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7.07.2009

LA PESTE

Por Roberto Daniel León


SUB-VERSION ALTAMENTE EMPOBRECIDA DE ALBERT CAMUS 

“Ya son 47 los muertos por Gripe A”, es la presentación televisiva de un canal de noticias. El enfático YA pretende (y logra en la mayoría de los casos), que el televidente crea que 47 muertos en una población de 40 millones, tiene características apocarriópticas. Me permito simular una extensión al titular, a fin de transmitir más apropiadamente la idea original: “Ya son 47 los muertos por Gripe A. En cambio, los muertos por hambre, por violencia, por chagas, por gripe común; son apenas unos miles”.


Parece que si para vender hay que sembrar el pánico o cualquier otra basura, entonces se hace y se acabó. Vender es la consigna. Vender barbijos, vender alcohol gel, vender desinfectantes, vender medicamentos, vender “noticias”, vender… al precio que sea. Cuanto mas caro mejor, por supuesto.

Hasta mi madre, que no ve ni escucha, dice todos los días –a modo de saludo- “cuidate de la gripe”. Debo confesar que el poder hipnótico desarrollado por los medios masivos de comunegoción ha logrado sorprenderme. Sospecho que para recuperar la racionalidad de las víctimas, serán necesarios los servicios de desprogramadores profesionales, muy de moda en USA durante el apogeo de las sectas religiosas.

Barbijo en boca (emboca a los incautos) y con la mirada extraviada por el terror, deambulan por los pasillos hospitalarios aquellos que antaño se metían en la cama, se tomaban un té con limón, un geniol, sudaban un poco y a otra cosa mariposa.

En los pueblos chicos la gente quiere ser protagonista de algo, aunque sea de una terrible desgracia, con tal de aparecer en la tele. La nación televisiva parece un pueblo chico: es capaz de cualquier cosa con tal de aparecer en el “contexto” internacional. Moriríamos por tener aunque sea el terremoto más grande. Cholulismo, le dicen.

Sospecho, porque ya lo vi antes, que una vez agotadas las reservas de todo lo vendible, la gripe desaparecerá milagrosamente de las pantallas, como desaparecen otros grandes males una vez pasadas las elecciones o cumplido el objetivo.

El año pasado en el Hospital de Carmen de Areco, por ejemplo, tuvieron que hacer lugar en la sala general de mujeres para albergar niños, porque pediatría estaba colapsada en su capacidad de camas; sin embargo, ningún medio de comunicación habló de epidemia. Ni en un panfleto se mencionó el asunto. 

Hoy, que supuestamente padecemos todas las endemias juntas, sobra la mitad del área. (Se puede comprobar visitando el sector de estadísticas del hospital, siempre y cuando se prefiera saber a creer, por supuesto). Los legisladores electos, impulsarán alguna ley en el Congreso que castigue el Tráfico de Influenza?


Diagramación & DG: Andrés Gustavo Fernández

4.13.2009

OREJA

Por Roberto Daniel León



OREJA… 

Con buena vista se busca para neutralizar accionar de lengua veloz. 


No hace mucho tiempo, densa polvareda levantó un comentario de Carmen Argibay (Ministra de la Suprema Corte), al referirse a esta sociedad como esquizofrénica. Dado que la palabreja describe un síntoma que pocos reconocen, pero que la mayoría huele peligroso, todo el mundo (léase los medios masivos de comunicación), se mandó a guardar pasado el estupor inicial. No se hable más del asunto, pareció ser la consigna no escrita. La declaración resultó todo un incómodo dedo en el culo, de modo tal que nadie se siguió moviendo después de la primera impresión: no vaya a ser que profundice o haya más dedos.

Susana “Sinpecado” Giménez lanzó la primera piedra: el que mata debe morir. Uno, que también tiene su corazoncito, claro, acostumbrado a volar más alto que los alambrados porque sabe que son peligrosos, inmediatamente imagina, casi seducido por la idea: a los que matan de hambre, a los que matan con la especulación, a los que matan por dinero, por poder o no poder, a los que matan los sueños, la libertad, la justicia, el amor…Bueno, en este caso no; en este caso es a los que matan a los floristas. Tanta sensibilidad por la belleza (y no es ironía) tirada a la basura mediante la simple y torpe eliminación de un cuerpo. ¿Cuántas sensibilidades por el arte, la belleza, la libertad, la justicia y el conocimiento, fueron masacradas antes por similar método? La diva, que se las ha ingeniado para que la ignorancia resulte simpática, parece que al igual que el “ingeniero” y muchos miles similares, acaban de llegar de Andrómeda, donde aún no hay señal de cable y por lo tanto, no sólo no estaban enterados, sino que además no tienen nada que ver con los horrores que ocurren en este país (en el exterior no se consiguen, excepto en la temible Cuba).

Como “todos” somos “nadie”, entonces hay que encontrar a uno que pague por todos; uno que tenga nombre y apellido, que sea fácil de identificar y, sobre todo, vulnerable. La brillante idea –que ya se le ocurrió al dios de la Biblia con su supuesto hijo- sigue vigente: ahora son nuestros hijos, es decir los jóvenes. Claro que eso no se puede confesar tan crudamente, así que hay que disfrazarlo un poco y desviar la atención de la conciencia. La droga! Ahí está! Ese es el monstruo que se devora en forma oral, aspirante o inyectable, nuestro futuro… no! Mejor poné “seguridad”! Eso, nuestra seguridad! La droga es la culpable. Tiene vida propia, llovió de los cielos… no, de los cielos no puede ser, porque tendría que ser buena; apareció del infierno! Eso! Nosotros no tuvimos nada que ver con construir porquerías ilegales. Solo legales; dentro de la ley, todo. ¿Cómo hace la droga para apoderarse de nuestros hijos, poniéndolos en situación de ser sacrificados, por el bien de nuestra seguridad eterna en el country prometido? ¿Tiene ese monstruo vida propia? ¿Acaso es alienígena? ¿Por qué no todos los jóvenes consumen estupefacientes? ¿Por qué no todos los que consumen son violentos? ¿Acaso no tiene el mismo efecto en todos? ¿Por qué no hacerle lugar a la-s pregunta-s?

La precariedad intelectual que nos dejaron los milicos, encaramada a diversos estratos del poder, no solo no logra sino que no permite ver mas allá de las formas externas y, por las dudas que haya que hacerse cargo de algo, prefieren atacar sólo lo que se ve. De este modo, como dice Dolina, le apuntan al cura pero le pegan al campanario, perpetuando el mismo fracaso con idéntico método.

Para el control de plagas, la biología moderna incorpora el concepto de llegar a la gestación de la misma, evitando matar a los bichos que están a la vista y usándolos como emisarios portadores de algún tipo de inhibidor de la reproducción. El producto llevado a la madriguera, detiene la gestación de más plaga. Obviamente los biólogos no se nutren de los medios de comunicación masiva y tampoco ocupan sitios de decisión en los ámbitos gubernamentales ni eclesiásticos. Es menester abundar, en función de la comparación y en virtud del ejemplo utilizado, que para los seres humanos, el inhibidor no sería biológico sino educativo, ético, cultural, intelectual.

Llevamos ya muchos años de estímulo a las emociones y nula nutrición de la cabeza. Los “sentidos” cobran fuerza, mientras el raciocinio se debilita por ausencia de la palabra formadora. Un porcentaje cada vez mayor de la sociedad moderna deja de tener hijos y solo paren crías, posicionándonos cada vez más cerca del primigenio animal. Ya casi no se escucha a los niños y la charla formativa de actitudes es reemplazada por: “no molestes”, “andá a ver la tele”, “andá a jugar con la compu” (jugar con la compu, en casa o en el cyber, es “jugar” a matar sin consecuencias; matar sobre todo al diferente, cuanto mejor si negro o musulmán, pero sobre todo, desarrollar placer por la muerte del otro).

Toda esta barbarie no puede tener mejores consecuencias que las que están a la vista. Hacerle abundantemente la cabeza a una persona en formación o sin ella, para que consuma innumerables productos que le darían un status preferencial, convirtiéndolo en alguien valioso y aceptado, mientras que a la vez se los excluye, negándoles los medios de acceso al tan promovido objeto, no puede menos que contribuir eficazmente a, por lo menos, la rotura de una vidriera.

Que las personas adineradas eludan tan fácilmente el accionar del sistema legal (mal llamado justicia), mientras que las cárceles se llenan de pobres de toda pobreza, no puede menos que multiplicar reacción violenta.

Burlarse de los sueños hasta matarlos, no puede menos que dejar vacíos de toda vida interior a aquellos que necesitarán de abundante estímulo externo para no morir de hastío, seres a los cuales luego querremos matar porque “no tienen remedio” y porque “nacieron así”. La hipocresía es carísima. Genera un alud de previsibles consecuencias, salvo para quienes se niegan a enterarse de su participación en los hechos.

La destrucción de la palabra, de las utopías, de los valores éticos, reemplazándolos por viles y efímeros objetos concretos, pondrá afuera del individuo lo que debería pasar por su interior. Poner afuera es no hacerse cargo, es culpar siempre a otro y deteriorarse gradualmente como persona, conduciéndonos a un progresivo descenso de la calidad humana. La calidad humana se construye, nadie viene hecho, mal que les pese a los místicos creyentes. Ahora quieren regresar al lugar del que a duras penas intentamos salir, pero no nos engañemos: Susana y los “susanos”, no quieren regresar –por ejemplo- a la “colimba” (no tienen puta idea de lo que realmente era esa bazofia), quieren que regresen los otros; esos “otros” que tienen la culpa de todo. La pena de muerte es la solución maravillosa, excepto, claro, que me la quieran aplicar a mí. Y todo eso sin contar con que el criterio y la aplicación de “justicia” actuales, mataría inocentes y seguiría liberando culpables por doquier.

Una sociedad cuya bandera y símbolo supremo de desarrollo es el autito, o el aire acondicionado, no puede pretender lidiar tan fácilmente con conceptos éticos y filosóficos como la vida, la muerte, la libertad o la justicia. No sin antes detener la lengua, agudizar el oído para escuchar y aprender, la vista para observar y leer, el olfato para detectar carne podrida o quemada y el tacto para acariciar en vez de golpear, sin olvidar la otra acepción del término, que posibilitaría pensar lo que se dice, en vez de decir lo que se “piensa”.

Pena de muerte 

Muerte de pena 

Pena a la muerte 
Muerte a la pena. 


Diagramación & dg: Andrés Gustavo Fernández

3.23.2009

TEXAS PUEDE

Por Roberto Daniel León



Según reza el titular de una reciente noticia, habrían descubierto en Texas (milagro, dios existe!) una hormona que sería la causa de la infidelidad femenina (insisto, ESE dios existe).

Cierta vez, sin que le fuera requerido, una dama intentaba justificar su aventura con la frase: “una también tiene sus necesidades…”. Se inscribe esta anécdota circunstancial, en la modalidad reduccionista –y me atrevo a agregar irresponsable- proveniente en general de los “avanzados” cerebros estadounidenses (aunque no todos, por suerte), que insisten vez tras vez -incapaces de simbolizar-, en encadenar la persona al cuerpo.

Claro que una hormona establece condiciones y “necesidades” fisiológicas, pero la sexualidad excede al cuerpo, incluyendo la genitalidad. Eso, es lo que ese dios aún no les permite ver. Necesidades tienen los animales, las personas (no parece ser el caso de ellos) despegaron del animal al haber podido simbolizar, elegir, desear… 

Yo no tengo “necesidad” sexual, tengo deseo. Y deseo en función de aquello que está armado en mi psiquis, conforme la influencia de la cultura en que me ha tocado desarrollarme, las vivencias personales dentro de esa cultura, y las consecuencias de mis elecciones. A un perro en celo le da igual cualquier perra y viceversa, condicionados solo por diferencias prácticas de tamaño. A un hombre no le da igual cualquier mujer y viceversa. La elección (siempre hay una elección), proviene de los estándares culturales, de las fantasías, de las asociaciones de imágenes disparadoras del deseo, que se construyen en la persona a partir de su inmediatez.

El reduccionismo salvaje de estos sectores, fruto de sus frustraciones personales, del vacío de construcción interior y de la ignorancia supina, los hace cómplices –si no artífices- de la construcción de pedazos de carne esclava. Lograron avanzar admirablemente en el conocimiento de las vías de comunicación inter cerebral, pero poco o nada saben (y a eso le temen), acerca de que es lo que viaja por esas vías. Acostumbrados a poner el cuerpo (de otros) y las armas, cuando no logran entender simplemente disparan un misil y vuelan el puente (lobotomía). Lo que no logran entender –o no quieren- es que la información que viajaba por esa vía solo se detuvo, no desapareció. Claro que, cortando la cabeza completa, entonces si desaparecerá. Basta con martillar el disco duro de una PC para que su contenido desaparezca. De todos modos, con solo la biología como recurso, se puede construir un idiota que sonría siempre y presentarlo al mundo como el nuevo hombre feliz. La compleja integralidad de una persona parece no entrar en sus cabezas y, Murphy mediante, como todo lo que tienen es un martillo, cualquier cosa que ven les parece un clavo. De aquello que no cierra, pues no se habla y sanseacabó.

¿A que destino conlleva esta forma de concebir la vida? Temo una realidad que supere a las peores películas futuristas, con zombis programados para determinadas tareas, con la pérdida absoluta de su libertad y por lo tanto de su humanidad.


Diagramación & DG: Andrés Gustavo Fernández

2.09.2009

OH…! BAMA!


Por Roberto Daniel León



Días plagados de imágenes y comentarios masivos se suceden sin misericordia, rondando la escena de la victoria electoral de Barak Obama en Estados Unidos, y su casi paradójica llegada a la Casa Blanca. En algún sentido –aparte del tecnológico- pareciera que la humanidad a avanzado, exceptuando a los comunicadores sociales masivos que, aferrados a un cliché, no parecen poder pensar mas allá de lo establecido.


En efecto, no cesan de mencionar el extraordinario “desarrollo” de la “raza negra”, en función de la “igualdad” con los “blancos”, entre otras sandeces con que apabullan a los tele videntes, oyentes o lectores que, desprevenidos y desinformados, adhieren sin reservas a lo dicho a borbotones en los multi medios que hicieron un show de la vida y la muerte, donde lo que importa es llenar espacios mientras se suceden las imágenes y los conductores deben decir algo, lo que sea, para que no haya silencios. Ellos tienen establecido que una sucesión fortuita de acontecimientos positivos debe llamarse milagro y que, en cambio, la misma sucesión fortuita de acontecimientos, pero en sentido negativo, debe llamarse desgracia, tragedia, etc. Y ahí están.


Lejos de este berenjenal, con las desventajas propias del desierto, avanzan quienes piensan en la raza humana. Son quienes aprendieron que algunas diferencias fisonómicas no establecen una raza, que la humanidad se inició en ese lugar de la tierra que hoy conocemos como Africa, que las concepciones y acciones de los seres humanos están condicionadas por su cultura y lo que cada uno pueda hacer con ello, no por sus genes ni, mucho menos, por el color de su piel. Insisten sin embargo, los de más acá, en instalar cierta sensación de que Obama, por el solo hecho de ser negro, podría ser diferente (léase mejor) en su calidad humana, que muchos de sus predecesores en el gobierno de los EE.UU. y su apéndice, el mundo. La pregunta es: ¿En qué cultura armó Obama su estructura psíquica, es decir su persona? ¿Piensa como hindú, como sioux, como araucano?


Cuando Néstor Kirchner llegó a la otra casa, la Rosada, parodiando símbolos de una cultura originaria durante la entrega del bastón de mando, se podía pensar que se trataba de algo –alguien-, diferente. Sin embargo, este señor no hizo su persona en esa cultura; la hizo en una cultura política y social muy diferente: en un movimiento llamado peronismo. Precisamente, que se trate de un movimiento, impide que sea referencial, dado que se torna inasible. Esa sola característica, para no abundar, no lo hace confiable: si hoy lo busca donde estaba ayer, ya no lo encontrará.


Obama no podrá, salvo que haya crecido, ser diferente a lo adquirido en su cultura que, permítanme recordarlo, no es la de ninguna ancestral tribu de Kenia.


¿Por qué llega un negro a presidente de una nación que después de esclavizarlos los persiguió y segregó durante muchísimos años? ¿Porque el pueblo estadounidense creció, o porque Barak ya no es negro?



 Diagramación & DG: Andrés Gustavo Fernández

1.21.2009

IGLESIA UNIVERSAL



Por Roberto Daniel León



Carmen de Areco, 21 de Enero de 2009


Pastor Matías, 
de mi consideración: 

Acabo de recibir de parte de un familiar su impersonal invitación, la cual quiero agradecer, a fin de no herir gratuitamente la –seguramente buena- intención de quien me la entrega, ni de quien la envía.

No obstante, por respeto a mis propias convicciones, quiero poner en su conocimiento que no soy creyente. Pasé por ello alguna vez y no deseo regresar, de modo que aceptar su invitación sería retroceder, respecto a lo avanzado hasta aquí. Podrá reparar Ud. seguramente, que utilizo con propiedad la palabra avanzado.

Aunque esta declaración escandalice las mentes de los astutamente atemorizados creyentes, a mi no me interesa someterme a la voluntad de ningún dios, sea real o imaginario, y menos que menos cuando se trata del dios de la Biblia, munido de una conducta y una perversión tal, que pone en evidencia su origen humano. Creado y sostenido por hombres incapaces de hacerse cargo de su propia responsabilidad y deseosos de contar con algo donde poner afuera sus miserias y temores, en vez de hacerlas pasar por sí mismo, lo cual redundaría en crecimiento. 

No me interesa tampoco una fe que entrega “verdades” reveladas en bandeja de plata, que no deja lugar para la duda y que por lo tanto detiene la búsqueda. Yo me aventuro por mis propios caminos y, lo descubierto hasta ahora, no deja de sorprenderme ni me ha decepcionado. Acepté hacerme cargo de las consecuencias y logré crecer, aunque no conforme a vuestro criterio seguramente. Sin embargo, aunque los creyentes no lo crean (por cuanto les han enseñado que no puede ser), soy feliz. No ha sido gratis, el proceso –que aún continúa- tiene un precio que, le confieso, bien vale la pena. El dinero ha dejado de ser lo más importante para mí, por lo que su escasez no me angustia, así que por ese lado, el anzuelo no tiene carnada. Los problemas familiares, he logrado resolverlos en tanto me ha interesado hacerlo, cuando he considerado que merecía la pena. He amado y he sido amado. En algunos casos resultó muy doloroso y de ahí también aprendí. Pude conservar y priorizar los recuerdos felices y disfrutarlo, así que en realidad los llamados problemas sentimentales, no son tales. Soy afortunado también, porque no tengo enfermedades; y no las tengo, particularmente, desde que sané mi cabeza. No necesito estar a salvo, porque así cualquiera se siente bien. El gran desafío es sentirse bien y obrar bien, aún en medio de la inseguridad. Por elección personal. Quizá pueda reconocerme usted el mérito de ser feliz, aún cuando se que no hay vida después de esta.

Por último, debe saber usted que no necesito de la obligación ni de la transformación impuesta por ningún dios, para decidir amar a mis semejantes, lo suficiente como para no matar aún a quienes se lo merecen. Le aseguro que es mucho más de lo que algunos reconocidos cristianos han hecho. Si usted es de verdad un creyente, todo esto será en vano, por cuanto ya le habrán advertido que mis palabras son herramienta del diablo, el cual habla por mí. Es uno de los reaseguros para mantener cautivo al creyente. Si, en cambio, usted es simplemente un engañador profesional que vive del cuento religioso, entonces al menos sabrá que no puede contar conmigo.

Roberto Daniel León


Portada: Pachakamakin
Diagramación & DG: Pachakamakin


7.12.2008

DESDE EL CAMPO

Por Roberto Daniel León


... pero sin el campo, escuché en Radio Colonia -un medio clásico de la información alternativa en tiempos de censura de prensa,

Hoy a la derecha de Radio10- difunde declaraciones del vice presidente de la Sociedad Rural, expresando que el sector al que representa quería ser prudente, por cuanto creían haber escuchado el clamor de la sociedad.

Si entendemos que clamar es suplicar o rogar colectivamente, debemos suponer que estos señores se creen destinatarios de súplicas, ergo poderosos actores con derecho a prebendas.

Por otra parte, variadas expresiones del sector y de la propaganda ad hoc, insisten con decir que esperan del gobierno, lo que han dado en llamar un gesto de "grandeza".

Desde el punto de vista del aborígen, dice Galeano, el pintoresco es el turista. De someterse el ejecutivo a la demanda de un sector que quiere seguir siendo muy poderoso, a sabiendas que ese poder se sostiene en detrimento de aquellos que no tienen ninguno, no suena a mucha grandeza que digamos.

¿Será una forma de lisonjear al gobierno, para ver si se la cree y afloja? ¿O de verdad creerán que bajarse los lienzos frente a ellos es grandeza?

Parece que estuviera de moda la grandilocuencia, con una suerte de utilización de palabras que refieren a excelsos valores humanos, en un contexto de excremento de cerdos.

Hablan de la dignidad del trabajo, sin ponerse colorados, quienes lo retribuyen con monedas, cuando la dignidad sería justamente lo contrario: negarse a laburar por dos mangos.

Sin embargo, regresando al clamor, el tipo tiene razón: hay un sector -numeroso y clase mediático- de la sociedad, que ha sido entrenado para bajarse los lienzos frente al poder económico. Tienen vocación de cadena de ternero (decimos acá por arrastrado) y no dudan en clamar por su mísera cuota, ante los gordos amos que se regodean de su poder.

Los arrastrados nunca se solidarizan con sus pares, ni con nadie que pudiera ayudarles a construirse un taparrabos: ellos seguirán con sus pálidas nalgas al aire, ofrendadas al mercado sodomita.

Yo no. Yo no estoy…

No estoy con el campo (léase empresarios sojeros) como verán...


Diagramación & DG: Andrés Gustavo Fernández

5.12.2008

COPROFAGIA

Por Roberto Daniel León


Darse el gusto es una decisión respetable y hasta admirable, en el ámbito de la vida privada, donde el protagonista es el único afectado. Cada quien puede decidir si deja de comer para adquirir un plasma o si vende el televisor para poder comprar un reproductor de discos de video. No obstante, cuando la decisión involucra a muchos, es justo que se recurra al consenso y se consideren los valores y las necesidades de los otros. 

En este sistema socio político, donde los golpes de efecto son recursos para la consolidación de un poder que no contempla estas condiciones, y que tiene como fin evidente la satisfacción personal, es frecuente encontrar que con la excusa de pertenecer a la “modernidad” se anuncien vuelos a la estratosfera, o se concreten proyectos de construcción de un “tren bala”, cuando millones tienen sus necesidades básicas insatisfechas, cuando el transporte público es lamentable y costoso y las rutas abarrotadas de tránsito son escenario frecuente de tragedias horrorosas. Estas opciones solo son posibles cuando el otro y el Otro han perdido valor en nuestra concepción ética y lo son también con el concurso y la complicidad de muchos, incluidos las víctimas.

No se trata solo de suponer que con el costo del “tren bala” podría alcanzar para reactivar mas de una línea ferroviaria con sus consecuentes beneficios, sino que mas allá de esto yace uno de los nefastos conceptos del capitalismo conocido como neoliberalismo: toda crisis es una oportunidad de negocios, al cual refiere con admirable agudeza la periodista canadiense Naomi Klein. Esta sentencia que con circunspecto aire de sabiduría esgrimen los ejecutivos modernos y muchos pobres aspirantes a tan alto honor, es uno de los tantos eufemismos con que la cultura de la apariencia (packaging) presenta una vieja actitud de desprecio a las personas, a la solidaridad y a la construcción en conjunto. Tiene como resultado la injusticia social, el agrandamiento de la brecha entre ricos y pobres, la violencia y la agresión mutua, siempre entre los damnificados. Es decir, pobres contra pobres.

Toda crisis es una oportunidad de negocios significa, en buen romance, aprovecharse de las necesidades de los demás. No está instalada solamente en los altos círculos del poder económico, sino que se plasma en la calle, en el hombre común. Cuando escuchamos “…encontré a uno que quiere vender su lavadora automática en cien pesos, pero está ahorcado; seguro que si le ofrecés cincuenta te la vende igual” estamos en presencia de toda crisis es una oportunidad de negocios.

En esta modalidad de ejecución, lo que se ejecuta en realidad es toda posibilidad de desarrollo humano, aunque haya ministerios que ostenten este nombre.

Así como la espada y la cruz se convirtieron en símbolo de la conquista de América por parte de un país, los espejitos y vidrios de colores son el símbolo del engaño con que ahora –no un país, sino un poder sin fronteras- se lanza a la conquista de la humanidad. El terreno ya fue preparado para esta conquista y consistió en sustituir –en principio- a la palabra por la imagen. El mundo en imágenes, es un modelo terminado que no requiere elaboración. La palabra en cambio, requiere del pensamiento. Crea y construye. Modifica y perfecciona. Libera a la vez que relaciona.

Sin embargo, por influencia o por azar, se ha desplazado de la escena y lo que se ve, que aparentemente nos conecta, es justamente lo que nos separa y nos destruye: (“tiene cara de delincuente”, “ojos de bueno”, etc). La televisión nos muestra en un paneo los fervorosos aplausos de la tribuna, pero las cámaras omiten hábilmente mostrar al asistente que levanta, en el momento apropiado, la pancarta que indica aplaudir. La imagen, es decir lo que vemos, es insuficiente y limitado; deja afuera contenidos esenciales, embrutece, distorsiona y detiene. Es posible que cuando el viejo dios bíblico prohibía a los hebreos tener imágenes, supiera de qué hablaba. Se hubiesen detenido, precisamente, en la imagen.

Los eufemismos son envoltorios. Imágenes que encubren las palabras. En la sentencia eufemística referida anteriormente, ostentada por exitosos hombres de negocios de la actualidad, no deberíamos perder de vista la condición de los componentes de la ecuación: los negocios siempre son de ellos y la crisis siempre es nuestra. La oportunidad sería la falaz disyuntiva de en que lado estar. Solo que la oportunidad no es de todos y a la hora de elegir, si fuera posible, estar del lado del negocio significaría practicarle un agujero mas al barco en el que vamos todos; solo que la tarea se llevaría a cabo, eso sí, en un ambiente climatizado. 




5.08.2008

DIOS APRIETA, PERO NO AHORCA

Por Roberto Daniel León







-No le conviene... -recuerdo que pensé un día de estos en que escuché la frase, cuando caí en la cuenta de que dios es capitalista, como los cuernos. Su sentido de la propiedad, pilar del capitalismo, le permite darse el lujo de apretar, un poco por el placer de ostentar poder y mucho por mantener las ganancias que otorga la sumisión de la servidumbre. Y no ahorca porque –no hay que ser demasiado inteligente- se quedaría sin servidumbre. Más o menos así funciona el sistema. 

Usted trabaja en una mina y recibe azotes todos los días. De pronto, una vez cada tanto, ocurre que los miércoles no lo azotan. Todos los demás días siguen igual, pero los miércoles usted cree que el amo es bueno. 

El gobierno de turno -capataz de la finca cuyo dueño es el poder económico- es el jinete; y usted, Juan Pueblo, es el caballo. El jinete, fiel servidor, acostumbra cabalgar con las riendas bien cortas; pero con el tiempo eso produce mucho dolor de boca al noble bruto y se encabrita un poco. Entonces, para no correr riesgos de ser derribado, el jinete afloja un poco las riendas. 

Cualquiera con un poco de sensibilidad por la justicia y que espera finales felices en los cuentos, podría pensar que ese es el momento en que el caballo redobla su furia y da por tierra con el jinete. 

Sin embargo, el caballo se tranquiliza y continúa al trotecito por la vida, pensando que bueno es el jinete y repitiendo para sus adentros, como una letanía, la frase acuñada por la “sabiduría” de sus ancestros: ...dios aprieta, pero no ahorca. 

Cada tanto cambia el jinete, que puede llamarse Jorge, Raúl, Carlos, Fernando, Eduardo, Néstor o Cristina; pero el caballo, siempre es Juan Pueblo. 

¿Nunca fantasearán los equinos con un cambio de roles? Dicen que algunas veces lo hacen, pero que cuando eran potrillos les enseñaron que el cambio de roles se llamaba subversión y que eso era malo. Claro que nunca les dijeron malo para quien, pero eso es otra historia. Dicen también que los caballos ven todo gris. 

¿Será por eso que no les llamará la atención que los medios de comunicación denominen “justicia” al sistema legal? ¿O que los presos sean todos pobres? ¿O que el asesinato de una mujer es tapa de diarios solo si vive en un barrio cerrado? 

¿O que el dinero se lo llevan siempre los mismos, tanto en períodos de rienda corta como de rienda larga? ¿Que su única ganancia es que le duele menos la boca y puede mascar el freno con mas comodidad? 

Si... ya sé que tienen poca memoria, y que la poca que tienen la usan para volver a la querencia, al trotecito, nomás... a la propiedad del patrón, que hay que trabajar. Para él.

Y que de recién nacido, con sus patas flacas y temblorosas ya le enseñaron la resignación y otras “virtudes”, que son como pasajes de primera clase para el Transporte al más Allá SA, Mortadela Tour y otras. 

Triste destino, los caballos argentinos...



Diseño|Arte|Diagramación: Pachakamakin
Portada: Lukas Kândle