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4.16.2012

EL UNIVERSO COMO HOLOGRAMA MULTIDIMENSIONAL [2/2]

Por Raúl Corral Quintero [*]




Pribram se siente muy interesado por el hecho de que Böhm, a partir de un punto de vista distinto, haya llegado a conclusiones similares a las suyas. Al comentar la labor de  Böhm, Pribram formula la hipótesis de que tal vez la cualidad borrosa que presenta la realidad en el plano subatómico no sea más caótica o aleatoria que el torbellino sin sentido que se observa a simple vista en un holograma antes de que se haga pasar por él un rayo láser. Pribram avanza hasta postular que tal vez incluso en un nivel asequible para nuestras percepciones la realidad objetiva sea holográfica y pueda ser considerada nada más que como un «dominio de la frecuencia». Esto significa que quizás ni siquiera el mundo que conocemos está formado por objetos.

Nosotros podríamos consistir en mecanismos sensores que se mueven a través de una vibrátil danza de frecuencias. Pribram sugiere que la razón por la cual trasladamos esa vibrátil danza de frecuencia a la solidez y objetividad del universo tal como lo conocemos, reside en que nuestros cerebros operan con arreglo a los mismos principios holográficos que rigen la danza de frecuencias y es capaz de convertirlas en una imagen, en forma muy similar a como un receptor de TV convierte las frecuencias que recibe en una imagen más coherente.

En apoyo a su hipótesis de que nuestros sistemas perceptuales funcionan con arreglos a frecuencias, Pribram señala que existen pruebas indiscutibles de que nuestros sistemas visuales son también sensibles a las ondas sonoras. Sólo en el reino holográfico de la conciencia, sugiere Pribram, esas ondas son clasificadas y convertidas en percepciones convencionales.

Pribram subraya que, incluso en el nivel celuar, tanto los animales como los seres humanos son sensibles a una amplia gama de frecuencias que no necesariamente traducimos a percepciones. De ello concluye que nosotros no creamos realidad ni nos limitamos meramente a recibirla. Pribram escribe: "Creo que el cerebro genera sus propias construcciones e imágenes de la realidad física".

Pero al mismo tiempo las genera en tal forma que entran en resonancia con lo que realmente existe allí [8]. 
Böhm considera que incluso la vida misma presenta aspectos de un orden implicado inscritos en toda ella, por ejemplo, de acuerdo con los acontecimientos biológicos convencionales, una semilla contiene una cantidad muy pequeña de la sustancia material real que estará contenida finalmente en la planta que crecerá de ella [9]. La mayor parte de sustancia de la planta viene del suelo, del agua, del aire y de la luz solar. De acuerdo con las teorías modernas, lo que la semilla realmente contiene es información bajo la forma de ácido desoxirribonucleico (ADN) y de alguna manera es esta información lo que dirige la acción del ambiente para que forme la planta correspondiente.

Sin embargo, al ser la planta formada, mantenida y disgregada por el intercambio de materia y energía con su ambiente ¿En qué punto podemos decir que hay una distinción tajante entre lo que está vivo y lo que no lo está? Del mismo modo, cuando una molécula de dióxido de carbono cruza de pronto el límite de una célula y entra en una hoja, no empieza a vivir en forma súbita, ni tampoco una molécula de oxígeno muere de golpe cuando la hoja la expulsa a la atmósfera. Según lo entiende 
Böhm, esa falta de límites entre lo que está vivo y lo que no lo está subraya de nuevo la inoperancia de un enfoque estrictamente mecanicista del universo. En vez de tratar de dividir el universo en partes que están vivas y partes que no lo están, es preferible el enfoque que ve al universo como una totalidad continua, en la cual tanto las cosas vivientes como las que no viven constantemente se pliegan y se desenvuelven.

Podría decirse que en el suelo, en el aire y en el agua existe un conjunto de átomos que finalmente se convertir án en una planta. Según el punto de vista común, no puede decirse con propiedad que estén vivos, pero a juicio de 
Böhm es posible que el orden que identificamos como viviente ya se encuentra implícito en aquellos átomos incorporados al super-holograma de la realidad, tal como el orden que reconocemos en la gota de tinta está ya plegado a la glicerina.

¿Qué queda, desde esta perspectiva, del problema mentecuerpo? Según lo ve 
Böhm si el universo es no local en un nivel subcuántico, esto significa que la realidad es, en última instancia, un tejido sin costura y que sólo nuestros propios modos de pensar nos llevan a dividirla en categorías arbitrarias como «mente» y «cuerpo», lo cual nos conduce también a estimar que la vida está fundamentalmente separada de la no vida. Para Böhm no hay dualidad porque ambas categorías son secundarias y derivadas, y están incluidas en un fundamento común superior.

Esta ausencia de separación entre mente y cuerpo, afirma 
Böhm, puede conducir a nuevas evaluaciones de nosotros mismos y nuestro rol en el universo, por ejemplo, si el universo es holográfico y cada cerebro humano «penetra» en otro cerebro humano (y ciertamente en toda otra partícula del universo), en algún nivel que está más allá de la experiencia subjetiva común, la raza humana bien podría consistir en un solo organismo. Pero respecto a la posibilidad de que esta situación de interconexión pueda introducir fenómenos similares a la Percepción Extrasensorial (PES), Böhm se manifiesta muy cauteloso: "Personas distintas que de algún modo están sintonizadas entre sí pueden desarrollar nociones comunes a ambas al mismo tiempo. Esto casi no podría diferenciarse de lo que entendemos por telepatía» [10]. En rigor, Böhm cree que si lo paranormal existe, "sólo es posible comprenderlo por referencia al orden implicado, puesto que en ese orden todo está en contacto con todo y, en consecuencia, no hay ninguna razón intrínseca para que lo paranormal sea imposible" [11].

Así pues, 
Böhm cree que algún día podría ser factible para la gente percibir el fundamento común, superior y multidimensional en el que la conciencia y la materia ya no estén separadas y, en esencia, sean una suerte de "mente del cuerpo". Dónde o cómo puede ser percibido ese plano superior, Böhm no lo sabe, sólo dice que "es una realidad más profunda y más hacia dentro" que "no es mente ni cuerpo, sino más bien una realidad dimensional aún más alta" [12]. Böhm no podría decir cuántas dimensiones tendría esa realidad más alta; sin embargo, sugiere que en el nivel super-holográfico el universo podría tener tantas dimensiones como partículas subatómicas hay en nuestro mundo tridimensional, es decir, una cantidad aproximada de 10 a la 89. Incluso, afirma Böhm ese nivel super-holográfico podría no ser más que una "mera etapa" más allá de la cual existe "una infinitud de nuevos avances" [13].

¿Qué otros rasgos podrían caracterizar semejante fundamento común más alto y multidimensional? 
Böhm escribe que: "Es vasto y rico, y está en permanente estado de plegarse y desplegarse, dotado de leyes que en su mayoría sólo son vagamente conocidas" [14]. Pero debido a que la conciencia y la materia, la vida y la no vida son una y la misma cosa, su totalidad misma debe ser entendida como dotada de esas cualidades. En otras palabras, la naturaleza misma debe ser vista como un organismo viviente y dadas las diversidades y la riqueza de formas que el super-holograma perpetuamente derrama, es válido concluir que "tiene propósito" y posee una "intencionalidad profunda". Toda la creatividad y la capacidad de intuición profunda que nosotros mismos experimentamos también deben ser vistas como una derivación de ese fundamento común. En este sentido, podríamos decir que la naturaleza nos ha hecho ir en busca de ella misma.

Tal vez por eso exista en todos nosotros un profundo impulso hacia la comprensión del universo. Por lo tanto, ya no sería correcto seguir hablando del nivel multidimensional de la naturaleza como si se tratara de un plano material, más bien, concluye 
Böhm,  "se le podría llamar, con igual propiedad, Idealismo, Espíritu, Conciencia. La separación de dos elementos (la materia y el espíritu) es una abstracción. El fundamento es siempre uno" [15].

La reacción ante los puntos de vista de 
Böhm es variada. Algunos investigadores como el físico Terry Clark de la Universidad de Sussex hablan acerca de Böhm en términos muy respetuosos: "Para nosotros, los más jóvenes, Böhm fue una inspiración al tratar de salir de esos cerrados puntos de vista filosóficos que la escuela de Böhr fundó en las décadas de 1920 y 1930, y las siguientes" [16]. Muchos científicos critican lo sostenido por Böhm.  El físico Abner Shimony de la Universidad de Boston dice: "Es necesario tributarle un enorme respeto y abrirle amplio crédito por sus importantes realizaciones en el campo de la física; pero si uno se empeña a fondo en entender sus ideas y aún así no lo consigue, uno no puede menos que remitirse a su propio juicio" [17]. Lo que Shimony le critica a Böhm es que todavía no haya ofrecido la formulación matemática clara de sus teorías. Otros argumentan que las ideas de Böhm todavía no son suceptibles de ser sometidas a demostración experimental, la cual constituye la prueba de fuego de toda teoría científica.

De cualquier modo, 
Böhm conserva su optimismo. En toda su obra pone en relieve que a su teoría le falta mucho para estar completa y que la base matemática sólo es tentativa. Señala que así como se idearon métodos que por fin permitieron poner a prueba la conjetura de Einstein-Podolsky- Rosen, también se han de elaborar técnicas que permitan a los investigadores probar o refutar las especulaciones de Böhm sobre la existencia de una realidad subcuántica. La mayoría de los físicos, sin embargo, no presentan atención a la obra de Böhm porque se basan en la convicción de que más allá del "cuanto" no hay nada. Rechazan tajantemente la posibilidad de lo contrario.

Debido a que la ciencia humana está capturada por el "Síndrome del Límite" y a que aún no hemos encontrado una comunicación instantánea entre objetos separados por el espacio y el tiempo, los conocimientos actuales sostienen que la comunicación instantánea nunca puede ocurrir. Esta es, entonces, una de las lecciones más importantes que pueden extraerse de la tarea de 
Böhm al margen de los detalles específicos de su teoría, está el hecho de que él es una voz que disiente y uno de los pocos físicos de reconocido nivel con valor para poner en juego su "prestigio" por la convicción de que en el reino subatómico suceden más cosas que las explicadas por la teoría actual.

CONCLUSION
El mensaje de la obra de Böhm está en su sugerencia de que para comprender a fondo los fenómenos del mundo subatómico debemos empezar por adoptar una concepción totalmente nueva de lo que es el "orden". Esa comprensión supone pasar de lo mecánico a lo holográfico, es decir, al punto de vista de que un fenómeno puede ser entendido no tanto si se examina por sus partes, sino cuando se estudia desde su totalidad, que es más que la suma de aquéllas. Según vemos, también en otras ramas de la ciencia están apareciendo sugerencias acerca de esta nueva forma de concebir el «orden».


Ilustración: Robert Scharein
Diseño Gráfico: Andrés Gustavo Fernández


CITAS:
[*] Raúl Corral Quintero. 
Profesor-investigador de tiempo completo de la UAM-Iztapalapa.

[8] Wiktor Osiatynski, Contrast: Soviet and American Thinkers Discuss the Future, Nueva York, Macmillan, 1984, págs. 70-73.
[9] Idea que nos recuerda el devenir que postulara Carlos Marx en el desarrollo de su diálectica, a saber, "el ser y no ser de las cosas".
[10] Gliedman, op. cit., p. 72.
[11] David Bohm
Webwe, Renée: The Physicist and the Mystic, Is a Dislogue Between Them Possible?, en Ken Wilbur, The holographic and Other Paradoxes, Boston, Massachusetts, New Science Library, 1982, pp. 35-43.
[12] Böhm: op. cit., p. 209.
[13] Ibid., p. 213.
[14] Ibid., p. 185.
[15] 
Böhm, David y Renée Weber: Nature as Creativity, Revision, 5 No. 2, Otoño 1982, p. 40.
[16] Temple, Robert: David Bohm, New Scientist, Noviembre 11, 1982, p. 364.
[17] Gliedman, op. cit., p. 115.



 BOHM, David. Wholeness and the implicate order, Londres, Routledge and Kagan Paul.
 BOHM, David y WEBWE, Renée: The Physicist and the Mystic - Is a Disloque Between Them Possible?, en Ken Wilbur, The holographic and Other Paradoxes, Boston, Massachusetts, New Science Library, 1982.
 GLIEDMAN, John. Mind and Matter, en Science Digest, Marzo de 1983.
 PRIBRAM, Karl. Languages of the Brain, comp. G. Globus y otros, Nueva York, Plenum, 1971. 



12.22.2011

EL UNIVERSO COMO HOLOGRAMA MULTIDIMENSIONAL [1/2]


Por Raúl Corral Quintero [*]


Durante siglos, los físicos han trabajado con la ilusión de que el universo es una máquina gigantesca que podemos comprender desarmándola y ensamblándola cada vez que se quiera. Pero aunque el universo esté infinitamente interconectado, existen ciertos fenómenos (por ejemplo, los sistemas subatómicos) para los cuales ciertos enfoques y modelos teóricos han perdido validez. Debido a esto, David Böhm [1] concluye que las correlaciones entre las partículas subatómicas indican que estamos cerca de un nuevo y revolucionario concepto de "orden". Un concepto según el cual el universo ya no debe ser entendido como una máquina ni mediante la relación lineal causa-efecto,sino como un holograma multidimensional [2].


Un holograma es una fotografía tridimensional confeccionada con ayuda de un rayo láser. Para producir un holograma, los científicos primero proyectan un haz láser hacia un objeto y a continuación hacen rebotar un segundo haz láser en el reflejo de la luz del primero. Lo que se registra en un trozo de película para crear un holograma es el patrón de interferencia creado por los dos haces láser. A simple vista, la imagen registrada en ese trozo de película es un torbellino carente de significado; pero si a través de la película revelada se proyecta otro haz de láser, la imagen reaparece en toda su plenitud original y tridimensional. Además de ser tridimensional, la imagen registrada en un holograma difiere de una fotografía convencional en un sentido muy importante.

Si se corta una fotografía normal por la mitad, cada parte contendrá sólo la mitad de la imagen contenida en la fotografía original. Esto se debe a que cada diminuta sección de la fotografía, tal como cada punto de una pantalla de televisión en color, contiene nada más que un sólo bit (fragmento) de información de la imagen entera. En cambio,si se corta un holograma por la mitad y se proyecta un haz de láser a través de una las secciones, se comprobará que cada mitad contiene la imagen completa del holograma original. Cada diminuta parte del holograma contiene no sólo su propio bit de información, sino también todo otro «bit» de información correspondiente al resto de la imagen; en consecuencia, se puede cortar un holograma en pedazos y cada porción individual contendrá una versión borrosa pero completa de la imagen entera. Dicho de otro modo, en un holograma cada parte de la imagen interpenetra todas las demás partes, de la misma forma que en el universo no local pensado por Böhm todas sus partes se interpenetran.

Si Böhm está en lo cierto en sus conjeturas y el universo es un gigantesco holograma multidimensional, semejante orden holográfico subyacente no puede menos que tener profundas consecuencias para muchas de las nociones de la realidad basadas en el sentido común, por ejemplo, en un universo holográfico el tiempo y el espacio ya no serían considerados fundamentales debido a que el universo sería entendido como poseedor de un nivel más profundo, donde conceptos como el de "localización" pierden su consistencia; el tiempo y el espacio tridimensional, como las imágenes del pez en los receptores de televisión, tendrían que ser vistos como proyecciones de este nivel más profundo.

Dicho de otro modo, en el super-holograma del universo el pasado, el presente y el futuro se pliegan estrechamente entre sí y existen en forma simultánea. Esto sugiere que incluso sería posible, alguna vez, rescatar del olvido el pasado más distante a partir de la noción del universo como un súper-holograma [3].

En la década de 1960, mientras Böhm miraba un programa científico televisado, él descubrió otra metáfora que permite visualizar un orden plegado. En dicho programa, el relator presentó un interesante fenómeno en que intervenían una gota de tinta y un jarro de diseño especial que contenía un cilindro rotativo y un estrecho espacio relleno de glicerina. Primero, el narrador depositó una gota de tinta en el cilindro. A continuación, hacía girar una manivela por cuyo efecto el cilindro rotaba y la tinta quedaba plegada a la glicerina hasta desaparecer. Empero, cuando se hacía girar la manija en sentido contrario, la gota original de tinta reaparecía como si se desplegara de la glicerina y recobraba su forma inicial. Este hecho ofreció a Böhm una metáfora para explicar con exactitud el tipo de proceso que conceptualizaba [4].

En términos de tiempo, el universo tal como lo percibimos, con su sucesión de momentos aparentemente separados, sería la gota de tinta una vez que la manija la haya estirado hasta untarla bajo forma de una larga cinta. No somos capaces de percibir que el tiempo en el nivel del super-holograma posee una estructura coherente y continua, debido a que esa estructura está plegada o implicada en el nivel del universo que conocemos "secretamente". El tiempo y el espacio tridimensional no son, a juicio de Böhm los únicos procesos que se entienden mejor si se los ve como plegados y desplegados al interior y al exterior del "orden implicado".
EL ORDEN IMPLICADO Y SU CONEXIÓN CON LA MENTE HUMANA 

Tal vez el aspecto más enigmático de la teoría de Böhm es la forma en que puede aplicarse a nuestra comprensión de la mente humana. Según él ve la cuestión, si cada partícula de la materia se interconecta con todas las demás, el cerebro mismo puede ser visto como infinitamente interconectado con el resto del universo. Böhm cree que semejantes interconexiones, ante cuya concepción misma la mente vacila, podrían incluso proyectar luz sobre el La respuesta de la ciencia es que no existe ninguna distinción última entre mente y cuerpo. Conciencia es sinónimo de cerebro y aun cuando el cerebro muere, todas aquellas cosas que asociamos a la conciencia (la percepción de nosotros mismos y de otras cosas, los actos del entendimiento, etc.) mueren con él. El punto de vista opuesto sostiene que somos más que la suma de nuestras partes y que cuando morimos algún aspecto de nuestra conciencia sobrevive. 

Si aceptamos esta perspectiva, ahora la pregunta sería la siguiente: ¿qué es ese "algo" que sobrevive? Un gran pensador que articuló con inusitada claridad en qué podría consistir ese "algo" fue el filósofo y matemático René Descartes. Descartes describió la materia como "sustancia extensa". Evidentemente por "sustancia extensa" Descartes entendió la materia como algo que está hecho de distintas formas y existe en el espacio. En contraste con esto, dijo que la conciencia es "sustancia pensante" y al establecer una distinción tan nítida entre ambas, consideró claramente que las distintas formas que se presentan en el pensamiento no tienen extensiones o separaciones en el espacio tal como lo conocemos. 

Böhm se muestra particularmente interesado en esa distinción y señala que las diferencias que Descartes establece entre conciencia y materia son precisamente las mismas que él señala entre el orden implicado y el orden explicado; sin embargo, Böhm observa: "Es difícil decir mucho acerca de facultades tan sutiles como éstas" [5]. No obstante, Böhm cree que mediante las reflexiones y el examen cuidadoso de lo que sucede en algunas experiencias es posible obtener nuevas y valiosas claves acerca de la probable conexión entre la conciencia y el orden implicado. 

Böhm sugiere, por ejemplo, que consideremos el proceso que se opera cuando se escucha una bella composición musical. En algún momento dado, es posible que sea ejecutada una sola nota, pero de alguna manera la mente conecta cada nota en el seno de una sensación de totalidad. 

Según Böhm, uno no experimenta la realidad de la pieza entera aferrándose al pasado o comparando alguna nota determinada con el propio recuerdo de las anteriores. 

Más bien cada nota causa una "transformación activa" de lo que hubo antes. Dice Böhm: "Uno puede así obtener una sensación directa de la forma en que una secuencia de notas se pliegan en muchos niveles de conciencia y de cómo en cualquier momento dado las transformaciones que fluyen de tantas notas plegadas se penetran y se mezclan entre sí para dar origen a un sentimiento inmediato y primario de movimiento" [6]. Böhm sugiere además que ésta es una manera en que cada uno de nosotros adquiere experiencia de primera mano acerca de la naturaleza holográfica e implicada de la conciencia. Esta no es la única prueba disponible que sugiere la posibilidad de que la conciencia sea holográfica. 

Trabajando simultáneamente y sin tener contacto directo con David Böhm durante los años de 1970 a 1980, el neurofisiólogo Karl Pribram de la Universidad de Stanford propuso también un modelo holográfico de conciencia. En apoyo a sus conclusiones, Pribram menciona pruebas de que la memoria no aparece localizada en ningún área particular o célula individual del cerebro, sino que parece distribuirse de tal manera que coincide con la totalidad del cerebro. Uno de los avances fundamentales de la neurofisiología ha consistido en el descubrimiento de relaciones directas entre ciertas áreas cerebrales y funciones corporales específicas. Se han descubierto así centros del habla, de la visión, etc.; sin embargo, ya en la década de los años veinte, el neurofisiólogo Karl Lashley había establecido que el daño cerebral parcial no impedía a una persona ejecutar funciones controladas por las partes faltantes. Cuando una de las áreas localizadas era destruida, se alteraban las funciones de los órganos sensoriales regulados por ella; sin embargo, Lashley descubrió que el funcionamiento de nivel superior, como en el caso del recuerdo de acontecimientos específicos, no era perturbado. Hoy neurofisiólogos como Pribram interpretan ese fenómeno como prueba de que las estructuras responsables de memorizar y recordar no están localizadas en ninguna parte específica del cerebro, sino que se distribuyen por cualquier zona del mismo en forma muy parecida a como la imagen de un holograma está comprendida en todas las partes de éste [7].






CITAS:
[*] Raúl Corral Quintero. 
Profesor-investigador de tiempo completo de la UAM-Iztapalapa.


[1] David Böhm Físico teórico y ayudante de Albert Einstein. Profesor de la
Universidad de Princeton. Publicó una explicación acerca de los mundos que a su juicio existen más allá del «cuanto» y sus asombrosas sugerencias sobre lo que pueden ser esos mundos. Böhm entabló una gran amistad con Jiddu Krishnamurti en 1961 y esa relación
parece haber tenido un importante efecto sobre el pensamiento de aquél, pues lo ayudó a desarrollar más aún sus ideas sobre las variables ocultas. De esta nueva evolución resultó en 1981 la publicación de su libro Wholeness and the Implicate Order, que contiene ideas más recientes sobre lo que las correlaciones entre las partículas subatómicas sugieren acerca del universo.
[2]  Böhm, David, Wholeness and the implicate order, p. 145-47.
[3] Gliedman, John. Mind and Matter, en Science Digest, Marzo de
1983, pág. 70.
[4]  Böhm, op. cit., p. 13
[5] Ibid., p. 198. 
[6] Ibid., p. 199.
[7] Véase Pribram, Karl, Languages of the Brain, comp. G. Globus y
otros, Nueva York, Plenum, 1971; Karl Pribram, Consciousness and
the Brain, Nueva York, Plenum, 1976.



 BOHM, David. Wholeness and the implicate order, Londres, Routledge and Kagan Paul.
 BOHM, David y WEBWE, Renée: The Physicist and the Mystic - Is a Disloque Between Them Possible?, en Ken Wilbur, The holographic and Other Paradoxes, Boston, Massachusetts, New Science Library, 1982.
 GLIEDMAN, John. Mind and Matter, en Science Digest, Marzo de 1983.
 PRIBRAM, Karl. Languages of the Brain, comp. G. Globus y otros, Nueva York, Plenum, 1971.




7.12.2010

EXPLORANDO LAS GRIETAS DE LA GEOMETRIA SAGRADA


Por Gustavo Fernández



Ya he perdido la cuenta de ensayos, artículos e investigaciones de campo a través de los cuales he intuido, más que descifrado, la sospecha de que la llave técnica, práctica, para acceder a otros planos de la Realidad puede estribar en la manipulación de formas, campos o estructuras geométricas (si hablamos de dos dimensiones) o topológicas (si nos desenvolvemos en tres). Sin duda, no se tratará de pasar las veladas jugando con lápiz, regla y compás; es posible que se trate, más bien, de ejercicios intelectuales donde los conceptos (mejor aún, las ideas) expresadas formal y materialmente a través de las gráficas o ecuaciones, se corresponden (en el sentido más lato del Principio de Correspondencia) con procesos mentales y éstos, por Ley del Mentalismo con modificaciones espacio-temporales. Un portal dimensional es, a todas luces, un cambio espacio-temporal ajeno a (pero contenido en) otro momento (no empleo aquí el término como “instante”, sino como “momento matemático”) espacio-temporal.


EXPLORANDO LAS GRIETAS DE LA GEOMETRIA SAGRADA

De lo que estoy hablando es de intuición y pasos mecánicos: intuyo que en las manipulaciones geométricas está, dije, la clave del acceso a otras dimensiones. Deseo dedicar mis afanes a experimentar pasos técnicos que sistematicen la apertura de esos portales. En síntesis, apunto a diseñar una metodología que permita a todos y cada uno de nosotros acceder cuando deseemos —o cuando ciertas circunstancias estén dadas— a esos otros planos. Se podrá argüir (y en principio debemos aceptar el debate) que el acceso a esos otros planos de Realidad requiere condiciones espirituales antes que tácticas racionales (sean éstas por manipulación de la Geometría Sagrada o de la Mecánica Cuántica). Debemos, dije, aceptar ese debate. Pero asimismo debemos, entonces, hacernos algunos planteos lógicos (no por racionales, sino por obvios).

Por ejemplo, tendremos pleno derecho a exigir una definición acabada (y demostrable) de lo que entendemos por “espiritual”. Si es lo “no material”, aquello que existe en otra dimensión, vibratoriamente ajena a estas cuatro en las que nos desenvolvemos, será percibido desde aquí como “no material” (por tangible que resulte en el “allá”) y por ende susceptible de ser definido como “espiritual” (insisto: por “no material”). Si lo “espiritual” se asocia a lo “moralmente más elevado”, permítasenos recordar que demonios, djinns y otros tantos entes de parecido perfil también son por definición “espirituales”, con lo cual concluiríamos que lo espiritual es condición de su naturaleza de manifestación, no de conducta moral. Aunque tales imágenes suelen parecerme “kitsch” y degradantemente out, valen como ejemplos. 

Cielo e infierno más purgatorio no serían más que “n” dimensiones, planos o universos paralelos. En plan de objetar aquello de las “condiciones espirituales” para acceder a estos planos, podría también decirse que se puede necesitar cierta “sintonización” psíquica para conectar con los mismos. Es posible que ello lo logre lo devocional, la lectura de Chopra, el “copiar y pegar” los mensajes de Oxalc o Ashtar Sheran, el encenderle una vela violeta a Saint Germain, el cultivar con amor arándanos mientras entonamos mantrams angelicales o el frotar cristales hora tras hora contra nuestro sufrido entrecejo. Es posible. Pero también es posible que todo eso nos haga sentir mejor, estar más plenos, hallar algunas respuestas, pero no tenga nada que ver con la conexión con planos espirituales si es que se da el albur de ser éstos, después de todo, “sólo” universos paralelos.

No seré un iconoclasta, hoy. Sólo me propongo explorar otra alternativa. Esta alternativa se vincula a un muy interesante fenómeno geométrico-topológico conocido como “banda (o cinta) de Moebius”, llamada así en honor a su descubridor, el astrónomo y físico suizo August Ferdinand Möbius [1], quien sin embargo, pese a la casi obsesión intelectual que le acompañó el resto de su vida, nunca pudo explicar. Repitamos el experimento. 

August Ferdinand Möbius


Tomemos una banda de papel cualquiera. Como sabemos, tiene dos caras y cuatro lados, con vértices A, B, C y D. Si deseamos hacer un anillo, sabemos que podemos unir A con C y B con D, quedándonos un anillo de lógicamente dos caras y dos lados o bordes (dos, obviamente, desaparecerán al pegarlos entre sí). Pero si esta unión la efectuamos luego de hacer una torción al papel de modo que ahora A pegue sobre D y B sobre C, surgen las sorpresas: constatando, por ejemplo, al deslizar un bolígrafo sobre su superficie, resultará una sola cara. Y si deslizamos nuestro dedo desde un punto cualquiera en el borde nuevamente habrá quedado uno solo ¿Adónde se fueron el lado y el borde faltantes?. No hay construcción matemática que pueda explicarlo. Final. 

Construcción de una Cinta de Moebius
Cinta de Moebius terminada


Hay otras opciones divertidas. Si tomando un par de tijeras cortan la banda exactamente por su línea media, obtendrán ustedes una Banda de Moebius el doble de larga y la mitad de ancha. Pero si el corte lo realizan descentrado, resultarán tantas Bandas de Moebius entrelazadas como cortes hagan. Insisto una vez más: estoy convencido de que si profundizamos el estudio de la Geometría Sagrada -en el escritorio, la biblioteca, pero también en el terreno, ya sea en las antiguas construcciones o los reservorios de energía telúrica de que está cubierto el planeta que, en su disposición, es absolutamente geométrico- descubriremos cómo abrir el paso a otras dimensiones. Humildemente en mis esfuerzos personales, quizás soberbio en mis inquietudes intelectuales, esa es la búsqueda a la que estoy dedicado. A través de mis deambulares, siempre late la expectativa de abrir una puerta. Y atento a la Sincronicidad, descubro que ciertos avatares de mi vida particular se van correspondiendo causalmente con pasos en pro de esos hallazgos. Podría, reconociendo lo solitario que es, siempre, el camino del monje, sentarme a lamer las heridas del camino, mirar con nostalgias los jirones de vida afectiva que uno va dejando atrás y recitar con el Dante aquello de “nel mezzo de mia vida, me retrovai en una selva oscura” (“En el medio de mi vida, me encontré en un bosque oscuro”). 


Pero comprendo que todo pasa por algo porque —esa es la enseñanza de la Geometría Sagrada— lo que nos ocurre microcósmicamente está en consonancia (Correspondencia) con algo que ocurre macrocósmicamente. Ver más allá de lo aparente, en nuestro interior y a nuestro alrededor, y descubrir que lo uno resuena con lo otro. En estos agitados —intelectualmente— días he comprendido muchos pequeños trozos de información dispersa, perlas de conocimiento de algún collar por enhebrar. He descubierto que en todas las imágenes religiosas de cualquier vertiente doctrinal, una rodilla descubierta es la señal del Iniciado al Adepto ordenándole divulgar algún saber. Que el tan común saludo militar “¡A la orden!”, es resabio del saludo “a la Orden” (masónica). Que ya he comprobado en catorce iglesias distintas (sobre veintidós censadas) -la última, pocos días atrás, la Basílica Nuestra Señora del Carmen, en Nogoyá, Entre Ríos— que si con una brújula medimos la línea imaginaria que por la nave central comunica el portal de acceso con el altar, aquella se desviará del Norte Magnético exactamente 52º. Siempre. Y si esto se repite en iglesias de trescientos, doscientos o cien años de antigüedad, no es casualidad. Es una orden arquitectónica del Vaticano. 

“¡A la Orden!”, señores prelados. Pero, ¿Por qué?. Los curas no lo saben. Pero está allí. Yo lo intuyo. Cincuenta y dos grados. Las catedrales señalan la puerta -una de tantas- a las estrellas, discutía en Guardianes de la Luz, Barones de las Tinieblas. Cincuenta y dos grados. Qué casualidad, la misma inclinación de las paredes laterales de la Gran Pirámide. Y las patas de la Oca, emblema de aquel juego laberíntico que como tantos otros juegos (las Cartas, el Ajedrez) son el resabio de viejos caminos de conocimiento, la pata de la Orden de la Oca medieval debe tener su primer y tercer dedos separados, precisamente, por cincuenta y dos grados. Geometría Sagrada. La Geometría que resuelve los problemas que la Aritmética —enseñando que la lógica no lo puede todo— no logra resolver. Imposible dividir aritméticamente 10 en tres partes iguales, siempre obtendremos una aproximación de 3,3333….33333 etc., pero con compás puedo dignamente dividir un segmento en tres partes exactamente iguales. 

Extraño, con regla y compás puedo construir fácilmente cualquier polígono regular, excepto un heptágono, y el mágico número 7 adquiere entonces otra significación. Geometría Sagrada. Y la cuadratura del círculo, aritméticamente imposible, es posible geométricamente. Y la Geometría construye las formas, y las formas dan realidad al universo. Del mismo modo que el movi-miento no puede existir sin una dirección determinada, la energía no existe sin una forma definida. No es que la energía “forme” una partícula o una onda. La forma “es” la energía. Y nos permite entonces -digo, a través de las expresiones geométricas de las formas- resonar con otras energías (formas). Miento, no puede existir sin una dirección determinada, la energía no existe sin una forma definida. No es que la energía “forme” una partícula o una onda. La forma “es” la energía. Y nos permite entonces -digo, a través de las expresiones geométricas de las formas- resonar con otras energías (formas). 

El Principio de Resonancia es sencillo. Si hacemos sonar un diapasón en una habitación donde haya un piano, cada cuerda del instrumento afinada en el mismo tono comenzará a vibrar. Esto es la resonancia. Todas las cuerdas restantes, afinadas en distintas notas, permanecerán inmóviles. A través de la resonancia, la energía es transferida del diapasón a la cuerda, provocando la vibración. Así, es como entramos en resonancia con campos telúricos. Así es como podemos ascender vibratoriamente. Los biólogos piensan que el secreto de la vida se halla contenido en el ADN, pero se concentran en su estructura química. Lo que aquí sugiero es que la estructura física de aquél puede ser de tanta o mayor importancia, cumpliendo una doble función: con su estructura química al transmitir el código genético, con su estructura física, al resonar con las vibraciones. La forma es la base de la salud. Si tomo un grupo de células de mi hígado y las cultivo en una Matriz de Petri, no crecerá como un hígado clonado, sino como una masa indiferenciada de tejido, y si se reinjertaran, se desarrollarían como cáncer. En ratas, células del hígado reinjertadas se transformaron en tumores metastásicos. Lejos de la matriz bioenergética las células no cuentan con un “molde” energético y geométrico para su diferenciación. El cáncer es desorganización geométrica de la energía.

También en la docencia esotérica, las elecciones profesionales reflejan muchas expectativas, aspiraciones, sueños. En mi caso, debo admitir que trabajar esta disciplina me lleva, humildemente y casi en un susurro, a afirmar que, si fuera posible (¿Y por qué no?) dedicaría en un futuro exclusivamente mis esfuerzos intelectuales al estudio —y obvia aplicación— de esta disciplina. No es sencillo (aunque siempre ansiado) encontrar una Síntesis, una Piedra Filosofal del Conocimiento verdadero, una herramienta de multiuso intelectual y espiritual con la que continuar el camino; y no creo estar muy lejos de la verdad si sostengo que es precisamente la Geometría Sagrada, la gema del Grial, si no el Grial mismo. Suena rimbombante, soberbio, casi solipsista, digamos. Pero no mentiroso. Pues de ello se trata: así como Einstein buscaba una ecuación Universal que explicara al Universo en su conjunto y en sus mínimas partes, la Geometría Sagrada enhebra en una continuidad armónica el Macro y el Microcosmos. 

En algún punto, casi por el medio, está el ser humano. Y es en su esfera vivencial donde podemos aplicar los descubrimientos de aquella. Repasemos el concepto. La Geometría Sagrada puede comprenderse según en qué dirección miremos: hacia lo infinitamente grande o hacia lo infinitamente pequeño. Pero podemos comprenderlo mejor si partimos de un punto intermedio, por ejemplo, nuestro propio entorno. ¿Dónde está allí la Geometría Sagrada? Ya he citado a lo largo de varios artículos algunos ejemplos. Valga volver sobre el particular: muchas iglesias católicas tienen una desviación de la nave central -proyección del acceso hasta el altar- respecto del Norte Magnético, tanto como 52º. El mismo ángulo que la Gran Pirámide. Y que la abertura de la Pata de la Oca, símbolo esotérico de raigambre. Aún más, ciertos ritos masónicos sostienen que ese, y no otro, debe ser el ángulo que separe las patas del compás emblemático. O los pentáculos que se descubren sobre tantas geografías al unir en un mapa centros espirituales o devocionales. O la correspondencia entre la disposición de las tres Pirámides de Gizeh y el Cinturón de Orión. O entre las catedrales góticas francesas y la Constelación de Virgo. La Geometría Sagrada está presente en el octógono de las iglesias templarias, en el misterio de las catedrales (Fulcanelli dixit), en las “divinas proporciones” (o “Número Aureo”) de

Notre Dame de París y el Partenón, en la disposición y distancia de los centros ceremoniales del Anahuac mexicano que reproducen en un todo la disposición y distancia de los planetas del Sistema Solar entre sí, en tiempos en que oficialmente en Europa sólo se conocía el mismo hasta Saturno. En el trazado de las calles de tantas ciudades (Washington en Estados Unidos y La Plata en Argentina). En las relaciones de planta entre el Vaticano y (otra vez) Gizeh. En las “líneas Ley” extendidas sobre toda Inglaterra y Francia. En los Laberintos de Cnossos. En las espirales astronómicas y la “iglesia retorcida” de Saint Outrille. En la “estrella de David” (en realidad, el “sello de Salomón) del rosetón principal de acceso a la catedral -obviamente católica- de la ciudad de Formosa, Argentina. Los ejemplos son innumerables y su sola mención agotarían. La Geometría Sagrada une lo humano con lo cósmico; las proporciones de la Gran Pirámide proyectadas desde el Ecuador hacia un Polo, culmina en el centro de la Luna centrada en la cara superior de la cuadratura del círculo terrestre. ¿Casualidad? No. Causalidad. Proporciones entre el sistema solar y las Pirámides de Gizeh. Mencioné de paso las “líneas Ley”, llamadas así por vincular poblaciones o sitios antiguos cuyos nombres finalizan en la sílaba “Ley” o “Leigh”. 

Pero no puedo dejar de señalar la importancia del aporte de la Geometría Sagrada en este punto, toda vez que la “geometrización de la superficie terrestre”, de acuerdo a determinados y puntillosos criterios, permite establecer —otra vez— figuras geométricas como pentáculos, o indicar puntos coincidentes con anomalías magnéticas o de características energéticas particularmente significativas para la vida humana (como la red de Bruce Cathie, las Líneas Hartmann, etc). De hecho, me pregunto cuántos geobiólogos, radiestesistas o especialistas en Feng Shui se han abocado a estudiar, siquiera por curiosidad, la Geometría Sagrada; de hacerlo —como yo lo he hecho— encontrarían allí no solamente argumentos y evidencias de peso, sino criterios muy útiles para optimizar la vida cotidiana de sus consultantes. Cathie, sin incursionar (que sepamos) en aspectos tan sutiles, señalaba ya en los tardíos ’60 que las “líneas de fuerza” geométricamente señaladas por él sobre el globo terrestre explicaban la naturaleza de la propulsión —o el comportamiento— de los OVNI.

No fue nunca tomado en serio por ovnílogos que ni siquiera tuvieron la humildad intelectual —o la metodología científica— de investigar antes de opinar. Y que —sugestiva señal de poca perspicacia— nunca se plantearon esta hipótesis que aquí esbozo (y dejaré para otra oportunidad ampliar): si es correcta la teoría del Campo Unificado einsteniano y la Gravedad, entonces, no es una “fuerza” en sentido electromagnético sino la deformación espacio-temporal en un punto dado y, en consecuencia, esta inevitable e indetenible fuerza que nos atrae hacia el centro de la Tierra (en nuestro caso) es “sólo” una manifestación geométrica del espacio-tiempo, ¿Entonces no es obvio que cualquier otra línea de energía geométrica -sobre este planeta o cualquiera en el espacio, etc.- tendrá una fuerza tan aprovechable (si sabemos dirigirla) como la propia gravedad? Que es como decir, ¿Y si la Naturaleza de los OVNIs o, cuando menos, sus sistemas de traslación, fueran revisados con criterios de Geometría Sagrada? Un “pantáculo energético” sobre la superficie terrestre. 

En este conjunto de patrones comunes, que todo pase por unos pocos polígonos y poliedros no es casual, pues es fácil comprobar que esas mismas figuras y formas se repiten a escala cósmica. Los mismos patrones organizan y ordenan al Universo. Esto es —si para ustedes semejante “aval” es importante— una verdad científica, toda vez que el descubrimiento de los fractales constata para el paradigma tecnológico contemporáneo la validez milenaria de la voz de Toth hablándonos desde el más remoto pasado:
“Es verdad, es cierto y muy verdadero, que lo que es arriba es como lo que es abajo y lo que es abajo es como lo que es arriba para hacer el milagro de Una Sola Gran Cosa bajo el Sol”. 
En consecuencia, la repetición de esos patrones geométricos en el legado de tantos pueblos antiguos y tantos grupos de conocimiento esotérico de hoy no habla solamente de la Sabiduría de comprender que el Todo es Geometría Pura. Habla también de otra cosa. Y aquí entra a tallar la Síntesis. Pues si el Orden Universal, la Armonía Cósmica [2] responde a patrones geométricos, la armonía personal (en nuestra vida de interrelaciones sociales, en nuestros afectos, en nuestro trabajo, nuestra salud física y psíquica y, claro, nuestra espiritualidad) también dependerá de que exista -o no- orden, organización, relaciones proporcionales. Y esta Organización ha de ser una expresión “fractal” de aquella que ordena al Universo. Enfoquémonos en este punto. Si admitimos que podemos “corresponder” (asociar con fundamento) los eventos de nuestra vida con formas y figuras geométricas, a fin de cuentas éstos no resultarán más que proyecciones fractales inmensamente microcósmicas de aquellas que -en la otra dirección- se perciben en el Cosmos. 

Por definición, los problemas, los conflictos, los obstáculos todos, más allá de su manifestación aparente (o “percipiente” en nuestra vida cotidiana) serán la expresión del desorden y desorganización cada vez más alejada del patrón geométrico original. Pues bien, como ya se ha señalado, se cumple a rajatabla el Principio de Correspondencia, y por carácter transitivo, será la aplicación conciente del Principio del Mentalismo lo que nos permitirá vivir en resonancia con una Serialidad positiva de eventos En nuestras vidas. Trabajaremos pues, en Psicogeometría, representando -que es hacer real lo ideal- polígonos y poliedros en función de ciertas aplicaciones en situaciones cotidianas. [3] Se comprenderá entonces que, así, la Geometría Sagrada se transforma -dicho está- en una Síntesis genial de la Realidad. Y abre, lógicamente, vías de especulación e investigación fascinantes. Por ejemplo, ante el misterio de los “agrogramas” [4]

No solamente Tiene sentido e interpretación bajo la luz de los preceptos de la Geometría Sagrada. Está en el albedrío de cada uno el comprender que se trata de un “metalenguaje” de orden superior. Dos “agrogramas”, que quizás deben ser comparados con (y estudiados a la luz de) la sapiencia maya, en este ejemplo, parte de su calendario astronómico y millonario en años. Finalmente —last but not least, como solía escribir el genial Antonio Ribera— es necesario dar a la Geometría Sagrada su justo lugar en nuestra vida. Su “sacralidad” es más un referente a su presencia en la cultura que a una naturaleza divina; no debemos deificarla ni creer que a través de ella seremos, como self made men, apoteósicamente disparados a la meta del camino espiritual. Es, lo escribí ya, una herramienta, pero eso sí, formidable. A fin de cuentas, Dios/Diosa, Él/Ella es el/la Gran Arquitecto/a del Universo y debe ser, necesariamente, un/a formidable Geómetra. No sé. Tal vez un día de estos, en la cima de un cerro consagrado o en las profundidades de una caverna telúrica, con un viejo libro de Geometría del colegio en una mano y un péndulo en la otra, encuentre algunas respuestas.



Portada: Ilustración de M.C. Escher
Diagramación & DG: Pachakamakin


CITAS

[1] Tal su apellido original, pero como las antiguas máquinas de escribir no tenían diéresis, se solía reemplazar por la pronunciación aproximada, “oe”. Sigo esta tradición al escribir, por costumbre entonces, Moebius. 
[2] Como ya he escrito en alguna ocasión, prefiero hablar de “Armonía” y no “Equilibrio”, pues este puede ser de dos clases: estable e inestable. El inestable -un cuchillo sobre su filo- requiere de fuerzas de tensión para lograrse y se pierde a la menor contingencia. El estable -un cubo apoyado sobre una de sus caras- no, pero al mismo tiempo cuenta con una brutal inercia que le impide todo cambio, toda “evolución a otra situación”. Al igual que en el espíritu humano, un “equilibrio” interior puede ser inestable (exigir grandes tensiones para lograrse, y al mismo tiempo y por ende extremadamente imprevisible y momentáneo) o estable (pero fosilizado, anquilosado, entonces el individuo no evoluciona). Algo similar a la expresión “paz interior”: la “paz” es la de los cementerios. Por eso remitimos a la expresión “Armonía”. 
[3] A título meramente informativo, diremos que trabajamos en Psicogeometría con doce figuras y formas, doce “mudras” y doce “posturas”
[4] También conocidos como “agroglifos”, “círculos en las cosechas”, “crop circles”, etc.