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5.17.2012

LOS TAROTS I

Por E. H.
Traducción: S. d´Hooghvoorst


Vio el conjunto de las cosas, y habiendo visto,
entendió...
Las cosas que conoció las grabó,
y habiéndolas grabado,
las ocultó... a fin de que toda generación tuviera que buscarlas.
HERMES TRISMEGISTO [1] 

¿Quién no ha realizado alguna vez una consulta al Tarot? El método es conocido: el consultante baraja las cartas, luego, las saca una por una de la pila. Entonces, el intérprete las coloca en un cierto orden y en ellas lee el porvenir según milenarias reglas adivinatorias, Si el intérprete, a menudo una mujer, está dotado y tiene experiencia, se pueden sacar curiosas verdades de esta consulta. Lo hemos experimentado. Esta clase de adivinación se llama cartomancia, en la cual las cartas sirven de soporte a un tipo de videncia natural para la que algunas personas están dotadas.

La cartomancia es un procedimiento muy ampliamente difundido en el mundo, ya que existen antiguas cartas chinas, indias e incluso musulmanas. De entre todos los juegos de Tarot, el más conocido en nuestros países es el antiguo Tarot de Marsella [2] llamado también Tarot de los Bohemios. De este juego nos ocupamos sobre todo en este estudio.
Pero, la simple cartomancia vulgar no lo explica todo. Ante la complicación de estos dibujos, cabe la pregunta de saber con qué intención se concibieron inicialmente estas cartas. Considerándolas atentamente, ¿No nos encontramos ante un mensaje de alcance más profundo y esencial?

El origen de la palabra Tarot es mal conocido. El adjetivo taroté [3] se refiere a cartas cuyo dorso está marcado de gris en compartimentos [4]. Pero, taroté se decía antiguamente de «una superficie dorada con hojas, cuando estaba troquelada o grabada con un estilete o un punzón para imprimir un dibujo en el oro. Los fondos de los primeros tarots iluminados eran obtenidos de esta manera.» [5] Uno de los más antiguos juegos de Tarot que se conocen, el Tarot de Visconti (siglo XV, Milán), nos muestra, en efecto, personajes pintados sobre hojas de oro «tarotadas», como podemos observar en la figura 1. [6]

Estas Láminas de oro grabadas y pintadas, ¿Acaso no hacen referencia a esta filosofía del Oro Sabio, u Oro del Templo, de la que ya hemos tenido oportunidad de hablar, y por la cual los profetas profetizaron?

Nos encontraríamos, pues, ante un mutus liber, que los antiguos imagineros nos habrían transmitido bajo el velo de la cartomancia. Al menos, tal parece haber sido la intención del Adepto desconocido que grabó con tanto cuidado las Láminas del Tarot de Marsella.
Ya en el siglo XVIII, el ministro protestante francés Antoine Court de Gebelin (1725-1784) fue uno de los primeros en presentir en sus escritos la verdadera naturaleza de los Tarots.
«Si se oyera anunciar -escribía- que aún existe hoy en día una obra de los antiguos egipcios, uno de sus libros escapado a las llamas que devoraron sus espléndidas bibliotecas, todos estarían impacientes por conocer un libro tan precioso, tan extraordinario. No obstante, el hecho es muy cierto, este libro egipcio, único resto de sus espléndidas bibliotecas, existe hoy en día; incluso es tan común que ningún sabio se ha dignado ocuparse de él, nadie, antes de nosotros, habiendo sospechado su ilustre origen. Este libro está compuesto de 72 hojas o imágenes, incluso 73, [7] dividido en clases. Este libro es, en una palabra, el juego de los Tarots.»
Nuestro autor sabía bien de qué se trataba. Añade, un poco más lejos:
«... efecto necesario de la forma frívola y ligera de este libro que le ha permitido triunfar sobre todas las épocas y llegar hasta nosotros con una frivolidad poco común; la misma ignorancia en la cual hemos estado, hasta ahora, acerca de lo que representaba, ha sido un acertado salvoconducto que le ha permitido atravesar tranquilamente todos los siglos sin que se haya pensado en hacerlo desaparecer...» [8]
Así pues, el uso que se ha hecho de ellos ha salvado de la desaparición a nuestros preciosos Tarots.

Especifiquemos ahora en qué sentido convendría entender una cartomancia original que fuera como el reflejo de la Gran Obra. Si se ha acabado considerando a los Tarots como un medio para prever el porvenir, en el sentido vulgar de la palabra, es a causa de una especie de amputación de su principio, ignorando la intención primitiva de los imagineros.
La adivinación vulgar ya no es más que la cáscara vacía de la antigua predicción o profecía cuya función no es anunciar lo que acontecerá mañana o pasado mañana, sino decir el mundo por venir o edad de oro, lo cual es muy distinto. Es únicamente en esta última perspectiva como convendría estudiar los libros proféticos. Ocurre, generalmente, que el profeta, en el anuncio o descripción de esta edad de oro, llegue, de modo natural, a describir la disolución de la edad de hierro, es decir, de este mundo. La finalidad de la profecía sólo radica en el único misterio de la regeneración del mundo.

Tirar las cartas es decir la suerte o la buenaventura, ¡Lo cual traduce muy exactamente el sentido de la palabra griega Eleusis!

Así pues, la intención de los antiguos imagineros era ver en los Tarots la imagen de un cielo terrestre llamado también firmamento o espejo de oro, el cual los profetas han examinado. Por esta razón los han concebido como láminas "tarotadas","doradas a la hoja, troqueladas o grabadas con un estilete para imprimir mejor un dibujo sobre el oro". Seguidamente, animaron sus dibujos, coloreándolos.

Ocupémonos, primeramente, de nuestras Láminas de oro dibujadas. Con el tiempo, las hojas de oro han desaparecido de estos grabados, pero la intención ha permanecido.

¿Acaso no se las llama comúnmente "las láminas del Tarot"?
Precisamente, volveremos a encontrar estas láminas, calificadas de celestes, en el texto hebreo de la Biblia, leyendo la descripción del segundo día de la creación, la creación del firmamento. La palabra latina firmamentum evoca una idea de solidez.

En efecto, leemos en Génesis I, 6: «Y Elohim dijo: Que haya un firmamento en el seno de las aguas». La palabra traducida por "firmamento" se dice en hebreo Raky'a, y proviene de una raíz (reish, kof, ayin), que significa extender, pero el verbo también tiene el sentido de extender y colorear en azul. He aquí dos ejemplos:

En Números 17, 3: "De los incensarios de esta gente, pecadores contra sus vidas, se harán láminas finas [hebr.: Reku'im: extendidas con martillo] para revestir el altar".
En Exodo 39, 3: «Y extendieron [hebr.: vairke'u: laminaron] Láminas de oro». Aquí se trata de la confección del tahalí del gran sacerdote, hecho con hilos de oro, azul, púrpura, escarlata y lino fino (como adamascado, según la traducción del rabinato francés). Notemos que encontramos aquí, en este tahalí, los colores principales de las láminas de los Tarots: oro, azul, rojo.

También Virgilio, en la Eneida, nos ha hablado de láminas de oro martilleadas, en el sexto canto de su poema (verso 136 y ss.). Se trata de este famoso ramo de oro, del cual, en el curso de su descenso a los Infiernos, el héroe ha de apoderarse para llegar a sus fines:
Latet arbore opaca
aureus et foliis et lento vimine ramus
lunomi infernae dictus sacer...
"Se esconde en un árbol frondoso una rama dorada cuyas hojas y tallo son maleables [lento: extendidas bajo el martillo]; se dice que está consagrado a Juno infernal..."

Los Tarots de Marsella están compuestos de 78 Láminas. Primeramente, se encuentran las cuatro series del juego de cartas ordinario, pero cuyos símbolos son distintos: las Copas (correspondientes a los Corazones), los Oros (a los Diamantes), los Bastos (a los Tréboles) y las Espadas (a las Picas), numeradas de uno a diez. Se han añadido cuatro Triunfos, en vez de tres en el juego de cartas: el Rey, la Dama, el Caballero y la Sota. [9] Pero a estas cuatro series del juego de cartas, el Tarot añade una quinta, compuesta de 21 cartas llamadas Láminas Mayores o Triunfos y numeradas de 1 a 21. He aquí la lista:


  • I. El Mago
  • II. La Papisa
  • III. La Emperatriz 
  • IV. El Emperador 
  • V. El Papa 
  • VI. El Enamorado 
  • VII. El Carro 
  • VIII. La Justicia 
  • IX. El Hermitaño 
  • X. La Rueda de la Fortuna 
  • XI. La Fuerza
  • XII. El Ahorcado o El Colgado 
  • XIII. Lámina sin nombre (representado la muerte)
  • XIV. La Templanza 
  • XV. El Diablo 
  • VIX. La Torre 
  • XVII. La Estrella 
  • XVIII. La Luna 
  • XIX. El Sol 
  • XX. El Juicio 
  • XXI. El Mundo


Sin embargo, dos de estas Láminas fueron introducidas en el juego posteriormente. No son de la misma factura y no tienen ningún sentido jeroglífico; son el Emperador y la Emperatriz, que representan en cartomancia, al consultante o a la consultante. 

Retirándolas del juego, nos quedarán diecinueve láminas mayores. En cuanto a la última carta, el Loco, está excluida del orden de los números y, por consiguiente, de la creación. Es el comodín del juego de cartas usual. Se interpreta como el hombre perdido en este mundo, y que no tomará parte en el mundo por venir.

La sencillez de estos dibujos no es más que aparente. Un examen atento nos muestra una gran minuciosidad en el trazo, como si el autor, incluso en los mínimos detalles, hubiese querido transmitir un mensaje preciso; se encuentran extrañezas inexplicables a primera vista, errores de dibujo que parecen haber sido hechos adrede, pequeños detalles inesperados ejecutados cuidadosamente. En realidad, el autor ha mostrado ser un grabador [10] experto, sutil y talentoso.

He aquí algunos ejemplos:

  • Un Caballero sostiene una Copa; examinando atentamente el dibujo, nos damos cuenta que en realidad no la sostiene, sino que está como suspendida en el aire al lado de su mano tendida (el Caballero de Copas).
  • Las ruedas del Carro están, en realidad, opuestas, en vez de ser paralelas, de manera que el Carro no puede avanzar en el sentido en que es arrastrado (lámina VII).
  • ¿Por qué la lámina novena es llamada el Hermitaño? [11] ¿No debería ser el Ermitaño?
  • Algunos personajes sostienen una espada sin guarnición (Reina de Copas).
Dejamos a la atención del lector el poder hacer otros descubrimientos de este tipo. Pero daremos un poco más adelante una interpretación muy completa de una de estas Láminas, la Lámina XVI, en la cual veremos que ningún detalle era inútil.

Sin embargo, los Tarots son grabados coloreados, es decir, animados. En los Tarots de Marsella, los colores no han sido escogidos al azar, sino que se refieren todos a una realidad oculta.

Hay, en primer lugar, tres colores principales: el Azul, el Dorado y el Rojo. El Azul indica el Espíritu, el Oro el Cuerpo y el Rojo el sentido. Pero son equívocos; así, el Azul significará ya sea el cielo o lo que viene del cielo, ya sea el sheol, la ilusión, el sueño, el engaño, o también el volátil, el disolvente. Lo mismo ocurre con el precioso metal, el cual significará el cuerpo del oro noble o del oro vil, el metal muerto o vivo, el oro de los elegidos y el de los avaros. Lo mismo ocurre con el sentido.

La interpretación jeroglífica de cada una de las láminas dependerá, pues, de la situación de los colores en relación con el dibujo. Hay aquí todo un lenguaje, una verdadera gramática que hay que aprender poco a poco para poder leer y comprender.

La naturaleza del Oro, por ejemplo, será muy diferente según que el personaje lo lleve en la cabeza, como un casco, o que lo tenga en la mano bajo tal o cual forma, o que lo lleve sobre su vestido, etc... Estos tres colores siempre se vuelven a encontrar en cada una de las láminas y, con las particularidades del dibujo, forman el lenguaje que el autor ha utilizado. No podemos, en el marco de este estudio, extendernos sobre esta cuestión importante, pero volveremos a ello en otras circunstancias. especifiquemos, no obstante, que estos tres colores designan también las tres substancias que los Magos, llegados de Oriente, ofrecieron al Niño-Dios en su pesebre: el Oro puro para el cuerpo, el incienso para el espíritu y la Mirra para el sentido que une el espíritu con el cuerpo.

Los colores secundarios son el Blanco, signo de pureza, el Verde, para significar la naturaleza, y a veces el Negro. Tenemos, pues, los seis colores principales de la heráldica: gules, azur, oro, blanco o plata, sinople y sable. Finalmente, el color carne sirve para colorear a los diferentes personajes.

Ahora, a título de ejemplo, proponemos al lector una interpretación de la Lámina XVI, La Torre [12]
En primer lugar, he aquí la interpretación dada por Court de Gebelin en Le Monde Primitif. Es un buen resumen de la de los cartománticos:
«La Torre [en francés Maison-Dieu] o Castillo de Plutón: esta vez sí que tenemos aquí una lección contra la avaricia. Esta imagen representa una torre que es llamada Casa-Dios, es decir, la casa por excelencia; es una torre llena de oro, es el castillo de Plutón, cae en ruinas y sus adoradores caen aplastados bajo sus escombros.»
Esta lámina está considerada como temible cuando sale en el juego. Significa derrumbamiento, ruina y la gama más sombría de accidentes. Es, pues, una mala lámina.
No obstante, un examen atento desmentirá del todo esta interpretación. En efecto, ¿Acaso no cabe extrañarse de que esta torre tambaleante sea denominada Casa-Dios? Este término evocaría la idea de un tabernáculo más que la de una reserva de oro vulgar amenazada por la ruina. Consideremos atentamente el grabado.

Vemos, en realidad, una torre cuyo techo se levanta sin dificultad, como una tapadera.
Así pues, aquí no se trata de una torre fulminada. Es simplemente, el atanor u horno de los alquimistas en el momento en que se produce lo que se llama la primera conjunción, que es el "don de Dios". Lo que penetra en la torre es este nitro corruscante que se convertirá en el Mercurio de los Filósofos. El atanor ha sido a menudo descrito por los autores antiguos como una torre redonda de ladrillos cimentados. ¿Acaso no vemos, por las tres ventanas de esta torre, que se está llenando de este gran aire que es el azul celeste? Es la noble sangre azul, que se irá cuajando poco a poco en miel de caridad.

Es este mismo nitro corruscante, llamado también nitro de los montes, que fue manifestado al sabio Moisés [13] en la nube en medio de los rayos. Éxodo XIX, 16 y ss. Veamos, pues, aquí, con este gran don, el comienzo de la obra de la Cábala Química o misterio de la creación.

Los dos personajes, lejos de ser precipitados de lo alto de la torre, son, en realidad, dos locos bailando sobre la cabeza como niños alegres. Es la danza llamada de Salomé (ver figura siguiente) o Danza de David ante el Arca. También se podrá interpretar diciendo que andan cabeza abajo para leer mejor los signos inscritos en esta tierra filosófica o Santo Egipto.

Uno es el Maestro y el otro, el Discípulo. En efecto, el Maestro enseña mediante la Palabra y muestra con la mano; por esta razón el cuerpo del personaje de la derecha permanece escondido, excepto la cabeza y el brazo, que lo definen. El personaje de la izquierda es el Discípulo: el cuerpo rojo y arrugado del hombre de los sentidos empieza a resquebrajarse, como un caparazón agrietado, por efecto del empuje interior del hombre Celeste [14]. Se observará, en las rodillas, las calzas gastadas por la plegaria. La posición de las piernas es significativa: aquí, el pie levantado verticalmente indica una jerarquía entre el Espíritu y el Sentido; el pie levantado veja el estudio ya que, aquí, el Espíritu domina el Sentido. En lo que se refiere a la otra pierna, el pie azul y la pierna roja están a la misma altura: el Espíritu y el Sentido se equilibran mutuamente, van a la par.

Al pie de la torre, sobre un suelo seco, se ven dos pequeños charcos de agua: este agua debería estar en el interior, pero el dibujante no ha encontrado otro medio para indicar este vapor condensado en las paredes y que, poco a poco, fluye en forma de agua al fondo del vaso. Es la fuente de la que beberá el sabio Discípulo de la Filosofía.

Veamos, finalmente, el "mercurio vulgar" en estos pequeños círculos azules, blancos y rojos, cayendo poco a poco en el suelo; el azul indica su naturaleza celeste; el blanco, su pureza cuando no está mezclado con los mixtos; el rojo nos recuerda la naturaleza, en algún modo mágica, de este aire sensible que anima nuestro mundo.

Muchos ocultistas, desde Etteilla [15], han creído tener que volver a dibujar los Tarots, alardeando de hacerlo mejor que el antiguo imaginero, pero sin haber jamás poseído, es evidente, ni su saber ni su intención. Consideremos la misma Lámina XVI redibujada por Oswald Wirth, un estimable erudito del siglo pasado. El dibujo es agradable pero, ¿Qué queda en todo esto del sentido de la Lámina? Los dos personajes que reciben cada uno un ladrillo en la cabeza nos hace pensar en las desventuras del célebre Capitán Haddock, antes que en la Gran Obra.

Proponemos, en el siguiente estudio, un comentario de la lámina no numerada, El Loco, que expresa la desdichada condición del hombre perdido aquí abajo. Pero, explicar los jeroglíficos de todas las Láminas no sería conforme a las intenciones del Autor. Ha querido, en efecto, que este libro permanezca sellado, que el sentido de estas sabias figuras no fuera divulgado.

No obstante, esperamos que se nos perdone esta publicación si es juzgada indiscreta. Hemos querido rendir un homenaje filial al recuerdo olvidado del Sabio Imaginero cuyos jeroglíficos encantan nuestro estudio. Asimismo, deseamos atraer la intención del lector curioso sobre un libro de entre los más sabios y más divulgados y, sin embargo, de los más ignorados. Así es en este mundo: la Sabiduría está clamando en los lugares públicos, algunos intentan imitarla, pero nadie la escucha.

POST-SCRIPTUM: LA DANZA DE SALOMÉ

Salomé significa "reposo del Señor".
La figura siguiente reproduce el tímpano del portal izquierdo, llamado Portal de San Juan, de la Catedral de Rouen. En el nivel superior del tímpano, vemos el amortajamiento del santo Precursor. En el nivel inferior, el festín de Herodes, la Danza de Salomé, la decapitación de San Juan y la entrega hecha por Salomé a Herodías, de la cabeza cortada (Mateo XIV, 1 a 12).

Salomé [16] también ella, baila sobre la cabeza. Se ve, un poco más arriba de sus rodillas, el huevo filosofal sobre un soporte de piedra. El parentesco de inspiración del escultor y del imaginero parece evidente. La decapitación de Juan Bautista ha sido a menudo comentada por los Padres, quienes la evocaron en su polémica contra los judíos de la época. Leemos en Orígenes (siglo II): 
"Mira este pueblo en el que alimentos puros e impuros son examinados, mientras desprecia la profecía presentada en bandeja a modo de alimento". 
[17] La cabeza de Juan Bautista representaría, pues, el principio de la profecía, del que se privaron los judíos por la decapitación del Santo. Orígenes añade, en efecto:
«Decapitan la Palabra Profética, tras haberla encerrado en una prisión, no conservando más que una palabra cadáver, mutilada, que ya no tiene ninguna parte sana, ya que no la entienden».
[18] Reflexión todavía de actualidad, aplicable a mucha gente... Se puede poner en relación este pasaje con la decapitación de Polidoro en la Eneida, que hemos evocado en Le Fil d'Ariane, Nº 7: Polydorum obruncat... etc... [19]

También David bailaba ante el Arca del Señor: II Samuel VI. Su esposa Mical le vio bailar y le despreció en su corazón. Le dijo: "¡Cómo ha sido honrado hoy el rey de Israel, él, quien se ha desnudado ante sus sirvientas y servidores como un hombre de nada!" Bailando, él también, sobre la cabeza ante el Arca, había, pues, desnudado su fundamento... Es en el mismo sentido que el autor de El Mensaje Reencontrado escribió: 
"Heme aquí barrido, andando sobre la cabeza... con gran escándalo para los bien pensantes". [20]

Imagen: Holly Sierra
Diagramación & DG: Andrés Gustavo Fernández



[1] Corpus Hermeticum, vol. IV, p. 2. La virgen del mundo, tr. XXIII, Trad. Fsetugière, Les Belles Lettres, París, 1954.
[2] Ed. B. P. Grimaud.
[3] Sin tener la pretensión de querer crear lenguaje, podríamos traducir esta palabra francesa, cuyo equivalente literal no existe en castellano, por "tarotado". Notemos que en catalán existen palabras que, si bien no se refieren directamente a ello en cuanto al significado, tienen un parentesco etimológico con el Tarot: "destarotat" significa "desconcertado". Otra palabra, menos usual, es la empleada para decir un "sombrero viejo": "tarot".
[4] Diccionario Littré.
[5] Según la excelente explicación de D. Gabriele Mandel: Les Tarots des Visconti, Ed. Vilo, París, 1975.
[6] Ver Tarots de los Visconti: Le Bagatin (Su Majestad Carnaval), Le Bateleur.
[7] En realidad LXXVI, como veremos.
[8] A. Court de Gebelin: Le monde primitif analysé et comparé avec le monde moderne considéré dans divers objets concernant l'historie, le blason, les monnaies, les jeux... (París, 1781). Esta obra, aún ahora y respecto a muchas cosas, merecería ser consultada.
[9] Observemos que el juego de cartas español aún posee estos cuatro triunfos, entre ellos el Caballero. Así pues, algunos historiadores del Tarot han visto su origen en España y, quizá, como siendo una herencia de la ocupación musulmana. Tal vez no sea por casualidad que en español las cartas se llaman "naipes", una palabra que parece provenir del árabe "nabi": profeta. (Paul Boiteau: Les cartes à jouer et la cartomancie, Hachette, París, 1851).
[10] El Tarot de Marsella está grabado sobre madera. Existen dos series de matrices. Una pertenecería actualmente a un coleccionista americano, la otra es la utilizada por el editor Grimaud.
[11] La denominación francesa de la Lámina IX es: "L'Hermite, normalmente, para respetar la ortografía de la palabra, tendría que ser `L'Ermite´» (N. del T.)
[12] La denominación de esta carta en las ediciones francesas del Tarot es "La Maison-Dieu", o sea "La Casa-Dios". (N. del T.)
[13] Apareció varias veces en la revelación bíblica, por ejemplo: I Reyes XIX, 11-13; Ezequiel I-4; etc.
[14] Esaú, el hombre terrestre, es llamado Edom, recordando el color rojo, mientras que Jacob, su hermano gemelo que nació después de él, es llamado el hombre azul (en hebreo Tekheleth).
[15] Etteilla: su verdadero nombre Alliette, contemporáneo de Court de Gebelin y lector entusiasta de éste. Era el más erudito de los peluqueros. Había hecho pintar versos griegos sobre su puerta. Pero su erudición era debida en gran parte a su imaginación. He aquí las primeras líneas de su libro sobre los Tarots: "Es con razón que nos extrañamos de que el tiempo, que lo destruye todo, y la ignorancia que lo cambia todo, hayan dejado pasar a la posteridad una obra compuesta en el año 1828 de la creación, 171 años después del Diluvio y, finalmente, escrito hace hoy 3.953 años. Este libro fue redactado por diecisiete Magos, incluyendo el segundo de los descendientes de Mercurio-Athotis; éste, nieto de Cam y biznieto de Noé, el cual tri-Mercurio o tercero con este nombre, ordenó el libro de Toth (El Tarot) según la ciencia y la sabiduría de sus antepasados..." Etteilla murió en 1791. Es el autor de Tarots redibujados y de numerosas obras dedicadas a la Alquimia, la Cartomancia, etc...
[16] Salomé, hija de Herodías, se casó con Aristóbulo, rey de Armenia; tuvo un hijo llamado Herodión. ¿Se hizo cristiana Salomé, así como su marido y su hijo? Un pasaje de la Epístola a los Romanos hace referencia a la casa de Aristóbulo, XVI-10: "Saludad a los de la casa de Aristóbulo, saludad a Herodión mi allegado".
Ver Anatole Estryn: L'incendie de Rome sous Néron. En Les cahiers du cercle Ernest Renan, enero-febrero 1979, fasc. 108: ¡Según el comentario de Orígenes y el sentido espiritual del evangelio, Salomé sería un modelo a seguir para los cristianos...! Asimismo, encontramos una Salomé discípula de Jesús en el Evangelio según Tomás. Pero nada nos garantiza su identidad.
[17] Orígenes, Commentaire sur l'Evangile selon St. Matthieu, X-22. Sources Chrétiennes, vol. 162, p. 251 (trad. M. Fischer).
[18] Id., X-22, p. 252.
[19] La traducción de este artículo se ha publicado en La Puerta, "Alquimia", p. 33.
[20] L. Cattiaux, El Mensaje Reencontrado, XXXVII-8'.

10.22.2008

MAS ALLA DE ORION: DE MITOS FANTASMAS Y LUGARES IMAGINARIOS

 Por Domingo Largo Rodríguez
Sus Artículos en ADN CreadoreS






Cualquiera que haya contemplado a través de un pequeño Telescopio, de los habitualmente utilizados por los Aficionados a la Astronomía, el planeta Marte, o cualquier otro de los Planetas más habitualmente observados, por razón de su tamaño o magnitud, sabe muy bien que la visión que se obtiene no se parece en casi nada a esos gráficos vistosos y llenos de colorido con los que nos obsequian la Televisión periódicamente, cada vez que un Fenómeno Astronómico de cierta importancia nos visita, y que invariablemente suelen resultar tan falsos como inoportunos, repetidos se trate de un Cometa, un Eclipse, o el Descubrimiento de un Nuevo Planeta, y normalmente sin que las imágenes tengan que ver demasiado con la noticia, aunque eso sí, sin faltarles la "oportuna" voz en off informándonos de la "grandiosidad del Cosmos" o cosas similares.

A través de un Telescopio de aficionado, Saturno o Júpiter aparecen, literalmente, como pequeños fantasmas blancuzcos, de silueta quebradiza e irregular, que atraviesan fugazmente nuestro campo de visión dándonos apenas tiempo a percibirlos levemente. Estos Telescopios, por su escaso campo de visión, no lo permiten en cuanto no colocamos un ocular de más de 200 aumentos, sino un reducidísimo y oscuro campo de pocos grados. 


Si a ello se une la Rotación de la Tierra, cuyo efecto aparente es el movimiento nocturno de la Esfera Celeste y cuanto contiene, desde el Este al Oeste, alrededor de la Polar, la vista de los Planetas se asemeja a contemplar una gotita de leche hundiéndose veloz dentro de un vaso de agua turbia.

Contemplaba hace poco el Marte brillante y orgulloso con el que nos ha obsequiado Junio en el Sureste en estas condiciones, y no dejaba de pensar en Percival Lowell, el Astrónomo estadounidense que dedicó su vida, su vista y su salud a defender su idea de los Canales de Marte. Contemplaba yo apenas un diminuto círculo rojizo que vibraba ante mis ojos cansados por efecto de la agitación de la Atmósfera, y no podía dejar de comprender, hasta cierto punto, la fascinación con la que Lowell debía contemplar, o imaginar que contemplaba, noche tras noche, a aquellas fantasmagóricas obras de ingeniería gigante.

Lo realmente asombroso de Cidonia o de los Canales de Marte radica no en sí mismos, sino en la capacidad de fascinación que ejercen sobre nosotros. Imaginamos lugares, mejor cuanto más lejanos, y proyectamos sobre ellos todos nuestros Símbolos, aquellos Arquetipos de los que hablaba Jung, que constituyen buena parte de nuestra vida inconsciente. 


A principios de Siglo, cuando apenas comenzábamos a asomarnos a las Maravillas del cielo nocturno, los Primeros Científicos, basándose en la hipótesis de Laplace según la cual los Planetas se habían formado a partir de la Materia Solar, desde el Sol hacia la periferia, establecieron la idea de que si la Tierra era el mundo habitable, real y presente, Venus, más cercano al Sol, debería representar la Juventud, la Edad Antigua: allí donde aún no había habido Hombres; Marte, por el contrario, más lejano y más viejo que nosotros debía representar el Futuro: allí donde ya había sucedido cuanto habrá de aparecer aquí. 

Además, la Capa de Nubes que cubre Venus hizo pensar de inmediato en el ambiente del Cámbrico. Aquel debía de ser sin duda el Jardín del Edén, un mundo que comienza, que seguramente oculta bajo sus nubes mundos oceánicos y bosques tropicales, donde, tal vez, pululaban aún los dinosaurios. ¿Y Marte? ¿Qué ocultarían sus Desiertos de arena rojiza y sus Canales? ¿Acaso no el paisaje de la pura melancolía, allí las ruinas de Civilizaciones que fueron como la nuestra, que como nosotros se creyeron inmortales y que al igual que habrá de sucedernos, pasaron al olvido? Imaginemos un mundo en el qué empezar de nuevo: Venus; imaginemosd un mundo en el que reflexionar acerca de lo frágil de la Vida y del Tiempo: Marte.


Importa poco que los Descubrimientos Científicos fueran poco a poco borrando esa imagen poética. Sin embargo, la idea es tan cautivadora en sí misma, que no fueron pocos los escritores que la utilizaron en sus narraciones, durante la Edad de Oro de la Ciencia Ficción, cuando -como dice Asimov-:
"...Aún no habíamos pasado por muchas cosas, y éramos jóvenes, y el espacio estaba poblado por chicas estupendas con falditas plateadas". 
Años más tarde, Ray Bradbury retomará la imagen en sus Crónicas Marcianas aunque recuperando toda su carga de profunda desazón, de enorme tristeza. Como dirá Borges: 
"¿Por qué estos cuentos fantasiosos escritos por un hombre sencillo en el porche de su casa de campo, situados en un planeta Marte que en realidad es el pueblucho árido de su infancia, pueden causarme esta profunda inquietud?". 
En otros cuentos, al leer "año 3000" no podemos evitar una sonrisa burlona; leemos en éstos "año 2000" y verdaderamente al decir de Borges, precisamente por esa familiaridad con nuestro entorno conocido y al mismo tiempo por la distancia que supone el colocarlos en ese lugar mítico, no podemos evitar sentir en nuestro espinazo "la carga enorme del tiempo".

Entorno mítico, esa es la Clave. Lo que logró el equipo de Blade Runner de manera tan Magistral, mucho más convincente incluso que la novela de Dick, es enhebrar en nuestro ánimo la idea de que lo que contemplamos en la pantalla es la encarnación de un Mito; de un Mito nuevo, revestido de personajes desconocidos -Deckard, Rachael, Pris y Roy Batty- y al mismo tiempo reconocibles, como en cualquier auténtico Mito. La Literatura, como nuestro cerebro, se nutre en realidad de pocas figuras: Hamlet es Hamlet, pero está en Aquiles; igual que Aquiles está en Sansón; lo mismo que sobre Judas Iscariote cabalga la sombra de Caín. En una novela moderna aparecerán con otros nombres, pero será la referencia al Mito del que se nutren lo que les haga perdurar. Cuando el Mito se
encarna de forma especialmente Magistral, como el caso de Blade Runner entonces serán los Personajes del Cuento los que adquieran a su vez, de forma separada, la condición de Mito. Así, Roy Batty es ya un Mito en sí mismo, aunque tras su figura percibamos sin duda la figura del monstruo de Frankenstein.

Fue Rutger Hauer -actor encargado de dar vida en la pantalla a Roy Batty- el Autor improvisado de ese monólogo maravilloso que ha quedado en la memoria de cuantos vimos Blade Runner con embeleso, convencidos de que aquella película quedaría ya para siempre en nuestras vidas. Orión... el Cazador.

Según la Mitología Griega, Orión se jactaba de poder cazar cualquier criatura, por grande y poderosa que fuese. Para castigarle por su soberbia, Gea le envió un Escorpión mientras dormía, que le mordió en un pie, causándole la muerte. Compadecida, Diana, Cazadora de su Discípulo, le colocó en el Firmamento, en forma de Constelación. Fue Flammarion, el primero en referirse a Orión como "La California del Cielo", en feliz expresión que popularizaron después los Astrónomos estadounidenses. En efecto, en pocos rincones del Cielo pueden encontrarse juntos tantos Fenómenos dignos de Estudio.

Orión es un Símbolo de la Sucesión del Tiempo, de la alternancia entre la Vida y la Muerte. Tanto Rigel como Betelgeuse, sus dos gigantes blanco-azulada y roja respectivamente, están en la Fase Final de la vida de las Estrellas. De su masa y de sus condiciones particulares, dependerá el que muy pronto tengan que "decidirse" entre seguir expandiéndose en una esfera rojiza, cada vez mayor y más tenue, más ligera, o, por el contrario, si sus masas son lo suficientemente grandes para Atraer hacia su Centro a su capa exterior, empezar a contraerse hasta convertirse en una enana blanca o quizás, en un Agujero Negro. 

Al mismo tiempo, Radiotelescopios del mundo entero se orientan hacia el Centro de la nebulosa que ocupa el Centro de la Constelación, cerca de las Tres Estrellas Pálidas de lo que se conoce como "El Cinturón", también llamadas "Tres Marías" o "Tres Reyes". Allí, por el contrario, nacen Nuevas Estrellas Azuladas y Jóvenes, que todavía están formándose. 

Pero es que Orión y Escorpio se sitúan aproximadamente a la misma Latitud y muy separadas, de forma que cuando una sale la otra se pone, y así al Cazador orgulloso en lo alto le sigue su Verdugo, y viceversa, alternándose los dos en ostentar la Máxima Altura en el cielo nocturno o por contra la "humillación" del Ocaso. De esta manera, Ciencia y Leyenda se unen de forma simple y a la vez maravillosa, para cuantos iniciados sepan leer las Leyendas Inscritas en las Estrellas.

Remontémonos a los Sabios Griegos, a los Navegantes Fenicios o a los Druidas Celtas, fueron ellos los Primeros en utilizar el Cielo para dejar constancia en él de sus Leyendas, de sus Mitos, Tejidos por siglos de Observación, trenzados con siglos de Sabiduría. También en el Siglo XVIII los Navegantes europeos pudieron poner Nombre a las Estrellas Nuevas que iban descubriendo al adentrarse en el Hemisferio Sur. Pero, salvo excepciones, lo que pusieron en el Cielo era lo que llevaban en sus cabezas modernas e ilustradas: Telescopios y Microscopios, Máquinas e Instrumentos. En el Norte, por contra, Civilizaciones volcadas a la Observación de los Astros dejaron constancia desde el Principio de los Tiempos de cuantos Símbolos poblaban su Memoria.

¿Por qué un Cazador en el monólogo de Roy Batty? Desde siempre ha sido un tópico del Género la aparición de un personaje que, formando parte del engranaje totalitario de una sociedad futura, en un momento dado tome conciencia e intente cambiar las cosas. Es el Montag, de Fahrenheit 451, de Ray Bradbury, el Deckard de Scott, en Blade Runner, el protagonista de La fuga de Logan. Todos ellos comenzarán las respectivas novelas formando parte de estructuras militares o paramilitares contra las que irán descubriendo una identidad propia que les irá acercando a sus víctimas, hasta ponerse de su parte. Orión, como Deckard, es el orgullo vencido, la soberbia que cae en la cuenta.

Al final, será cuestión de acercarnos a la Ciencia Ficción en particular, y a la Literatura en general, tratando de ver lo que se esconde tras las apariencias. El ser humano no ve el mundo, lo reinventa a cada mirada. Esto lo sabemos desde siempre -probablemente desde La Caverna, de Platón-, aunque fuese Kant quien lo redescubriese. Al final,
Cielo y Tierra no son sino un gigantesco tapiz contra el que proyectamos nuestros propios Fantasmas, o por decirlo de otro modo, un Espejo en el que nos miramos a nosotros mismos, quizás sin darnos cuenta. 


Lo maravilloso de ciertas Obras literarias o cinematográficas, como Blade Runner o las Leyendas Artúricas, es el grado de Perfección, el número de Matices diferentes, que pueden añadir a ese Espejo. Igual que cuando Jung explicaba la Baraja de Tarot no como medio de Adivinar el Futuro, sino como Espejo para que aquel que Echa las Cartas se explore a Sí Mismo a través de los Símbolos múltiples y a la vez interrelacionados que las Cartas proponen, en cada tirada.

Y por supuesto, algo más, porque siempre hay algo más en un Mito. Acudan a una Biblioteca y consulten un Mapa de Estrellas, en el que encontraran las distintas Constelaciones. Cerca, muy cerca de la de Orión, se toparan con la Constelación de Monoceros: el Unicornio. Justo allí donde el amigo Hauer/Batty nos dijo que estaría: apenas un poco "Más allá de Orión".




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