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2.04.2013

BECK CONTRA LOS CONEJOS DE DAVID LYNCH





Escuché una canción de REM y casi vomito. Me gusta REM, el problema es otro. Alguien publicó en Internet versiones idénticas de temas muy conocidos en una escala menor, reconvirtiéndolos antes a una escala mayor. La melodía cambia poco, pero algo serio se convierte en algo alegre y los efectos son perturbadores. En mi caso, se le agregaron náuseas y mareos. No pude seguir escuchando.

No es novedad que la música produce efectos físicos y químicos en el cerebro. Nos pasa a todos un poco y a quienes sufren de sinestesia les pasa demasiado. Ya en 1937 el neurólogo inglés Macdonald Critchley había notado que determinadas canciones –todas distintas, dependiendo del paciente– podían causar ataques de epilepsia. Aunque los casos de epilepsia musicogénica son raros, la reacción inicial, no tanto; hay bastante gente que describe síntomas similares a los míos. Todos ellos, dice Critchley, dejan de escuchar para prevenir el episodio epiléptico. No me voy a arriesgar a las convulsiones para comprobarlo.

Lo sorprendente en este caso es que mi rechazo físico parece tener una base cultural. ¿Me pasaría lo mismo si no conociera la canción original? Sospecho que no. Lo que me enferma parece ser la yuxtaposición forzada de una realidad angustiante conocida y un estado emocional “alegre”. Como si a alguien que llora le pusieran de fondo risas grabadas, como los conejos de David Lynch, como lo que pasa en la Argentina.

Poca gente lo sabe, pero en su juventud Frank Zappa compuso mucha música que nadie escuchó nunca. Empezó a componer a los 12 años, porque le gustaban los dibujitos y le salían bien. Como no conocía ningún músico, pensó que eso hacía todo el mundo: primero dibujar hasta que te guste cómo queda y después dárselo a un músico para que lo toque. Zappa no podía leer lo que escribía, pero dibujaba partituras lindísimas. Cuando, años después, escuchó sus partituras tocadas por un músico, casi se muere: 

“Fue el shock de mi vida”, cuenta Zappa. “No sonaba en absoluto como yo me había imaginado. No me quedó más remedio que empezar a ver cómo funcionaba un sistema que evidentemente no entendía.”
La historia de Zappa es disparatada, pero no tanto para quienes aprendimos a leer música ya siendo adultos y conservamos fresco el recuerdo de cuando esos símbolos nos resultaban incomprensibles. Hace poco me compré el nuevo disco de Beck, que no existe, y lo estoy disfrutando como si a Zappa le hubieran salido bien sus partituras infantiles. Se llama Song Reader y está compuesto únicamente por partituras de las veinte canciones que normalmente habríamos consumido en forma de disco.

No hay forma de saber cómo son las canciones sin sentarse a tocarlas, salvo que uno busque en Internet versiones tocadas por otros, pero eso sería hacer trampa; la gracia está en maniobrar la notación musical –un sistema de por sí limitado, y más si uno no sabe leer muy bien ni muy rápido– para acceder a la música de otro escuchándose a sí mismo. Este procedimiento, común en la música clásica y el único disponible hasta hace un siglo y medio, resulta revelador aplicado al pop de nuestra generación. Te cambia la vida, al menos por un rato y tal vez para siempre.

En la introducción a Song Reader, Beck recomienda: 
“No sientan que deben ser fieles a la partitura. Usen cualquier instrumento. Cambien los acordes o las melodías. Conserven sólo la letra si hace falta. Toquen solos o con sus amigos; rápido o lento, en el ritmo que prefieran”. 
No hay moraleja en Song Reader, pero sí la exigencia de entregarse a una progresión necesaria: la de aprender y estudiar para poder ser libres y entender a los demás.

Mis columnas del domingo suelen ocuparse de la situación cultural en la Argentina. No voy a arruinar la de hoy hablando de Luis D’Elía, que esta semana negó la existencia del castellano. Siguiendo el ejemplo de Beck, confío en que cada uno sabrá interpretarla de alguna manera interesante.




Arte: Free Vector
Diseño|Arte|Diagramación: Pachakamakin

11.18.2012

REFLEXIONES SOBRE EL 8N

Por Juan José Oppizzi
Sus Artículos en ADN CreadoreS




Deliberadamente repito esa nomenclatura, 8N, con que se ha popularizado la manifestación opositora al gobierno de Cristina Fernández del 8 de Noviembre de 2012, aunque lo primero que salta a los ojos es la idéntica modalidad de sintaxis adoptada para nombrar a aquel 11S, el día en que sucedió el controvertido caos de las torres gemelas y del Pentágono, llamado por el gobierno de Estados Unidos “atentado”. Este 8N fue, obviamente, sin sangre (o, al menos, con pocas gotas, vertidas por las caras de algunos periodistas agredidos), pero en esencia tan sospechoso como aquel conjunto yanqui de hechos. 

No voy a molestarme en analizar otro aspecto de la multitudinaria marcha: su organización a cargo de la empresa multimedios Clarín, con la ayuda de sectores de la derecha, como Francisco De Narváez, Mauricio Macri, el neonazi Alejandro Biondini y el ex mandamás de la SIDE de Menem, Juan Bautista Yofre. Sí podría comenzar señalando un hecho inédito en la historia argentina: que una manifestación opositora a un gobierno haya contado con el micrófono del canal estatal abierto a sus declaraciones. Eso ocurrió, y quienes quisieron pudieron arrimarse a decir lo que pensaban con absoluta libertad. La periodista Cynthia García, de la Televisión Pública, haciendo gala del ejercicio pleno de lo que es el verdadero periodismo, entabló un diálogo con la gente que golpeaba cacerolas, que gritaba consignas y que exhibía carteles. La diversidad de estos dos últimos instrumentos de expresión (las consignas y los carteles) hablaba de una mixtura no muy clara de propósitos o, más bien, de una falta de unidad argumental quizá estimulada por los armadores del acto. 

Esa variedad sirvió para que los medios regenteados por Clarín pudieran seleccionar lo que mejor les convino a la hora de hacer un balance ideal. Alguien que sólo hubiera visto la parte de los testimonios recortados por los voceros del poderoso multimedio, podría convencerse de que el conjunto de ciudadanos que anduvieron por la Plaza de la República, en Buenos Aires, coreaba los mejores, más prudentes, más lógicos y más constructivos lemas del orbe. Sin embargo, el panorama completo resultó bastante poco amable; no menos de seis periodistas de diferentes canales, publicaciones y agencias informativas (incluido uno del propio Clarín) fueron insultados, golpeados y perseguidos. Muchas consignas chillaban agravios, imágenes homicidas y alusiones macabras para con varios integrantes del gobierno, en especial la Presidenta Cristina Fernández. Y lo que más me llamó la atención fue el contenido de los diálogos con Cynthia García de numerosos asistentes a la manifestación; ella preguntaba y repreguntaba para buscar los fundamentos de cada concepto vertido a micrófono libre. 

En incontables oportunidades quedó al descubierto la falta de razones valederas, de información elemental, y la sobra de odio. Los argumentos predominantes eran la imposibilidad de comprar dólares y una feroz condena a la Asignación Universal por Hijo; todo eso en el marco de una supuesta asfixia dictatorial, en la que la ausencia de libertad era coreada por la mayoría. El interesantísimo trabajo de Cynthia García fue volviéndosele cada vez más difícil; en cámaras era ostensible cómo se la insultaba, se la manoseaba, se hacía ruido y se gritaba a fin de perturbar el libre desarrollo del diálogo que ella tenía con los asistentes a quienes se les ponía micrófono. Al final, la situación de patoterismo fue insostenible y la periodista buscó refugio en el móvil de la emisora, en donde continuó siendo hostilizada. Fue insólito que al día siguiente Beatriz Sarlo (¿Qué le pasa a esa mujer?) dijera que la labor de García había sido como la de una maestra tomando examen. De eso se trataba, precisamente: del libre examen de una situación. Si los asistentes a una marcha en contra de un gobierno no saben cuáles son los fundamentos de su protesta, si, cuando se les repregunta, no tienen argumentos para apoyar su posición, entonces debemos pensar –como piensan muchos, yo incluido– que gran parte de los que fueron a la Plaza de la República –y a cientos de otros lugares del país– se limitaron a gritar el libreto machacado en los últimos años por los medios del grupo Clarín. Abona esta tesis un amplio material documental, que muestra claramente cómo las consignas enunciadas a diario por la televisión propiedad del señor Magneto afloraron de manera casi textual en las bocas que protestaban. 

No quiero pasar por alto la validez de muchísimas otras voces en la marcha del 8N, reclamantes por la inseguridad, por la inflación y por diversos problemas que son reales y que generan una motivación innegable. Lo que lamento es que las buenas intenciones de estos ciudadanos sean empañadas por las especulaciones de sectores ajenos a esa finalidad, y que no haya una línea divisoria que los separe, un repudio que aísle la petición garantizada por las normas constitucionales de las arteras maniobras conspirativas. 


Otro aspecto a señalar es la ausencia pública de las entidades organizadoras del acto. Eso respondió, obviamente, al propósito de mostrar el hecho como una cosa apolítica. En las redes sociales abundaba el misterio, la recomendación de “transmitir con copia oculta”, la supuesta existencia de una “autoconvocatoria” (aunque dos meses antes los “autoconvocados” revelaran “profundos debates”, sin decir en qué círculo íntimo, para elegir el lugar central de la marcha). Pero el anonimato es de doble filo: su impunidad cobarde no contribuye a su propio fin; al no poder concretarse en un factor a la luz del día, no puede afirmarse como alternativa real para la sociedad, por más que se junten miles o millones de personas en todas las plazas de la Argentina. 


Y ése es el aspecto más peligroso que tuvo el movimiento del 8N: su marginalidad conceptual. “Que se vayan todos”, “que renuncie el gobierno”, “no la queremos (a Cristina Fernández)”, son generalidades que no tienen perspectiva ni coherencia, al menos dentro de lo que fija la Constitución Nacional sobre las herramientas populares. Únicamente fuera de ese marco, en el ámbito de la simplificación, en el delirio fascista de una minoría resentida por el paso de la historia, encuentran espacio los gritos de los energúmenos que se hicieron eco de aquella barbaridad emitida por el hijo de Jorge Porcel y levantada por Cecilia Pando: “no fueron treinta mil; faltaron treinta mil”. 

Esas atrocidades verbales (reflejo de las atrocidades morales de sus autores y propaladores) invalidan las acusaciones contra Cristina Fernández de “soberbia”, “autoritaria” o “ajena a la realidad”. ¿Hablan de dictadura K los personeros de una derecha que fue brazo ejecutor o, cuanto menos apoyo, del último régimen militar? ¿Qué destino les hubiese aguardado a manifestantes contra Videla, Viola, Galtieri o Bignone, en el mismo tono de los del 8N? ¿Cuánto hubieran durado en el aire transmisiones en directo de esas hipotéticas (e imposibles) marchas? ¿No fue “autoritario” un Martínez de Hoz al implementar un plan económico basado en el aplastamiento de la libertad y de los derechos constitucionales? ¿No fue “soberbio” un Cavallo (ídolo de los sacerdotes del mercado) cuando estatizó (nos transfirió a todos los ciudadanos) la deuda externa de un grupo de timberos económicos? ¿No fue “ajeno a la realidad” un Galtieri cuando contaba el cuento de la victoria en una derrota de Malvinas que estaba cantada antes de empezar la guerra? Muchos de los que en el 8N humearon de furia ¿Qué hacían cuando el país humeaba de matanzas y de bancarrota?



Diagramación & Diseño: Pachakamakin

11.10.2012

ISRAEL, LA GUERRA Y LOS JUDIOS


Por Daniel Muchnik




Una vez más el sangriento conflicto entre Israel y Gaza, ahora en tregua, ha exigido nuevos replanteos sobre esta brutal cuestión. 


Israel exige que se comprenda su desplazamiento militar. Si recibe cohetes lanzados por Hamas desde el Sur tiene el derecho de atacar, dice. Como el país es cuestionado por las matanzas que se producen, especialmente de niños, como las fotos muestran destrucción y bombardeos en ese inmenso gueto que es Gaza, los israelíes apelan a la solidaridad. Y por su lado exhiben las corridas y los peligros de las bombas lanzadas sobre su territorio.

¿El tema es de ahora o viene de arrastre? ¿Los sionistas de comienzos del siglo XX ya lo sabían. La instalación de judíos en las tierras de Medio Oriente no sería fácil porque impondría el desplazamiento de los árabes que allí moraban por muchos siglos. La Shoa, el fin de la Segunda Guerra Mundial y la conocida “culpa de Occidente” empujaron a la creación del Estado de Israel, en 1948, para dar refugio a los expoliados por los nazis y a todos los judíos del mundo. Pero los árabes se resistieron y pelearon contra Israel, una y otra vez. Convirtieron a Israel, el refugio soñado por los socialistas pioneros del kibbutz, en un país blindado, guerrero, aliado al líder del mundo occidental (en plena Guerra Fría). Muchos políticos israelíes se vanagloriaron de ser nacionalistas belicistas, de lucir como hombres fuertes y omnipotentes, y actuaron con soberbia. Uno de ellos es Netanhayu. Hasta se escucharon voces racistas, de un odio inconmensurable. Transmitieron esa imagen a gran parte de su pueblo. Un pueblo que justificó el asentamiento de colonos religiosos en tierras árabes, vulnerando acuerdos.

En la vereda de enfrente de esta soberbia armada estaban los pacifistas. Escritores, intelectuales y académicos, que lideraron los movimientos de paz y de entendimiento con los palestinos. No fueron escuchados y hasta los maltrataron. En el ínterin Israel comenzó a formar parte del sistema productivo capitalista, en el centro de un admirable desarrollo tecnológico. Brillaron sus universidades, sus inventos y creaciones. Hoy, empero, cincuenta familias son las dueñas de la economía israelí.

Siguieron las guerras y Amos Oz, un premiado gran escritor, pacifista, llegó a decir: 

“Nos mataron y nos echaron de Europa porque no nos querían. Ahora nos quieren echar de aquí. Esto no tiene fin”.
Pero la injusticia, del mismo modo, la vivían los palestinos que fueron despedidos de su territorio. Eligieron el Líbano y Jordania, donde fueron marginados y luego masacrados. Deambularon por el mundo, con un odio que empezó a canalizarse en atentados, en intifadas, en provocaciones constantes. En territorio israelí se los encerró últimamente en un gueto territorial: Gaza. Del otro lado, en el oriental, los israelíes construyeron un muro más alto que el de Berlín para evitar que pasaran los dinamiteros, pero separaron a las familias y forjaron más resentimiento. En los momentos críticos, cuando Israel está en peligro, una gran cantidad de sus habitantes pide la comprensión del mundo y la solidaridad del “pueblo judío”.

¿De qué pueblo están hablando? Hay judíos proxenetas, mafiosos, estafadores y perversos. Hay judíos solidarios, comprometidos con las grandes causas sociales. Hay judíos religiosos. Los hay ateos. Hay judíos negros en Estados Unidos. Hay judíos etíopes, con otro color en la piel, rescatados en su momento pero luego sometidos a discriminación en Israel. Hay judíos entre los nativos andinos. Y en tribus del corazón del Africa. Hay judíos que provienen o que vienen de Europa oriental. Otros salieron del norte del Africa, de los confines asiáticos. Entre ellos hay declaraciones despectivas. Hay judíos norteamericanos, los hay venezolanos y argentinos. Todos muy diferentes.

No hay un “pueblo judío”. Es un conglomerado heterogéneo. Yo soy judío de tercera generación en la Argentina y ateo. ¿Qué me une al judío religioso que se viste, piensa y actúa como en el siglo XVII? ¿Qué me hace ser judío? ¿El recuerdo de mis ancestros, la comida, las vidas compartidas? ¿O acaso, como diría J.P. Sartre, lo soy cuando los otros me señalan? No lo sé. No termino de entenderlo. Como tampoco entiendo, ni apoyo, ni justifico y sí cuestiono a los belicistas israelíes, que no buscan o no quieren acuerdos de paz con los palestinos y que han presenciado en silencio hasta el asesinato de un ex militar que sí quería la paz, como fue Yitzhak Rabin.




Diseño & Diagramación: Pachakamakin

8.26.2012

LA PRESENCIA

Por El Profesor Golber






Nuestro objetivo fue dejar presencia. Sembrar sus fértiles campos con nuestras semillas y retirarnos. Ellos solos harían el resto cuando fuera la época de cosecha. Para ese momento, tal vez un poco antes, daba lo mismo, verían su derrota. El camino silencioso, subterráneo, de las semillas llevaba a una conquista plena sin que ellos, aún con toda la tecnología a su favor, pudieran detener. Sesgar sus campos o inundarlos con una solución salina concentrada hubiera terminado de cuajo con las mies que estaban creciendo; pero eso sería su propia muerte. No se expondrían con un genocidio de esa naturaleza ante el mundo entero. Deberían resignarse y agachar sus cabezas…

Así comenzó su relato Wenceslao (nunca supe su verdadero nombre, por obvias razones). Habíamos acordado reunirnos en el bar de Sarmiento y Santa Fe. Yo venía haciendo un trabajo de investigación sobre la Guerra de Malvinas que luego publicaría en formato de artículo en el diario de la ciudad. Me interesaba hacer un relato cronológico, aséptico, objetivo; en definitiva, una recopilación histórica de los sucesos y nada más (en el fondo, ¿Qué más se podía decir de una guerra perdida?). Cuando el jefe de redacción me hizo la oferta, para mí fue como recibir una bocanada de aire fresco y recuperarme del ahogo que me producía mi trabajo. Sentado en uno de los últimos escritorios de la redacción, mi computadora personal se resistía, empachada, de monótonas crónicas policiales ordenadas en cronológicos archivos. Y esto me daba la oportunidad de hacer algún tajo en mi rutina. Tampoco es que me obsesionara el éxito literario (una historia sobre Malvinas no dejaba de ser una crónica más en el mismo estilo que la práctica ya había transformado en costumbre), pero al menos podía darle a mi pluma ribetes de cronista histórico.

Lo que nunca imaginé es con qué me iba a encontrar. Mi aseptisismo inicial sucumbió a la infección que provoca el germen del interrogante sin respuestas. Y para eso no hay otro antídoto que sumergirse en mares de ansiedad braceando respuestas hasta encontrar la correcta.

Es que a medida que avanzaba en la investigación, una idea empezó a rondar mi cabeza; muy descabellada, por cierto, pero para nada ilógica. Los documentos, artículos y libros consultados, no hacían más que regar mi mente con aguas de sospechas. Los involucrados en la gesta que entrevisté para la ocasión, solían mirarme como si yo estuviera loco y algunos se empecinaban en construir diques de argumentos para contener esas aguas, que a esas alturas ya desbordaban por todos mis poros. Adentrado cada vez más en los sucesos de abril del ´82, sus momentos previos y aún los posteriores, me resultaba incomprensible, hasta raro diría, tanta movilización y propaganda de nuestra parte para una guerra de tan corta duración. Por más que lo buscara no le encontraba sentido a un enfrentamiento bélico entre dos fuerzas tan disímiles, que desde el comienzo hacía presuponer su desenlace. Algo había. Algo se estaba ocultando. Las verdaderas intenciones no estaban en la guerra. Ese silencio posterior a la guerra, salpicado de vez en cuando con algún grito de recuerdo, con alguna escaramuza de verba diplomática; esa carencia colectiva de memoria, casi como destierro de la historia; me decía que algo más debía haber. No tenía dudas. Porque, tampoco, resultaba lógico un rebrote patriótico en estos momentos, más allá de conmemorar sus treinta años (si de reivindicación de actores se trata, se podrían haber conmemorado sus diez o sus veinte años).

Fue entonces cuando apareció Wenceslao y su historia de ribetes épicos.

Por azar había dado con un documento que de manera muy escueta mencionaba una sigla: O.S.A.C. Durante varios días esas cuatro letras me dieron vueltas por la cabeza. El documento, simplemente, refiere: “Autorizamos O.S.A.C. ¿Qué era O.S.A.C.? ¿Qué significan esas letras?

Volví al archivo del Batallón, donde había tomado contacto con el documento, para escrutar sobre su contenido. Es información clasificada y usted no tendría que haber tomado contacto con ella, por favor retírese; me dijo de manera muy seca el Suboficial que me atendió. Las sospechas se transformaron en realidad. La acción bélica fue una cortina de humo para algo más grande y ese algo era O.S.A.C. Ahora debía averiguar que significaba.

Estaba saliendo del Batallón y alguien detrás de mí, con una voz casi inaudible, me dice:

-Operación Salir A Cenar. Es momento que se sepa. Yo me contacto con usted.
No alcancé a darme vuelta que el sujeto había desaparecido por los pasillos del edificio. Su voz quedó resonando en mi cabeza: Operación Salir A Cenar. Es momento que se sepa.

Unos días después recibí un llamado telefónico y quedamos con Wenceslao en vernos en el bar.

¡Debían resignarse! –su voz de nostalgia y satisfacción soltaban las palabras en el aire- Por eso debíamos movernos en silencio; vivir de sombras en sombras y dejar la semilla germinada convirtiendo esa tierra esquiva en una fértil estepa. La guerra fue parte del plan general, pero simplemente como un acto de distracción al verdadero objetivo, la Operación Salir A Cenar. Mientras un grupo de valientes soldados asaltaba las islas y escupía a diestra y siniestra balas de plomo soberano y el inglés imperialista y chupasangre, herido en su orgullo real, creía reagrupar sus fuerzas en una contraofensiva desaguisada; nosotros cruzábamos sus campos sigilosamente, invisibles, imperceptibles, para depositarles en el seno mismo de su sangre real la mancha que nos daría la victoria irrefutable en su destino mediocre. La presencia que teníamos que dejar, le diré, encadenaría sus más bellas flores; salpicaría sus horizontes europeos y les arrancaría sus mañanas en un aborto feroz de la historia...

Wenceslao acariciaba cada palabra que salía de su boca y sus ojos se esparcían en el tiempo en una mirada tan poética como su relato. Veía en el a un hombre apacible pero enérgico.

-No entiendo, Wenceslao, por qué si la verdadera misión fueron ustedes, se ocultó hasta ahora.
-La Operación Salir A Cenar debía guardarse en el más estricto secreto. Era fundamental para su éxito. Las flores del imperio debían ser polinizadas y nosotros fuimos las abejas encargadas de tal misión. Exogamia, amigo. ¿Sabe qué es? -No, no sé; solté, haciendo un esfuerzo por entender.

Cruzar nuestra sangre con la de ellos y esperar que el tiempo haga su trabajo. Toda conquista –reconquista en nuestro caso- deja vencedores y vencidos, teje odios y rencores que imposibilitan el entrelazamiento de los unos con los otros dando lugar a sociedades divididas. En cambio la vinculación de sangre tiende a homogeneizar los componentes sociales. Si los isleños eran mestizados, más temprano que tarde se convertirían en uno de nosotros. Entonces se ideó la operación: mientras les vendíamos humo con la guerra, un comando especial formado por los mejores seductores de nuestro país y adiestrados en la consigna, sedujimos a sus mujeres en una cópula soberana. Cuando lo advirtieron ya era tarde y, derrumbados en su amor propio, comenzaron a llorar el gen argentino que dejaron nuestras flechas cupidescas.
-No salgo de mi asombro, Wenceslao. Es un plan magnífico el que me está revelando; pero no entiendo el silencio. ¿Por qué se sigue manteniendo en secreto?
Ya no, amigo. Treinta años. Una generación necesitábamos, nada más. Treinta Años, amigo. Aquellos primeros hijos compartidos nacieron mitad argentinos y, entre ellos, algunos, formaron familias entre sí. La ecuación es simple: ya empezaban a tener ciudadanos tres cuarto argentinos. Ni la guerra, ni la diplomacia, pudieron lo que pudo el derecho de familia. La savia filiatoria de su árbol genealógico le dio la estocada mortal...
-El ius sanguinis, dije yo emocionado.
…Exacto. El derecho de sangre que es el orgullo real de su existencia, le juega en contra. Después de los sucesos nuestro comando viajó, de vez en cuando, en estos treinta años para llevar una gota más de la pureza nuestra. Hoy podemos gritar que Malvinas fueron, son y serán argentinas y usted será el encargado de revelar esta historia…

Después me dio algunos pormenores de cómo llevaron a cabo la misión, aunque me pidió reserva en los detalles. La Operación Salir A Cenar se puso en marcha algún tiempo antes del ´82 y continuó hasta nuestros días. Aparentemente cuando la corona entendió que había perdido las islas, negociaron una salida decorosa. De ahí esa dialéctica discursiva entre ambos gobiernos; los pedidos internacionales de una solución pacífica y el cierre de la historia con el referéndum del año que viene que tiene un resultado cantado: si los isleños son argentinos, el voto está definido y el imperio haría la pantomima de aceptar la voluntad de aquellos fueguinos.

Exogamia; un arma biológica que ellos no esperaban. Ataca sigilosamente étnica, social, cultural y luego políticamente. Lo hicieron muchos países invasores. Lo hizo Gran Bretaña entre sajones y normandos. Al sur del sur la historia le jugó en contra.



Portada: Ilustración de Oscar Chichoni
Diagramación & DG: Pachakamakin

6.21.2012

DICTAME QUE ME GUSTA...


Por Roberto Daniel León


Escandalizada, joven profesora cuelga los libros...

Siempre me gustó eso de los títulos y los epígrafes, quizá por aquello de la síntesis. Debo confesar, no obstante, que no confío del todo en la completud de las mismas, por lo que procederé de inmediato a victimizar ocasionales lectores con el siguiente desarrollo: Ella comenzó hace muy poco a dictar clases en la escuela secundaria (o como se llame la semana próxima). No tanto por ser joven, sino por habérselo tomado en serio, pretende que los alumnos adquieran los conocimientos impartidos y utiliza recursos que faciliten el proceso, como es el caso de la analogía.


La cosa parece simple: se refiere a imágenes y-o situaciones concretas –por todos conocidas- para trasladarse desde allí, mediante la comparación, al nuevo concepto que se pretende transmitir. Jesús usaba ese método –las parábolas- según se relata en los Evangelios (especie de biografías del maestro de las cuales se “popularizaron” cuatro). A él le fue bastante bien en general –exceptuando el final- pero a nuestra joven amiga no.


Aunque cualquiera podría jurar lo contrario, el elemento “conocido” utilizado en la analogía, resultó no serlo tanto. Parece que el funcionamiento de una ciudad es algo bastante misterioso para muchos y la recolección de residuos (por nombrar un detalle), es una actividad que se registraría en el terreno de la generación espontánea, o algo así. Intentando sostener una presencia de ánimo que tambalea entre el estupor y la frustración, nuestra protagonista procura explicar lo que suponía obvio.

Como la cosa se ponía difícil para todos, los educandos proponen una salida: 

-Profe, por qué mejor usted nos dicta y nosotros escribimos?

Nada qué entender, a quién se le ocurre? 
El dictado, aparte de ser un recurso, tiene en sí mismo un alto contenido simbólico y, en este caso, representativo de la sociedad que los formó. Son muchos los que prefieren que les “dicten”. La asociación es libre.

Por otra parte, cualquiera con dos dedos (horizontales) de frente, sabe que en el contexto actual la práctica del dictado es para que parezca. En general, la mayoría no solo escribe mal lo que le dictan, sino que además no tiene comprensión alguna de lo que está oyendo y escribiendo.

Cómo se llegó hasta ahí?

Hay causantes y muchísimos cómplices, encontrándose en los primeros puestos los docentes-estafadores. Un docente estafador es aquel que, acomodándose al deterioro o los intereses del poder de turno, se pliega a la decadencia propuesta para generar consumidores pasivos, lo cual termina por producir un caos de tal magnitud que amenaza no solo a la sociedad, sino a la civilización toda. Así como pueden organizarse para resistir la decadencia de los salarios, bien pudieron hacerlo con la decadencia de los conocimientos. Aprobar a un alumno que no sabe, es estafarlo. Ocurre a menudo que algunos de los estafados quieren ser docentes, y lo logran…

Sigo pensando que tiene razón mi amigo, el que dice que la escuela reproduce inexorablemente a la sociedad.

Quizá deba desterrar definitivamente la fantasía con la que crecí, un mundo donde los maestros eran diferentes y lo sabían todo. En fin…




5.19.2012

COSAS DE MUJERES CON COSAS DE HOMBRES



Y uno se podría preguntar, qué cosas son las de las mujeres y qué cosas las de los hombres que hacen que ambas sean tan difíciles de compartir, y sí, me lo pregunté. Esto que ahora escribo en palabras es como una vista hacia atrás de momentos de pareja que compartí con el sexo opuesto, justamente, tomado como opuesto. Y en este opuesto es en donde encuentro la creencia de batalla con lo que es diferente. El tema sería, por qué se cae en esa idea, si en lo más profundo encuentro la necesidad de armonía entre esos supuestos opuestos, y con certeza no soy la única que así lo ansía, sin embargo lo cotidiano me muestra que aun estamos en medio de un pantano de disputas de derechos de hombre y mujer, a tal punto, que cuando escribo la palabra hombre o la palabra mujer viene un pensamiento que dice, cual va primero,  y con esto no le pongo peso a ninguna de las partes, sí más bien, me permito recapitular las ideas absurdas que fueron dando forma a esta batalla de los sexos, si, la batalla de los sexos sin sesos.

Pasó un tiempo antes de que retomé el escribir, y una gran parte de este espacio tomado, lo marcó la necesidad de observarme cada vez con mayor atención en las interpretaciones. Y en este caso, retomo en el momento que hice la pausa de escribir, que fue en la semana en donde se dio El Seminario de la Mujer Consciente. Desde ahí hasta este momento que retomé, el enfoque de la manera de observar cambió rotundamente, y sé que queda más aun por reveer. En el seminario, que está dirigido principalmente a la mujer, y su consciencia como tal, pude experimentar la falta de contacto que por lo menos en  mi desarrollo tuve con lo que sería la forma consciente de la mujer, y con esto a donde me dirijo es a revisar concretamente qué es ser mujer para mí.

En el seminario tocaron, entre otros, temas profundos que apuntan a desnudar los prejuicios que se relacionan con el parto natural, la crianza de los hijos, el papel de la mujer en la familia, el retomar esa sabiduría, volver al hogar principalmente. Estos temas, por más que uno podría decir que los conoce, lo que es importante realmente desde donde lo transmitieron, es si uno lo ejerce, sin embargo para esto lo primero sería reconocer lo que nos colocó como mujeres en un lugar no propio. Y para esto, lo primero que encontré oportuno es remontarme a las creencias que dieron forma a la mujer que soy y sacarles las caretas, y el tema que más me compete en esta etapa de mi vida es des-caretar, es el que hace a la convivencia entre hombre y mujer como pareja, en sí a la consciencia de saberse uno responsable de las acciones a la hora de compartir esta etapa.

Tengo 36 años de edad, y mis relaciones de pareja con hombres, podría decirse que fueron un verdadero tsunami emocional,  y esto, que ahora me da risa al verlo como una etapa de inmadurez hacia la madurez, generó en su momento situaciones desagradables a la hora de querer vivir una pareja, y más allá de quien sea el que podría nombrar como pareja. Lo que traigo, es que es, lo que en ese momento generó esa atracción tan desmedida y que luego colapsó en un charco seco de insatisfacciones, la conquista del desierto por decir así.

En mi vida me atrajeron en tiempo pasado, desafíos inconscientes de parejas que hacen tortuosa una relación, el sometedor, el tirano, el mujeriego, el machista, el egoísta, el cómodo, el vicioso, el maquiavélico, en sí, el modelo resultante de la rebeldía de una guerra marcada por idealismos de derechos que muestran la necesidad de desenmascarar y cambiar al sexo opuesto, cuando en realidad, lo que desenmascara es la necesidad de ganar una batalla con armas similares, aunque con harapos de otro color,  es decir, la sumisa, la víctima, la fidelidad, la que todo comprende y acepta, la que todo da, la que todo hace, la que todo permite, y luego, cuando eso dio el fruto podrido, uno salta con el cumulo de lo que uno no es ni tolera, el tsunami emocional. Y más aun,  se regocija desde ese personaje con sus pares cuando cuenta que tuvo el valor de volcar esa lava reprimida a quien llama en ese momento, zángano.  Entonces, frente a esto, veo el vacío de historias que en sí conducen al mismo lugar, la desdicha del romance, la pérdida del contacto amoroso, la insatisfacción sexual, la ausencia de cariño, la inmadurez emocional tanto de la mujer, como del hombre. La caída del Edén. Y la historia se repite, una y otra vez. Y el virus de la guerra de opuestos por el género se propaga, y uno se justifica con que es normal que se esté solo ya que las parejas están ahora en situaciones críticas. Sin embargo lo crítico, es no poder compartir las diferencias y lo armónico sería el compartirlas, de lo contrario existiría un solo género humano.


Entonces , me pregunto si es posible este compartir, más aun, me cuestiono que es lo que genera el cortocircuito de los géneros, quién quiere  mandar a quien, quien no se deja mandar y manda, quién dice ser sometido y se somete, quien hace más por menos o menos por mas, la mujer o el hombre?

Lo que siento, es que esto ya, por decirlo así, aburrió. Carece de importancia quien tiene más cargas, eso le compete a las creencias, quienes necesitan madurar para compartir es lo que nos compete a  ambos.

Y me pregunto qué es lo que hay que madurar, la observación en las creencias es un enfoque que rescato necesario, lo que en cierta manera se postulo como el modelo ideal de pareja, sinónimo de prejuicios, sinónimo de sometimiento, sinónimo de insatisfacción, sinónimo de tiranía, sinónimo de rebeldía, sinónimos más sinónimos tras sinónimos de lo que en si completa lo incompleto de las relaciones. Y es aquí donde la frase colectiva, así son los hombres o mujeres, carece de valor, ya que a medida que recorro las actitudes que fueron dando forma a las ilusiones de romances, comprendo que parte de la historia  es necesario madurar.

Como mujer, se de haberme sometido a las deidades de los personajes con quien compartí momentos de mi vida en pareja. Y esas deidades no fueron más que espejos desafiándome a cambiar una visión limitada de compartir. Una visión limitada de la mujer.

Las máscaras se caen, una tras otra, la falta de valor promueve lo posesivo que teme perder lo que poseyó dejándose poseer, es la pieza que mueve el  juego de quien se somete para en algún momento dar el paso y cazar la presa para someterla y quienes caen en este tablero, juegan el mismo juego desde hace tiempo para complacer lo que manipula el poder entre ambos. Yo tengo el poder, aunque, mal interpretado. El C.C.E.S comando controlador establecido por el sistema, es muy sutil al momento  de entrar en el juego, los extremos vividos al estar en pareja, se ven inexplicables.

La máxima libertad versus el máximo control, la máxima aceptación versus la rebelión de los géneros, la adoración a la mujer versus el aburrimiento del hombre, la conquista al hombre versus la histeria diagnosticada por Freud. Entonces, a estas alturas me cuestiono que es lo que sucede cuando uno entra a relacionarse a nivel afectivo con un ser de un género distinto, qué sucede que luego de esa bella sensación de expansión y libertad que uno experimenta al conocer a alguien que le despierta atracción,  las emociones se contraen en los recuerdos y llevan tanto al hombre como a la mujer a situaciones de inmadurez al momento de compartir, y uno diría a simple vista,  es que falta amor, y con honestidad siento que va más allá de esto.

A lo que voy, es que aun, la gran mayoría, somos incapaces de compartir sin entrar en juegos demandantes. Aun, somos incapaces de ser individuos que comparten la belleza de la vida sin echar encima de otro el vagón de responsabilidades de lo que nos corresponde reconocer, lo que nos falta lo que nos sobra. Lo que embriagó con cosquillas nuestra idea y pintó la ilusión de una relación con acuarelas de creencias de todos los colores, aunque, similares en la textura que se deshace con las gotas que derraman nuestros ojos con cada emoción que va liberando lo iluso de la forma creída.

Aquí, la razón se ve superada al momento de querer comprender que es lo que uno debe hacer o dejar de hacer. Y precisamente, no sé si se trata de esto. Más bien veo una relación como la respiración, así como fluye la respiración, podría fluir el compartir, así como el oxígeno nos renueva, así se ve maravilloso renovar el compartir, entonces me pregunto, en qué momento uno deja de respirar, en qué momento uno necesita el oxigeno de otra persona para poder vivir, en qué momento el hombre y la mujer, dejaron de reconocerse como tal y permitieron el sometimiento de los géneros a las creencias, en qué momento la sexualidad dejó de formar parte del encuentro con sentido y se transformó en una vacía insatisfacción que ya no encuentra morbo de donde agarrarse para intentar sobrevivir a esta decepción.

Entonces, es aquí donde el seminario metió el dedo en la llaga, lo que se aceptó como mujer y se sostuvo como hombre, y es aquí donde conmemoro el haber podido pertenecer a un modelo de familia tradicional, que me dio la posibilidad de ver el tirano y la víctima que tomaron el papel de padre y madre, y los  hijos que fueron jueces en donde de tanto juzgar se condenaron inconscientemente  a vivir experiencia similares, hasta, que el martillo de las creencias se quebró, y el vacío generado por esos instantes en donde uno deja de respirar, dejó que esa pesadez se funda en la consciencia y así pueda uno volver a elegir. Y aquí estoy parada ahora, no en la dulce espera ya que sería amargo el resultado, sino más bien dispuesta a compartir momentos con el sentido de mantener la conciencia despierta en cada relación, y porque en cada relación, porque el ser mujer no atañe solamente a serlo en pareja con un hombre, más bien, atañe a vivirlo momento a momento, a sentirlo presente en cada actitud, a compartirlo más allá del género, a descubrirlo más allá de los prejuicios, a reconocerlo como el avatar del tesoro femenino dispuesta en esta tierra para crear espacios armónicos y contenerlo con la dulzura y la firmeza de la misma tierra que nos sostiene. Y lo primero que cae en la cuenta de re- aprender es el compartir entre mujeres, y desde esta integridad sin rivalidad, el compartir el sentido con el hombre, ya dejaría de ser por una falta de, más bien se generaría en ambos desde una sumatoria de, que llevado con sentido, manifestaría la alquimia perfecta del encuentro. Ya que tanto la Mujer como el Hombre seguramente estamos en esta tierra para generar provecho no guerra ni desdicha. Entonces lo que pasó hasta ahora podría ser una figura dibujada a merced de lo que se alimenta de esta separación, lo que promueve la idea de la división de uno, la creencia de la media naranja faltante.

Entonces me pregunto cuál es el fruto de relaciones íntegras, y podría ser una posibilidad, la unidad en el sentido de compartir y la individualidad en el sentido de  la maduración.  Ninguna fruta madura partida a la mitad aunque pertenezca al mismo árbol. De la misma manera se podría decir, que ningún ser madura íntegramente si vive a  medias su vida con las esperanza de que otro complete lo que él no se atreve a madurar.

Con este aroma maduro, que va más allá de lo duro de escuchar, concluye la semana, dejándome renovada al saberme mujer para serlo, reconociendo cada semana, más que por el número del día que acompaña al mes del año, por la posibilidad con sentido de trascendencia que cada día da si se lo conoce, y aquí, en este Valle, se reconoce el sentido de cada día, y se integra el vivir a este sentido para aprovecharlo y trascenderlo permitiendo a la consciencia  que se pose  y eche raíces en  la profundidad donde el peso de las creencias cayó y así liberarlas. De eso se trata la vivencia, de reconocerla, liberarla, transformarla y continuar la vida que se conquista en la experiencia. Aquí es donde estoy y aquí es donde voy…


Imagen: Fotografía de Andrea Fabiana Marqués
Diagramación & DG: Andrés Gustavo Fernández

6.03.2010

CARTA ABIERTA AL ESTADO MUNICIPAL



Por Roberto Daniel León



El islamismo tiene mala prensa. No es para menos, causa cierto escozor tanto fundamentalismo, y ni hablar de la denominación República Islámica de... donde gobierna la religión, no el conocimiento sino la fe, con lo que toda posibilidad de mejora y desarrollo está descartada, porque la fe es inamovible y empecinada. Un ancla, digamos. Quienes ya se posicionaron (favorablemente) sobre ese estado de situación, no querrán, por supuesto, que haya cambios. 


Sin embargo, aún a riesgo de sentirme inoportuno y molesto por molestar, quiero llamar la atención sobre cierto coincidente parecido.

El año anterior, en el acto central (desfile de las instituciones) del 26 de Septiembre, el locutor oficial anunció que presidía el desfile la Virgen del Carmen. Este año, el 25 de Mayo del Bicentenario, se decide que la bandera argentina salga del templo parroquial –después del tedeum- para ser izada en el mástil de la plaza. Un gesto nada desdeñable de apropiación de un símbolo de identidad nacional que se pretende de TODOS los argentinos. ¿Pretenderá la iglesia católica que TODOS los argentinos seamos católicos? No hace mucho, un cura y un concejal declararon públicamente "pueblo mariano" a Carmen de Areco, ninguneando estrepitosamente a los ciudadanos que no profesan esa fe y a los que no profesamos ninguna pero que habitamos este pueblo; lo que constituye tanto un acto de discriminación como una flagrante falta de respeto por el Otro. Socializada esta pérdida (del respeto) y el abuso de poder, los resultados pornográficamente visibles son aquellos de los que después nos quejamos y para los cuales propondremos "soluciones" que, para variar, nada tendrán que ver con el asunto.

Quiero recordarles que la cristiandad en general, tiene sus festejos de identidad (bajo la órbita del dios Mercurio) en Abril y en Diciembre (Pascua y Navidad) y el catolicismo en particular el 16 de Julio, festividad en la que utiliza recursos del estado, con todo lo que ello significa.

Quiero recordarles también que ésta, con sus más y sus menos, es aún la República Argentina, no la República Católica Apostólica y Romana de...

Que nuestra constitución diga que SOSTIENE el culto católico, no significa que comulga, se somete u obliga a los ciudadanos a esa fe.

Que el 25 de Mayo, el 9 de Julio, el 20 de Junio, el 26 de Septiembre, etc. son FIESTAS CIVICAS, es decir, de TODOS los ciudadanos (en términos prácticos, todos los que tenemos DNI, LE, LC, CI, etc.).

Que habemos ciudadanos ateos, evangélicos, testigos de Jehová, apostólicos, judíos, agnósticos, umbandistas y probablemente más.

Que la denominación REPUBLICA contempla los derechos de las minorías, para que la sola democracia no convierta a la mayoría en virtud ni en verdugos, por el solo hecho de ser muchos. Suele decirse, con tanta inocencia como ingenio, que las moscas también son mayoría por estos lares, y sin embargo...

Espero sinceramente que las autoridades que nosotros elegimos para que gobiernen de acuerdo a los estamentos de la República, decidan estar a la altura de las circunstancias y lo hagan con justicia, cordura e independencia.

Estas autoridades, fueron elegidas por los ciudadanos, no ungidas por algun dios.



Diagramación & DG: Andrés Gustavo Fernández

3.10.2010

DOS CENTURIAS

Por Juan José Oppizzi
Sus Artículos en ADN CreadoreS



En nuestro breve camino por lo que llamamos Vida le damos una gran importancia al conjunto que forman dos cientos de años. Sabiendo de los tiempos y las distancias cósmicos, eso no debería predisponernos al asombro; más bien, arrancarnos una sonrisa. Pero como usamos de referencia nuestra duración media sobre la tierra, y la noción de tiempo nos pertenece con exclusividad a los humanos (al menos en este globo), somos dueños de evaluar aquel tamaño según las pautas que responden a ese esquema. Así, hoy podemos estar absortos en la efemérides argentina en términos de lejanía.

Ya se encargaron algunos historiadores de eliminar aquella figura de un cabildo bajo la lluvia, rodeado por una multitud que se cubría con paraguas, en el 25 de Mayo de 1810. Hoy tenemos asumido que es difícil comprobar si llovía o no, que es al menos dudosa la existencia de esos paraguas y que las personas reunidas junto al pequeño edificio tal vez no eran más que algunas decenas. Dejo en manos de los especialistas en anécdotas la medición cuantitativa de los hechos. Lo que verdaderamente importa es la medición cualitativa. El transcurso de los doscientos años demostró en variadas ocasiones que la masividad no va siempre unida a la verdad, y que la repercusión pública de los acontecimientos a menudo traiciona la auténtica índole de éstos. 





La Revolución de Mayo fue protagonizada por hombres de carne y hueso, en los que anidaba el raudal de pasiones que rige las vidas de todos quienes compartimos esa estructura biológica. Tomarla como algo definitivo, totalizador y perfecto es alimentar una mitología que no ayuda a comprender la Historia. Igualmente errado es limitarla a las intrigas de astutos comerciantes o de políticos ambiciosos. Yo prefiero estudiarla como el principio –el principio– de la fundación del país. Y aquí descerrajo la pregunta que me obliga a replantearme continuamente lo que muchas veces aparenta ser obvio: ¿Un país se funda en un solo acto o lo integran los actos sucesivos de sus pobladores? Me formé culturalmente en la idea que encierra la primera parte de la pregunta; me educaron escolarmente en el concepto de que la República Argentina nació y quedó hecha para siempre entre el 25 de Mayo de 1810 y el 9 de Julio de 1816. Me dijeron que en ese histórico lapso hubo un grupo de seres superiores, metálicos (viéramos, si no, las estatuas de San Martín, de Belgrano, de Moreno), que siempre hablaban y pensaban cosas importantes y aleccionadoras.

De los dos siglos transcurridos, sólo cuarenta años fueron empleados en revisar la interpretación de la historia que reinó en los anteriores ciento sesenta. Surgió el revisionismo (que al principio fue una mera –y no siempre justa– inversión de los santificados y los demonizados por el discurso imperante); se descubrieron ángulos ocultos de los próceres; se ventilaron aspectos reales (y ficticios) de muchos pasajes históricos; se llegó al análisis morboso (en oportunidades, lleno de fantasías) de muchas vidas; se transitó, en fin, el caótico debate que, mal que mal, permite hoy tener una visión más humana de nuestra propia senda humana. Pero lo que rescato de ese ir y venir de opiniones, tan agotador a veces, es la conciencia de algo inadvertido por el calor de los argumentos: que el país está siempre en estado de fundación. Cada minuto que pasa nos coloca en la instancia de comenzar algo que incida en todo el conjunto social. Desde los ideales más elevados hasta las peores maquinaciones, la posibilidad tiene manivelas infinitas. Por supuesto, ante esa realidad ambigua no podemos esquivar la conclusión de que el país está, asimismo, siempre en estado de demolición. Las diferentes mentalidades que prevalecieron en tantos años han efectuado demoliciones y fundaciones alternativas. La sociedad de 1810 no fue igual que la de 1910 y ninguna de ambas fue igual a la que hoy vivimos. Tampoco es cierto –para desorientación de los pesimistas modernos– que en 1810 o en 1910 haya existido un clima de esperanza mayor que el que puede haber en 2010. Quizá en 1810 había muchas menos razones para abrigarla que en 1910 y en los días presentes. No es pura coincidencia el hecho de que los principales actores de la Revolución de Mayo hayan muerto jóvenes (Moreno, Castelli, French, Belgrano) y que su pasaje al bronce haya tenido gusto a reivindicación culposa, ni es casual que San Martín haya acabado sus días en un ostracismo lleno de calumnias.

Cuando miro a vuelo de pájaro la totalidad argentina de los dos siglos, me siento como frente a un precipicio. Hay de todo allí: en 1813 se quemaron en la Plaza Mayor los instrumentos de tortura virreinales; cien años después retornaron en versiones modernas y la pirámide construida para recordar aquella loable fogata vio un día de 1977 una ronda de madres desafiar a otros inconmensurables torturadores; desde 1863 nuestro país se llama República Argentina, pero recién a partir de 1912 se estableció el sufragio libre y secreto, base de cualquier noción republicana; el sufragio ahí se llamó también universal, aunque las mujeres pudieron votar en 1951; desde 1853 existe una Constitución Nacional, fruto de ríos de sangre, sacrificios extremos, esfuerzos increíbles; la mayor parte del siglo veinte ella fue un papel muerto bajo diferentes suelas de botas; un funcionario gubernamental, Domingo Cavallo, una vez mandó a lavar los platos a los científicos; un tribuno parlamentario, De la Torre, fue capaz de enfrentar él solo a todo un gobierno corrupto; un general borracho, Galtieri, para que su gobierno en ruinas durara más, envió a pelear contra un imperio bien armado a conscriptos veinteañeros casi desnudos y con fusiles que no disparaban; un abogado que tuvo que hacer de general, Belgrano, despellejado por las cabalgatas y abatido por la hidropesía, batió dos veces (y con él mismo en el campo de batalla) a un ejército profesional que lo doblaba en número; un médico, Favaloro, harto de pedir inútilmente ayuda para la fundación que le permitía asistir –y salvar– a miles de enfermos, se suicidó...

Y ahí está ella, la República Argentina, aguardando ser fundada muchas veces más y temiendo ser demolida también otras muchas veces. Y ahí están, ante nosotros, los siglos venideros como páginas en blanco, con sus misteriosos, inimaginables desafíos, con sus hombres del futuro que aún no son, con sus hechos aún no acaecidos. Y aquí estamos nosotros, los que formamos el país, porque un país no es un ente abstracto, separado de las vidas que lo pueblan; nosotros somos el país y, según la división que nosotros mismos hemos hecho del tiempo, tenemos un pasado que debe servirnos de lección, un presente que debe servirnos para la acción y un futuro que debe servirnos para la proyección.


Diagramación & DG: Andrés Gustavo Fernández

10.08.2009

ESCANDALO [CARTA ABIERTA AL SEÑOR PAPA]

Por Roberto Daniel León



La pobreza, santísimo padre, no es un escándalo. No lo es, ilustre excelencia, ni acá ni en la China. La pobreza, es una injusticia. Lo es en Argentina y en cualquier parte del mundo, aunque su supuesto mandante haya asegurado que los pobres son bienaventurados; aseveración que, aunque está escrita, usted parece haber olvidado, tanto como para escandalizarse. Comprendo, no obstante, vuestra turbación al respecto, dado que es recién llegado a esta compleja humanidad y por lo tanto no ha tenido oportunidad de pronunciarse antes sobre el asunto. 

Quizá pueda considerar su excelencia, la posibilidad de un error de trascripción en el texto sagrado, dada la probable confusión a causa de la rima: sospecho, humildemente, que donde dice bienaventurados, debió decir hambreados, ninguneados, explotados, sospechados, defenestrados, apaleados, despojados, engañados, etc. Supongo que en arameo, en griego o en latín también existirán las rimas consonantes, aunque confieso mi ignorancia de la estructura gramatical de esas lenguas. No obstante, su santidad, debe saber usted que en estas tierras (casi todas propiedad privada y la mayoría de dignísimos fieles seguidores de la doctrina que usted magníficamente sostiene y representa), hay muchas personas tan escandalizadas como usted por la pobreza, dada la mala imagen que transmiten los pobres a la prístina visión sagrada. En general son feos, les faltan dientes, visten mal, beben (para colmo licores baratos), comen sin modales, no guardan las formas, jamás leyeron el manual de Carreño (de buenos modales y costumbres decorosas), consumen muchas grasas, suelen ser en general impresentables y nunca válidos como muestra del modelo que usted acompaña y que, casualmente, sostiene la sagrada estructura a la que representa. 

Le cuento, en confianza, que por estos lares no he visto últimamente a sus obispos acompañar ni celebrar misa en los piquetes de los pobres, pero sí los he visto haciéndolo en los de los Otros, los que han sido bendecidos por su Dios con innumerables bienes, esos que justamente les faltan a los escandalosos pobres. Le ruego, eso sÍ, que esto quede entre nosotros, porque no quiero herir susceptibilidades. No puedo olvidar –no lo tome usted a mal- hablando de escándalo, que de este lado del Atlántico (o del Pacífico, porque al fin y al cabo la tierra era redonda nomás), el amor cristiano de muchos de sus representantes se manifiesta cada vez con mas intensidad, particularmente por los niños y sus genitales. 

En este caso, el escándalo excede las fronteras de Argentina y confío en que usted tomará cartas en el asunto (todas las cartas y documentación afín) para aplicarles la purificación del fuego. Finalizo recordándole al Banco Ambrosiano y otras instituciones relacionadas por el mismo Dios, las cuales seguramente serán herramientas que en sus manos, contribuirán sabiamente a reducir el escándalo (el de la pobreza). Supongo, conociendo la doctrina de su organización, que renunciará voluntariamente al sostén del Estado Argentino y se devolverá... digo, destinará la millonaria suma a compensar a los amados pobres. 

Esperando haber contribuido muy humildemente al desarrollo social, aunque a espaldas de tal ministerio, saludo a usted con mis mayores deseos.