamor de las gargantas apasionadas en ese grito de guerra futbolístico que es el ¡Ooolee!; para después comprarse todos los boletos a la concha de su madre porque el tarado se enreda con la pelota y cae simulando ser un bicho bolita que rueda hasta los confines de la vergüenza. El gringo Tornich tiene esas cosas; no me lo niegues.

Ahora, nunca, jamás, vamos a permitir que lo traten de delincuente. No vamos a negar, tampoco, que robó algunos años en el clú. Pero qué jugador de su trayectoria no lo hace. Tampoco nos rasguemos las vestiduras, cuando Lothar Matthäus terminó jugando de zaguero central para facturar unos años más. Decí cualquier cosa, menos que el gringo Tornich sea un delincuente.

Ahora viene la cosa, y por eso te digo que la prensa es mal intencionada. Su desgracia empezó cuando a Yuseppe Portaluppi, presidente del clú, viste, se le ocurrió la genial idea de que la voz del estadio leyera, antes de cada match, la formación inicial del equipo, el 11 inicial como dicen ahora. La intención de Yuseppe era que el público, rebosante de alegría, aplaudiera y ovacionara uno por uno a los gladiadores del San Palomino de Laverni. Nunca imaginó –o sí, no sé- que estaba cavando la tumba al gringo Tornich, que con su lectura de la formación abría las puertas del cadalso para este nueve generador de odios y amores.

Así comenzó su derrotero que lo llevaría hasta el perchero del vestuario y, ahí, colgar sus botines como insignia de la derrota.

Aquel día fatídico la voz del estadio cumplió su mandato. “Estos son los 11 jugadores que enfrentarán al Deportivo Buen Orden” y lanzó como ráfaga los 11 apellidos: “Giardanelli, Sabatella, Peppino el payaso y Croccianelli; Daponte Guidi y Nacionale; Giuliano, Tessandori, Mastrogiussepe y el gringo Tornich”. Las ovaciones callaron súbitamente. El silencio se hizo espeso hasta que una spika, con sus pilas incluidas, pegó de lleno en el rostro del gringo Tornich y lo dejó tirado en el verde césped con los brazos extendidos en cruz; aturdido más por la voz del relator que seguía saliendo de la radio que por el golpe. Y el desastre se desencadenó en la popular. No hubo forma de pararlo. Y no era para menos, te digo.

De golpe se cubrió el cielo con una lluvia de piedras, cascotes, te diría, que caían en el rectángulo deportivo. Y la lluvia, viste que si es de verano, es traicionera; se transformó en tormenta y se empezaron a mezclar con las piedras los cilindros de rollos de papel de la máquina calculadora, algunos para avalanchas y el petiso Gómez que fue usado como lanza (sabés que al petiso, por su flexibilidad, siempre lo utilizamos como objeto de arroje. Además, años en esta práctica, le dieron la habilidad de direccionar su vuelo hacia el objetivo aunque este zigzagueara en la huida).  

Y bueno. La bataola ya estaba en marcha y como hacés para parar a la masa cuando está enardecida. Ni la montada la para. Ahora, de verdad verdadera y siendo sincero, habría que matarlo a ese hijoputa. No nos podía hacer esto. Mirá que le perdonamos toda, pero esto no. Lo perdonamos aquella vez que solito en el área chica, arco desguarnecido, le pegó andá saber con qué, con el talón, no sé, y la tiró por arriba del horizontal, dejándonos con la ilusión de otro campeonato que se nos escapaba. ¡Eso le perdonamos! Pero esto, jamás. Es que, cuando se dio la formación del equipo, ahí caímos todos en la cuenta. Escuchá, escuchá: Giardanelli, Sabatella, Peppino  y Croccianelli; Daponte Guidi y Nacionale; Giuliano, Tessandori, Mastrogiussepe y el gringo Tornich. ¡¿Te das cuenta?! Ahí nos dimos cuenta. El gringo no es gringo, es austríaco. Claro, la emoción porque el clú compraba al gringo Tornich, que venía de Sporting Bombal, no nos dejó ver que en el campo le dicen gringo a todo extranjero que habla otro idioma distinto al castellano y sus papás venían de Friesach, un pueblito al sur de Austria. El gringo, que es austríaco, deshonraba la memoria de los fundadores del clú que querían un equipo de la comunidad italiana, y no de gringos truchos.

Todo fue de mal en peor. Viste que toda gresca nos iguala, nos emparenta; en el medio de la belicosidad no hay clases sociales ni ideología (ves, esto es algo que la sociología debería analizar), somos todos uno unidos por el blanco elegido. Pero bueno, cuando la solidaridad es ficticia no pasa mucho tiempo para que se rompa. Como toda alianza forzada, en la popular comenzaron a aparecer voces disidentes, manos disidentes, diría yo, que dejaron de arrojar objetos y petisos contra la humanidad del gringo Tornich –que para esa altura sangraba por los cuatro puntos cardinales producto de la certera puntería de los muchachos- y trajeron sobre tablas viejos odios y rencores entre las dos facciones de la hinchada.

Dos muertos y 43 detenidos, todos del lado del bando del gordo Gianfranco. Entre los detenidos está el gordo y de ésta seguro que no zafa; yo le calculo entre quince o veinte que le bajan. Y bueno, en el fondo, hay que agradecerle al gringo Tornich, porque si no hubiera sido por su truchada no nos hubiéramos sacado de encima a la bandita del gordo, que tanto mal le hacía al clú. 

Después la prensa cipaya se encargó de desvirtuar lo sucedido. Tiraron mentiras a diestra y siniestra; dijeron que nosotros sabíamos que el gringo no era gringo; que Tornich no valía un millón de dólares; que el clú no tenía esa plata y que la había puesto un cogotudo para blanquear sus ingresos. Llegaron a decir, los irresponsables, que parte de esa guita fue usada para armarnos y que nosotros –mirá lo que dijeron- formamos una especie de guardia imperial del cogotudo. Fijate hasta donde llegaron, decime con que cara miro a mis hijos; son unos irresponsables, está bien que algunas veces que él no los pidió, le dimos una mano; pero de ahí a que somos sus matones, es mucho, es mucho.

Ahora, como te digo una cosa, te digo la otra, también, eh. El gordo tenía los días contados y Tornich fue la excusa perfecta, nos vino como anillo al dedo. Después para él se aclaró todo, nunca mintió ni había fraguado su partida de nacimiento. Pero el fútbol tiene esas cosas: a veces hay que sacrificarse por el clú.


FIN

Portada: Fotografía Revista El Gráfico
Diagramación & DG: Pachakamakin



 









6.20.2012

MENTIROSOS, CHANTAS Y ESCARABAJOS

Por El Profesor Golber





Hace unos días iba camino al médico cuando me topé con Harold Camping. Para quienes no sepan quién es este señor, les comento que es un célebre numerólogo que por medio de esta ciencia interpreta las Sagradas Escrituras. Principalmente su preocupación es el Apocalipsis. Primero predijo el fin del mundo para el 21 de Mayo de 1988. Cuando esa fecha falló, publicó una obra titulada ¿1994? donde afirmó que, según sus cálculos, la historia iba a terminar el 6 de Septiembre del 1994. Reevaluando los números, las dos últimas profecías de su repertorio fueron el 21 Mayo del 2011 y como no sucedió nada corrió la fecha al 21 Octubre del mismo año.

-Amigo Harold, le digo, ¿Qué pasa?, ¿Vamos a tener fin del mundo, o no?
-Y bueno, Golber, me respondió. Nadie es perfecto, ni tampoco se puede pretender perfección en esto de pronosticar el fin del mundo. Desde que irrumpieron las Universidades el Apocalipsis dejó de ser una ciencia exacta.

Cuando intentaba darme un nuevo pronóstico, lo deje raudamente como se deja a un mentiroso y me fui corriendo al médico porque ya estaba cerca de la hora del turno. Hace un tiempo que me duele muchísimo la espalda.

-Tiene el chasis ladeado, me dijo el doctor.
-Sí, sufro de escoliosis, contesté.
-No querido Golber, lo suyo es otra cosa -me dijo irónicamente y con voz de predicador soltó:- la columna vertebral une la cabeza con la pelvis formando un doble arco que simula un eje. Está formada por 33 vértebras, a las que hay que sumar 550 músculos, 400 ligamentos y tendones que nos proporcionan estabilidad. Además la columna protege la delicada médula espinal, donde reside la alegría de la vida. La estabilidad y la sujeción son dos dones que la columna vertebral regala a nuestro cuerpo. Es por ello que situaciones de inestabilidad y caída del ánimo, provocan de manera directa que la columna se queje en formato de dolor.
-Mire Doctor, yo la única caída que tengo es la de la otra vez por la escalera. Me parece más razonable esa caída para que mi columna se queje que una caída del ánimo.
-No señor, siguió el facultativo: la columna es el eje central de nuestro tronco, de manera que cuando polarizamos demasiado hacia un aspecto de la realidad, como por ejemplo hacia el lado femenino, que todos tenemos, negando el masculino o al revés, este eje se tuerce.

Lo que me faltaba. Soy gay porque tengo la columna torcida (…yo sabía lo de barba candado…). Salí del consultorio médico pensando si no sería mejor, más humilde, reconocer que algo no sabemos en lugar de dar disparatadas respuestas o pretender intelectualismo. Pero es cierto, lo que yo pido es muy difícil, por eso les recomiendo el trabajo de mí autoría en donde explayo las bondades no explotadas del cascarudo al ser un insecto que no reconoce sus propias limitaciones. Fácticamente es imposible que este bicho vuele teniendo alas tan chicas en comparación con su cuerpo y sin embargo insiste en cortos vuelos que siempre culminan contra todo objeto contundente que se le presenta al paso y una serie de chichones que lo alientan a remontar vuelo otra vez.

A la conclusión que arribo en ese ecuménico trabajo, y que la Asociación Amigos del Cascarudo Toro reivindica, es que en la línea de evolución natural este insecto ha logrado llegar al nivel mayor y transmutar en célebres personajes que, ignorantes de sus limitaciones, insisten en ocupar espacios que le son esquivos (hay actores, cantantes, profesores, deportistas, profesionales, políticos, etc., y que cada uno de ustedes ya debe haber reconocido. Yo no voy a decir quiénes). Un beso.


Diagramación & DG: Andrés Gustavo Fernández