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5.17.2012

LOS TAROTS I

Por E. H.
Traducción: S. d´Hooghvoorst


Vio el conjunto de las cosas, y habiendo visto,
entendió...
Las cosas que conoció las grabó,
y habiéndolas grabado,
las ocultó... a fin de que toda generación tuviera que buscarlas.
HERMES TRISMEGISTO [1] 

¿Quién no ha realizado alguna vez una consulta al Tarot? El método es conocido: el consultante baraja las cartas, luego, las saca una por una de la pila. Entonces, el intérprete las coloca en un cierto orden y en ellas lee el porvenir según milenarias reglas adivinatorias, Si el intérprete, a menudo una mujer, está dotado y tiene experiencia, se pueden sacar curiosas verdades de esta consulta. Lo hemos experimentado. Esta clase de adivinación se llama cartomancia, en la cual las cartas sirven de soporte a un tipo de videncia natural para la que algunas personas están dotadas.

La cartomancia es un procedimiento muy ampliamente difundido en el mundo, ya que existen antiguas cartas chinas, indias e incluso musulmanas. De entre todos los juegos de Tarot, el más conocido en nuestros países es el antiguo Tarot de Marsella [2] llamado también Tarot de los Bohemios. De este juego nos ocupamos sobre todo en este estudio.
Pero, la simple cartomancia vulgar no lo explica todo. Ante la complicación de estos dibujos, cabe la pregunta de saber con qué intención se concibieron inicialmente estas cartas. Considerándolas atentamente, ¿No nos encontramos ante un mensaje de alcance más profundo y esencial?

El origen de la palabra Tarot es mal conocido. El adjetivo taroté [3] se refiere a cartas cuyo dorso está marcado de gris en compartimentos [4]. Pero, taroté se decía antiguamente de «una superficie dorada con hojas, cuando estaba troquelada o grabada con un estilete o un punzón para imprimir un dibujo en el oro. Los fondos de los primeros tarots iluminados eran obtenidos de esta manera.» [5] Uno de los más antiguos juegos de Tarot que se conocen, el Tarot de Visconti (siglo XV, Milán), nos muestra, en efecto, personajes pintados sobre hojas de oro «tarotadas», como podemos observar en la figura 1. [6]

Estas Láminas de oro grabadas y pintadas, ¿Acaso no hacen referencia a esta filosofía del Oro Sabio, u Oro del Templo, de la que ya hemos tenido oportunidad de hablar, y por la cual los profetas profetizaron?

Nos encontraríamos, pues, ante un mutus liber, que los antiguos imagineros nos habrían transmitido bajo el velo de la cartomancia. Al menos, tal parece haber sido la intención del Adepto desconocido que grabó con tanto cuidado las Láminas del Tarot de Marsella.
Ya en el siglo XVIII, el ministro protestante francés Antoine Court de Gebelin (1725-1784) fue uno de los primeros en presentir en sus escritos la verdadera naturaleza de los Tarots.
«Si se oyera anunciar -escribía- que aún existe hoy en día una obra de los antiguos egipcios, uno de sus libros escapado a las llamas que devoraron sus espléndidas bibliotecas, todos estarían impacientes por conocer un libro tan precioso, tan extraordinario. No obstante, el hecho es muy cierto, este libro egipcio, único resto de sus espléndidas bibliotecas, existe hoy en día; incluso es tan común que ningún sabio se ha dignado ocuparse de él, nadie, antes de nosotros, habiendo sospechado su ilustre origen. Este libro está compuesto de 72 hojas o imágenes, incluso 73, [7] dividido en clases. Este libro es, en una palabra, el juego de los Tarots.»
Nuestro autor sabía bien de qué se trataba. Añade, un poco más lejos:
«... efecto necesario de la forma frívola y ligera de este libro que le ha permitido triunfar sobre todas las épocas y llegar hasta nosotros con una frivolidad poco común; la misma ignorancia en la cual hemos estado, hasta ahora, acerca de lo que representaba, ha sido un acertado salvoconducto que le ha permitido atravesar tranquilamente todos los siglos sin que se haya pensado en hacerlo desaparecer...» [8]
Así pues, el uso que se ha hecho de ellos ha salvado de la desaparición a nuestros preciosos Tarots.

Especifiquemos ahora en qué sentido convendría entender una cartomancia original que fuera como el reflejo de la Gran Obra. Si se ha acabado considerando a los Tarots como un medio para prever el porvenir, en el sentido vulgar de la palabra, es a causa de una especie de amputación de su principio, ignorando la intención primitiva de los imagineros.
La adivinación vulgar ya no es más que la cáscara vacía de la antigua predicción o profecía cuya función no es anunciar lo que acontecerá mañana o pasado mañana, sino decir el mundo por venir o edad de oro, lo cual es muy distinto. Es únicamente en esta última perspectiva como convendría estudiar los libros proféticos. Ocurre, generalmente, que el profeta, en el anuncio o descripción de esta edad de oro, llegue, de modo natural, a describir la disolución de la edad de hierro, es decir, de este mundo. La finalidad de la profecía sólo radica en el único misterio de la regeneración del mundo.

Tirar las cartas es decir la suerte o la buenaventura, ¡Lo cual traduce muy exactamente el sentido de la palabra griega Eleusis!

Así pues, la intención de los antiguos imagineros era ver en los Tarots la imagen de un cielo terrestre llamado también firmamento o espejo de oro, el cual los profetas han examinado. Por esta razón los han concebido como láminas "tarotadas","doradas a la hoja, troqueladas o grabadas con un estilete para imprimir mejor un dibujo sobre el oro". Seguidamente, animaron sus dibujos, coloreándolos.

Ocupémonos, primeramente, de nuestras Láminas de oro dibujadas. Con el tiempo, las hojas de oro han desaparecido de estos grabados, pero la intención ha permanecido.

¿Acaso no se las llama comúnmente "las láminas del Tarot"?
Precisamente, volveremos a encontrar estas láminas, calificadas de celestes, en el texto hebreo de la Biblia, leyendo la descripción del segundo día de la creación, la creación del firmamento. La palabra latina firmamentum evoca una idea de solidez.

En efecto, leemos en Génesis I, 6: «Y Elohim dijo: Que haya un firmamento en el seno de las aguas». La palabra traducida por "firmamento" se dice en hebreo Raky'a, y proviene de una raíz (reish, kof, ayin), que significa extender, pero el verbo también tiene el sentido de extender y colorear en azul. He aquí dos ejemplos:

En Números 17, 3: "De los incensarios de esta gente, pecadores contra sus vidas, se harán láminas finas [hebr.: Reku'im: extendidas con martillo] para revestir el altar".
En Exodo 39, 3: «Y extendieron [hebr.: vairke'u: laminaron] Láminas de oro». Aquí se trata de la confección del tahalí del gran sacerdote, hecho con hilos de oro, azul, púrpura, escarlata y lino fino (como adamascado, según la traducción del rabinato francés). Notemos que encontramos aquí, en este tahalí, los colores principales de las láminas de los Tarots: oro, azul, rojo.

También Virgilio, en la Eneida, nos ha hablado de láminas de oro martilleadas, en el sexto canto de su poema (verso 136 y ss.). Se trata de este famoso ramo de oro, del cual, en el curso de su descenso a los Infiernos, el héroe ha de apoderarse para llegar a sus fines:
Latet arbore opaca
aureus et foliis et lento vimine ramus
lunomi infernae dictus sacer...
"Se esconde en un árbol frondoso una rama dorada cuyas hojas y tallo son maleables [lento: extendidas bajo el martillo]; se dice que está consagrado a Juno infernal..."

Los Tarots de Marsella están compuestos de 78 Láminas. Primeramente, se encuentran las cuatro series del juego de cartas ordinario, pero cuyos símbolos son distintos: las Copas (correspondientes a los Corazones), los Oros (a los Diamantes), los Bastos (a los Tréboles) y las Espadas (a las Picas), numeradas de uno a diez. Se han añadido cuatro Triunfos, en vez de tres en el juego de cartas: el Rey, la Dama, el Caballero y la Sota. [9] Pero a estas cuatro series del juego de cartas, el Tarot añade una quinta, compuesta de 21 cartas llamadas Láminas Mayores o Triunfos y numeradas de 1 a 21. He aquí la lista:


  • I. El Mago
  • II. La Papisa
  • III. La Emperatriz 
  • IV. El Emperador 
  • V. El Papa 
  • VI. El Enamorado 
  • VII. El Carro 
  • VIII. La Justicia 
  • IX. El Hermitaño 
  • X. La Rueda de la Fortuna 
  • XI. La Fuerza
  • XII. El Ahorcado o El Colgado 
  • XIII. Lámina sin nombre (representado la muerte)
  • XIV. La Templanza 
  • XV. El Diablo 
  • VIX. La Torre 
  • XVII. La Estrella 
  • XVIII. La Luna 
  • XIX. El Sol 
  • XX. El Juicio 
  • XXI. El Mundo


Sin embargo, dos de estas Láminas fueron introducidas en el juego posteriormente. No son de la misma factura y no tienen ningún sentido jeroglífico; son el Emperador y la Emperatriz, que representan en cartomancia, al consultante o a la consultante. 

Retirándolas del juego, nos quedarán diecinueve láminas mayores. En cuanto a la última carta, el Loco, está excluida del orden de los números y, por consiguiente, de la creación. Es el comodín del juego de cartas usual. Se interpreta como el hombre perdido en este mundo, y que no tomará parte en el mundo por venir.

La sencillez de estos dibujos no es más que aparente. Un examen atento nos muestra una gran minuciosidad en el trazo, como si el autor, incluso en los mínimos detalles, hubiese querido transmitir un mensaje preciso; se encuentran extrañezas inexplicables a primera vista, errores de dibujo que parecen haber sido hechos adrede, pequeños detalles inesperados ejecutados cuidadosamente. En realidad, el autor ha mostrado ser un grabador [10] experto, sutil y talentoso.

He aquí algunos ejemplos:

  • Un Caballero sostiene una Copa; examinando atentamente el dibujo, nos damos cuenta que en realidad no la sostiene, sino que está como suspendida en el aire al lado de su mano tendida (el Caballero de Copas).
  • Las ruedas del Carro están, en realidad, opuestas, en vez de ser paralelas, de manera que el Carro no puede avanzar en el sentido en que es arrastrado (lámina VII).
  • ¿Por qué la lámina novena es llamada el Hermitaño? [11] ¿No debería ser el Ermitaño?
  • Algunos personajes sostienen una espada sin guarnición (Reina de Copas).
Dejamos a la atención del lector el poder hacer otros descubrimientos de este tipo. Pero daremos un poco más adelante una interpretación muy completa de una de estas Láminas, la Lámina XVI, en la cual veremos que ningún detalle era inútil.

Sin embargo, los Tarots son grabados coloreados, es decir, animados. En los Tarots de Marsella, los colores no han sido escogidos al azar, sino que se refieren todos a una realidad oculta.

Hay, en primer lugar, tres colores principales: el Azul, el Dorado y el Rojo. El Azul indica el Espíritu, el Oro el Cuerpo y el Rojo el sentido. Pero son equívocos; así, el Azul significará ya sea el cielo o lo que viene del cielo, ya sea el sheol, la ilusión, el sueño, el engaño, o también el volátil, el disolvente. Lo mismo ocurre con el precioso metal, el cual significará el cuerpo del oro noble o del oro vil, el metal muerto o vivo, el oro de los elegidos y el de los avaros. Lo mismo ocurre con el sentido.

La interpretación jeroglífica de cada una de las láminas dependerá, pues, de la situación de los colores en relación con el dibujo. Hay aquí todo un lenguaje, una verdadera gramática que hay que aprender poco a poco para poder leer y comprender.

La naturaleza del Oro, por ejemplo, será muy diferente según que el personaje lo lleve en la cabeza, como un casco, o que lo tenga en la mano bajo tal o cual forma, o que lo lleve sobre su vestido, etc... Estos tres colores siempre se vuelven a encontrar en cada una de las láminas y, con las particularidades del dibujo, forman el lenguaje que el autor ha utilizado. No podemos, en el marco de este estudio, extendernos sobre esta cuestión importante, pero volveremos a ello en otras circunstancias. especifiquemos, no obstante, que estos tres colores designan también las tres substancias que los Magos, llegados de Oriente, ofrecieron al Niño-Dios en su pesebre: el Oro puro para el cuerpo, el incienso para el espíritu y la Mirra para el sentido que une el espíritu con el cuerpo.

Los colores secundarios son el Blanco, signo de pureza, el Verde, para significar la naturaleza, y a veces el Negro. Tenemos, pues, los seis colores principales de la heráldica: gules, azur, oro, blanco o plata, sinople y sable. Finalmente, el color carne sirve para colorear a los diferentes personajes.

Ahora, a título de ejemplo, proponemos al lector una interpretación de la Lámina XVI, La Torre [12]
En primer lugar, he aquí la interpretación dada por Court de Gebelin en Le Monde Primitif. Es un buen resumen de la de los cartománticos:
«La Torre [en francés Maison-Dieu] o Castillo de Plutón: esta vez sí que tenemos aquí una lección contra la avaricia. Esta imagen representa una torre que es llamada Casa-Dios, es decir, la casa por excelencia; es una torre llena de oro, es el castillo de Plutón, cae en ruinas y sus adoradores caen aplastados bajo sus escombros.»
Esta lámina está considerada como temible cuando sale en el juego. Significa derrumbamiento, ruina y la gama más sombría de accidentes. Es, pues, una mala lámina.
No obstante, un examen atento desmentirá del todo esta interpretación. En efecto, ¿Acaso no cabe extrañarse de que esta torre tambaleante sea denominada Casa-Dios? Este término evocaría la idea de un tabernáculo más que la de una reserva de oro vulgar amenazada por la ruina. Consideremos atentamente el grabado.

Vemos, en realidad, una torre cuyo techo se levanta sin dificultad, como una tapadera.
Así pues, aquí no se trata de una torre fulminada. Es simplemente, el atanor u horno de los alquimistas en el momento en que se produce lo que se llama la primera conjunción, que es el "don de Dios". Lo que penetra en la torre es este nitro corruscante que se convertirá en el Mercurio de los Filósofos. El atanor ha sido a menudo descrito por los autores antiguos como una torre redonda de ladrillos cimentados. ¿Acaso no vemos, por las tres ventanas de esta torre, que se está llenando de este gran aire que es el azul celeste? Es la noble sangre azul, que se irá cuajando poco a poco en miel de caridad.

Es este mismo nitro corruscante, llamado también nitro de los montes, que fue manifestado al sabio Moisés [13] en la nube en medio de los rayos. Éxodo XIX, 16 y ss. Veamos, pues, aquí, con este gran don, el comienzo de la obra de la Cábala Química o misterio de la creación.

Los dos personajes, lejos de ser precipitados de lo alto de la torre, son, en realidad, dos locos bailando sobre la cabeza como niños alegres. Es la danza llamada de Salomé (ver figura siguiente) o Danza de David ante el Arca. También se podrá interpretar diciendo que andan cabeza abajo para leer mejor los signos inscritos en esta tierra filosófica o Santo Egipto.

Uno es el Maestro y el otro, el Discípulo. En efecto, el Maestro enseña mediante la Palabra y muestra con la mano; por esta razón el cuerpo del personaje de la derecha permanece escondido, excepto la cabeza y el brazo, que lo definen. El personaje de la izquierda es el Discípulo: el cuerpo rojo y arrugado del hombre de los sentidos empieza a resquebrajarse, como un caparazón agrietado, por efecto del empuje interior del hombre Celeste [14]. Se observará, en las rodillas, las calzas gastadas por la plegaria. La posición de las piernas es significativa: aquí, el pie levantado verticalmente indica una jerarquía entre el Espíritu y el Sentido; el pie levantado veja el estudio ya que, aquí, el Espíritu domina el Sentido. En lo que se refiere a la otra pierna, el pie azul y la pierna roja están a la misma altura: el Espíritu y el Sentido se equilibran mutuamente, van a la par.

Al pie de la torre, sobre un suelo seco, se ven dos pequeños charcos de agua: este agua debería estar en el interior, pero el dibujante no ha encontrado otro medio para indicar este vapor condensado en las paredes y que, poco a poco, fluye en forma de agua al fondo del vaso. Es la fuente de la que beberá el sabio Discípulo de la Filosofía.

Veamos, finalmente, el "mercurio vulgar" en estos pequeños círculos azules, blancos y rojos, cayendo poco a poco en el suelo; el azul indica su naturaleza celeste; el blanco, su pureza cuando no está mezclado con los mixtos; el rojo nos recuerda la naturaleza, en algún modo mágica, de este aire sensible que anima nuestro mundo.

Muchos ocultistas, desde Etteilla [15], han creído tener que volver a dibujar los Tarots, alardeando de hacerlo mejor que el antiguo imaginero, pero sin haber jamás poseído, es evidente, ni su saber ni su intención. Consideremos la misma Lámina XVI redibujada por Oswald Wirth, un estimable erudito del siglo pasado. El dibujo es agradable pero, ¿Qué queda en todo esto del sentido de la Lámina? Los dos personajes que reciben cada uno un ladrillo en la cabeza nos hace pensar en las desventuras del célebre Capitán Haddock, antes que en la Gran Obra.

Proponemos, en el siguiente estudio, un comentario de la lámina no numerada, El Loco, que expresa la desdichada condición del hombre perdido aquí abajo. Pero, explicar los jeroglíficos de todas las Láminas no sería conforme a las intenciones del Autor. Ha querido, en efecto, que este libro permanezca sellado, que el sentido de estas sabias figuras no fuera divulgado.

No obstante, esperamos que se nos perdone esta publicación si es juzgada indiscreta. Hemos querido rendir un homenaje filial al recuerdo olvidado del Sabio Imaginero cuyos jeroglíficos encantan nuestro estudio. Asimismo, deseamos atraer la intención del lector curioso sobre un libro de entre los más sabios y más divulgados y, sin embargo, de los más ignorados. Así es en este mundo: la Sabiduría está clamando en los lugares públicos, algunos intentan imitarla, pero nadie la escucha.

POST-SCRIPTUM: LA DANZA DE SALOMÉ

Salomé significa "reposo del Señor".
La figura siguiente reproduce el tímpano del portal izquierdo, llamado Portal de San Juan, de la Catedral de Rouen. En el nivel superior del tímpano, vemos el amortajamiento del santo Precursor. En el nivel inferior, el festín de Herodes, la Danza de Salomé, la decapitación de San Juan y la entrega hecha por Salomé a Herodías, de la cabeza cortada (Mateo XIV, 1 a 12).

Salomé [16] también ella, baila sobre la cabeza. Se ve, un poco más arriba de sus rodillas, el huevo filosofal sobre un soporte de piedra. El parentesco de inspiración del escultor y del imaginero parece evidente. La decapitación de Juan Bautista ha sido a menudo comentada por los Padres, quienes la evocaron en su polémica contra los judíos de la época. Leemos en Orígenes (siglo II): 
"Mira este pueblo en el que alimentos puros e impuros son examinados, mientras desprecia la profecía presentada en bandeja a modo de alimento". 
[17] La cabeza de Juan Bautista representaría, pues, el principio de la profecía, del que se privaron los judíos por la decapitación del Santo. Orígenes añade, en efecto:
«Decapitan la Palabra Profética, tras haberla encerrado en una prisión, no conservando más que una palabra cadáver, mutilada, que ya no tiene ninguna parte sana, ya que no la entienden».
[18] Reflexión todavía de actualidad, aplicable a mucha gente... Se puede poner en relación este pasaje con la decapitación de Polidoro en la Eneida, que hemos evocado en Le Fil d'Ariane, Nº 7: Polydorum obruncat... etc... [19]

También David bailaba ante el Arca del Señor: II Samuel VI. Su esposa Mical le vio bailar y le despreció en su corazón. Le dijo: "¡Cómo ha sido honrado hoy el rey de Israel, él, quien se ha desnudado ante sus sirvientas y servidores como un hombre de nada!" Bailando, él también, sobre la cabeza ante el Arca, había, pues, desnudado su fundamento... Es en el mismo sentido que el autor de El Mensaje Reencontrado escribió: 
"Heme aquí barrido, andando sobre la cabeza... con gran escándalo para los bien pensantes". [20]

Imagen: Holly Sierra
Diagramación & DG: Andrés Gustavo Fernández



[1] Corpus Hermeticum, vol. IV, p. 2. La virgen del mundo, tr. XXIII, Trad. Fsetugière, Les Belles Lettres, París, 1954.
[2] Ed. B. P. Grimaud.
[3] Sin tener la pretensión de querer crear lenguaje, podríamos traducir esta palabra francesa, cuyo equivalente literal no existe en castellano, por "tarotado". Notemos que en catalán existen palabras que, si bien no se refieren directamente a ello en cuanto al significado, tienen un parentesco etimológico con el Tarot: "destarotat" significa "desconcertado". Otra palabra, menos usual, es la empleada para decir un "sombrero viejo": "tarot".
[4] Diccionario Littré.
[5] Según la excelente explicación de D. Gabriele Mandel: Les Tarots des Visconti, Ed. Vilo, París, 1975.
[6] Ver Tarots de los Visconti: Le Bagatin (Su Majestad Carnaval), Le Bateleur.
[7] En realidad LXXVI, como veremos.
[8] A. Court de Gebelin: Le monde primitif analysé et comparé avec le monde moderne considéré dans divers objets concernant l'historie, le blason, les monnaies, les jeux... (París, 1781). Esta obra, aún ahora y respecto a muchas cosas, merecería ser consultada.
[9] Observemos que el juego de cartas español aún posee estos cuatro triunfos, entre ellos el Caballero. Así pues, algunos historiadores del Tarot han visto su origen en España y, quizá, como siendo una herencia de la ocupación musulmana. Tal vez no sea por casualidad que en español las cartas se llaman "naipes", una palabra que parece provenir del árabe "nabi": profeta. (Paul Boiteau: Les cartes à jouer et la cartomancie, Hachette, París, 1851).
[10] El Tarot de Marsella está grabado sobre madera. Existen dos series de matrices. Una pertenecería actualmente a un coleccionista americano, la otra es la utilizada por el editor Grimaud.
[11] La denominación francesa de la Lámina IX es: "L'Hermite, normalmente, para respetar la ortografía de la palabra, tendría que ser `L'Ermite´» (N. del T.)
[12] La denominación de esta carta en las ediciones francesas del Tarot es "La Maison-Dieu", o sea "La Casa-Dios". (N. del T.)
[13] Apareció varias veces en la revelación bíblica, por ejemplo: I Reyes XIX, 11-13; Ezequiel I-4; etc.
[14] Esaú, el hombre terrestre, es llamado Edom, recordando el color rojo, mientras que Jacob, su hermano gemelo que nació después de él, es llamado el hombre azul (en hebreo Tekheleth).
[15] Etteilla: su verdadero nombre Alliette, contemporáneo de Court de Gebelin y lector entusiasta de éste. Era el más erudito de los peluqueros. Había hecho pintar versos griegos sobre su puerta. Pero su erudición era debida en gran parte a su imaginación. He aquí las primeras líneas de su libro sobre los Tarots: "Es con razón que nos extrañamos de que el tiempo, que lo destruye todo, y la ignorancia que lo cambia todo, hayan dejado pasar a la posteridad una obra compuesta en el año 1828 de la creación, 171 años después del Diluvio y, finalmente, escrito hace hoy 3.953 años. Este libro fue redactado por diecisiete Magos, incluyendo el segundo de los descendientes de Mercurio-Athotis; éste, nieto de Cam y biznieto de Noé, el cual tri-Mercurio o tercero con este nombre, ordenó el libro de Toth (El Tarot) según la ciencia y la sabiduría de sus antepasados..." Etteilla murió en 1791. Es el autor de Tarots redibujados y de numerosas obras dedicadas a la Alquimia, la Cartomancia, etc...
[16] Salomé, hija de Herodías, se casó con Aristóbulo, rey de Armenia; tuvo un hijo llamado Herodión. ¿Se hizo cristiana Salomé, así como su marido y su hijo? Un pasaje de la Epístola a los Romanos hace referencia a la casa de Aristóbulo, XVI-10: "Saludad a los de la casa de Aristóbulo, saludad a Herodión mi allegado".
Ver Anatole Estryn: L'incendie de Rome sous Néron. En Les cahiers du cercle Ernest Renan, enero-febrero 1979, fasc. 108: ¡Según el comentario de Orígenes y el sentido espiritual del evangelio, Salomé sería un modelo a seguir para los cristianos...! Asimismo, encontramos una Salomé discípula de Jesús en el Evangelio según Tomás. Pero nada nos garantiza su identidad.
[17] Orígenes, Commentaire sur l'Evangile selon St. Matthieu, X-22. Sources Chrétiennes, vol. 162, p. 251 (trad. M. Fischer).
[18] Id., X-22, p. 252.
[19] La traducción de este artículo se ha publicado en La Puerta, "Alquimia", p. 33.
[20] L. Cattiaux, El Mensaje Reencontrado, XXXVII-8'.

4.01.2012

EL MITO DE LOS SACRIFICIOS HUMANOS EN LAS CULTURAS DEL ANAHUAC

Por Gustavo Fernández






Ya he escrito en otras oportunidades sobre los “memes”, ese producto de Ingeniería Social que consiste en construir una versión de un hecho cualquiera, generalmente falso o mentiroso para “distribuirlo” en el entramado social hasta que se consolida como una verdad asumida que nadie discute. 

Ya me extendí, también, sobre el uso que los Illuminati han hecho de los mismos. Y aquí presento otro ejemplo: el mito de los sacrificios humanos entre los antiguos anahuacanos. Hoy, mexicanos. Algo que creo trasciende la utilidad que podría haber tenido en su momento para quienes fueron sus responsables y cuyas implicaciones repercuten aún hoy.

Básicamente, la idea está tan instalada que nadie la discute: mayas, toltecas, aztecas, mexicas, numerosas etnias de lo que en esos tiempos se conocía como Anahuac practicaban regularmente (algunas fuentes insisten: monstruosamente) el sacrificio humano tanto como forma de devoción religiosa como de control político a través del terror. 

Y hasta se sostiene que las Xochiyaoyotl (“guerras floridas”) fueron instituidas exclusivamente con el objetivo de “recolectar” cautivos para ser sacrificados.

Lo que vengo a sostener aquí, empero, es el producto de lo reflexionado y estudiado en mis viajes a México. Lo que los hermanos indigenistas me pidieron encarecidamente que difundiera (también me pidieron que diera a conocer su monoteísmo ancestral en contra de un supuesto politeísmo, concepto también arraigado, pero de eso ya he escrito), lo que justificó la represión física, psicológica, cultural y emocional de millones de personas a través de cinco siglos.

En el momento de explicar las razones de este intento revisionista, conviene repasar, rápidamente, el argumento en contrario: es decir, en qué se basan quienes afirman livianamente que aquella existió. Dichas fuentes son las siguientes:

 Crónicas de cronistas militares.
 Crónicas de cronistas eclesiásticos.
 Códices (textos gráficos). 
 Frisos en murales.

CRONICAS

Desde las incursiones de Hernán Cortés, todas las expediciones militares y administrativas contaban con cronistas que llevaban un registro de los hechos, contabilidad de los ingresos generados, relación de las conductas del personal de tropa y oficiales, etc. 

El punto es que como sabemos, la historia la escriben los vencedores y es interesante señalar que pese a que los cronistas militares y clericales estaban hermanados en el mismo objetivo, son sólo los primeros los que relatan haber sido testigos de estos hechos y, por cierto, en cuanto se analizan en detalle sus declaraciones las inconsistencias son evidentes. 

Bernal Díaz del Castillo, soldado y cronista, por ejemplo, dice haber sido testigo de un sacrificio en el Templo Mayor de Tenochtitlán, haber visto como se extraía el corazón aún latiendo de la víctima mientras… se encontraba en Tlacopán, a siete kilómetros de distancia! 

Por más que en esos tiempos no existiera polución ambiental ni edificaciones, por más que Castillo estuviera de pie en el tope de un teocalli, es imposible distinguir estos detalles a siete mil metros en línea recta… Pueden ustedes chequear mi referencia: figura en su libro Historia General de las cosas de la Nueva España y me preocupa seriamente que ningún historiador “convencional” lo haya expurgado. 

Por cierto, el doctor en Etnología Peter Hassler sostiene que “toda fuente que trate de presentar evidencia de sacrificos humanos es espúrea y aquellos, inexistentes a la luz de la investigación científica”, y la propia antropóloga Eulalia Guzmán (que participó en la exhumación de los restos del último tlatoani, Cuautémoc) afirmó que la historia de los sacrificios “son cuentos de terror para niños, sin pruebas que los avalen”. 

Razón de más para preguntarnos por qué la persistencia no sólo de su afirmación, sino la poco prolija y responsable revisión de tales evidencias.

Y es esperable que sean los cronistas militares los que afirmen que “los cráneos se apilaban a un lado de la piedra de sacrificio mientras al pie de las pirámides los cuerpos decapitados se acumulaban como heces”, así como “la sangre corría por las escalinatas y las calles como arroyuelos” (lo que además significaría que los autóctonos tenían la sangre bastante diluida, porque, como sabemos, ésta coagula casi inmediatamente al contacto con el aire). 

Es esperable porque difundir tamaña infamia en el pueblo iletrado y crédulo de la Europa de entonces ocultaba y disimulaba las propias atrocidades que en nombre del Rey y la Cruz se estaban haciendo: el expolio, las masacres, las violaciones, la destrucción cultural. Se necesitaba demonizar al indígena para que todo fuera permitido, para que nadie osara cuestionar los métodos sanguinarios de militares y clérigos sedientos de riquezas. 

Obsérvese, por otra parte, que los cronistas clericales cuidan sugestivamente de no hacerse responsables de haber visto lo que escriben. Dicen que “dicen que…”. Por ejemplo, Diego de Landa propala, poco antes de la monstruosa destrucción masiva de códices mayas que él mismo ordenó, la especie que se le había relatado que este pueblo arrojaba decenas de hombres vivos a su muerte en los “cenotes” (pozos naturales de agua dulce). 

Ahora bien. Esos “cenotes” eran, en el Yucatán, la única fuente de agua potable de estos pueblos (avanzadísimos en sus conocimientos médicos y prácticas profilácticas, por otra parte). ¿Imaginan ustedes a los mayas siendo tan estúpidos de envenenar con cadáveres la fuente del agua que debían consumir? 

Ciertamente, se han encontrado restos óseos en los cenotes, pero es imposible determinar si, por ejemplo, no fueron depositados allí como ofrenda luego de haber sido descarnados, natural o artificialmente.

Algo similar ocurre en Teopanzolco, Cuernavaca. Allí, se afirma, en la Fosa de los Muertos, se encontró los restos de una cuarentena de personas. Se los supone sacrificados. ¿Por qué? Porque en sus vértebras se encuentran huellas de cortes filosos, por lo que se les supone decapitados. 

Pregunto: ¿No pudieron haber sido decapitados después de muertos, como parte de un particular rito mortuorio? Suponer que porque presentan esas marcas así fue como se acabó con ellos es como suponer que los arqueólogos del futuro, al hallar urnas funerarias con las cenizas de nuestros parientes, sostengan que quemábamos sacrificialmente a nuestros seres queridos…

CODICES

Es interesante señalar que la mayor parte de los códices que tenemos hoy en día son del tiempo de la conquista, es decir, escritos y dibujados por indígenas aculturalizados, convertidos a la fe católica. De allí, es dable suponer que deberíamos tomar con pinzas tales ilustraciones. 

Obsérvese que, incluso, han cambiado su estilo ancestral, adoptando una técnica muy propia del medioevo europeo… pero aun así, las ilustraciones de supuestos sacrificios humanos aparecen aislados y sin entrar en detalles. 

Alguien podría afirmar que es porque los escribas indígenas cristianizados sentían vergüenza de explayarse sobre las macabras costumbres de sus ancestros. Con el mismo criterio, yo podría decir que es porque lo hacían a desgano, presionados por los clérigos. 

Y voy por más. ¿Necesariamente porque los dibujos parezcan mostrar sacrificios “deben ser” sacrificios?

Códice de principios del siglo XVI pero de trazos "europeizantes". 
Obsérvese la evidente diferencia estilística con los precolombinos. 
Y al ver estas imágenes, uno ya sabe dónde se inspiró Mel Gibson 
para su deplorable Apocalypto.


FRISOS Y MURALES

Una reflexión similar podemos hacernos con las imágenes en paredes de templos y teocallis. Vuelvo a hacer la pregunta: ¿Serán lo que nos hicieron creer que son? ¿De qué estoy hablando? 


ESTOY HABLANDO DE SIMBOLOS Y ALEGORIAS

Tomen cualquier libro de Alquimia europea de esos tiempos. Abundan en imágenes alegóricas, es más, se habla del “descuartizamiento de la virgen”, del “asesinato y consumición de la mujer tras la boda”… 

¿Realmente creemos que los alquimistas medievales sostenían que para alcanzar la Gran Obra debíamos descuartizar una virgen (si conseguíamos alguna) o, tras casarnos, matar y alimentarnos del cuerpo de nuestra mujer? 

Por supuesto que no. Recordemos que una confusión similar sufrió en tiempos de persecución el propio Cristianismo, cuando entre la plebe romana se hizo correr la versión de que sus devotos devoraban el cuerpo de su Sumo Sacerdote y bebían su sangre en todos sus rituales. Vino y hostias, y la metáfora de la misa, pero claro, el pueblo romano no tenía manera o no quería saberlo. 

Realmente, cuando apedreaban y denunciaban a cristianos, lo hacían convencidos de brindar un servicio social: a su entender, eran antropófagos, después de todo.

Así que aquí estamos en una situación similar. Comparen la brutalidad del códice europeizante con un friso original donde además de la riqueza del colorido –que no es lo que nos importa– sobresale la “mesura” de la representación. 

Suponer que esos cuerpos en el suelo están prestos a ser sacrificados  y devorados es como suponer que las ilustraciones alquímicas que siguen a continuación deben interpretarse literalmente.


¿Sacrificios humanos? ¿Y por qué no, grafitis intimidatorios 
propagandísticos o enseñanzas morales?


Grabado alquímico medieval: ¿Creemos que los alquimistas esperaban 
que el Sol y la Luna estuvieran simultáneamente en el cielo para
trabajar, o que domesticaban a un león que alimentaban con serpientes?


Grabado alqímico moderno: ¿Para obtener la Piedra Filosofal debemos 
reunir un hombre negro y una mujer blanca y prenderles fuego?



Sin duda estos epígrafes de ilustraciones les parecerán a ustedes la mar de absurdo. Y lo son. Tanto como las interpretaciones “oficiales” de una historia que nos muestra a los anahuacanos como devoradores de carne humana y sacrificadores de sus congéneres. Y no hablemos de las imposibilidades técnicas. 

Como esos relatos donde se afirma que se abrían los pechos con un golpe de cuchillo de obsidiana y se extraía el corazón aún palpitante… Cualquiera que haya tenido oportunidad de ver esvicerar un animal de algún porte sabe cuán difícil es aún con las herramientas modernas abrir el tórax, cortar los huesos que cubren la caja torácica, extraer el corazón sin dañarlo (y menos aún que palpite en la mano, como en las películas de terror clase B).

Pero la imagen es impactante y vende bien. Que lo diga Mel Gibson cuando decidió producir Apocalypto. Y aquí uno debería preguntarse el porqué de un éxito de taquilla cuando es una falacia de cabo a rabo. 

Sus protagonistas transitan los finales del siglo XV o comienzos del XVI (como se observa cuando sobre el final son testigos de la llegada de los españoles) pero… hablan en maya, civilización que ya había desaparecido 600 años antes. 

Proponen un estado despótico que arrasa las tierras y sus habitantes, obsesionados por las edificaciones ciclópeas en medio de una orgía permanente de sangre y terror, cuando se sabe que jamás han aparecido los restos, los cementerios, los entierros colectivos que siquiera abonen tal despropósito. 

Y uno (yo) se pregunta si este Gibson, católico conservador militante, no está siendo funcional a otros intereses, detrás de este buen negocio.

¿Qué intereses? Nuestros amigos, los Illuminati de siempre. Porque sospecho que desde el bosquejo de la Gran Mentira, allá por el siglo XVI, había otras inteligencias y otras intencionalidades. 

Esa época no era nuestra época donde, tibiamente, podemos protestar, informarnos, tenemos Internet y hacemos manifestaciones, despotricamos en la TV o escribimos libros con nuestras ideas. En esa época cada uno pasaba sus miserables pocos años de vida mirándose el ombligo, concentrado en la supervivencia o la opulencia, dependiendo de lo que le hubiera tocado en suerte en esta vida. 

Si el Rey o el Papa exterminaban un millón más o menos de personas que andaban desnudas en algún confín del mundo, a nadie importaba. Semejante operación de prensa, entonces, tenía otro fin: no ese presente, sino este futuro. Los tiempos que vendrían. Sostengo que quienes crearon el mito de los sacrificios humanos no lo hicieron para sus coetáneos, sino para nuestras generaciones.

¿Y POR QUE? 

Porque ellos, y los supongo Illuminati, sabían que en algún momento el indigenismo reclamaría sus fueros. Que la curva de la Historia permitiría a los pueblos originarios reivindicar sus derechos, sus tierras, su cultura, su dignidad. 

Y que haciéndolo, no comprarían fácilmente ser parte del engranaje que los Poderes en las Sombras han digitado para nosotros y, temo, nuestros descendientes. Observen a los indígenas: mientras que cualquier occidental de blanca piel y cabello claro camina radiante de felicidad con su iPod, sus Nike y sus Ray Ban, ellos nos miran al pasar y sonríen, educada pero irónicamente. Sufrieron demasiado, y transmitieron de abuelo a padre a hijo su sufrimiento como para permitirse morder el anzuelo del consumismo frívolo…

Así que miremos con otros ojos esos códices y esos murales. Y comprendamos lo que son: enseñanzas alegóricas y simbólicas. Tan alegórico o simbólico, por ejemplo, como la representación de la iniciación masónica donde el iniciado pasa por encima de un “cadáver”… 

¿Realmente se arroja a su paso los restos mortales de alguien? Cuando le decimos a un amigo “no pierdas la cabeza”, ¿es que tememos que ésta caiga de sus hombros? Cuando digo “te hablo con el corazón en la mano”, ¿Esvicero a alguien próximo para extender mi diestra con el músculo cardíaco en ella?

Pero todo este lenguaje metafórico, alegórico y simbólico, incorporado al uso y costumbre cotidiano desde hace siglos, no parece que lo viéramos entre los indígenas. Claro: son pequeños, de piel oscura y andan desnudos…



Diseño|Arte|Diagramación: Pachakamakin
Portada: Pachakamakin