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5.17.2012

LOS TAROTS I

Por E. H.
Traducción: S. d´Hooghvoorst


Vio el conjunto de las cosas, y habiendo visto,
entendió...
Las cosas que conoció las grabó,
y habiéndolas grabado,
las ocultó... a fin de que toda generación tuviera que buscarlas.
HERMES TRISMEGISTO [1] 

¿Quién no ha realizado alguna vez una consulta al Tarot? El método es conocido: el consultante baraja las cartas, luego, las saca una por una de la pila. Entonces, el intérprete las coloca en un cierto orden y en ellas lee el porvenir según milenarias reglas adivinatorias, Si el intérprete, a menudo una mujer, está dotado y tiene experiencia, se pueden sacar curiosas verdades de esta consulta. Lo hemos experimentado. Esta clase de adivinación se llama cartomancia, en la cual las cartas sirven de soporte a un tipo de videncia natural para la que algunas personas están dotadas.

La cartomancia es un procedimiento muy ampliamente difundido en el mundo, ya que existen antiguas cartas chinas, indias e incluso musulmanas. De entre todos los juegos de Tarot, el más conocido en nuestros países es el antiguo Tarot de Marsella [2] llamado también Tarot de los Bohemios. De este juego nos ocupamos sobre todo en este estudio.
Pero, la simple cartomancia vulgar no lo explica todo. Ante la complicación de estos dibujos, cabe la pregunta de saber con qué intención se concibieron inicialmente estas cartas. Considerándolas atentamente, ¿No nos encontramos ante un mensaje de alcance más profundo y esencial?

El origen de la palabra Tarot es mal conocido. El adjetivo taroté [3] se refiere a cartas cuyo dorso está marcado de gris en compartimentos [4]. Pero, taroté se decía antiguamente de «una superficie dorada con hojas, cuando estaba troquelada o grabada con un estilete o un punzón para imprimir un dibujo en el oro. Los fondos de los primeros tarots iluminados eran obtenidos de esta manera.» [5] Uno de los más antiguos juegos de Tarot que se conocen, el Tarot de Visconti (siglo XV, Milán), nos muestra, en efecto, personajes pintados sobre hojas de oro «tarotadas», como podemos observar en la figura 1. [6]

Estas Láminas de oro grabadas y pintadas, ¿Acaso no hacen referencia a esta filosofía del Oro Sabio, u Oro del Templo, de la que ya hemos tenido oportunidad de hablar, y por la cual los profetas profetizaron?

Nos encontraríamos, pues, ante un mutus liber, que los antiguos imagineros nos habrían transmitido bajo el velo de la cartomancia. Al menos, tal parece haber sido la intención del Adepto desconocido que grabó con tanto cuidado las Láminas del Tarot de Marsella.
Ya en el siglo XVIII, el ministro protestante francés Antoine Court de Gebelin (1725-1784) fue uno de los primeros en presentir en sus escritos la verdadera naturaleza de los Tarots.
«Si se oyera anunciar -escribía- que aún existe hoy en día una obra de los antiguos egipcios, uno de sus libros escapado a las llamas que devoraron sus espléndidas bibliotecas, todos estarían impacientes por conocer un libro tan precioso, tan extraordinario. No obstante, el hecho es muy cierto, este libro egipcio, único resto de sus espléndidas bibliotecas, existe hoy en día; incluso es tan común que ningún sabio se ha dignado ocuparse de él, nadie, antes de nosotros, habiendo sospechado su ilustre origen. Este libro está compuesto de 72 hojas o imágenes, incluso 73, [7] dividido en clases. Este libro es, en una palabra, el juego de los Tarots.»
Nuestro autor sabía bien de qué se trataba. Añade, un poco más lejos:
«... efecto necesario de la forma frívola y ligera de este libro que le ha permitido triunfar sobre todas las épocas y llegar hasta nosotros con una frivolidad poco común; la misma ignorancia en la cual hemos estado, hasta ahora, acerca de lo que representaba, ha sido un acertado salvoconducto que le ha permitido atravesar tranquilamente todos los siglos sin que se haya pensado en hacerlo desaparecer...» [8]
Así pues, el uso que se ha hecho de ellos ha salvado de la desaparición a nuestros preciosos Tarots.

Especifiquemos ahora en qué sentido convendría entender una cartomancia original que fuera como el reflejo de la Gran Obra. Si se ha acabado considerando a los Tarots como un medio para prever el porvenir, en el sentido vulgar de la palabra, es a causa de una especie de amputación de su principio, ignorando la intención primitiva de los imagineros.
La adivinación vulgar ya no es más que la cáscara vacía de la antigua predicción o profecía cuya función no es anunciar lo que acontecerá mañana o pasado mañana, sino decir el mundo por venir o edad de oro, lo cual es muy distinto. Es únicamente en esta última perspectiva como convendría estudiar los libros proféticos. Ocurre, generalmente, que el profeta, en el anuncio o descripción de esta edad de oro, llegue, de modo natural, a describir la disolución de la edad de hierro, es decir, de este mundo. La finalidad de la profecía sólo radica en el único misterio de la regeneración del mundo.

Tirar las cartas es decir la suerte o la buenaventura, ¡Lo cual traduce muy exactamente el sentido de la palabra griega Eleusis!

Así pues, la intención de los antiguos imagineros era ver en los Tarots la imagen de un cielo terrestre llamado también firmamento o espejo de oro, el cual los profetas han examinado. Por esta razón los han concebido como láminas "tarotadas","doradas a la hoja, troqueladas o grabadas con un estilete para imprimir mejor un dibujo sobre el oro". Seguidamente, animaron sus dibujos, coloreándolos.

Ocupémonos, primeramente, de nuestras Láminas de oro dibujadas. Con el tiempo, las hojas de oro han desaparecido de estos grabados, pero la intención ha permanecido.

¿Acaso no se las llama comúnmente "las láminas del Tarot"?
Precisamente, volveremos a encontrar estas láminas, calificadas de celestes, en el texto hebreo de la Biblia, leyendo la descripción del segundo día de la creación, la creación del firmamento. La palabra latina firmamentum evoca una idea de solidez.

En efecto, leemos en Génesis I, 6: «Y Elohim dijo: Que haya un firmamento en el seno de las aguas». La palabra traducida por "firmamento" se dice en hebreo Raky'a, y proviene de una raíz (reish, kof, ayin), que significa extender, pero el verbo también tiene el sentido de extender y colorear en azul. He aquí dos ejemplos:

En Números 17, 3: "De los incensarios de esta gente, pecadores contra sus vidas, se harán láminas finas [hebr.: Reku'im: extendidas con martillo] para revestir el altar".
En Exodo 39, 3: «Y extendieron [hebr.: vairke'u: laminaron] Láminas de oro». Aquí se trata de la confección del tahalí del gran sacerdote, hecho con hilos de oro, azul, púrpura, escarlata y lino fino (como adamascado, según la traducción del rabinato francés). Notemos que encontramos aquí, en este tahalí, los colores principales de las láminas de los Tarots: oro, azul, rojo.

También Virgilio, en la Eneida, nos ha hablado de láminas de oro martilleadas, en el sexto canto de su poema (verso 136 y ss.). Se trata de este famoso ramo de oro, del cual, en el curso de su descenso a los Infiernos, el héroe ha de apoderarse para llegar a sus fines:
Latet arbore opaca
aureus et foliis et lento vimine ramus
lunomi infernae dictus sacer...
"Se esconde en un árbol frondoso una rama dorada cuyas hojas y tallo son maleables [lento: extendidas bajo el martillo]; se dice que está consagrado a Juno infernal..."

Los Tarots de Marsella están compuestos de 78 Láminas. Primeramente, se encuentran las cuatro series del juego de cartas ordinario, pero cuyos símbolos son distintos: las Copas (correspondientes a los Corazones), los Oros (a los Diamantes), los Bastos (a los Tréboles) y las Espadas (a las Picas), numeradas de uno a diez. Se han añadido cuatro Triunfos, en vez de tres en el juego de cartas: el Rey, la Dama, el Caballero y la Sota. [9] Pero a estas cuatro series del juego de cartas, el Tarot añade una quinta, compuesta de 21 cartas llamadas Láminas Mayores o Triunfos y numeradas de 1 a 21. He aquí la lista:


  • I. El Mago
  • II. La Papisa
  • III. La Emperatriz 
  • IV. El Emperador 
  • V. El Papa 
  • VI. El Enamorado 
  • VII. El Carro 
  • VIII. La Justicia 
  • IX. El Hermitaño 
  • X. La Rueda de la Fortuna 
  • XI. La Fuerza
  • XII. El Ahorcado o El Colgado 
  • XIII. Lámina sin nombre (representado la muerte)
  • XIV. La Templanza 
  • XV. El Diablo 
  • VIX. La Torre 
  • XVII. La Estrella 
  • XVIII. La Luna 
  • XIX. El Sol 
  • XX. El Juicio 
  • XXI. El Mundo


Sin embargo, dos de estas Láminas fueron introducidas en el juego posteriormente. No son de la misma factura y no tienen ningún sentido jeroglífico; son el Emperador y la Emperatriz, que representan en cartomancia, al consultante o a la consultante. 

Retirándolas del juego, nos quedarán diecinueve láminas mayores. En cuanto a la última carta, el Loco, está excluida del orden de los números y, por consiguiente, de la creación. Es el comodín del juego de cartas usual. Se interpreta como el hombre perdido en este mundo, y que no tomará parte en el mundo por venir.

La sencillez de estos dibujos no es más que aparente. Un examen atento nos muestra una gran minuciosidad en el trazo, como si el autor, incluso en los mínimos detalles, hubiese querido transmitir un mensaje preciso; se encuentran extrañezas inexplicables a primera vista, errores de dibujo que parecen haber sido hechos adrede, pequeños detalles inesperados ejecutados cuidadosamente. En realidad, el autor ha mostrado ser un grabador [10] experto, sutil y talentoso.

He aquí algunos ejemplos:

  • Un Caballero sostiene una Copa; examinando atentamente el dibujo, nos damos cuenta que en realidad no la sostiene, sino que está como suspendida en el aire al lado de su mano tendida (el Caballero de Copas).
  • Las ruedas del Carro están, en realidad, opuestas, en vez de ser paralelas, de manera que el Carro no puede avanzar en el sentido en que es arrastrado (lámina VII).
  • ¿Por qué la lámina novena es llamada el Hermitaño? [11] ¿No debería ser el Ermitaño?
  • Algunos personajes sostienen una espada sin guarnición (Reina de Copas).
Dejamos a la atención del lector el poder hacer otros descubrimientos de este tipo. Pero daremos un poco más adelante una interpretación muy completa de una de estas Láminas, la Lámina XVI, en la cual veremos que ningún detalle era inútil.

Sin embargo, los Tarots son grabados coloreados, es decir, animados. En los Tarots de Marsella, los colores no han sido escogidos al azar, sino que se refieren todos a una realidad oculta.

Hay, en primer lugar, tres colores principales: el Azul, el Dorado y el Rojo. El Azul indica el Espíritu, el Oro el Cuerpo y el Rojo el sentido. Pero son equívocos; así, el Azul significará ya sea el cielo o lo que viene del cielo, ya sea el sheol, la ilusión, el sueño, el engaño, o también el volátil, el disolvente. Lo mismo ocurre con el precioso metal, el cual significará el cuerpo del oro noble o del oro vil, el metal muerto o vivo, el oro de los elegidos y el de los avaros. Lo mismo ocurre con el sentido.

La interpretación jeroglífica de cada una de las láminas dependerá, pues, de la situación de los colores en relación con el dibujo. Hay aquí todo un lenguaje, una verdadera gramática que hay que aprender poco a poco para poder leer y comprender.

La naturaleza del Oro, por ejemplo, será muy diferente según que el personaje lo lleve en la cabeza, como un casco, o que lo tenga en la mano bajo tal o cual forma, o que lo lleve sobre su vestido, etc... Estos tres colores siempre se vuelven a encontrar en cada una de las láminas y, con las particularidades del dibujo, forman el lenguaje que el autor ha utilizado. No podemos, en el marco de este estudio, extendernos sobre esta cuestión importante, pero volveremos a ello en otras circunstancias. especifiquemos, no obstante, que estos tres colores designan también las tres substancias que los Magos, llegados de Oriente, ofrecieron al Niño-Dios en su pesebre: el Oro puro para el cuerpo, el incienso para el espíritu y la Mirra para el sentido que une el espíritu con el cuerpo.

Los colores secundarios son el Blanco, signo de pureza, el Verde, para significar la naturaleza, y a veces el Negro. Tenemos, pues, los seis colores principales de la heráldica: gules, azur, oro, blanco o plata, sinople y sable. Finalmente, el color carne sirve para colorear a los diferentes personajes.

Ahora, a título de ejemplo, proponemos al lector una interpretación de la Lámina XVI, La Torre [12]
En primer lugar, he aquí la interpretación dada por Court de Gebelin en Le Monde Primitif. Es un buen resumen de la de los cartománticos:
«La Torre [en francés Maison-Dieu] o Castillo de Plutón: esta vez sí que tenemos aquí una lección contra la avaricia. Esta imagen representa una torre que es llamada Casa-Dios, es decir, la casa por excelencia; es una torre llena de oro, es el castillo de Plutón, cae en ruinas y sus adoradores caen aplastados bajo sus escombros.»
Esta lámina está considerada como temible cuando sale en el juego. Significa derrumbamiento, ruina y la gama más sombría de accidentes. Es, pues, una mala lámina.
No obstante, un examen atento desmentirá del todo esta interpretación. En efecto, ¿Acaso no cabe extrañarse de que esta torre tambaleante sea denominada Casa-Dios? Este término evocaría la idea de un tabernáculo más que la de una reserva de oro vulgar amenazada por la ruina. Consideremos atentamente el grabado.

Vemos, en realidad, una torre cuyo techo se levanta sin dificultad, como una tapadera.
Así pues, aquí no se trata de una torre fulminada. Es simplemente, el atanor u horno de los alquimistas en el momento en que se produce lo que se llama la primera conjunción, que es el "don de Dios". Lo que penetra en la torre es este nitro corruscante que se convertirá en el Mercurio de los Filósofos. El atanor ha sido a menudo descrito por los autores antiguos como una torre redonda de ladrillos cimentados. ¿Acaso no vemos, por las tres ventanas de esta torre, que se está llenando de este gran aire que es el azul celeste? Es la noble sangre azul, que se irá cuajando poco a poco en miel de caridad.

Es este mismo nitro corruscante, llamado también nitro de los montes, que fue manifestado al sabio Moisés [13] en la nube en medio de los rayos. Éxodo XIX, 16 y ss. Veamos, pues, aquí, con este gran don, el comienzo de la obra de la Cábala Química o misterio de la creación.

Los dos personajes, lejos de ser precipitados de lo alto de la torre, son, en realidad, dos locos bailando sobre la cabeza como niños alegres. Es la danza llamada de Salomé (ver figura siguiente) o Danza de David ante el Arca. También se podrá interpretar diciendo que andan cabeza abajo para leer mejor los signos inscritos en esta tierra filosófica o Santo Egipto.

Uno es el Maestro y el otro, el Discípulo. En efecto, el Maestro enseña mediante la Palabra y muestra con la mano; por esta razón el cuerpo del personaje de la derecha permanece escondido, excepto la cabeza y el brazo, que lo definen. El personaje de la izquierda es el Discípulo: el cuerpo rojo y arrugado del hombre de los sentidos empieza a resquebrajarse, como un caparazón agrietado, por efecto del empuje interior del hombre Celeste [14]. Se observará, en las rodillas, las calzas gastadas por la plegaria. La posición de las piernas es significativa: aquí, el pie levantado verticalmente indica una jerarquía entre el Espíritu y el Sentido; el pie levantado veja el estudio ya que, aquí, el Espíritu domina el Sentido. En lo que se refiere a la otra pierna, el pie azul y la pierna roja están a la misma altura: el Espíritu y el Sentido se equilibran mutuamente, van a la par.

Al pie de la torre, sobre un suelo seco, se ven dos pequeños charcos de agua: este agua debería estar en el interior, pero el dibujante no ha encontrado otro medio para indicar este vapor condensado en las paredes y que, poco a poco, fluye en forma de agua al fondo del vaso. Es la fuente de la que beberá el sabio Discípulo de la Filosofía.

Veamos, finalmente, el "mercurio vulgar" en estos pequeños círculos azules, blancos y rojos, cayendo poco a poco en el suelo; el azul indica su naturaleza celeste; el blanco, su pureza cuando no está mezclado con los mixtos; el rojo nos recuerda la naturaleza, en algún modo mágica, de este aire sensible que anima nuestro mundo.

Muchos ocultistas, desde Etteilla [15], han creído tener que volver a dibujar los Tarots, alardeando de hacerlo mejor que el antiguo imaginero, pero sin haber jamás poseído, es evidente, ni su saber ni su intención. Consideremos la misma Lámina XVI redibujada por Oswald Wirth, un estimable erudito del siglo pasado. El dibujo es agradable pero, ¿Qué queda en todo esto del sentido de la Lámina? Los dos personajes que reciben cada uno un ladrillo en la cabeza nos hace pensar en las desventuras del célebre Capitán Haddock, antes que en la Gran Obra.

Proponemos, en el siguiente estudio, un comentario de la lámina no numerada, El Loco, que expresa la desdichada condición del hombre perdido aquí abajo. Pero, explicar los jeroglíficos de todas las Láminas no sería conforme a las intenciones del Autor. Ha querido, en efecto, que este libro permanezca sellado, que el sentido de estas sabias figuras no fuera divulgado.

No obstante, esperamos que se nos perdone esta publicación si es juzgada indiscreta. Hemos querido rendir un homenaje filial al recuerdo olvidado del Sabio Imaginero cuyos jeroglíficos encantan nuestro estudio. Asimismo, deseamos atraer la intención del lector curioso sobre un libro de entre los más sabios y más divulgados y, sin embargo, de los más ignorados. Así es en este mundo: la Sabiduría está clamando en los lugares públicos, algunos intentan imitarla, pero nadie la escucha.

POST-SCRIPTUM: LA DANZA DE SALOMÉ

Salomé significa "reposo del Señor".
La figura siguiente reproduce el tímpano del portal izquierdo, llamado Portal de San Juan, de la Catedral de Rouen. En el nivel superior del tímpano, vemos el amortajamiento del santo Precursor. En el nivel inferior, el festín de Herodes, la Danza de Salomé, la decapitación de San Juan y la entrega hecha por Salomé a Herodías, de la cabeza cortada (Mateo XIV, 1 a 12).

Salomé [16] también ella, baila sobre la cabeza. Se ve, un poco más arriba de sus rodillas, el huevo filosofal sobre un soporte de piedra. El parentesco de inspiración del escultor y del imaginero parece evidente. La decapitación de Juan Bautista ha sido a menudo comentada por los Padres, quienes la evocaron en su polémica contra los judíos de la época. Leemos en Orígenes (siglo II): 
"Mira este pueblo en el que alimentos puros e impuros son examinados, mientras desprecia la profecía presentada en bandeja a modo de alimento". 
[17] La cabeza de Juan Bautista representaría, pues, el principio de la profecía, del que se privaron los judíos por la decapitación del Santo. Orígenes añade, en efecto:
«Decapitan la Palabra Profética, tras haberla encerrado en una prisión, no conservando más que una palabra cadáver, mutilada, que ya no tiene ninguna parte sana, ya que no la entienden».
[18] Reflexión todavía de actualidad, aplicable a mucha gente... Se puede poner en relación este pasaje con la decapitación de Polidoro en la Eneida, que hemos evocado en Le Fil d'Ariane, Nº 7: Polydorum obruncat... etc... [19]

También David bailaba ante el Arca del Señor: II Samuel VI. Su esposa Mical le vio bailar y le despreció en su corazón. Le dijo: "¡Cómo ha sido honrado hoy el rey de Israel, él, quien se ha desnudado ante sus sirvientas y servidores como un hombre de nada!" Bailando, él también, sobre la cabeza ante el Arca, había, pues, desnudado su fundamento... Es en el mismo sentido que el autor de El Mensaje Reencontrado escribió: 
"Heme aquí barrido, andando sobre la cabeza... con gran escándalo para los bien pensantes". [20]

Imagen: Holly Sierra
Diagramación & DG: Andrés Gustavo Fernández



[1] Corpus Hermeticum, vol. IV, p. 2. La virgen del mundo, tr. XXIII, Trad. Fsetugière, Les Belles Lettres, París, 1954.
[2] Ed. B. P. Grimaud.
[3] Sin tener la pretensión de querer crear lenguaje, podríamos traducir esta palabra francesa, cuyo equivalente literal no existe en castellano, por "tarotado". Notemos que en catalán existen palabras que, si bien no se refieren directamente a ello en cuanto al significado, tienen un parentesco etimológico con el Tarot: "destarotat" significa "desconcertado". Otra palabra, menos usual, es la empleada para decir un "sombrero viejo": "tarot".
[4] Diccionario Littré.
[5] Según la excelente explicación de D. Gabriele Mandel: Les Tarots des Visconti, Ed. Vilo, París, 1975.
[6] Ver Tarots de los Visconti: Le Bagatin (Su Majestad Carnaval), Le Bateleur.
[7] En realidad LXXVI, como veremos.
[8] A. Court de Gebelin: Le monde primitif analysé et comparé avec le monde moderne considéré dans divers objets concernant l'historie, le blason, les monnaies, les jeux... (París, 1781). Esta obra, aún ahora y respecto a muchas cosas, merecería ser consultada.
[9] Observemos que el juego de cartas español aún posee estos cuatro triunfos, entre ellos el Caballero. Así pues, algunos historiadores del Tarot han visto su origen en España y, quizá, como siendo una herencia de la ocupación musulmana. Tal vez no sea por casualidad que en español las cartas se llaman "naipes", una palabra que parece provenir del árabe "nabi": profeta. (Paul Boiteau: Les cartes à jouer et la cartomancie, Hachette, París, 1851).
[10] El Tarot de Marsella está grabado sobre madera. Existen dos series de matrices. Una pertenecería actualmente a un coleccionista americano, la otra es la utilizada por el editor Grimaud.
[11] La denominación francesa de la Lámina IX es: "L'Hermite, normalmente, para respetar la ortografía de la palabra, tendría que ser `L'Ermite´» (N. del T.)
[12] La denominación de esta carta en las ediciones francesas del Tarot es "La Maison-Dieu", o sea "La Casa-Dios". (N. del T.)
[13] Apareció varias veces en la revelación bíblica, por ejemplo: I Reyes XIX, 11-13; Ezequiel I-4; etc.
[14] Esaú, el hombre terrestre, es llamado Edom, recordando el color rojo, mientras que Jacob, su hermano gemelo que nació después de él, es llamado el hombre azul (en hebreo Tekheleth).
[15] Etteilla: su verdadero nombre Alliette, contemporáneo de Court de Gebelin y lector entusiasta de éste. Era el más erudito de los peluqueros. Había hecho pintar versos griegos sobre su puerta. Pero su erudición era debida en gran parte a su imaginación. He aquí las primeras líneas de su libro sobre los Tarots: "Es con razón que nos extrañamos de que el tiempo, que lo destruye todo, y la ignorancia que lo cambia todo, hayan dejado pasar a la posteridad una obra compuesta en el año 1828 de la creación, 171 años después del Diluvio y, finalmente, escrito hace hoy 3.953 años. Este libro fue redactado por diecisiete Magos, incluyendo el segundo de los descendientes de Mercurio-Athotis; éste, nieto de Cam y biznieto de Noé, el cual tri-Mercurio o tercero con este nombre, ordenó el libro de Toth (El Tarot) según la ciencia y la sabiduría de sus antepasados..." Etteilla murió en 1791. Es el autor de Tarots redibujados y de numerosas obras dedicadas a la Alquimia, la Cartomancia, etc...
[16] Salomé, hija de Herodías, se casó con Aristóbulo, rey de Armenia; tuvo un hijo llamado Herodión. ¿Se hizo cristiana Salomé, así como su marido y su hijo? Un pasaje de la Epístola a los Romanos hace referencia a la casa de Aristóbulo, XVI-10: "Saludad a los de la casa de Aristóbulo, saludad a Herodión mi allegado".
Ver Anatole Estryn: L'incendie de Rome sous Néron. En Les cahiers du cercle Ernest Renan, enero-febrero 1979, fasc. 108: ¡Según el comentario de Orígenes y el sentido espiritual del evangelio, Salomé sería un modelo a seguir para los cristianos...! Asimismo, encontramos una Salomé discípula de Jesús en el Evangelio según Tomás. Pero nada nos garantiza su identidad.
[17] Orígenes, Commentaire sur l'Evangile selon St. Matthieu, X-22. Sources Chrétiennes, vol. 162, p. 251 (trad. M. Fischer).
[18] Id., X-22, p. 252.
[19] La traducción de este artículo se ha publicado en La Puerta, "Alquimia", p. 33.
[20] L. Cattiaux, El Mensaje Reencontrado, XXXVII-8'.

5.04.2012

SOBRE EL ENTUSIASMO


Por Eric Laurent 
Traducción: Miquel Bassols i Puig [*]


El entusiasmo es un modo de relación con lo Uno, indica Jámblico. En sus Misterios de Egipto, efectivamente, trató mucho sobre el entusiasmo, entusiasmo que debían alcanzar aquellos que se presentaban en los Misterios. Jámblico era un sirio que permaneció prácticamente desconocido en Occidente. El éxito de Jámblico empieza cuando es traducido por Marsilio Ficino, en el taller de traducción financiado por los Medicis. Dicho texto insiste, a partir de Platón, en la convocación divina: no se trata de discurrir sobre Dios sino de actuar sobre Dios. No de la teología sino de la teúrgia. Convocar a Dios para participar de esta existencia y forma Uno. En la tercera parte de los Misterios de Egipto, encontramos lo siguiente:
“No basta con aprenderlos [los discernimientos de los dioses]. No se llegaría a ser consumado en ciencia divina si uno se contentara con saberlos. Hace falta conocer también qué es el entusiasmo y cómo se produce. No es pura simplemente un éxtasis, es un ascenso y una transferencia hacia el género superior, mientras que el frenesí y el éxtasis manifiestan también una inversión hacia lo inferior (…) Lo más importante es que los verdaderos entusiastas están totalmente poseídos por lo divino.”
¿Es a un entusiasmo de este tipo al que Lacan se refiere cuando habla de aquellos postulantes al misterio analítico que, después de haber discurrido y de haberse obligado a los logoi, se introducirían finalmente al acto y empezarían a convocar a lo Uno hasta llenarse de él?

Los poseídos por lo Uno, los entusiastas del psicoanálisis, es así como Lacan nombraba, en 1976, aquello que se produce al final del análisis cuando se llega a preferir, ante todo, el inconsciente. Preferir el inconsciente ante todo es una manera de ser entusiasta de lo Uno. A ello Lacan respondió con un único remedio: el contrapsicoanálisis.

No creo, pues, que el final de un análisis sea comparable a la locura divina, a la manía de Platón, retomada por Jámblico como técnica del entusiasmo. No creo que sea este entusiasmo al que apuntaba Lacan. Estaría más cerca de aquel del que habla Lyotard en su libro El entusiasmo-La crítica kantiana de la Historia. Hace referencia en él a un punto de un texto de Kant que se titula Los conflictos de las Facultades. Se trata, como es sabido, de un conflicto con la Facultad del Derecho cuyos profesantes sostenían que no hay progreso alguno en este mundo, que tanto da, que sólo hay arreglos más o menos buenos. En dicho texto, escrito en 1795, Kant toma el ejemplo de la Revolución francesa. Dice lo siguiente:
“La revolución de un pueblo espiritualmente rico como la que hemos visto producirse en nuestros días, tanto puede tener éxito como fracasar. Puede muy bien verse llena de miserias y de atrocidades, hasta el punto que un hombre reflexivo, si pudiera, al iniciarla por segunda vez, esperar llevarla a cabo con éxito, nunca se decidiría con todo a intentar la experiencia a tal precio. Esta revolución, digo, encuentra sin embargo en los espíritus de todos los espectadores que no han estado implicados ellos mismos en este juego, una toma de posición a nivel de sus anhelos que confina con el entusiasmo y cuya exteriorización misma implicaba un peligro. Toma de posición, pues, que no puede tener otra causa que una disposición moral en la especie humana.”
Veamos el razonamiento de Kant. Para decir que hay algo mejor en la historia, muestra que se producen acontecimientos que hacen que aquel que no participa en ellos quede captado por el entusiasmo. Aquel que no participa es el espectador, es decir, aquel del que no puede sospecharse ningún interés patológico. Está, sin embargo, captado por el entusiasmo, captado en el acontecimiento “según el deseo”. Esto demuestra que hay en el hombre esta disposición moral que el político realista niega, rechazando así la Facultad del Derecho. Y creo que el entusiasmo al que se refiere Lacan no es el de Jámblico sino el de Kant en este texto del Conflicto de las Facultades. ¿Qué es el entusiasmo? Es “aquello sin lo que no puede hacerse nada grande”. Es lo que dice Kant en su Crítica de la facultad de juzgar. “Es un afecto –dice- de tipo vigoroso”.

Esto surge de lo sublime, modo de sentir, en el sentido en que lo emplea Lacan. Kant nos introduce a este punto del siguiente modo: “Lo sublime es un objeto que prepara al espíritu para pensar la imposibilidad de alcanzar la naturaleza en tanto que presentación de las idea”. Hay discordancia. Y Kant prosigue: “La satisfacción obtenida en lo sublime de la naturaleza sólo es negativa”. De hecho, “este sentimiento es -dice- el sacrificio o el expolio de los poderes de la imaginación”. No encuentra nada con lo que ligarse. La imaginación, si bien no encuentra nada con lo que pueda ligarse más allá de lo sensible, se siente con todo ilimitada a causa de la desaparición de sus límites. Y esta abstracción es, por decirlo así, una presentación de lo infinito. Lo bello es todo lo contrario. Lo bello consiste en captar en la naturaleza una forma, una forma limitada que llegue a imponerse como un punto de detención. Con lo sublime, ningún objeto llegará, propiamente hablando, a responder, a detener el juicio por medio de una forma bella. De ahí ese gusto especial, que apareció en el siglo XVIII, por subir a las montañas, gusto que el romanticismo desencadenará.

Lo que Kant encuentra tranquilizador en el entusiasmo sublime es que aquella presentación pura, simplemente negativa, no implica “ningún peligro de Schwärmerei (exaltación) que es una ilusión que consiste en ver algo fuera de todos los límites de la sensibilidad”. Lo que para Kant es tranquilizador en el entusiasmo es que pueda percibirse perfectamente que, una vez sobrepasados los límites, ya no hay más límites. La ilusión consiste en creer que sobrepasados los límites haya un límite. Es lo que Kant denomina “querer soñar según principios, delirar con la razón”. Vemos así la gran ventaja del entusiasmo: con él no se delira con la razón.

Retomemos el ejemplo de la Revolución francesa. Existe el caos. Es efectivo. Nadie sabe cómo van a circular los poderes desencadenados por la revolución. Eso terminará, probablemente, como Burke presiente, con un dictador militar. Pero por el momento esta forma es caótica. No se trata ni de lo bello ni del bien. No es una forma que se imponga. Es evidente que implica los horrores suficientes para que no sea del orden de la bella utopía. Y bien, esto provoca una participación que puede producirse con lo ilimitado del caos. Esta participación implica un gozo. ¿Cuál es este gozo? Es descubrir que incluso lo que se presiente como enorme en el mundo será, de hecho, siempre pequeño en comparación con las ideas de la razón. El desorden que no tiene figura empieza de hecho a evocar “la función del sujeto que es precisamente la de ofrecer una presentación para lo impresentable”. Cito aquí un pasaje de Lyotard que, curiosamente, detesta tanto la idea de sujeto en Lacan. El entusiasmo es, pues, un afecto que denota una relación del sujeto con el saber, con lo presentable.

Tal vez ahora podamos comprender mejor de qué forma se opone a otro afecto del saber: la beatitud.

Lacan hace referencia a esta beatitud en el “procedimiento para el pase”, publicado en el nº 37 de Ornicar? Sitúa ahí el AE (Analista de la École) tal como él lo desea: no retrocede ante los términos de virtud, de coraje. Y opone a ello la beatitud: “El acceso, a la posición equivalente a lo que se llama en otras partes un didacta, ya no se pierde en el tiempo recobrado de la beatitud. Antes bien, incluso está muy lejos de implicarla”. Jacques-Alain Miller subrayó esta oposición entre entusiasmo y beatitud; volvemos a encontrarla aquí. No me parece ahora infundado citar el entusiasmo de la carta a los italianos, de ese texto sobre el AE según los deseos de Lacan, y oponerlo a la beatitud del didacta tipo IPA (International Psychoanalytic Association). Beatitud es un término que fue introducido en Situación del Psicoanalista en 1956, página 460 de los Escritos: “…Beatitudes, tomando este nombre de las sectas estoica y epicúrea de las que es sabido que se proponían como fin alcanzar la satisfacción de la suficiencia”. ¿Qué es lo que querían, los Estoicos y los Epicúreos? Querían la ataraxia. Sobre este punto, no se distinguen el ideal estoico y el ideal epicúreo.

Esta beatitud se deslizó enseguida al mundo cristiano para convertirse en la felicidad eterna de que disfruta el hombre que goza de la visión de Dios. Se convirtió en un título de obispo, aparentemente reservado a los obispos de Oriente. Es sólo a partir de cierta fecha –no he encontrado la fecha exacta– que también pudo llamarse así al papa. Péguy, en los Misterios de la caridad de Juana de Arco, observa lo siguiente: “Es entonces (en la beatitud) cuando no tendríamos nada más que decir porque estaríamos en el reino donde ya no se dice nada”. Lacan toma este término de beatitud en la expresión “… en el tiempo recobrado de la beatitud”.

¿Por qué? En un primer sentido, porque hay eternización de aquel goce apacible. Gozar de Dios no os conduce al entusiasmo, no os conduce a considerar que entre el caos y el concepto hay un sitio para los afectos. Hay la visión bella de ese Dios que es Uno y que os mantiene alejados (?) del deber de Bien decir.

Este término de beatitud Lacan lo utiliza también en Televisión: “Lo sorprendente no es que (el sujeto) es feliz (…) Lo sorprendente (…) es que llegue a la idea de la beatitud, una idea que va bastante lejos como para que se sienta exiliado de ella”. ¿De qué se siente exiliado el sujeto? ¿Del Otro en tanto que vacío de goce? “Por fortuna ahí -dice Lacan- tenemos al poeta para descubrir el asunto”. El sujeto está exiliado del Otro que debemos identificar a “su goce de ella, aquel que Dante no puede satisfacer…”. El exilio del sujeto, el exilio de la beatitud se atribuye al goce del Otro sexo. Es a partir, no del Otro como vacío del goce, sino del Otro en tanto que es el lugar del goce femenino y que el hombre sabe que no puede satisfacer.

El tiempo recobrado de la beatitud es, después de todo, el que Proust construyó en su obra, es decir, el goce de su madre. Él se identificó a ese sujeto excluido para siempre, clavado en su cama, que decididamente no podía ya acostarse de madrugada, con un deseo perfectamente decidido de que no fuera así y con la voluntad de gozar de ello.

¿Cómo es compatible el entusiasmo que produce el análisis con la reducción de los ideales de la persona? Para Kant es el descubrimiento de que no hay nada en la imaginación que pueda responder a lo ilimitado de la ley. ¿Cómo los efectos producidos en los ideales podrían conducir al mismo punto, al punto del entusiasmo? ¿Qué es, entonces, el ideal de la persona? Es un traje en el que uno goza. El Balcón de Genet está ahí para dar testimonio de que bajo los ideales del juez, del sacerdote, del comisario, hay, como en la comedia, colas. Genet introduce una comedia particular porque construye el ritual de aquel goce. La reducción de los trajes de esas personas es lo que hay que esperar del análisis, que el analizante no piense que hay trajes listos ya para gozar, que no tiene que vestirse de juez, de comisario, etc., para encontrar su goce. La reducción de los ideales de la persona se dice: no autorizarse de ninguno de los Nombres-del-Padre para gozar. Esto no quiere decir romper con los Nombres-del-Padre, ni tampoco atravesar una fase de psicosis experimental. Es en tanto que estos Nombres-de-Padre no son ya trajes para gozar que hace falta que el sujeto escoja con resolución pero contra el padre.


Imagen: Pintura de Shinji Himeno
Diagramación & DG: Andrés Gustavo Fernández




[*] Miquel Bassols es Psicoanalista Miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis y
de la Escuela de la Causa Freudiana [Asociación Mundial de Psicoanálisis]

4.26.2012

UNA CONTRATAPA

Por Damián Tabarovsky




En los 90, Luis Magrinyà publicó dos libros de cuentos en Debate, cuyo editor era Constantino Bértolo. Luego pasó a publicar en Anagrama. Y Bértolo, siempre en Madrid, se convirtió en editor de Caballo de Troya –del grupo RHM–, donde armó uno de los catálogos más interesantes del habla hispana (sólo matizado por algún escritor argentino, evidentemente publicado en exceso). Las contratapas de Bértolo se han vuelto famosas por ser piezas maestras de crítica literaria. Recientemente reeditó en Caballo de Troya aquellos dos libros de Magrinyà, y la contratapa es tan genial, que me despido hasta la semana que viene, dejándolos en manos del texto completo: 

“Un editor tenía dos autores y uno de ellos, el que menos libros vendía, le dijo un día: ‘Editor, quiero conocer más mundo y que el mundo entero conozca mis escritos, no hagamos debate de esto, dame pues la parte de los derechos de autor que me corresponde por dos libros de cuentos’. Y el editor, con dolorido sentir, comprendió lo justo de sus deseos. Fue así que aquel autor se marchó a un sello editorial bien afamado donde invirtió sus talentos, acrecentó renombre, mereció entrevistas y obtuvo premios, alcanzando condición y prestigio. Cuando hubo gozado de todo ello, le sobrevino nostalgia por aquellos primeros tiempos y libros en que todo era promesa de futuro y sintió deseos de liberarse, aunque fuera por un día, de las pompas con que la púrpura atosiga a sus hijos.
Y, entrando en sí mismo, se dijo: ‘¡Cuántos nuevos narradores de mi viejo editor tienen horizontes en abundancia, mientras yo aquí me muevo apacentando tesinas, famas, interrogatorios, congresos y presentaciones predecibles. Me levantaré, iré donde mi viejo editor y le diré: ‘Pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado autor tuyo, trátame como a uno de tus rechazados’. Y levantándose, partió en busca de su antiguo editor. Estando todavía lejos, le vio el editor y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le firmó un nuevo contrato, por cinco años y sin incluir sus derechos digitales. Contento, dijo a sus colaboradores: ‘Traed aprisa al mejor diseñador gráfico y maquetad de nuevo sus libros, ponedle una cubierta a color y demos un gran recibimiento a este retorno impredecible. Desprogramemos el presunto best seller, y celebremos una fiesta, porque este autor mío estaba lejos y ha vuelto; estaba ajeno y ha sido hallado’. Y comenzaron la fiesta.
El otro escritor, el que más vendía, estaba en la Feria del Libro de Guadalajara y, al volver, cuando se acercó a casa, oyó la música y las danzas; y, llamando a la Jefa de Prensa, le preguntó qué era todo aquello. Ella le dijo: ‘Ha vuelto el otro autor y vuestro editor ha encargado un marketing completo, porque lo ha recobrado sano’. El escritor que más vendía (aunque tampoco era para tanto) se irritó y no quería entrar. Salió el editor y le suplicaba. Pero él replicó: ‘Hace años que publico contigo y jamás me has hecho una promoción como es debido, ¡Y ahora que ha venido ese escritor, quien en su día se marchó hacia editoriales con más glamour y ventas, has encargado un marketing completo para él!’. Y el editor le dijo: ‘Hijo, tu siempre estarás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse porque este hermano tuyo estaba en extravío y ha vuelto; estaba perdido y ha sido hallado’. ‘Me voy con otro –respondió ofendido el escritor que más vendía aunque no era para tanto–, a una editorial independiente si hace falta. Con tus devoluciones te lo comas’. Y dirigió sus pasos hacia la lista de libros más vendidos, donde fue tragado y digerido y comprado y hasta leído, gozoso y bienvenido, el autor pródigo entró en el vientre del Caballo de Troya y fue lo nunca visto y lo nunca oído y por una vez Casandra amó el presagio y se llenó de júbilo”.

Ilustración: Virgo Paraíso
Diseño Gráfico: Andrés Gustavo Fernández

4.21.2012

ESTRATEGIAS MITOGENETICAS EN "MACUNAíMA" [1/3] DE MARIO DE ANDRADE

Por Marcin Kazmierczak [*]



Só o papagaio conservava no silêncio as frases e
feitos do herói. Tudo ele contou pro homem e
depois abriu asa rumo a Lisboa. E o homem sou eu,
minha gente, e eu fiquei pra vos contar a história. 


PRIMERA ENTREGA [1/3]

MOTIVACIONES LITERARIAS 

Puesto que Mario de Andrade es uno de los escritores brasileños del siglo XX más conocidos mundialmente, no es necesaria una introducción biográfica. Tan sólo merece la pena mencionar que su utilización de los mitos indígenas, el tema que nos ocupa en este artículo, tiene un carácter notablemente diferente del que encontramos analizando a otros autores iberoamericanos que han recurrido a este proceso. 


Por ejemplo Miguel Ángel Asturias (Guatemala) maneja una gran cantidad de motivos precolombinos sobre todo con objetivos estéticos, creando un genial estilo expresivo que mezcla la cosmología indígena con las estrategias poéticas del surrealismo francés. Ciro Alegría (Perú) profundiza en la realidad indígena sobre todo desde la óptica de una crítica social, percibiendo a los indígenas más como una clase social que como un grupo dotado de su propia identidad cultural. 

La exploración de otro autor peruano, José María Arguedas, tiene una profundidad antropológica y etnológica notablemente superior; este escritor recrea la visión y la sensibilidad indígena en primera persona para captar así el drama del conflicto cultural y espiritual de un sujeto desgarrado entre los dos mundos (el indígena y el occidental) y las dos culturas. Sin ánimo de agotar todos los ejemplos de escritores que han utilizado los motivos precolombinos en su creación literaria volvamos a Mario de Andrade. Para el autor brasileño la figura del dios indígena Macunaíma, procedente de las leyendas de las tribus amazónicas Taulipang y Arekuná, representaba un gran potencial expresivo en su reflexión artística acerca del carácter (identidad) de la raça brasileira -como él mismo jocosamente se refería al pueblo brasileño-. Esta reflexión, aunque al parecer parte de una sincera preocupación por el problema de la identidad nacional del Brasil, recibe en Macunaíma un trato humorístico, satírico y hasta autoirónico, puesto que el escritor parece concluir que el principal rasgo del carácter brasileño es precisamente la "falta del carácter". De ahí el título: Macunaíma, Herói sem nenhum caráter.

No obstante, el abundante e interesantísimo contenido ideológico y sociocrítico de este libro no es el tema central de este artículo, cuya intención es observar las estrategias literarias de recuperación y dramatización narrativa de unos contenidos etnográficos, recogidos sobre todo por el etnólogo alemán Theodor Koch Grünberg (KOCH: 1917) así como por muchos otros estudiosos y viajeros, cuyas obras estaban al alcance del escritor paulista.



RECURSO DE LA DESGEOGRAFICACION 

Una de las estrategias de recuperación mitológica presente en Macunaíma es la que el mismo autor denominó como desgeograficación. Mario de Andrade, al crear su (anti)héroe brasileño tenía la gran preocupación de evitar los peligros que, a su juicio, presupondría un apego excesivo al regionalismo. Él no quería que su héroe pudiera identificarse exclusivamente con ninguna región, ninguna tribu, ninguna cultura precolombina o colonial, ni siquiera con Uraricoera, la región fronteriza con Venezuela donde hasta hoy en día viven los indios Taulipang y los Arekuná. Para conseguir este objetivo recurre a la "desgeograficación" de la trama del relato, que se manifiesta de manera particular a través de las enumeraciones de plantas, insectos, etc. procedentes de diferentes regiones del país y a través de numerosas persecuciones o viajes de los protagonistas por todas las regiones de la geografía brasileña [1]. Pero la desgeograficación no afecta tan sólo a los fenómenos de la naturaleza y a la propia geografía, sino también a los aspectos culturales. En este sentido el autor también evita limitarse a un solo ámbito de procedencia del material mitológico y folclórico que maneja, sino, tal como ya se había dicho, mezcla motivos de la cultura precolombina, recogidos esencialmente entre las tribus amazónicas, con los procedentes de la cultura afrobrasileña, particularmente fuerte en la región del Nordeste y, finalmente, recurre también a la cultura popular portuguesa. Por consiguiente, no hay que perder de vista el hecho de que los mitos indígenas, aunque constituyan el eje central y la fuente principal del material narrativo de la rapsodia marioandradina, no tienen carácter exclusivo en la exploración literaria del escritor.

Pero hasta si redujéramos el foco de nuestro análisis a las fuentes precolombinas, nos percataríamos que hasta dentro de este ámbito el autor no quería limitarse a las leyendas o los relatos de una sola tribu o un solo pueblo indígena. Por lo tanto, aparte de los relatos de los mencionados indios Taulipang y Arekuná, transmitidos a T. Koch Grünberg por parte de dos informadores, Mayuluaípu Taulipang y Akúli Arekuna, entreteje también, aunque en menor medida, elementos del imaginario mitológico y lenguaje de otras tribus, como por ejemplo los Caxinauá, los Apinapé, los Carajá y otras.



CLASIFICACION GENERAL DE LAS LEYENDAS 
Y MITOS APROVECHADOS EN MACUNAÍMA 

Antes de formular la propuesta de la clasificación de los mitos utilizados por el escritor brasileño es necesario adelantar que el enfoque de este análisis de lamateria cultural presente en Macunaíma va más allá del concepto del mito, percibido como un relato de carácter fundacional. Recordemos que según Mircea Eliade, para que un relato pueda ser considerado como un mito ha de contener "les éléments fondateurs" de un mito, es decir, "cette nostalgie des commencements et cette proximité avec le sacré." [2] Sin duda algunos de los motivos folclóricos que se mencionan más adelante carecen de la excelsitud y del carácter sublime que les pudiera incluir dentro de la definición de Mircea Eliade, no obstante muchos de ellos tienen como objetivo explicar el origen de las cosas. Es así sobre todo en el caso de los cuentos etiológicos, aunque hasta esos, frecuentemente no se refieren al principio del mundo y poco tienen que ver con lo sacro. Dejando a un lado la eternamente inconclusa cuestión de la definición del mito y teniendo en cuenta el hecho de que la procedencia de los motivos folclóricos presentes en la rapsodia marioandradina es muy variada propongo la clasificación de los motivos folclóricos (que, no obstante, seguiré llamando mitos) presentes en la obra en tres categorías: la de los mitos indígenas precolombinos; los mitos autóctonos formados en la épocacolonial y los pseudomitos (o los mitos apócrifos).

Respecto a los mitos o motivos etnográficos precolombinos, evidentemente se trata de aquellos que proceden de los pueblos indígenas de la América. No obstante, la cuestión de la cronología, a la vez que de la autoría, no es del todo clara, en el sentido de que no se sabe hasta qué punto podemos afirmar que la formación de los mitos, leyendas, creencias o costumbres que integrarían esta categoría es previa a la llegada de los conquistadores europeos y, posteriormente, de los esclavos africanos y, por lo tanto, hasta qué punto están libres de las influencias coloniales. 

La cuestión no es fácil de resolver porque Koch-Grünberg entró en contacto con los Taulipang sólo a finales del siglo XIX, es decir, más de tres siglos después del desembarque de los advenedizos ultramarinos. De hecho, en algunos casos la contaminación por las influencias coloniales es evidente. Que sirva de ejemplo la presencia del topónimo genérico de "la tierra de los ingleses" en relación con Guayana, o la leyenda sobre la creación del hombre blanco, negro y rojo. No obstante, según asegura P. Santilli, al menos el acervo principal realmente es indígena y, además, cronológicamente precolombino, puesto que expone una cosmología que es compartida por decenas de pueblos que hablan la lengua Carib y que presenta una concepción del mundo propia, precolombina. (SANTILLI, comunicación personal) Además estos mitos están exentos prácticamente de cualquier interferencia de la cultura europea o africana y, salvo escasas excepciones, no hacen ninguna referencia a la existencia de otros pueblos y otras culturas.

Los motivos etnográficos autóctonos formados en la época colonial, como es de suponer, son aquellos que surgen como fruto del inédito encuentro de las tres culturas (en el sentido genérico) que confluyen en Brasil: la lusa o, más ampliamente la europea, la africana y la indígena. Como veremos hay motivos etnográficos en los que se mezclan elementos de todas estas tres culturas a la vez. Esto sucede sobre todo en el capítulo Macumba, el cual constituye una exposición del folclore afrobrasileño, particularmente arraigado en el Nordeste de Brasil. En dicho folclore prevalecen las influencias africanas, sobre todo de la cultura yoruba, pero éstos se entremezclan y a veces fusionan con motivos indígenas y europeos.

Finalmente, los mitos apócrifos o los pseudomitos son los episodios o personajes inventados por Andrade e introducidos en ciertas ocasiones en la trama de la rapsodia. Dentro de esta categoría podríamos ubicar dos tipos de entidades narrativas: las integralmente creadas por el autor y las modifiaciones muy profundas de los mitos preexistentes, que prácticamente se convierten en mitos diferentes cuya relación con sus antecedentes casi llega a borrarse. 

La mayoría de los mitos apócrifos inventados por el autor tiene carácter de cuentos etiológicos y, en este sentido también es indirectamente deudora del universo mitológico indígena, puesto que utiliza los mismos mecanismos gnoseológicos, las mismas estructuras perceptivas y las mismas estrategias mitogenéticas, aunque sea con fines satíricos y lúdicos.

En cambio, las numerosas modificaciones profundas de los mitos (intercambios de los rasgos personales o las acciones entre los diferentes personajes de un mito; incorporación de las hazañas o los rasgos de un personaje a la descripción del otro; fusión de varias historias o varios personajes; cambios de aspectos secundarios o hasta primordiales del desarrollo de los hechos descritos, etc.) suelen tener el objetivo de adaptar los mitos y las leyendas preexistentes a la construcción psicológica de los personajes de la rapsodia, sobre todo la del protagonista. Y, en segundo lugar, para salvar la estructura narrativa global y lineal de la rapsodia marioandradina. La mayoría de los mitos utilizados por el autor tenían una estructura acabada, terminando con un final cerrado, por ejemplo la muerte del protagonista, su transformación, etc. mientras que, estos motivos incorporados dentro de la trama de Macunaíma tenían que permitir la continuidad de la trama y, por consiguiente, se les tenía que proporcionar una estructura abierta, con la posibilidad de continuar en los siguientes capítulos. De ahí por ejemplo las sucesivas resurrecciones de Macunaíma, etc.



LOS MITOS PRECOLOMBINOS EN LA CONSTRUCCION DE LA TRAMA. 
TRANSFORMACION DEL NIÑO EN EL PRINCIPE PRECIOSO 

Uno de los primeros mitos que aparecen en el libro de Mario de Andrade es el de la transformación del niño en el hombre, extraído de la Saga 6 recogida por Koch [3]. En esta Saga Macunaíma niño llora toda la noche pidiendo a su cuñada que lo lleve fuera de casa. Al conseguirlo se transforma en un adulto y posee a la cuñada. En el texto de Mario de Andrade, Macunaíma pide a su madre que le lleve al bosque pero ya que ella no tiene tiempo pide a su nuera Sofará, la compañera de Jiguê, que acompañe al niño, quien, en el bosque se convierte en un "príncipe precioso" y posee a la cuñada. Este mito nos introduce a una serie de aspectos importantes que estarán presentes a lo largo de la narración. 

En primer lugar en este episodio se hacen patentes algunos rasgos del carácter del héroe "sin ningún carácter", concretamente su fijación permanente en el placer sexual al que tiende de una manera impulsiva sin reflexionar en la conveniencia social de sus actos. En segundo lugar su recurso a la astucia, su picardía (esperteza, malandragem) su tendencia al engaño de los demás, incluidos sus familiares, para conseguir sus fines, en definitiva: egocentrismo próximo al principio del placer freudiano. (Dicho sea de paso que Andrade conocía las tesis del Psicoanálisis y había demostrado cierto interés por ellas) Por otro lado, vemos aquí uno de los motivos frecuentes en el folclore universal y, desde luego, en las leyendas indígenas de la América del Sur, es decir, la capacidad de los personajes de transformarse en otros seres, en este caso concreto del niño al hombre y, en la actualización marioandradina, en un príncipe.




Diseño Gráfico: Andrés Gustavo Fernández






CITAS Y BIBLIOGRAFIA
[*] Marcin Kazmierczk es vicerrector de la 
Universidad Abat Oliva CEU, de Barcelona.

[1] Es más, incluso paradójicamente, al buscar la expresión del carácter brasileño en más de una ocasión cree conveniente trascender el límite geográfico y cultural de su patria. Es así cuando Macunaíma va la tierra de los ingleses (Guayana) o cuando surge la cuestión de la conciencia hispanoamericana.
[2] Citado por C. Mathière, Golem en Le Dictionaire des Images Littéraires, (BRUNEL, 1988: 651)
[3] (KOCH 1917, Vol. II: 42). Véase también (CAVALCANTI 1955: 128).

VOLÚMENES DE PROCENDENCIA DE LAS CITAS DE M. DE ANDRADE: 


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