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3.25.2010

LA GATA NARCISISTA


Por Sergio Rocchieti




En la Introducción del narcisismo, 1914, Freud 
escribe acerca de ciertas mujeres:

"Su necesidad no se sacia amando, sino siendo amadas, y se prendan del hombre que les colma esa necesidad. La importancia de este tipo de mujer para la vida amorosa de los seres humanos ha de tasarse en mucho. Tales mujeres poseen el máximo atractivo, y no sólo por razones estéticas (pues suelen ser las más hermosas); también a consecuencia de interesantes constelaciones psicológicas. En efecto, con particular nitidez se evidencia que el narcisismo de una persona despliega gran atracción sobre otras que han desistido de la dimensión plena de su narcisismo propio y andan en requerimiento del amor de objeto; el atractivo del niño reside en buena parte en su narcisismo, en su complacencia consigo mismo y en su inaccesibilidad, lo mismo que el de ciertos animales que no parecen hacer caso de nosotros, como los gatos y algunos grandes carniceros; y aún el criminal célebre y el humorista subyugan nuestro interés, en la figuración literaria, por la congruencia narcisista con que saben alejar de sí todo cuanto pueda empequeñecer su yo".
Vamos a dejar la interesante serie que se podría establecer entre ciertas mujeres, los niños, los gatos, los grandes carniceros, los criminales célebres y los humoristas, para detenernos en los gatos, en especial la gata que parece haber inspirado a Freud su inclusión en este texto.

En el libro Aprendiendo con Freud, de Lou Andreas-Salomé, un pequeño diario de notas que ella escribió de su estancia en Viena, encontramos lo siguiente:

"La tarde del domingo (2 de febrero de 1913), hasta el anochecer, en casa de Freud. Esta vez con una conversación mucho más personal, en que me ha hablado de su vida... Lo que personalmente más me ha encantado ha sido la historia de la 'gata narcisista'. Cuando todavía tenía Freud su despacho en la planta baja, se introdujo a través de la ventana abierta y despertó en él, que no poseía un especial amor por los perros, gatos u otros animales, enconados sentimientos, especialmente al descender del sofá, donde se había acomodado, y ponerse a examinar las antigüedades que provisionalmente habían quedado en el suelo; no se atrevió a ahuyentarla por no provocar en ella movimientos bruscos entre tesoros tan estimados. Pero al proseguir la gata su satisfactoria y ronroneante excursión arqueológica, sin causar el más mínimo daño gracias a sus ágiles modos, se reblandeció su corazón hasta el punto de hacerle traer leche. A pesar del amor y de la admiración crecientes de que él daba muestras, no pareció apercibirse de ello, limitándose a clavar en él las más frías y oblicuas pupilas de sus verdes ojos como sobre un objeto cualquiera, y si quería obtener de ella algo más que su ronroneo egoísta y narcisista, debía bajar el pie que tenía cómodamente apoyado sobre el diván y atraer su atención mediante los más mágicos y ocurrentes movimientos de la punta de su bota. Estas desiguales relaciones duraban ya mucho tiempo sin haberse modificado lo más mínimo, cuando un día descubrió a la gata enfebrecida y jadeante sobre el sofá; y aunque recibió los mayores cuidados arropándola y demás, sucumbió a una neumonía, sin dejar tras de sí más que el símbolo, plácido y juguetón, del más auténtico egoísmo".
Como estamos en un bazar el regateo es ley y no vamos a abundar en interpretaciones, es más las reduciremos al mínimo, sólo queremos destacar que es una historia contada por Freud, lo cual nos hace inferir que el título de "gata narcisista" fue otorgado por el mismo Freud, elegimos conservarlo para este Bazar uno. Otra indicación es que Freud estaba frente a Lou Andreas-Salomé, una mujer de extraordinaria belleza e inteligencia, que había viajado a Viena en el año 1912 para estudiar psicoanálisis con su creador y el grupo (¡¿de fascinerosos?!, era ¡1912!) que lo acompañaba. Esta mujer había enamorado a Nietzsche y a Rilke, y posteriormente escribirá numerosas contribuciones a la teoría psicoanalítica, algunas especialmente en el terreno del narcisismo.

Dos preguntas con algunas pistas: ¿Qué hizo la gata para seducir a Freud? La respuesta puede surgir de una atenta lectura del diario citado anteriormente o relacionando ese fragmento de relato con alguna foto del gabinete de trabajo de Freud.

Segunda pregunta, ésta es un poco más teórica y atrevida en su posible respuesta, ¿Por qué murió la gata? Aunque también Lou nos da alguna indicación, especialmente en el párrafo final, la clave que consideramos está en la parte dos del texto de Freud, Introducción del narcisismo en los versos de H. Heine.

“Enfermo estaba; y ese fue

de la creación el motivo:

creando convalecí

y en ese esfuerzo sané”


Diagramación & DG: Andrés Gustavo Fernández

3.15.2010

LA CABALA EN LA VISION TEORICA DE BORGES

Por Marcin Kazmierczak [*]



CAMINOS DE LA «INICIACION»

A pesar de una evaluación negativa de Gershom Scholem [1], considerado por Borges la más alta autoridad en cuanto a los conocimientos de la Cábala, y que al mismo tiempo, explica a Borges durante sus viajes a Israel las complicaciones del universo cabalístico, M. R. Barnatán, al igual que varios otros críticos, emprende la tarea de buscar las huellas del pensamiento cabalístico en la escritura de Borges. El crítico considera conveniente recordar el punto de partida, un artículo publicado por Borges en una revista ilustrada argentina en 1931 titulado Una vindicación de la cábala [2]. A lo largo de este artículo, el autor argentino recuerda a Bacon, John Donne, Gibbon o Tennyson, pero sin apoyarse en ninguno de los tres libros cabalistas fundamentales: el Sefer Bahir, Sefer Yetsira y Sefer ha Zohar. Esta falta de puntos de referencia más sólidos parece corroborar la posición de G. Scholem, según la cual, la aproximación borgiana a la cábala carece de profundidad alguna. Sin embargo, M. R. Barnatán intenta efectuar una defensa del autor argentino alegando los derechos y el carácter específico de una aproximación sobre todo literaria y mucho menos científica. [3]

Es un hecho indiscutible, puesto que el mismo Borges lo admite expresamente [4], que su primero y, quizá, más importante contacto con las ideas de la Cábala tuvo lugar ya en Ginebra cuando a la edad de diecisiete años leyó por primera vez la recién escrita (1915) novela de Gustav Meyrink: Der Golem. Sin embargo, en las líneas siguientes del mismo artículo de M. R. Barnatán, el crítico cita una confesión de Borges que indica todavía otras fuentes de su interés por la Cábala:

Las nociones de Cábala me llegaron, en primer término, por la versión de la Divina Comedia que hizo Longfellow, en la que hay dos o tres páginas sobre la Cábala. Luego leí un libro de Trachtenberg sobre supersticiones hebreas, donde se habla del Golem -al cual yo he dedicado un poema, quizá el mejor poema que yo he escrito-. [5]

Al investigar las fuentes del interés borgiano por la Cábala, hay que admitir finalmente que quien le suministra los datos más precisos acerca del tema fue el mencionado conocedor del asunto, G. Scholem. El mismo Borges lo confirma en otra entrevista periodística:

Kafka y yo compartimos el mismo fervor por Swenderborg, y por William Blake, y sobre todo por la Cábala. Kafka, que no conocía el hebreo a la perfección, estudió la Cábala en traducciones. Y fue el profesor Scholem en Jerusalén, quien me ayudó a comprenderla mejor. Él me explicó cosas que sin duda son elementales pero que yo no comprendía durante mi solitaria tentativa de descifrarla. [6]

LA VISION SEFIROTICA DE LA LITERATURA 
Y LA CUESTION DE LA PATERNIDAD LITERARIA

Uno de los conceptos cabalísticos que sirvieron a Borges como modelo para su propia aproximación es la visión que tiene la Cábala de la paternidad literaria. Según afirma G. Scholem no conocemos ni siquiera los nombres de los autores de una mayoría aplastante de los libros cabalísticos. En cambio, los que conocemos, en la mayoría de los casos, no pasan de ser tan sólo los nombres no acompañados siquiera de nota biográfica alguna. Esta actitud anónima de los cabalistas hacia la cuestión de la paternidad literaria fue la fuente de la inspiración para un recurso que también se puede encontrar en una serie de escritos de Borges, a saber, la pseudoepigrafía. Según sostiene M. Satz en su prólogo a la edición castellana de Sefer ha-Bahir «La utilización de nombres apócrifos, la atribución de afiladas sentencias a viejos maestros es un recurso tradicional no sólo en el ámbito hebreo: a Plinio o Lucrecio los siglos les fueron agregando libros con los que jamás soñaron» [7].


Pero, aunque el uso de este recurso no fuera un dominio exclusivamente cabalístico, no cabe duda de que en la escritura cabalística se convierte en un elemento clásico y común casi en la totalidad de los escritos. Sin embargo, el ejemplo más espléndido es, sin duda, el mismo Zohar. En la introducción de El Zohar C. Giol escribe: «Generalmente [El Zohar] es atribuido a Rabbi Mošé Šem Tov de León, cabalista del siglo XIII que vivió los últimos años de su vida en Ávila y que murió en 1305. Él mismo afirma en el Zohar que copió sus enseñanzas de Rabbi Simón ben Yohay. Por otra parte, tras la muerte de Rabbi Mošé, su viuda y su hija afirman que no hubo tal manuscrito y que la obra se debe enteramente a él» [8].


Al analizar la actitud de los cabalistas hacia la cuestión de la paternidad literaria, aparte del recurso de la pseudoepigrafía, hay que mencionar también la afición de los místicos judíos a citar obras apócrifas que nunca existieron o que no existieron sino en la imaginación (quizá como un proyecto literario) de los mismos escritores. J. Alazraki, que participó en el curso del mismo profesor Scholem en la Universidad de Jerusalén sobre el misticismo judío, escribe en su ensayo Borges and the Kabbalah: «The whole Zohar is full of bogus references to imaginary writings which have caused even serious students to postulate the existence of lost sources» [9]. También a Borges le llamó la atención este recurso, hecho sobre el cual testimonian muchos escritos suyos. 

La confusión a la que llevó a sus lectores Moisés de León a través de sus referencias ficticias [10] ha tenido su efecto equivalente en el caso de los lectores de Borges. Recordemos algunos ejemplos de la pseudoepigrafía presentes en Borges. Uno de los más evidentes aparece en Tres versiones de Judas, donde Borges atribuye la controvertida idea de la fusión de las figuras del mesías y del traidor Judas a Nils Runeberg, que hubiera expuesto sus intuiciones audaces en su libro Kristus och Judas y en su obra mayor Den hemilge Fräslaren. Otro ejemplo mencionado ya anteriormente en este trabajo son los libros del ficticio Herbert Quain: The God of the Labyrinth, April March, The Secret Mirror y Statements. No se puede olvidar tampoco el Volumen XI de First Ecyclopedia of Tlön, que no sólo suministra al autor una referencia apócrifa que justifica la construcción del relato, sino también, constituye el contenido mismo del relato. Si El Zohar es una transcripción de un libro antiguo del Rabi Simón ben Yohay, el relato Tlön, Uqbar, Orbis Tertius es una transcripción de aquel tomo de la Enciclopedia del Tlön. Merece la pena añadir que la eficacia de la aplicación de este recurso tal y como lo utiliza Borges, llega a equivaler a la del maestro Moisés de León. «In this respect –ironiza J. Alzraki- we cannot help recalling that some of Borges’ naive readers have also made diligent attempts to obtain ´the first detective novel to be written by a native of Bombay City´, Mir Bahadur Ali’s The Approach to al-Mu’tasim whose summary Borges offers in the story» [11].

Aparte de las razones psicológicas e históricas alegadas por G. Scholem, quizá se pueda hablar también de razones doctrinales que inspiran a los cabalistas el pavor y la aversión frente a la atribución de rasgos personales a su obra, en el sentido del reconocimiento y declaración de la paternidad literaria. Se trata de la doctrina que tanta sorpresa había causado a Borges y de la cual se habló en el comienzo de este apartado, es decir, la idea delru’ah ha kodesh, el Espíritu Santo, como el único autor de la Escritura Sagrada. Recordemos que la Cábala no tiene intención alguna de crear nueva religión o literatura. Al contrario, es un método especulativo de la interpretación profunda del texto clásico, (la Biblia) de un «canon» fijo e intachable, al igual que el mundo de los arquetipos en la visión platónica. Para el cabalista La Biblia es el «arquetipo» de toda la palabra escrita y de toda la búsqueda mística. Por lo tanto, los escritos cabalísticos, como una extensión de la Biblia, también son obra, aunque de una manera indirecta, del Espíritu Santo. Recordemos que Borges llegó a plantearse, aunque con un tono inminentemente irónico, la cuestión de haber entrado en la literatura «por obra del Espíritu Santo». Esta afinidad entre la aproximación cabalística y la de Borges lleva a dos conclusiones diferentes.

PANTEISMO LITERARIO

Primero, indica la fe en la idea de un panteísmo literario, presente en diversos escritos de Borges, como por ejemplo La flor de Coleridge (OCII pp. 17-19) o Tlön, Uqbar, Orbis Tertius [12]. Segundo, revela la astucia de los cabalistas, que supieron esconder su tendencia transgresora bajo la capa de un aparente apego absoluto a la tradición. Si la autolimitación a la tradición ortodoxa fuera sincera, realmente se limitarían a manejar los verdaderos libros bíblicos y no tendrían necesidad de inventar los apócrifos, más afines a las ideas que quieren presentar y para las cuales necesitan un apoyo clásico o, más bien, pseudoclásico. Cosa parecida sucede con Borges, quien en repetidas ocasiones confiesa descreer totalmente de la novedad literaria, quien identifica la creación literaria con la lectura, y quien, por otro lado, cita las obras que no han existido nunca, que para existir han tenido que ser inventadas por él. Así pues, la tensión entre lo tradicional y lo innovador o, en otras palabras, la existencia de lo nuevo en el corazón de lo clásico sometido a una nueva lectura, constituyen otro elemento afín entre la aproximación literaria y mística de los cabalistas y de Borges. G. Scholem menciona este fenómeno al analizar varios momentos del desarrollo del pensamiento cabalístico, uno de los cuales es la doctrina de Isaac Luria, «le système le plus influent du dernier Kabbalisme, quoique le plus difficile. Presque toutes les questions importantes et les principales thèses du système de Luria sont nouvelles, on peut même dire étonnamment nouvelles ; cependant elles furent acceptées partout comme la vrai Kabbale, c’est-à-dire comme la sagesse traditionnelle. Il n’y eut personne pour y faire objection.» [13]. Del mismo modo, otro autor apócrifo de Borges, Pierre Menard, aunque parte de la base del precursor (según la terminología de H. Bloom) que, para él, es el Quijote de Cervantes, llega a la conclusión de que la nueva versión (lectura-escritura) es incomparablemente más rica que la anterior. Por eso afirma Borges que las literaturas no difieren tanto por los textos sino por la manera de ser leídas. [14]

De este modo llegamos a la conclusión de que un recurso más, importantísimo en la aproximación literaria de Borges, que es el papel eminente del lector, también, de algún modo, se asemeja a la aproximación cabalística. Recordemos que para Borges el papel del lector llega a ser predominante en comparación con el del escritor y hasta del mismo texto, puesto que es el lector quien da la última y definitiva forma al “comunicado” es decir a la obra literaria. También el cabalista, aunque parta del “eterno comunicado” escrito por el “eterno escritor” luego no vacila en emprender su propia lectura, aparentemente sometida a la tradición pero en el fondo enormemente independiente e innovadora, por no decir transgresora, como podría parecer desde las posiciones ortodoxas.

77 SIGNIFICADOS O EL EMANANTISMO LITERARIO

La importancia fundamental de la lectura para la especulación cabalística se revela también en la actitud frente a los acontecimientos históricos descritos en la Biblia, la cual sugiere la posibilidad de una doble lectura. Cedamos la voz una vez más al verdadero experto, G. Scholem:

Les aspects historiques de la religion ont une signification pour le mystique principalement comme des symboles d’actes qu’il conçoit comme séparés du temps, ou qui se répètent constamment dans l’âme de tout homme. Ainsi l’exode d’Égypte, l’événement fondamental de notre histoire, ne peut pas, selon le mystique, s’être passé seulement une fois et en une seule place; il doit correspondre a un événement qui a lieu en nous mêmes, la fuite d’une Égypte intérieure dans laquelle nous sommes tous des esclaves. Ainsi conçu, l’exode d’Égypte cesse d’être l’objet de l’enseignement et acquiert la dignité d’une expérience réligieuse immédiate [15].

No hace falta añadir que nos encontramos aquí con el recurso de la alegoría y que este recurso es uno de los fundamentales en la poética de los relatos de Borges. [16]

Sin embargo, la cuestión de la «lectura profunda» va todavía mucho más allá del concepto clásico de la alegoría [17]. La posibilidad de una lectura creativa en la visión cabalística no sólo no se limita a una sola interpretación alegórica obligatoria (como postulaba Dante) sino que asegura que cada versículo bíblico tiene 77 significados. Si tomamos en cuenta que para los hebreos la cifra 77 representa la infinidad, se entenderá mejor la convicción borgiana de que el factor determinante del carácter de una literatura es más bien la lectura que la escritura. Esta afirmación de Borges inspira a J. Alazraki la asociación de la visión borgiana de la literatura como la relectura de un texto panteísta, un texto-pleroma, un texto primordial, con la visión cabalística de la historia de la literatura propuesta por H. Bloom [18]. El concepto de layerdness o feuilleté del discurso literario sin duda es muy afín a la aproximación cabalística y, como es el caso de Bloom, brota directamente de ella. De modo que la metáfora cabalística de los 77 significados contrapuesta a la visión de dos significados postulada por Dante corresponde perfectamente al modelo propuesto por Barthes de la cebolla (onion) contrapuesto a una fruta con hueso (a kind of fruit with a kernel). El descubrimiento de la presencia de este modelo de la escritura en la obra de Borges sin duda constituye otra corroboración de que su decidida apuesta por el crecimiento y, finalmente, preponderancia del papel del lector también es un recurso de algún modo cabalístico.

LA CABALA Y LA CASUALIDAD INVERTIDA

La idea de la inversión cronológica de la causa y efecto constituye otro elemento de la visión borgiana que también se presta a un análisis cabalístico. Según afirma Mario Satz en su introducción al Sefer ha-Bahir «La característica más relevante del Libro de la Claridad es su frecuente descontextualización de los pasajes bíblicos, rasgo de uso habitual en la Kábala pues la reversibilidad del sentido es paralela a la reversibilidad misma de la Escritura. Job explica y corrobora los infortunios de Jesús, que aún no ha nacido» [19]. Este procedimiento de la inversión cronológica no se escapa a la atención de H. Bloom, que detecta su existencia particularmente explícita en la obra de Cordovero. El crítico recuerda que, en la doctrina de Cordovero, el cuarto behinah (la emanación posterior de cada sefirah) es el aspecto que capacita a su precursor (el sefirah anterior) para emanar el siguiente sefirah. En otras palabras, una de las condiciones indispensables de la emanación y uno de los motores de ella está en el sefirah emanado y no en él que emana. He aquí la conclusión lógica a la que llega H. Bloom a raíz de esta visión de Cordovero: «This extraordinary formulation ascribes a power in the supposed cause to the supposed effect; indeed it pragmatically all but reverses cause and effect» [20].


En cuanto a la aplicación borgiana de este concepto, es posible encontrarlo tanto en su visión general de la literatura como en su transformación literaria de esta idea efectuada en los relatos fantásticos. En el ensayo Kafka y sus precursores Borges asegura que existe una analogía innegable entre la paradoja de Zenon y la obra de Kafka. De modo que «la forma de este ilustre problema [la carrera de Aquiles y la tortuga] es, exactamente, la de El castillo, y el móvil y la flecha y Aquiles son los primeros personajes kafkianos de la literatura» [21]. Sin embargo, para que pudiéramos darnos cuenta de que el primer paradigma de Kafka está cifrado en la antigua paradoja del Estoico, es necesario tener el conocimiento de los dos y, al asociarlos, crear el vínculo de influencia, que, en la percepción del lector, se crea más bien en el sentido contrario a la cronología. Porque si bien es cierto que cronológicamente la influencia se extiende desde Zenón hacia Kafka, también es cierto que la lectura de Kafka, que rige la asociación con Zenón, va en la dirección opuesta, invirtiendo de este modo el proceso de la influencia. La misma regla aplica Borges a los demás «precursores» de Kafka, entre otros, a Robert Browning: «En cada uno de estos textos está la idiosincrasia de Kafka, en grado mayor o menor, pero si Kafka no hubiera escrito, no la percibiríamos; vale decir, no existiría. El poema Fears and Scruples de Robert Browning profetiza la obra de Kafka, pero nuestra lectura de Kafka afina y desvía sensiblemente nuestra lectura del poema» [22]. Así es que, a través de nuestra lectura, clasificamos y modificamos los textos anteriores, invirtiendo los zinzor (canales) en el mundo sefirótico de la literatura panteísta. Por consiguiente, en la conclusión final de este ensayo Borges afirma de una manera contundente «El hecho es que cada escritor crea a sus precursores. Su labor modifica nuestra concepción del pasado, como ha de modificar el futuro» [23].

Así pues, la relación primitiva bilateral (entre el autor y el lector) se convierte en un auténtico “Jardín de los senderos que se bifurcan” (relación reversible entre diversas (re)escrituras y (re)lecturas). Quizá esta visión puede llevar a una posible interpretación del relato que lleva este mismo título paralela a la sugerida por el mismo Borges, según quien el relato es una metáfora del tiempo pero que, al parecer, también podría servir como una dramatización artística del proceso de la creación literaria. Por consiguiente un texto individual, materialmente separado de los demás (recordemos que material significa artificial o incluso falso, según los criterios de este mundo especulativo e idealista) no es sino un tramo del laberinto y su existencia solo tiene sentido precisamente dentro de este laberinto. Separarlo de la totalidad sería comparable al acto de arrancar una rama de un árbol. Como una rama arrancada deja de trasmitir la savia de la cual ella misma se alimenta, se seca y desaparece, un texto recortado artificialmente de la cadena del proceso literario pierde sentido o, por lo menos, una gran parte del significado o significados, preprogramados por los textos anteriores y añadidos por las interpretaciones posteriores.

Por otro lado, según se ha mencionado antes, Borges no limita su aplicación del concepto de la causalidad invertida exclusivamente a la teoría de la literatura. Recuérdese los relatos Examen de la obra de Herbert Quain y La otra muerte en los que también aparece un juego de inversión cronológica. Como recordamos, el mismo título de la obra apócrifa, April March, del escritor ficticio Herbert Quain, constituye un juego de palabras que, de una manera ingeniosa, expone la idea de una marcha atrás (desde abril hacia marzo). Un efecto parecido está descrito en La otra muerte, donde la imaginación del protagonista, fortificada por un deseo poderoso, le permite transformar su pasado infame en un pasado heroico, acabando por trasladar su muerte a una batalla sucedida varias décadas antes. Aparte de sugerir la posibilidad de una reivindicación de la aplicación borgiana de este recurso a la influencia cabalística pero también filosófica (Platón y Bradley), este descubrimiento lleva a otra conclusión particularmente importante para una evaluación global de las influencias filosóficas y místicas en Borges. Se trata de la convicción de que contrariamente a lo que afirma Borges en algunas entrevistas su selección de las mencionadas fuentes no es puramente casual y no se rige exclusivamente por las preferencias estéticas de un literato descreído de las ideas filosóficas o religiosas. Por el contrario, al analizar su predilección de explorar en exclusiva las fuentes idealistas (budismo a través de Schopenhauer, Platón, los neoplatónicos, los gnósticos cristianos, la kábala, etc.) es posible llegar a la conclusión de que la selección de las fuentes se rige por una clara clave ideológica cuyo paradigma es una actitud antinaturalista y antimetafísica, que se manifiesta, en primer lugar, a través del rechazo de la materia y del sujeto, pero que se extiende al rechazo de cualquier ente real, bien sea material, bien sea espiritual. 




CITAS:

[1] "Scholem (...) no cree que las influencias cabalísticas en Borges sean profundas. En una entrevista que mantuvimos hace unos años en Jerusalén me decía: ´Creo que las primeras influencias cabalísticas de Borges no eran muy serias. Él debe de haber leído a los ocultistas franceses e ingleses del tipo de Papus. Además, claro está, de la atmósfera del Golem. Su literatura utiliza elementos cabalistas pero gran parte de esa literatura estaba ya escrita antes de leer mis libros. A mi me leyó más tarde, cuando casi toda su obra estaba ya escrita. El poema El Golem está fechado en 1958 y los cuentos de El Aleph y Ficciones se publicaron entre 1940 1950.´ (Barnatán, M. R. Conocer Borges y su obra. Barcelona, Dopesa, 1978, p. 54). Todas las citas de Borges provienen de la siguiente edición: J. L. Borges, Obras completas, Emecé, Barcelona, 1997, en IV volúmenes. En las notas siguientes, para referirse a esta edición se utilizará la siguiente abreviación: OCI para el primer volumes; OCII para el segundo, etc. 
[2] En la Discusión, OCI pp. 209-212.
[3] Tesis con la que difícilmente se puede estar de acuerdo, visto el carácter por lo menos semicientífico o popularizador de muchos de sus ensayos. Por otro lado y a pesar del carácter superficial de la exposición del tema presente en este ensayo, no se puede negar el acierto con el cual (quizá sobre todo intuitivamente) Borges explora ciertos elementos pertenecientes a la Cábala en la construcción de algunos relatos. Hay que decir también que su conocimiento de la cábala va en aumento a lo largo de los años de su creación literaria, debido a su continuo interés por el tema y, como afirma él mismo, gracias a las entrevistas con G. Scholem. Fruto visible de este crecimiento del conocimiento cabalístico es otro ensayo consagrado al tema: La cábala (en Siete noches (1980), J. L. Borges, OCIII, pp. 267-275), en el cual la exposición parece notablemente más sustentada por el conocimiento de las mencionadas fuentes básicas de la Cábala e incomparablemente más matizada.
[4] Por ejemplo en sus conversaciones con R. Alifano. Véase Alifano, R. Conversaciones con Borges. Buenos Aires, Atlántida (Madrid, Debate, 1986), 1985, pp. 191-196.
[5] Barnatán, M. R., op. cit. p. 55. En la misma entrevista indicaba Borges también otros libros sobre la Cábala, que él había leído, "a Waite, Sérouya, el artículo de la Enciclopedia Británica y a Adolphe Franck." Buscando otras referencias un poco más antiguas, se han de tener en cuenta los años españoles de Borges, en 1919, 1920 1923, época en que visitó frecuentemente a su maestro Rafael Cansinos Assens, el cual, por su descendencia judía y por su preocupación por el tema, le proporcionó algunos conocimientos que despertaron su curiosidad. También hay que tener en cuenta su amistad con un compañero de estudios judío del liceo de Ginebra, Maurice Abramowitz y con otro amigo judío de la época, Simón Jichilinski, citado por vez primera en su obra El otro que abre El libro de arena.
[6] Ibid. p. 56. El subrayado es mío.
[7] El Libro de la claridad, Sefer ha-Bahir (1992), Ediciones Obelisco, Barcelona, p. 6.
[8] El Zohar, El Libro del esplendor, (trad. C. Giol), Obelisco, Barcelona, 1996, p. 22. Para más detalles sobre la cuestión de la paternidad literaria del Zohar véase G. Scholem: Les grands courants de la mystique juive, Ed. Payot, Paris, 1968, (Trad. M.-M. Davy), pp. 172-220.
[9] Alazraki, J. Borges and the Kabbalah, Cambridge University Press, Melbourne, 1988, p. 28.
[10] Entre los libros inexistentes citados en El Zohar hay que enumerar por ejemplo El Libro de Adán, El Libro de Enoch, El Libro del Rey Salomón, El libro de Rav Hammuna Sava, etc. Véase J. Alazraki: Borges and the Kabbalah, op. cit. p. 28.
[11] J. Alazraki: Borges and the Kabbalah, op. cit. p. 28.
[12] Recuérdese que en el planeta Tlön no existe el concepto de plagio puesto que el sujeto de la creación es uno y eterno.
[13] Scholem, G.: Les grands courants..., op. cit. p. 34.
[14] Nota sobre (hacia) Bernard Shaw, OCII p. 125.
[15] G. Scholem.: Les grands courants..., op. cit. p. 32.
[16] Recuérdese que en la introducción al relato El Sur el mismo autor sugiere la posibilidad de una lectura alegórica. Muchos de los relatos aparentemente localistas en el fondo son representaciones alegóricas de la ideas filosóficas favoritas de Borges.
[17] Según Dante (Vita Nuova) la lectura alegórica es única, hay que descubrirla tal y como la había cifrado el autor, sin que el lector tuviera la mínima libertad de interpretación o de una lectura creativa.
[18] También R. Barthes propone una visión semejante de una obra literaria: ‘The problem of style can only be treated by reference to what I shall refer to as layerdness (feuilleté) of the discourse.’ Citado por Alazraki, J. Borges and the Kabbalah, op. cit. p. 8.
[19] Sefer ha-Bahir, El Zohar, Obelisco, Barcelona, 1996, op. cit. p. 9. En el mismo lugar M. Satz alega la siguiente cita del libro de Graves y Patai: Los Mitos Hebreos, (Buenos Aires, 1969): “Adán ve a todas las futuras generaciones de la humanidad colgando de su cuerpo gigantesco; Isaac estudia la Ley Mosaica (revelada diez generaciones después) en la academia de Sem, quien vivió diez generaciones antes que él. En realidad, en el protagonista del mito hebreo no sólo influyen profundamente los hechos, palabras y pensamientos de sus antepasados, y se da cuenta de su profundo efecto en el destino de sus descendientes, sino que influyen en él tanto el comportamiento de sus herederos como el de sus ancestros.” (Ibid. pp. 9-10)
[20 H. Bloom, BLOOM, H. Kabbalah and Criticism, The Seabury Press, New York, 1975, p. 69. Para corroborar su tesis H. Bloom aporta en el mismo lugar una cita de G. Scholem referente a la imagen de los canales (channels – zinzor) de influencia de los diferentes sefirot. Lo sorprendente es que la influencia que se desarrolla entre diferentes sefirot no es idéntica a la dirección de la emanación: “Such channels are paths of reciprocal influence between different sefirot. This process is not a one-way influx from cause to effect; it also operates from effect to cause.” (Citado por H. Bloom, ibid. p. 70)
[21] En Otras Inquisiciones, OCII p. 88.
[22] Ibid. p. 89.
[23] Ibid. pp. 89-90.

BIBLIOGRAFIA:

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ARANA, J. La eternidad de lo efímero. Ensayos sobre J. L. Borges. Madrid, Biblioteca Nueva, 2000.
ARANA, J. El centro del laberinto. Los motivos filosóficos en la obra de Borges. Pamplona, EUNSA, 1994.
ALIFANO, R. Conversaciones con Borges. Buenos Aires, Atlántida (Madrid, Debate, 1986), 1985.
BARNATÁN, M.R. Conocer Borges y su obra. Barcelona, Dopesa, 1978.
BARNATÁN, M.R. La Kábala, una mística del lenguaje, Barral, Barcelona, 1974.
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BLOCK DE BEHAR, L. Al margen de Borges. Buenos Aires, Siglo XXI, 1987.
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CHAMPEAU, S. Borges et la métaphysique, París, Vrin, 1990.
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3.10.2010

DOS CENTURIAS

Por Juan José Oppizzi
Sus Artículos en ADN CreadoreS



En nuestro breve camino por lo que llamamos Vida le damos una gran importancia al conjunto que forman dos cientos de años. Sabiendo de los tiempos y las distancias cósmicos, eso no debería predisponernos al asombro; más bien, arrancarnos una sonrisa. Pero como usamos de referencia nuestra duración media sobre la tierra, y la noción de tiempo nos pertenece con exclusividad a los humanos (al menos en este globo), somos dueños de evaluar aquel tamaño según las pautas que responden a ese esquema. Así, hoy podemos estar absortos en la efemérides argentina en términos de lejanía.

Ya se encargaron algunos historiadores de eliminar aquella figura de un cabildo bajo la lluvia, rodeado por una multitud que se cubría con paraguas, en el 25 de Mayo de 1810. Hoy tenemos asumido que es difícil comprobar si llovía o no, que es al menos dudosa la existencia de esos paraguas y que las personas reunidas junto al pequeño edificio tal vez no eran más que algunas decenas. Dejo en manos de los especialistas en anécdotas la medición cuantitativa de los hechos. Lo que verdaderamente importa es la medición cualitativa. El transcurso de los doscientos años demostró en variadas ocasiones que la masividad no va siempre unida a la verdad, y que la repercusión pública de los acontecimientos a menudo traiciona la auténtica índole de éstos. 





La Revolución de Mayo fue protagonizada por hombres de carne y hueso, en los que anidaba el raudal de pasiones que rige las vidas de todos quienes compartimos esa estructura biológica. Tomarla como algo definitivo, totalizador y perfecto es alimentar una mitología que no ayuda a comprender la Historia. Igualmente errado es limitarla a las intrigas de astutos comerciantes o de políticos ambiciosos. Yo prefiero estudiarla como el principio –el principio– de la fundación del país. Y aquí descerrajo la pregunta que me obliga a replantearme continuamente lo que muchas veces aparenta ser obvio: ¿Un país se funda en un solo acto o lo integran los actos sucesivos de sus pobladores? Me formé culturalmente en la idea que encierra la primera parte de la pregunta; me educaron escolarmente en el concepto de que la República Argentina nació y quedó hecha para siempre entre el 25 de Mayo de 1810 y el 9 de Julio de 1816. Me dijeron que en ese histórico lapso hubo un grupo de seres superiores, metálicos (viéramos, si no, las estatuas de San Martín, de Belgrano, de Moreno), que siempre hablaban y pensaban cosas importantes y aleccionadoras.

De los dos siglos transcurridos, sólo cuarenta años fueron empleados en revisar la interpretación de la historia que reinó en los anteriores ciento sesenta. Surgió el revisionismo (que al principio fue una mera –y no siempre justa– inversión de los santificados y los demonizados por el discurso imperante); se descubrieron ángulos ocultos de los próceres; se ventilaron aspectos reales (y ficticios) de muchos pasajes históricos; se llegó al análisis morboso (en oportunidades, lleno de fantasías) de muchas vidas; se transitó, en fin, el caótico debate que, mal que mal, permite hoy tener una visión más humana de nuestra propia senda humana. Pero lo que rescato de ese ir y venir de opiniones, tan agotador a veces, es la conciencia de algo inadvertido por el calor de los argumentos: que el país está siempre en estado de fundación. Cada minuto que pasa nos coloca en la instancia de comenzar algo que incida en todo el conjunto social. Desde los ideales más elevados hasta las peores maquinaciones, la posibilidad tiene manivelas infinitas. Por supuesto, ante esa realidad ambigua no podemos esquivar la conclusión de que el país está, asimismo, siempre en estado de demolición. Las diferentes mentalidades que prevalecieron en tantos años han efectuado demoliciones y fundaciones alternativas. La sociedad de 1810 no fue igual que la de 1910 y ninguna de ambas fue igual a la que hoy vivimos. Tampoco es cierto –para desorientación de los pesimistas modernos– que en 1810 o en 1910 haya existido un clima de esperanza mayor que el que puede haber en 2010. Quizá en 1810 había muchas menos razones para abrigarla que en 1910 y en los días presentes. No es pura coincidencia el hecho de que los principales actores de la Revolución de Mayo hayan muerto jóvenes (Moreno, Castelli, French, Belgrano) y que su pasaje al bronce haya tenido gusto a reivindicación culposa, ni es casual que San Martín haya acabado sus días en un ostracismo lleno de calumnias.

Cuando miro a vuelo de pájaro la totalidad argentina de los dos siglos, me siento como frente a un precipicio. Hay de todo allí: en 1813 se quemaron en la Plaza Mayor los instrumentos de tortura virreinales; cien años después retornaron en versiones modernas y la pirámide construida para recordar aquella loable fogata vio un día de 1977 una ronda de madres desafiar a otros inconmensurables torturadores; desde 1863 nuestro país se llama República Argentina, pero recién a partir de 1912 se estableció el sufragio libre y secreto, base de cualquier noción republicana; el sufragio ahí se llamó también universal, aunque las mujeres pudieron votar en 1951; desde 1853 existe una Constitución Nacional, fruto de ríos de sangre, sacrificios extremos, esfuerzos increíbles; la mayor parte del siglo veinte ella fue un papel muerto bajo diferentes suelas de botas; un funcionario gubernamental, Domingo Cavallo, una vez mandó a lavar los platos a los científicos; un tribuno parlamentario, De la Torre, fue capaz de enfrentar él solo a todo un gobierno corrupto; un general borracho, Galtieri, para que su gobierno en ruinas durara más, envió a pelear contra un imperio bien armado a conscriptos veinteañeros casi desnudos y con fusiles que no disparaban; un abogado que tuvo que hacer de general, Belgrano, despellejado por las cabalgatas y abatido por la hidropesía, batió dos veces (y con él mismo en el campo de batalla) a un ejército profesional que lo doblaba en número; un médico, Favaloro, harto de pedir inútilmente ayuda para la fundación que le permitía asistir –y salvar– a miles de enfermos, se suicidó...

Y ahí está ella, la República Argentina, aguardando ser fundada muchas veces más y temiendo ser demolida también otras muchas veces. Y ahí están, ante nosotros, los siglos venideros como páginas en blanco, con sus misteriosos, inimaginables desafíos, con sus hombres del futuro que aún no son, con sus hechos aún no acaecidos. Y aquí estamos nosotros, los que formamos el país, porque un país no es un ente abstracto, separado de las vidas que lo pueblan; nosotros somos el país y, según la división que nosotros mismos hemos hecho del tiempo, tenemos un pasado que debe servirnos de lección, un presente que debe servirnos para la acción y un futuro que debe servirnos para la proyección.


Diagramación & DG: Andrés Gustavo Fernández

10.08.2009

ESCANDALO [CARTA ABIERTA AL SEÑOR PAPA]

Por Roberto Daniel León



La pobreza, santísimo padre, no es un escándalo. No lo es, ilustre excelencia, ni acá ni en la China. La pobreza, es una injusticia. Lo es en Argentina y en cualquier parte del mundo, aunque su supuesto mandante haya asegurado que los pobres son bienaventurados; aseveración que, aunque está escrita, usted parece haber olvidado, tanto como para escandalizarse. Comprendo, no obstante, vuestra turbación al respecto, dado que es recién llegado a esta compleja humanidad y por lo tanto no ha tenido oportunidad de pronunciarse antes sobre el asunto. 

Quizá pueda considerar su excelencia, la posibilidad de un error de trascripción en el texto sagrado, dada la probable confusión a causa de la rima: sospecho, humildemente, que donde dice bienaventurados, debió decir hambreados, ninguneados, explotados, sospechados, defenestrados, apaleados, despojados, engañados, etc. Supongo que en arameo, en griego o en latín también existirán las rimas consonantes, aunque confieso mi ignorancia de la estructura gramatical de esas lenguas. No obstante, su santidad, debe saber usted que en estas tierras (casi todas propiedad privada y la mayoría de dignísimos fieles seguidores de la doctrina que usted magníficamente sostiene y representa), hay muchas personas tan escandalizadas como usted por la pobreza, dada la mala imagen que transmiten los pobres a la prístina visión sagrada. En general son feos, les faltan dientes, visten mal, beben (para colmo licores baratos), comen sin modales, no guardan las formas, jamás leyeron el manual de Carreño (de buenos modales y costumbres decorosas), consumen muchas grasas, suelen ser en general impresentables y nunca válidos como muestra del modelo que usted acompaña y que, casualmente, sostiene la sagrada estructura a la que representa. 

Le cuento, en confianza, que por estos lares no he visto últimamente a sus obispos acompañar ni celebrar misa en los piquetes de los pobres, pero sí los he visto haciéndolo en los de los Otros, los que han sido bendecidos por su Dios con innumerables bienes, esos que justamente les faltan a los escandalosos pobres. Le ruego, eso sÍ, que esto quede entre nosotros, porque no quiero herir susceptibilidades. No puedo olvidar –no lo tome usted a mal- hablando de escándalo, que de este lado del Atlántico (o del Pacífico, porque al fin y al cabo la tierra era redonda nomás), el amor cristiano de muchos de sus representantes se manifiesta cada vez con mas intensidad, particularmente por los niños y sus genitales. 

En este caso, el escándalo excede las fronteras de Argentina y confío en que usted tomará cartas en el asunto (todas las cartas y documentación afín) para aplicarles la purificación del fuego. Finalizo recordándole al Banco Ambrosiano y otras instituciones relacionadas por el mismo Dios, las cuales seguramente serán herramientas que en sus manos, contribuirán sabiamente a reducir el escándalo (el de la pobreza). Supongo, conociendo la doctrina de su organización, que renunciará voluntariamente al sostén del Estado Argentino y se devolverá... digo, destinará la millonaria suma a compensar a los amados pobres. 

Esperando haber contribuido muy humildemente al desarrollo social, aunque a espaldas de tal ministerio, saludo a usted con mis mayores deseos. 




7.07.2009

LA PESTE

Por Roberto Daniel León


SUB-VERSION ALTAMENTE EMPOBRECIDA DE ALBERT CAMUS 

“Ya son 47 los muertos por Gripe A”, es la presentación televisiva de un canal de noticias. El enfático YA pretende (y logra en la mayoría de los casos), que el televidente crea que 47 muertos en una población de 40 millones, tiene características apocarriópticas. Me permito simular una extensión al titular, a fin de transmitir más apropiadamente la idea original: “Ya son 47 los muertos por Gripe A. En cambio, los muertos por hambre, por violencia, por chagas, por gripe común; son apenas unos miles”.


Parece que si para vender hay que sembrar el pánico o cualquier otra basura, entonces se hace y se acabó. Vender es la consigna. Vender barbijos, vender alcohol gel, vender desinfectantes, vender medicamentos, vender “noticias”, vender… al precio que sea. Cuanto mas caro mejor, por supuesto.

Hasta mi madre, que no ve ni escucha, dice todos los días –a modo de saludo- “cuidate de la gripe”. Debo confesar que el poder hipnótico desarrollado por los medios masivos de comunegoción ha logrado sorprenderme. Sospecho que para recuperar la racionalidad de las víctimas, serán necesarios los servicios de desprogramadores profesionales, muy de moda en USA durante el apogeo de las sectas religiosas.

Barbijo en boca (emboca a los incautos) y con la mirada extraviada por el terror, deambulan por los pasillos hospitalarios aquellos que antaño se metían en la cama, se tomaban un té con limón, un geniol, sudaban un poco y a otra cosa mariposa.

En los pueblos chicos la gente quiere ser protagonista de algo, aunque sea de una terrible desgracia, con tal de aparecer en la tele. La nación televisiva parece un pueblo chico: es capaz de cualquier cosa con tal de aparecer en el “contexto” internacional. Moriríamos por tener aunque sea el terremoto más grande. Cholulismo, le dicen.

Sospecho, porque ya lo vi antes, que una vez agotadas las reservas de todo lo vendible, la gripe desaparecerá milagrosamente de las pantallas, como desaparecen otros grandes males una vez pasadas las elecciones o cumplido el objetivo.

El año pasado en el Hospital de Carmen de Areco, por ejemplo, tuvieron que hacer lugar en la sala general de mujeres para albergar niños, porque pediatría estaba colapsada en su capacidad de camas; sin embargo, ningún medio de comunicación habló de epidemia. Ni en un panfleto se mencionó el asunto. 

Hoy, que supuestamente padecemos todas las endemias juntas, sobra la mitad del área. (Se puede comprobar visitando el sector de estadísticas del hospital, siempre y cuando se prefiera saber a creer, por supuesto). Los legisladores electos, impulsarán alguna ley en el Congreso que castigue el Tráfico de Influenza?


Diagramación & DG: Andrés Gustavo Fernández